Cine europeo
Costa-Gavras: “Hay dos cosas esenciales en la Europa de hoy en día: la cultura y la política”
A punto de cumplir 83 años el próximo 13 de febrero, Konstantinos Gavras (Loutra-Iraias, 1933), Costa-Gavras, sube corriendo las escaleras hasta el escenario de una de las salas del Cine Doré, mientras el público le aplaude enérgicamente. Sonríe y agradece la ovación quien se ha convertido en un emblema del cine comprometido, con el que ha denunciado desde la complicidad de Estados Unidos en el golpe de Estado de Pinochet, en Desaparecido Desaparecido(1981); a las buenas relaciones entre el Vaticano y Hitler, en Amén (2001). “Estoy muy emocionado”, comenzó a hablar el cineasta en un rudimentario (pero perfectamente comprensible) castellano, “este lugar es único. Es una cinemateca extraordinaria, pero tiene problemas y ustedes pueden ayudar para que se solucionen, ya que es esencial para el cine del futuro, pero sobre todo para el cine del pasado”. Y a renglón seguido dejó caer que “hay dos cosas esenciales en el mundo y en la Europa de hoy en día: la cultura y la política”.
Con su presencia en la sede de la Filmoteca, Costa-Gavras ha cerrado un ciclo dedicado a su filmografía con motivo de la entrega del doctorado honoris causa por la Universidad Complutense de Madrid (UCM). El realizador destacó que este galardón –Gavras sería el tercer cineasta que obtiene esta distinción tras Carlos Saura y Luis García Berlanga- ha sido una de las cosas “más emocionantes” que le han pasado en su vida, además de una forma de consolidar la larga relación que mantiene Gavras con España desde que en 1960 llegase a Torrevieja (Alicante) para trabajar como asistente de dirección. Así, no faltaron alusiones a Jorge Semprún, con el que mantuvo una intensa amistad hasta el fallecimiento del intelectual español en 2011. Fue precisamente con Semprún con quien adaptó el guión de la película Z, una novela de Vassilis Vassilikos en la que se narra el asesinato de un líder de izquierdas, organizado por la policía, que finaliza con un golpe de Estado. Con esta cinta, que fue la tercera película de Gavras, consiguió dos premios Oscar en 1969, por mejor película de habla no inglesa y mejor montaje. Gavras tenía entonces 35 años y su película tenía poco de ficción enrevesada: la tarde del 23-F la Filmoteca valenciana proyectaba esta misma película y cuentan que cuando los espectadores salieron del cine, con los tanques ya en las calles, no acaban de creerse del todo lo que estaba pasando.
“Todas las películas son políticas”
Como viene siendo habitual en sus declaraciones, el director rechazó la etiqueta de político cuando hablan de su cine: “Todas las películas son políticas y se podría analizar políticamente cada una”. Pese a que emigró muy joven a Francia para estudiar literatura en la Sorbona, y después cine, en plena Nueva Ola francesa, Gavras siempre ha seguido muy ligado a los acontecimientos de su país natal. En esta tesitura, y tras ver la película El Capital antes de la mesa redonda organizada por la UCM, resulta imposible no preguntarle al director sobre la situación del país heleno. “En Grecia, durante muchos años pasó algo muy negativo. Los dos grandes partidos han hecho una política tremenda. Pensaban que el dinero caía del cielo”, criticó sobre la alternancia en el poder de los partidos Pasok, socialista, y el conservador Nueva Democracia. Aunque tampoco ahorra en reproches hacia Europa, de la que dice “no ha jugado el papel de observador y consejero” que se le presuponía. “Hay mucha gente sin calefacción, los hospitales no tienen medicamentos. Europa lo sabe, pero sólo dice: pagar, pagar, pagar”.
De esta manera, Gavras deja en evidencia la avaricia y el descontrol del sector financiero en su última película, El capital (2012). El filme adapta una novela homónima de Stéphane Osmont en la que se narra la historia de Marc Tourneuil (interpretado por el cómico Gad Elmaleh), un arribista que consigue hacerse con el control de uno de los bancos más importantes de Francia. “Esta gente no se ocupa de los problemas humanos y sociales, sólo de las cifras. Tienen una visión pequeña [de la realidad] y ese es el gran problema”, subrayó Gavras. No obstante, también hizo hincapié en las dificultades del nuevo Gobierno heleno, presidido por el líder de la coalición de izquierdas Syriza, Alexis Tsipras, para solucionar la enconada crisis griega. “La gente del poder hace promesas extraordinarias y nosotros les votamos y les volvemos a votar porque nos gustan esas promesas, aunque sepamos que no pueden cumplirlas. Hay algo de esquizofrénico en ello”, dijo.
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La dificultad de financiar el cine político
A pesar de una carrera plagada de éxitos, el cineasta ha tenido bastantes problemas a la hora de encontrar financiación o una distribuidora para algunas de sus obras. “La primera película que hice era una policial; la segunda, fue un fracaso. El problema fue la tercera, Z, para la que pasé un año buscando financiación. Los actores decían que no iba a funcionar y, al final, Argelia la financió y la gente fue a verla al cine. Eso me dio libertad durante un tiempo, pero desde hace unos años me resulta complicado encontrar dinero para películas difíciles, como El capital”, explicó. Ya entonces, su mujer y productora Michele Ray-Gavras denunció los obstáculos para poder producirla en Francia. “Ningún distribuidor francés, y digo ninguno, ha querido aportar dinero para nuestra película”, denunció en declaraciones a El País. En el caso de Z, fue el actor Jacques Perrin quien se encargó de toda la estructura de producción para sacarla adelante. Creó su propia empresa y buscó promotores en la excolonia francesa, donde finalmente fue rodada.
Menudo y estilizado, vestido con un pantalón negro y con un jersey morado, a la salida del cine Doré, Gavras se quedó hablando con un grupo de gente y respondiendo amablemente a quienes se acercaban a saludarle. Haciendo alarde de una humildad y sencillez envidiables, el cineasta afronta con especial mimo cada una de las películas que hace: “Puedo esperar dos o tres años para hacer una película porque quiero hacer la película que me interesa. Luego, a ustedes les interesa o no, la hacen política o no”. “¿Quién es el espectador?” se preguntó ya al final de la charla, “cada uno es distinto, cuando hago una película la hago como a mí me gustaría verla como espectador”.