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'Parir el alba', de Gioconda Belli: un cántico a la mujer

Gioconda Belli.

Parir el alba

Gioconda Belli - Edición de María José Bruña Bragado.

Ediciones Universidad de Salamanca (Salamanca, 2023).

 

Poeta, fabuladora, ensayista y memorialista, Gioconda Belli registra en su escritura fecunda un compromiso que se resume en un hondo humanismo. La libertad de la mujer y de la patria o el futuro amenazado son algunos de los temas sobre los que gravita su verso, cuyo vuelo halla fuerza y sustento en una realidad precisa, una geografía mínima pero esencial, ese "ombligo de un largo continente" que se llama Nicaragua. Todo el torrente de la escritura de Belli, su celebración de los sentidos y también de las ideas, hallan ahí su forma y aliento, para traducirse en un vitalismo insobornable y una fe ardiente en el futuro, ajenos al materialismo omnívoro que la realidad les opone. Ahora, ante el reconocimiento que supone la concesión del XXXII Premio Iberoamericano Reina Sofía de Poesía, Gioconda Belli confirma la coherencia de la senda elegida desde sus comienzos, tal y como se desprende del discurso pronunciado al recoger ese galardón: "Me he percatado, cuando creí quedarme sin nada, que pertenezco a ese aliento común, ese fluido vital de un humanismo beligerante que aquí coincide en el mismo idioma. En esa sopa primigenia de las palabras y las ideas existo, floto y sé quien soy". 

En sus primeros pasos en el territorio de la poesía, Belli se instaló en un erotismo trascendente que nos hablaba de una militancia de la alegría, audaz y transgresora, que reinterpretaba la fábula prometeica para robar el fuego de la poesía y entregarlo a los silenciados, particularmente a la figura preterida de la mujer. Los tabúes más arraigados se derrumbaban frente a su impulso dionisíaco y telúrico, que conjugaba magia y testimonio para desafiar las trampas del derrotismo y del cansancio, cuestionados por la fuerza del verso y de la imaginación. En esa estela se situaban poemarios como Sobre la grama —un título que rendía homenaje a Walt Whitman—, o Línea de fuego —Premio Casa de las Américas en 1978—. Con los años fueron llegando nuevas entregas —como Truenos y arco iris, Amor insurrecto, De la costilla de Eva, Apogeo, Mi íntima multitud (Premio Generación del 27), Fuego soy apartado y espada puesta lejos, En la avanzada juventud o El pez rojo que nada en el pecho (Premio Gil de Biedma)— que han seguido hilvanando hasta hoy los dos ejes temáticos que vertebran toda su andadura, amor y revolución, y cuyos referentes recordó ella misma en el discurso mencionado: "En los años 30, una generación iconoclasta, la generación de Vanguardia, se rebeló contra la influencia dariana y se dio a la tarea de construir un lenguaje propio, un río caudaloso en el que eventualmente nadó Ernesto Cardenal. Con José Coronel Urtecho, uno de los fundadores de La Vanguardia, tradujo la poesía norteamericana de T.S.Eliot, Ezra Pound, William Carlos Williams, Mary Anne Moore. Las siguientes generaciones fuimos grandemente influidas por ese lenguaje. En Whitman, en el desenfado de Sor Juana, de Ana María Rodas, Rosario Castellanos, y la pasión militante de Miguel Hernández, Neruda, o Roque Dalton, fui encontrando yo mi camino". 

De la espontaneidad de su verso, que fluye con la inmediatez de una descarga eléctrica —en términos de la propia Belli—, su palabra fue derivando además hacia el terreno de la narración, y fue así como nació su primera novela, La mujer habitada, donde una doble temporalidad solapaba la vida de una mujer de nuestro tiempo con la de otra que provenía de un pasado legendario, y se manifestaba en la savia de un árbol recién florecido. Su lirismo se continuó en Sofía de los presagios, donde lo mágico se enlazaba una vez más con lo cotidiano, al tiempo que se mantenía el mismo anhelo de justicia social. Después, Waslala ofrendó visiones apocalípticas de un futuro que peligraba para ese tercer mundo amenazado por la codicia del primero. Y siguieron otros títulos, como la novela El infinito en la palma de la mano, Premio Biblioteca Breve y Premio Sor Juana Inés de la Cruz.

