'Aquí no hay quien viva', en bucle y siempre vigente: "En ese edificio hay un auténtico retrato social de España"

El elenco de 'Aquí no hay quien viva'

"Si es que lo entiendo pero luego lo pienso y ya no lo entiendo", "no he podido evitar oíros porque estaba escuchando", "cuando a otra persona le va tan mal como a mí me siento como integrada en la sociedad", "¡qué follón!", "iniciamos hoy una nueva legislatura en esta nuestra comunidad presidida por el lema talante y palante", "¡junta urgente!", "qué mona va esta chica siempre" y, por supuesto, "un poquito de por favor". Frases, lemas, eslóganes, mantras, muletillas que, aún hoy, siguen todavía instaladas en la cultura catódica de nuestro tiempo. No en vano, Aquí no hay quien viva sigue emitiéndose en bucle en televisión y está disponible en las plataformas de streaming para alegría, alboroto y jolgorio de una comunidad de fans que no se cansa de verla. 

Algo inaudito en la historia de la televisión española y que pone a esta serie estrenada hace veinte años en Antena 3 al nivel de, salvando las distancias, clásicos como Friends o Los Simpson. "Yo pongo esta serie a la misma altura, porque en España no hay realmente ningún otro fenómeno parecido. Recordamos las series con nostalgia, pero en eso de seguir viéndolas y que las nuevas generaciones las sigan descubriendo y enganchándose creo que no hay ninguna igual", apunta a infoLibre Javier P. Martín, autor de Aquí no hay quien viva. Detrás de las cámaras: la delirante historia de esta nuestra comunidad (Plaza & Janés).

Una mirada hacia atrás sin (demasiada) ira sobre una producción que comenzó a emitirse el 7 de septiembre de 2003 y que se mantuvo tres años en antena, hasta el verano de 2006 -a partir de ahí y hasta hoy, todo reposiciones interminables-, con un éxito de lo más inesperado tras un inicio titubeante. Un fenómeno que explotó y salió de la televisión para calar a toda la sociedad en un tiempo en el que, aunque cueste imaginarlo, no teníamos todo el contenido a un click de distancia. Así se convirtió en la serie más vista de la década de los 2000 en este nuestro país, con audiencias millonarias que superaban el 40% de cuota de pantalla. Una formidable locura producida por José Luis Moreno y creada y capitaneada por sus sobrinos, los entonces inexpertos Alberto y Laura Caballero. 

"De hecho, mucha gente esperaba que saliera mal porque era una producción de José Luis Moreno y la recibió con mucho recelo. Sus sobrinos ahora mismo no es que hablen maravillas de él, tampoco mal, pero sí que le agradecen abiertamente que les protegiera la visión de la serie, porque Antena 3 quería cambiar algunas cosas, como es habitual cuando la cadena o el estudio intenta meter mano en el guion, pero Moreno nos les dejó y dijo que se iba a hacer la serie como querían sus sobrinos o se marchaban", explica Martín quien, al optar por el formato de historia oral -como ya hicieran en el artículo de prensa germen de este libro- da voces a opiniones y recuerdos en ocasiones totalmente opuestos: "Lo gracioso del libro es que cada uno dice lo que le conviene. Tedy Villalba, que es la voz que yo conseguí de parte de la cadena, era el jefe de Desarrollo en aquel momento y defiende que ellos confiaron en Aquí no hay quien viva desde el principio y que no tenían ninguna duda sobre el proyecto. ¿Qué iba a decir? Pero se contradicen los unos a los otros, lo cual me parece muy divertido en la lectura".

Son los propios protagonistas los que hablan, por tanto, mientras el autor adquiere el papel de editor o casi "montador de un documental" encargado de ordenar un relato intrincado contado por actores, actrices, creadores, guionistas, técnicos, directivos... cada cual con su propia visión y recuerdo de lo que realmente sucedió en una serie que detrás de las cámaras era aún más frenética y alocada que en la pantalla. Cuanto mayor era la audiencia más alta era la exigencia para una producción que iba al día, en la que los intérpretes aprendían casi sobre la marcha los diálogos que los guionistas acababan de escribir la noche anterior. 

