"Si te dijera, amor mío que temo a la madrugada. No sé qué estrellas son éstas que hieren como amenazas. Ni sé qué sangra la luna al filo de su guadaña. Presiento que tras la noche vendrá la noche más larga. Quiero que no me abandones, amor mío, al alba. Al alba, al alba. Al alba, al alba". Pocas canciones resuenan en nuestra memoria colectiva como Al alba, de Luis Eduardo Aute. Una canción de amor en origen, que se transforma en un himno contra la pena de muerte, nacido de la oposición del autor al régimen franquista, al coincidir su lanzamiento en voz de Rosa León con los últimos fusilamientos del franquismo en 1975.
Para cuando el propio Aute grabó la canción casi tres años después, ya se había convertido en banda sonora de una de las épocas más turbulentas de la historia española reciente, en esa convulsa transición de la dictadura a la democracia en la que la protesta era una pura cuestión de supervivencia: "Miles de buitres callados van extendiendo sus alas. No te destroza, amor mío, esta silenciosa danza. Maldito baile de muertos, pólvora de la mañana. Presiento que tras la noche vendrá la noche más larga. Quiero que no me abandones. Amor mío, al alba".
Y, aunque estuviera compuesta desde unos meses antes de que cayeran los últimos fusilados del franquismo, aunque fuera en esencia una canción de amor desesperada, encaja y por eso trasciende. Porque en la desesperación está la identificación de todo un país. "Fue por las circunstancias. Él podía haberse subido a la ola, haber enarbolado esa bandera por la coyuntura favorable y convertirse en un icono, pero fue, una vez más, muy honesto", remarca a infoLibre el periodista y escritor Miguel Fernández, autor de la biografía Me va la vida en ello (Plaza & Janés, 2025), ya en librerías coincidiendo con los cinco años de la muerte de Luis Eduardo Aute.
Y todavía continúa el autor: "Cada vez que lo entrevistaban decía 'que no, que esta era una canción de amor'. Hay que ser muy honrado para eso, porque lo fácil era apuntarse a lo otro. De ahí también la importancia de la conciencia cívica en Aute. Esta es la única canción que aparece cada vez que la sociedad española ha tenido que afrontar una situación complicada. Aparece en aquellos fusilamientos, aparece en los aniversarios de la Constitución, aparece el día que matan a Miguel Ángel Blanco, aparece el 11M, aparece en el covid. La sociedad española ha vuelto a esa canción cada vez que ha tenido ante sí una una circunstancia difícil, al final se ha convertido en un referente. Cada vez que lo necesitamos recurrimos a ella porque Al alba nos identifica como sociedad, como proyecto, como ilusión colectiva. Y eso es importantísimo, pocos casos hay en la cultura española de los que se pueda decir eso".
Más allá de esta composición, Aute, uno de los artistas más queridos y admirados de la música hispanohablante, dejó para la posteridad otros himnos como Las cuatro y diez, Pasaba por aquí, La belleza o Slowly, entre otros muchos que se transmiten de generación en generación. "Es una fuerza y un mensaje intergeneracional que ha ocurrido en contadísimas ocasiones en la cultura española", asegura Fernández, comparando su caso con el de Joan Manuel Serrat, Miguel Ríos, Víctor Manuel, y apenas nadie más: "Ellos son doblemente supervivientes, porque con el cambio de mentalidad de los ochenta con la llegada de la Movida sucumbieron multitud de artistas a los que se consideraba del pasado y antiguos".
A través de testimonios de su círculo más cercano, el autor dibuja una semblanza policromática de uno de los referentes culturales más importantes de la segunda mitad del siglo XX en nuestro país. Primero como pintor, apenas siendo un adolescente recién llegado de Manila, y después en el mundo del cine, la literatura y la música. Una creatividad desbordante y variopinta que lo convirtió en un referente ético y estético tanto dentro como fuera de España, un artista total siempre fiel a su independencia, sin ceder nunca a las presiones del mercado o las expectativas ajenas. Así fue como creó una obra personalísima que se ha convertido en memoria colectiva desde diferentes disciplinas.
En España y en la sociedad española harían falta muchos más Autes
Existencialismo, sensualidad, dualidad entre fe y razón, la duda constante y, por supuesto, el compromiso político. "Es un personaje que sintetiza la Transición", resume Fernández, para quien Aute "se ha mantenido fiel a sus principios e ideales durante cincuenta años", algo que tampoco es tan común como pudiera parecer (de hecho, no lo es). "En España y en la sociedad española harían falta muchos más Autes", sentencia, asimismo, recordando que él cultivó la amistad con personalidades tan dispares como Fernando Sánchez Dragó, Fernando Savater o Antonio Escohotado.
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"Él se rodea de gente diferente. Tú imagínate esa mesa, cada uno en su idea y con su visión del mundo. Y hablan y hablan hasta el amanecer, sin levantar la voz, sin pasar al ataque personal, sino por el gusto de intentar explicarse uno al otro. Eso eso se ha perdido por completo", plantea, para todavía insistir: "La sociedad española está falta de muchísimos Autes, y por eso este libro es un grandísimo canto a la amistad y a la auténtica libertad, aquella que se basa en el respeto al otro".
Me gustaría vivir en una sociedad y en un país como el que soñó Aute. Me gustaría decir que los sueños de Aute se cumplieron y poder vivir en ese mundo por el que él luchó
Eso sí, no fue Aute una persona inmovilista, sino que fue evolucionando con los tiempos: "En el franquismo, con el riesgo que eso suponía, colabora con los grupos antifranquistas. No llega a militar directamente en ninguna fuerza política, pero tiene una conexión muy directa con los grupos antifranquistas, con los que estaban jugándose la piel en la calle. Después de la muerte de Franco, en los primeros años de la Transición, canta en los mítines del PSOE en la campaña de 1982 porque cree que esa es la salida, que eso es un avance para la búsqueda de esa sociedad democrática, moderna, solidaria. Pero luego, tres años más tarde está con una pancarta en la calle diciendo 'OTAN No'. Poco después compone La belleza, que es una bofetada a todo lo que se llamaba en aquel momento la beautiful people, pensando en Miguel Boyer e Isabel Preysler y en lo que esa España representaba. Porque para él esta no es la belleza, no hemos hecho todo lo que estamos haciendo para que uno se enriquezca así. Más tarde acaba desencantándose y pone la mirada en el 15M".
Como experto en su obra y su legado, anticipa el autor que vamos a asistir a una "revalorización" de la figura de de Aute, ya que de alguna manera "es el espejo en el que nos miramos para ver lo que nos gustaría ser". "A mí me gustaría vivir en en una sociedad y en un país como el que soñó Aute. Albanta o el que sea. Me gustaría decir que los sueños de Aute se cumplieron y poder vivir en ese mundo por el que él luchó", afirma, asegurando a su vez que "le fue la vida en ello". "Ese era el compromiso, a través de todo tipo de artes. Por eso no se vende y la fama y la popularidad le traían sin cuidado", remata.
"Si te dijera, amor mío que temo a la madrugada. No sé qué estrellas son éstas que hieren como amenazas. Ni sé qué sangra la luna al filo de su guadaña. Presiento que tras la noche vendrá la noche más larga. Quiero que no me abandones, amor mío, al alba. Al alba, al alba. Al alba, al alba". Pocas canciones resuenan en nuestra memoria colectiva como Al alba, de Luis Eduardo Aute. Una canción de amor en origen, que se transforma en un himno contra la pena de muerte, nacido de la oposición del autor al régimen franquista, al coincidir su lanzamiento en voz de Rosa León con los últimos fusilamientos del franquismo en 1975.