Siempre la misma y distinta, la autora rondó además los vericuetos del género autobiográfico con El país bajo mi piel, para incidir en un gesto frecuentado en nuestro tiempo: recuperar el metal humano de la voz, más allá de las ficciones y de las máscaras que la realidad nos impone cada día. A lo largo de sus páginas, la reivindicación de la esperanza se imponía de nuevo contra los individualismos estériles, y como en toda su andadura, Belli se decantaba por ese humanismo que quiere ser bandera de una épica nueva, porque todavía hay causas, y héroes, aunque no vistan armadura. Mujer y revolución eran ahí de nuevo sus protagonistas, en busca del mismo norte de libertad, y su mirada retrospectiva nos permitía asomarnos a un fragmento importante de nuestra historia contemporánea. En los sucesivos fogonazos de la memoria, la palabra desgranaba imágenes y situaciones con un difícil equilibrio entre naturalidad y lirismo, donde Belli se desmarcaba de etiquetas para darnos la visión singular de una hija de la burguesía que ha de lograr el difícil engranaje de su mundo con el de la revolución sandinista, el del transporte de materiales subversivos, la manipulación de armas, el espionaje o el contrabando, en tanto sortea peligros y destierros, y batalla por afirmar su derecho a la felicidad o a la maternidad plena.  

Ahora, al hilo del Premio Reina Sofía, la Universidad de Salamanca ha publicado, como hace cada año, una exquisita antología de la poeta galardonada. Esta vez se ha ocupado de la edición María José Bruña Bragado, que con su mirada sabia aborda en el prólogo las claves y signos que definen el mundo poético de la nicaragüense. El resultado es un homenaje a la trayectoria de Belli y una selección poética tan acertados como su título, Parir el alba, que proviene de un verso de la propia poeta. A través de sus páginas se desgrana, una vez más, su cántico a la mujer y al principio femenino que rige el mundo, y también a su país, Nicaragua, vista como muchacha maltratada o como niña insomne que la voz poética acuna para aliviarla de su dolor.

En el espléndido ensayo que precede a la antología, Bruña nos recuerda los ejes de la obra belliana —poesía, mujer y política—, y sale al paso de las críticas que han calificado como escandalosas la osadía de Belli, para defender su "recodificación democrática del amor y del sexo desde un nuevo posicionamiento ético y político", transgresor "por el contenido, pero sobre todo por una enunciación explícita, directa, provocadora, casi insolente, nunca exenta de cierta ternura". Y concluye: "Conviene y urge seguir soñando con un mundo igualitario y sostenible, con una utopía ecofeminista porque tal vez, como anota Montaigne, de tanto imaginar el acontecimiento se produzca". La antología nos lleva de la mano por la vida de la poeta, su compromiso con la libertad, la mujer y la patria, y testimonia su labor crítica — ejercida junto con Sergio Ramírez y Ernesto Cardenal— frente a las derivas autoritarias de Daniel Ortega: "embadurnada de lágrimas me tiene este país / sale la luna alfanje a descabezar luciérnagas", leemos en uno de sus poemas.

La poesía de Belli dibuja su retrato como una "mujer irredenta" que se niega a callar, por más que los cánones de la moral social le recuerden lo que se espera de ella. Su obstinación permanece en su gran madurez, más allá de la melancolía o la nostalgia de los paraísos perdidos: "¡Ah! Señores; no saben ustedes / cuánta delicia esconden los cuerpos otoñales / cuánta humedad, cuánto humus / cuánto fulgor de oro oculta el follaje del bosque / donde la tierra fértil / se ha nutrido de tiempo". Ahora su mirada, que ha roto siempre estereotipos con orgullo, mira hacia atrás sin ira para atesorar los recuerdos que la construyen y que le permiten sonreír a pesar de las heridas, y seguir defendiendo a tumba abierta la batalla por la justicia, como hace en los versos leídos en el Paraninfo de la Universidad de Salamanca, durante la entrega del Premio Reina Sofía:

¿Tiene Patria el dolor?

(…) Las campanas del mundo están tocando a rebato.

Fronteras y cadalsos, ciudades y escuelas, plazas y el mar

se han llenado de pálidas imágenes envueltas en sudarios

la desolación ronda la dulce comodidad de nuestros días

Ángel de los niños

Ángel de los niños

horada nuestra cotidiana indiferencia.

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** Selena Millares es escritora, sus últimos libros son Lámpara de madrugadaMatrioska. También es autora de las novelas El faro y la noche y La isla del fin del mundo.

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