"Rodando con tres cámaras porque así se trabajaba en las sitcom entonces, con tres o cuatro cámaras dependiendo de la producción. Y aquí eran tres porque no cabían cuatro en unos platós que se crearon sin pensar en la realización, con lo que por ejemplo no se podían hacer contraplanos", explica el autor, quien recuerda que durante la que para él es la época dorada, sobre todo "la segunda y la tercera temporada, eran cinco guionistas". "Al final de la tercera se fueron tres simplemente porque estaban quemados, con lo cual el resto se escribió prácticamente a cuatro manos entre Alberto Caballero y Dani Dorado. Lo escribían al día, por eso digo que era un milagro", apostilla.

La misma presión la padecía el elenco de la serie, sometido a importantes raciones de estrés y una dedicación sin descanso. "A mí me han contado una versión que probablemente sea buenista o buenrollista", concede el autor, quien intuye que si te pones a tomar un "café en confianza y off the record" con cualquiera de las actrices o los actores es "probable que saliera un retrato más amargo, porque es imposible que estuvieran de rositas con esas condiciones" en las que trabajaban. Al mismo tiempo, sí se cree Martín que le tengan "mucho cariño" a aquella etapa y que "lo pasaran bien a pesar de los malos ratos y la ansiedad", principalmente porque todos "creían mucho en el material con el que estaban trabajando y disfrutaban de un éxito considerable" de popularidad y también económico.

"Una de las cosas más bonitas que me han dicho los actores es que tenían la sensación de estar trabajando en una compañía teatral. La típica compañía en la que haces vida y estás de aquí para allá por todo el país. En este caso era una compañía teatral que no era nómada, que estaban siempre en el mismo sitio, pero sí hacían vida juntos y tenían que estar improvisando constantemente y mejorando ese texto, lo cual es muy bonito", remarca. 

Aunque nadie, tampoco él, se atreva a hablar de las claves del éxito de la serie, sí que plantea Javier P. Martín que una de ellas es el "auténtico retrato social de España que hay en ese edificio", con generaciones diferentes con sus preocupaciones particulares en cada uno de los pisos e incluso una pareja de gais viviendo juntos. Otro de los puntos fuertes de la trama es que, lamentablemente, "los problemas de los que habla, especialmente de los jóvenes, no solo no se han solucionado, sino que se han acrecentado". "La precariedad, la falta de futuro, no poder independizarse, estar de alquiler toda la vida o no encontrar un trabajo que te guste... Me da la sensación de que esa es una de las claves para que los jóvenes de hoy en día, los que incluso no habían nacido cuando se estrenó la serie, se enganchen a ella", reflexiona.

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Esto último tiene un mérito añadido, pues a los más jóvenes todo lo que tenga más de cinco años, o incluso menos, les parece viejísimo, en opinión del autor principalmente porque "la ficción española ha tenido un gran salto técnico". Así las cosas, aunque Aquí no hay quien viva es una serie que "se ve vieja, incluso cutre, muy teatral, muy de planos grandes, también por esas condiciones adversas en las que trabajaban que no les dejaba tiempo para hacer nada sofisticado", es a su vez una serie que atrapa a nuevas generaciones por sus personajes, sus temáticas y su ritmo acelerado tan acorde a estos tiempos fugaces.

Al mismo tiempo, las generaciones anteriores, como decíamos, no parecen cansarse de contemplar las andanzas de los vecinos atrapados en este bloque de vecinos a medio camino entre 13, rue del Percebe de Ibáñez y El ángel exterminador de Buñuel: "Mucha gente ya la ha visto un montón de veces y ahora se la ponen de fondo, como ruido blanco, por ejemplo para dormir porque les relaja. Se dice que uno siempre quiere volver a donde fue feliz, y si fuiste feliz viendo Aquí no hay quien viva hace veinte años, te sirve como ansiolítico. Es generacional, ahora se están haciendo series que se van a quedar para los que están creciendo con ellas. Supongo que en algún momento Aquí no hay quien viva dejará de acompañar a las nuevas generaciones, pero ya veremos cuando, porque va a ser curioso verlo. Espero que sea porque ya no será vigente y los jóvenes no tengan esos mismos problemas, pero no tengo mucha esperanza".

Teniendo en cuenta que la vida es una junta de vecinos interminable, resulta poco probable que esté cerca el fin del tirón de Aquí no hay quien viva entre los espectadores, una serie que mantiene una importante y arraigada comunidad de seguidores en las redes sociales. "La vida es caos y discusiones, mejor que nos riamos de ello", termina divertido Javier P. Martín.

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