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Quién anda aquí - Poesía reunida (1982-2024)

Ángeles Mora (Epilogo de Francisco Díaz de Castro)

Tusquets Editores - Colección Nuevos Textos Sagrados (Barcelona, 2024)

Calmada, y casi subterránea, la agitación pintoresca que provocara, en el cierre de siglo, la etiqueta "poesía de la experiencia", ahora se puede con reflexiva mesura encarar el trayecto que sus componentes emprenden, libres ya de los forzados pliegues de una taxonomía simplificadora. Ángeles Mora nace en el municipio cordobés de Rute en 1952. Más allá de los tanteos juveniles, el despertar poético coincide con la realización de sus estudios de Filología Hispánica en la Universidad de Granada. La ciudad desplegaba en los años ochenta un intenso ambiente cultural; prodigaba iniciativas y sacaba a la luz el caminar de voces emergentes, bajo el magisterio teórico de Juan Carlos Rodríguez, catedrático de Literatura y relevante teórico marxista, y el credo estético de Juan de Mairena, aquel profesor apócrifo a quien dio vida especular Antonio Machado.

Ángeles Mora entrega como amanecida Pensando que el camino iba derecho, una obra editada en 1982, que busca su título en un verso de Garcilaso de la Vega y esboza un cancionero de ausencia. Los poemas expresan los síntomas sentimentales de quien lamenta las pérdidas y retorna, ligero de equipaje, a la soledad y el silencio; a la impotencia del que busca luz entre la sombra para mitigar el dolor porque "la ausencia es una forma de estar ciego".  Es la apertura de Quien anda aquí, balance que reúne el aporte lírico de más de cuatro décadas de escritura.

Desde el inicio auroral hasta Soñar con bicicletas (2022) culmina una arquitectura poética con celebrados hitos como el Premio Nacional de Poesía en 2016, concedido a Ficciones para una autobiografía (2015), libro que también consiguió el año anterior el Premio de la Crítica. De los contornos de la obra dan cuenta las muestras Antología poética (1982-1995), con palabras liminares de Luis Muñoz, Las mujeres son mágicas (2000), edición impecable de Cuatro Estaciones presentada por Miguel Ángel García, y Érase un chico que no tuvo un gato (2018), una muestra de poesía amorosa con proemio de Mónica Doña. Son panorámicas que iluminan claves de una poética que convierte en sustratos nucleares el compromiso social con lo colectivo, la geografía de la identidad femenina y la textura emotiva e intimista del verso al conjugar pretérito y ahora.

La canción del olvido (1985) aborda reflexiones en torno a la educación sentimental, siempre ligada al ideal de otra existencia para velar "el agrio amanecer de cada día" de quien habita el desaliento de un entorno gris y provinciano. Estar es moldear en las vivencias una tristeza opaca, un primer plano de lo cotidiano. Queda el amor, como un naipe debajo de la manga y la mano del deseo que reparte sonrisas y ternuras; que abre un nuevo lenguaje de claridad y amanecida.

Los garabatos de la soledad caligrafían las composiciones de La dama errante (1990). El deambular acumula inclemencias, se empapa con los pormenores de una lluvia menuda de recuerdos y las irisaciones transitorias de la evocación; en la mano tendida del sujeto se cobijan los desvalidos pasos de los sueños y las estaciones mudables de los sentimientos. Son los pequeños ritos que suscitan interrogaciones y perfilan los renglones torcidos de cada identidad.

Como álbum desplegado en las manos ateridas del tiempo, Caligafía del ayer es una indagación en la memoria de un paisaje de pureza e infancia en el que va creciendo el aprendizaje sentimental. La breve nota que sirve de pórtico comenta el propósito de remembranza: "Este es un libro debido. Debido no sólo a mí misma sino sobre todo a la tierra en que nací, a la geografía y a la historia que me dieron la primera conciencia de ser quien quiero ser ". Los poemas entonan un solo de lo perdido, una indagación germinal, una raíz que pone savia en los sueños y la memoria; son rasgos de luz que expanden un epitelio de nostalgia en la tierra aterida del presente.

