OBITUARIO
Erna Brandenberger (1929-2025), hispanista suiza, en mis recuerdos

Los que estamos interesados en la cultura española e hispanoamericana le debemos mucho a los hispanistas, ya sean historiadores, filólogos, traductores, ya solo profesores de español. A algunos de ellos se les ha reconocido su trabajo, habiendo adquirido entre nosotros un reconocido prestigio, pero en otros casos —y me temo que no sean pocos— no ha sido así. De uno de estos últimos ejemplos voy a ocuparme ahora, pues la muerte en una residencia de St. Gallen, ciudad en la que residió gran parte de su vida, de la hispanista suiza Erna Brandenberger, ha abierto en mí la espita de la memoria. Tenía 95 años, había nacido en Buchs, St. Gallen, en la Suiza alemana, aunque desde hacía años había perdido el conocimiento.
Fue una trabajadora infatigable que se ganó la vida como profesora de lengua y de gimnasia en la enseñanza media. Así, entre 1966 y 1992, cuando se jubiló, dio clase en la Escuela Cantonal para adultos de St. Gallen, aunque antes, en 1951 y 1952, trabajó en la Escuela Suiza de Barcelona. A dicha actividad docente se sumó pronto su dedicación como traductora, ensayista y antóloga. A mediados de los sesenta se licenció en Filosofía y Letras en la Universidad de Zürich, con un trabajo –dirigido por Gerold Hilty– sobre los cuentos de Max Aub. El caso es que un episodio trágico trastornó su vida para siempre: la muerte de unos jóvenes a su cargo mientras esquiaban en los Alpes, a pesar de que ella no tuvo responsabilidad alguna. Cuando me lo contó, paseando un día por la Rambla de Cataluña, en Barcelona, me confesó que no había dejado de pensar en esos niños ni un solo día de su vida.
La conocí en Neuchâtel, ciudad de la Suiza francesa, en 1997, durante el Grand Séminaire, comandado por Irene Andres-Suárez, dedicado ese año a Antonio Muñoz Molina. Era una mujer discreta, sin afán alguno de protagonismo, que no intervenía en el congreso, se limitaba a asistir y aprender, como decía ella. Durante los años siguientes mantuvimos el trato, la amistad. Ella solía mandarme postales de sus viajes o escribir cartas en las que me daba noticia más de sus trabajos que de su vida. En Barcelona, ciudad a la que viajó en varias ocasiones, mantenía amistad con viejos exiliados catalanistas que había tratado en Suiza, pero cuyo empecinado fanatismo –me confesó- le molestaba, aunque no por ello dejó de tenerles aprecio. También Gemma Pellicer y yo le rendimos visita en St. Gallen, invitados por ella para conocer mejor la ciudad y la región, que nos mostró muy complacida, abriéndonos las puertas de lugares que no siempre se podían visitar, como la biblioteca de la Abadía. Nos llevó al Säntis y se empeñó en que asistiéramos a una inolvidable ceremonia religiosa cantada en la abadía.
En su piso, donde no faltaban los libros, a mí me regaló algunas raras ediciones de cuentos españoles, estaba decorado con cuadros o litografías de grandes artistas, incluido un grabado de Goya, en una impresión del XIX, pues la pintura fue su otra gran pasión, que había ido adquiriendo a lo largo de los años, con el dinero —nunca demasiado— de que disponía. Erna era una mujer compleja, de trato no siempre fácil, aunque conmigo se mostró siempre amable. Era muy conocida en los ambientes culturales de la ciudad y, yendo con ella, se abrían puertas no siempre fáciles de traspasar, sobre todo si eras extranjero.
