Furor popular por Dalí

Largas colas rodean todos los días de agosto el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía bajo un sol de justicia, en pleno centro de Madrid, para visitar la antológica dedicada a Salvador Dalí (Figueres 1904-1989). Grupos de jubilados, parejas jóvenes, familias enteras, gentes de toda España y también muchos franceses, ingleses y alemanes han convertido esta muestra en la más visitada en la historia de los museos madrileños. Los organizadores esperan que la cifra supere los 700.000 visitantes cuando el lunes 2 de septiembre cierre sus puertas la exhibición que ha ampliado su horario al público en los últimos días. El pintor catalán demuestra pues la plena vigencia de su provocadora obra un cuarto de siglo después de su muerte.

Joaquín Cortés / Román Lores

“La fascinación popular por Dalí”, señala Montse Aguer, comisaria de la exposición, “obedece al carácter genial e imaginativo de su obra. El pintor fue capaz de adelantarse a su tiempo y de crear un personaje que conectó con todo tipo de públicos. Ese rasgo explicaría que las generaciones jóvenes de hoy aprendan y se diviertan con los cuadros, los dibujos o las creaciones cinematográficas de Dalí. En su época, al igual que ahora, el pintor no deja indiferente a nadie”. La muestra daliniana, integrada por cerca de 200 obras (30 de ellas nunca se habían exhibido en España), abrió el pasado 27 de abril tras permanecer meses en el parisino Centro Pompidou donde también se convirtió en un exitazo cultural que atrajo a cientos de miles de personas.

No obstante, esta popularidad o populismo, según se mire, ha suscitado críticas tan autorizadas como las del propio director del Reina Sofía, Manuel Borja-Villel, que, en un artículo en la propia revista del centro, se mostró en contra de la influencia del mercado en las prácticas artísticas y en la conversión del público en “una masa sumisa que se reúne alrededor de un líder, héroe o ídolo”. El responsable artístico subraya que “el espectáculo se ha convertido en una necesidad” y critica la razón populista que “se caracteriza por el deseo de dirigir nuestra atención hacia lo que está exento de interés y prestarnos como novedad lo que hemos visto hasta la saciedad”. Por su parte, la comisaria Montse Aguer califica de inevitable el éxito de un artista tan popular como Dalí. “No podemos evitarlo y menos en el caso de un artista que potenció la relación entre el mercado y el arte”, añade Aguer, que es también la directora del Centro de Estudios Dalinianos.

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Considerado un precursor de Andy Warhol, el artista catalán se impregnó durante su estancia en Estados Unidos (casi toda la década de los años cuarenta) del sentido comercial y del negocio del espectáculo que los norteamericanos comenzaban a aplicar al mundo del arte. De hecho, Dalí cimentó en esa etapa su personaje estrafalario y casi circense mientras se acercaba al cine y a la televisión, unos medios que utilizó como magnífica publicidad de su obra. Gran dibujante antes que pintor, escultor, cineasta desde los tiempos de la Residencia de Estudiantes y de su amistad con Federico García Lorca y Luis Buñuel, Dalí había sido uno de los revolucionarios del surrealismo con un método que bautizó como paranoico-crítico a partir de la teoría de los sueños de Sigmund Freud.

Mientras su fama se extendía, el pintor regresó a España en 1948, donde el franquismo toleró sus extravagancias a cambio de que Dalí no criticara a la dictadura. Al fin y al cabo, Dalí ya era muy conocido en todo el mundo y sus provocaciones eran absolutamente inofensivas en términos políticos. Este carácter polémico del genio tuvo partidarios y detractores durante su vida y llega hasta hoy en los comentarios de los visitantes. “La gente sale de la exposición”, comenta una empleada del Reina Sofía, “o bien fascinada por su pintura o bien despotricando contra Dalí como un tipo oportunista y estrafalario”.

En cualquier caso, esta muestra, que agota sus últimos días, supone una auténtica antológica del artista que incluye préstamos del MoMa de Nueva York (La persistencia de la memoria); de la Tate londinense (Metamorfosis de Narciso); o del Pompidou (Seis imágenes de Lenin sobre un piano) y por supuesto del Museo Dalí de Figueres, uno de los más visitados de España, así como de otros centros españoles y extranjeros. En contraste con la teatral puesta en escena del citado museo de Figueres, los organizadores de la muestra del Reina Sofía han preferido un montaje sobrio para que el visitante se concentre sólo en las 200 obras expuestas que comprenden pintura, escultura, dibujos y documentales en un recorrido cronológico por la obra del artista ampurdanés que se demora durante un par de horas para la mayoría de visitantes. “No me ha sorprendido el éxito de la muestra”, apostilla Montse Aguer, “y estaba claro que la gente tenía ganas de contemplar una antológica de Dalí. A estas alturas, Dalí ya es un referente clásico”.

Largas colas rodean todos los días de agosto el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía bajo un sol de justicia, en pleno centro de Madrid, para visitar la antológica dedicada a Salvador Dalí (Figueres 1904-1989). Grupos de jubilados, parejas jóvenes, familias enteras, gentes de toda España y también muchos franceses, ingleses y alemanes han convertido esta muestra en la más visitada en la historia de los museos madrileños. Los organizadores esperan que la cifra supere los 700.000 visitantes cuando el lunes 2 de septiembre cierre sus puertas la exhibición que ha ampliado su horario al público en los últimos días. El pintor catalán demuestra pues la plena vigencia de su provocadora obra un cuarto de siglo después de su muerte.

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