Los espacios expresivos de Contradicciones, pájaros (2001) focalizan los claroscuros del protagonista lírico. El infierno no son los otros sino el mismo extraño que puebla los espejos; la fuerza de seguir y los pasos cansados de un peregrino errante cuyo rastro enfila la ilusa tentación de un porvenir que tarda demasiado y se va desmembrando en la espera.

Fechado en 2008, Bajo la alfombra alude a ocultación y desvelamiento; a indagación en el lugar secreto donde la conciencia esconde su intimidad esencial. Materia cotidiana que testifica la convivencia del sujeto con lo doméstico entre el azar y el sentido de la existencia. La apertura De poética y niebla insiste en la idea asociando dos términos contradictorios en apariencia: la poética explicita intenciones; la niebla borra. El sentido final de la escritura no revela enigmas, es únicamente un impulso de búsqueda que se asoma a ese fondo sin límites por donde aparecen las palabras para dar cuenta de una subjetividad que avanza tanteando. El segundo conjunto, De poética erótica asocia palabra y deseo; el deseo impulsa a recorrer un paciente laberinto que nos acerque al otro. Traza itinerarios y encuentros que dejan la luz de un sol ajeno, el camino de una piel por compartir. El ejercicio en la materia verbal concluye con Interrogaciones, articulación de la duda desde la poesía. Una indagación en la sensibilidad que habita, no en lo transcendente, sino en el misterio de todos los días.

La mirada introspectiva de Ficciones para una autobiografía (2015)  expresa la voz de una senda de imágenes vitales entre la realidad y la invención. La elaboración literaria transciende la memoria. Explora los laberintos del pasado para reflexionar, una vez más, sobre la existencia y el ambiente donde el "yo" construye, a través de azarosos tanteos, el inconsciente ideológico. Desde la experiencia acumulada como niña y como mujer, cada poema supone una secuencia argumental que trata de reflexionar sobre nuestra vida y nuestras contradicciones. Como comenta la cita del principio de Philippe Lejeune: "Toda autobiografía implica un pacto con el lector". El paisaje de recuerdos supone ese pacto de compartir con el lector. El material poético de Ficciones cambia el hilo argumental: bajo el epitelio autobiográfica emerge el silencio mineral del poema, la verdad dibujada en el poema.

En el volumen Soñar con bicicletas (2022) el ideario de Ángeles Mora define una sensibilidad que entrelaza la voz verbal y la condición del yo ficcional zarandeado por sus retos existenciales. La palabra poética está ligado a un tiempo histórico; se gesta alrededor del patio oscuro de la memoria. Ese es el latido que impulsa el apartado Mi vida secreta donde escribir trasciende los estratos aparentes del entorno para escarbar en la claridad dormida de los sueños. La vida deja contraluces y asimetrías, decepciones y una brumosa soledad que invita a la renuncia. Toma cuerpo en el pensamiento la condición de mujer, ese empeño en soñar con bicicletas y mantener en vilo las grafías oníricas. El recuerdo reivindica sitio. Allí donde se asientan esos vértices tradicionales que construyeron la identidad femenina restringida. Los roles secundarios se ocultan bajo el aire contaminado de la rutina.

La senda metaliteraria narra teselas vitales: la poesía se desnuda, convoca hilos de intensidad y sustrato emotivo. El cierre del libro perfila los rasgos del yo que se asoma a las pesadillas de la propia conciencia en esa distancia continua entre la realidad y el sueño.

Finaliza Quién anda aquí con una floración de inéditos. De forma natural, la voz perdura en el camino con fuerza incontestable. Habitar el poema es un proceso riguroso, un cálido itinerario de búsqueda y asombro. Es el compromiso indeclinable de quien bebe otra infusión de vida porque sabe que el olvido no existe si perdura el deseo.

Cicatrices domésticas

Con excelente criterio se ha ubicado como epílogo la indagación crítica del poeta Francisco Díaz de Castro, quien trazó en 2003 una celebrada perspectiva de La otra sentimentalidad y que analiza libro a libro el tránsito de la poeta hasta el momento, de plenitud que abren los últimos libros. Esa norma literaria de intimidad y compromiso que cumple siempre el límpido milagro de la belleza.

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* José Luis Morante es autor de 'Paso ligero. La tradición de la brevedad en castellano (siglos XX y XXI) '(Ediciones de la Isla de Siltolá, Sevilla, 2024).

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