En el terreno de la historia literaria, su mayor contribución ha sido sus Estudios sobre el cuento español contemporáneo, que publicó Editora Nacional en 1973, por mediación de Alonso Zamora Vicente. El libro estaba dedicado a Ignacio Aldecoa, pues —como señala en el prólogo— fue su “principal confidente” en los trabajos preliminares de su obra. En 1966 le confiesa en una carta que la literatura española se conoce poquísimo en Suiza. Durante décadas, su estudio ha sido una referencia obligada para todos los interesados en la materia, pues se trataba de un género muy descuidado entonces por los investigadores. Se ocupa en sus páginas de narradores imprescindibles (Sender, Max Aub, Francisco Ayala, Serrano Poncela, Rosa Chacel, Manuel Andújar, García Pavón, Miguel Delibes, Ignacio Aldecoa, Carmen Martín Gaite, Ana María Matute, Daniel Sueiro, Fernando Quiñones, etc.), y también de otros menos obvios, sobre los que llamó la atención cuando no se les tenía tan en cuenta, como ocurría en los casos de, por ejemplo, Álvaro Fernández Suárez o Muñoz Rojas. La lista de autores de los que se ocupó es mucho más extensa, y mantuvo correspondencia con casi todos ellos, con los que sabían alemán (Ayala, Andújar, Zamora Vicente y Roberto Ruiz), en esta lengua, proporcionándole libros que en Suiza no resultaban fáciles de conseguir. Y quiero destacar que tuvo muy en cuenta a los exiliados españoles republicanos, cuyos cuentos recopiló en 1971. Algunos de los datos y aclaraciones que le facilitaron los utiliza en su libro. Carolina Castillo Ferrer, de la Fundación Francisco Ayala, y yo, estamos preparando la edición de esta suculenta correspondencia, compuesta por alrededor de 350 cartas, entre las que destacan las 167 que intercambió con Arturo del Hoyo, editor de Aguilar y buen escritor de cuentos, las 111 con Francisco Ayala (ya estudiada por Carolina Castillo Ferrer) y superan las 100 con Manuel Andújar.
En las muchas antologías que compuso, se ocupó de asuntos muy diversos, pero yo destacaría las que le dedicó al cuento y al microrrelato, tanto al español como al hispanoamericano. En el interés por este género fue pionera. Señalo unas cuantas: Narradores españoles fuera de España (1971), La generación del 98. Autores españoles (1977), Refranero español (1978, con un prólogo de Arturo del Hoyo), Cuentos brevísimos (1974), Poetas españoles (1980), Primeras lecturas (1991), Cuentos hispanoamericanos: Ecuador (1992), Fueron testigos. Cuentos modernos (1993; en una carta, Andújar se lamentaba de que no hubiera incluido a Juan Benet), Narraciones barrocas (1995), Cuentos hispanoamericanos: Colombia (1997), Relatos románticos españoles (1997), La mujer alta. Cuentos españoles (1998, el título alude a un cuento de P.A. de Alarcón), Cuentos mexicanos (1999), Paseo por las literaturas hispánicas (2000) y Narradores de la España contemporánea (2010). Casi todas ellas, bilingües o en español, fueron reeditadas en numerosas ocasiones en la Deutscher Taschenbuch-Verlag, popularmente conocida como DTV. Además, podríamos añadir una antología de cuentos españoles de Navidad editada solo en alemán por Arche, de Zürich. La lista, como ven, aunque incompleta, resulta interminable, pero la convierte en una de las más importantes, si no en la mayor divulgadora de la literatura en español en los países de habla alemana.
Por último, en el terreno de la traducción, más allá de sus versiones citadas de cuentos y microrrelatos, destacan la antología de cuentos de Clarín; la versión de Muertes de perro y La cabeza del cordero, de Francisco Ayala, todos ellos en Manesse, de Zürich; y una recopilación de cuentos policíacos de Francisco García Pavón, en Reclam, de Stuttgart, otra colección muy popular.
Como decía, le debemos mucho: nosotros, los lectores de lengua alemana y el hispanismo suizo. Es muy triste que haya muerto, tras una larga vida, sin el reconocimiento debido.
* Fernando Valls es profesor de Literatura Española Contemporánea en la Universidad Autónoma de Barcelona y crítico literario.