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El poder en España: un juego en familia

La portada de 'Españopoly'.

Agite el cubilete, tire los dados. Salga lo que salga, es muy probable que tenga que marcharse por donde había venido: casi con toda seguridad, no está invitado a esta partida. Porque en el tablero del poder político y económico en España, los jugadores son prácticamente siempre los mismos. Muchos empezaron en la misma casilla de salida, el colegio del Pilar en Madrid; otros tantos han dado vueltas arriba y abajo del recorrido, de lo público a lo privado, y vuelta a empezar; algunos han tenido que sacar la muy útil tarjeta del indulto para poder librarse de la cárcel, y entre todos se han repartido el capital acumulado en la caja.

El juego se llama Españopoly, o así lo ha bautizado la periodista Eva Belmonte en su recién publicado ensayo, con el subtítulo de Cómo hacerse con el poder en España (o, al menos, entenderlo), un libro que explica de manera didáctica el baile de sillas del que resulta la élite nacional, una intrincada red de vínculos y relaciones “que a veces se usan de forma anecdótica pero que en realidad no lo son, ya que se trata de una tendencia que nos afecta a todos”.

A diferencia de sociedades como la estadounidense, donde las alianzas clientelares se forjan en las grandes universidades al estilo de Harvard o Yale, en España los gerifaltes fraguaron sus amistades de niños, muy concretamente en el madrileño colegio de Nuestra Señora del Pilar, una escuela católica situada en el pudiente barrio de Salamanca. Por sus aulas pasaron destacados alumnos como los políticos José María Aznar, Rafael Arias-Salgado, Jaime Lissavetzky, Javier Solana, Juan Miguel Villar Mir o Alfredo Pérez Rubalcaba; empresarios y financieros como Juan Villalonga o Alberto Alcocer, miembros de la cultura como Luis Alberto de Cuenca, Luis Antonio de Villena o Fernando Savater, o periodistas como Juan Luis Cebrián o Luis María Anson.

Si esta buena hornada –en la que faltan elementos- surgió al completo de aquellas aulas, no es menos cierto es que a día de hoy “las cosas están cambiando”. “Aquí, las relaciones de poder son un poco más de primaria, de apellidos, de raíces, de patio de colegio”, ilustra Belmonte, “pero es verdad que eso es algo que está cambiando, también porque la sociedad española está cambiando. Ahora, los hijos de estudian fuera: van a la London School of Economics, a los EEUU, a escuelas de negocios…”.

La herencia por vía parental es otra de los puntos clave del manual de instrucciones del Españopoly. Tanto que empresas del tamaño y la importancia del Banco Santander se legan de padres a hijos. “Me sorprende mucho que una de las organizaciones empresariales más importantes de España sea el Instituto de la Empresa Familiar”, dice la periodista. “Además, me hace mucha gracia el concepto de empresa familiar, porque lo tratan como si fuera algo limpio y puro, como si tu padre tiene un quiosco y lo heredas. Y en realidad no es así, y es muy llamativo que empresas tan grandes se hereden, además pasando primero por el varón”.

Salvo contadas excepciones como la de Ana Patricia Botín, la masculinidad es otro de los factores que definen el juego del poder en España. En la Banca March, otra de esas empresas de gestión consanguínea, las mujeres que han sido descendientes directos se han saltado para colocar a sobrinos u otros parientes en los puestos directivos. “Y es muy significativa la reunión anual del Consejo Empresarial para la CompetitividadConsejo Empresarial para la Competitividad, que tiene lugar una vez al año en Moncloa”, agrega. “En otros países sería sorprendente que los empresarios se reunieran una vez al año con el presidente del Gobierno sin ser la patronal constituida, que es la que debería representar a los empresarios del país. Pero además, cuando ves las foto queda claro que no hay ninguna mujer, o como mucho algún año se cuela una”.

Un tablero opaco

Introducirse en ese entramado de vasos comunicantes para poder desvelar los entresijos del poder es, a día de hoy, misión al filo de lo imposible para el periodista. La opacidad, por mucha Ley de Transparencia que se haya implementado, continúa a la fecha imperando en el modo de hacer de los estamentos superiores. “Ya era hora de que tuviéramos una ley, porque era increíble que en un país democrático a estas alturas no la tuviéramos, pero es una ley muy mala”.

“Es muy mala", abunda Belmonte, "porque es una ley de rango normal, no siquiera es una ley orgánica, que no reconoce el derecho al acceso a la información como un derecho fundamental. Esto significa que es una ley muy floja: cualquier ley orgánica le pasa por encima, y en este caso tenemos la Ley de Protección de Datos, que es la excusa perfecta para casi todo en este país. Pides información sobre el presupuesto de una comisaría del Ministerio del Interior, y te dicen que por protección de datos no te lo dan. La Ley de Transparencia se aprobó de cara al escaparate, incluso Rajoy dijo que era de las mejores de Europa, cuando todos los organismos internacionales la colocan a la cola: es totalmente absurdo”.

Tras varios años trabajando para el diario El Mundo en Barcelona, hace tres Belmonte se vio en la calle por uno de los numerosos ERE que se han venido llevando a cabo en los medios de comunicación. Impulsada por sus ganas de “volver a trabajar como una loca”, la periodista se lanzó a la piscina del Boletín Oficial del Estado para abrir su blog El BOE nuestro de cada día. En él recoge “lo que ya se venía haciendo en las redacciones”, aunque no de forma sistemática: cada mañana, se lee las nuevas publicaciones y las desentraña en forma de post. Su iniciativa es uno de los varios proyectos que alberga la fundación Civio, una organización ciudadana dedicada a promover el libre acceso a los datos públicos por una (mejor) democracia.

“En España es muy complicado que te respondan a una solicitud de información”, ilustra la reportera, que también ha colaborado con La Marea, “y cuando te responden lo hacen con evasivas. Apenas hay datos, así que tienes que ir por la puerta de atrás, como hicimos con El Indultómetro, una base de datos de indultos”. Estas medidas de gracia son, probablemente, la tarjeta más codiciada en la gran partida del Españopoly. Y aunque no lo crean, no resulta excesivamente complicado conseguirlas: en el periodo 1996-2014, se repartieron nada menos que 10.000. “Hay un problema que es básico para que se perpetúe la corrupción”, resume la autora,” y es que es que la corrupción penaliza muy poco en votos a un partido político”. Y así, siempre terminan ganando los mismos.

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