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Ana Valero: "La respuesta al porno malo no es la prohibición del porno, sino hacer un mejor porno"

Ana Valero Heredia, autora de 'La libertad de la pornografía'

Ana Valero Heredia se vio sorprendida por la censura en las redes sociales de la portada de su libro La libertad de la pornografía (Athenaica Ediciones). ¿El motivo? Muestra una reproducción fotográfica del cuadro El origen del mundo, de Gustave Courbet, que desde 1995 puede disfrutarse en el Museo d'Orsay de París.

Toda una paradoja, pues en este ensayo pionero en lengua española la profesora de Derecho Constitucional en la UCLM se plantea multitud de interrogantes. ¿Qué es la pornografía?, ¿debe ser prohibida?, ¿es moralmente objetable?, ¿debe ser sometida a restricciones legales?, ¿su producción y consumo causa daño real a las mujeres?, ¿debe ser censurada, regulada o protegida como una forma de libertad de expresión

Preguntas absolutamente de actualidad después de que el PSOE haya registrado una proposición abolicionista de la prostitución que recupera las enmiendas que el grupo no consiguió introducir en la Ley del solo sí es sí. En su articulado, los socialistas incluyen que "el hecho de convenir la práctica de actos de naturaleza sexual a cambio de dinero u otro tipo de prestación de contenido económico, será castigado con multa de 12 a 24 meses". El precepto está redactado de tal manera que la pornografía quedaría afectada, y el PP ya ha adelantado que apoyará su tramitación en el Congreso.

"No creo que la prohibición sea la mejor solución en casi ningún asunto y mucho menos en este", remarca a infoLibre Valero, quien aún desarrolla su argumentación: "Entre otras cosas, porque la pornografía puede ser un canal muy interesante de plasmación del deseo y del placer de todos los seres humanos, hombres, mujeres o cualquier tipo de identidad sexual. En el pasado 8M, llegué a recibir en mi email flyers convocando en favor de la igualdad y en contra de la trata, la prostitución y la pornografía. No me pongas a la pornografía al lado de la trata, hay un cacao mental ahí que no permite ver los grises. Es un discurso muy reduccionista que tiene como consecuencia vulneración de derechos de las mujeres".

"La respuesta al porno malo no es la prohibición del porno, sino hacer mejor porno", afirma la jurista, parafraseando a Annie Sprinkle, actriz porno y activista estadounidense que empezó su trayectoria en aquellos lejanos años setenta y ochenta del siglo pasado, en los que la pornografía era algo totalmente diferente a la de consumo mayoritario en la actualidad. "Esta es la teoría en la que se asienta todo el sector del feminismo prosexo como reacción al abolicionismo de otra parte muy importante del feminismo", añade.

Profundizando en la cuestión, destaca Valero que en contraposición al porno mayoritario mainstream existe el postporno, que es "la plasmación performática y artística de ese pensamiento feminista prosex". Porque, según señala, en el postporno se recupera esa perspectiva de "experiencia estética", al tiempo que reaparece ese otro "valor contracultural o de la dimensión política, porque está dando cabida a nuevas sexualidades, se cuestiona en su seno el binarismo sexual y considera importante el placer femenino".

Valero diferencia, por tanto, el porno mainstream que se consume en forma de vídeos cortos en internet (tubes) de la industria floreciente y pujante que existía hace medio siglo: "Ya no existen las salas de cine x, ni las productoras cinematográficas de cine para adultos. Todo lo que es el porno mainstream actual no tiene nada que ver con películas como Garganta profunda (1972) o Detrás de la puerta verde (1972). Todas aquellas de la época dorada del cine porno en Estados Unidos, donde había lo que ha habido siempre en relación con la expresión sexual, que era crítica política, sátira del poderoso, manifestación y reivindicación de la libertad sexual de la mujer en los años setenta en Estados Unidos".

En aquellas producciones el porno "era un discurso político, porque el arte es un discurso político", afirma. Sin embargo, a día de hoy en los tubes no hay argumento, no hay personajes, ni productoras, ni derechos laborales de actores y actrices. "Y hay prácticas que nada tienen de contraculturales o subversivas, más bien al contrario, prácticas que afianzan el marco heteropatriarcal en el que nos encontramos", afirma sobre esta industria mundial multimillonaria de la pornografía, que se sitúa en beneficios tan solo por detrás de la venta de armas o de droga.

El motivo primigenio que llevó a la autora a reflexionar sobre estas cuestiones fue estudiar cuáles son los límites de la libertad de expresión en un Estado de Derecho y democrático como el nuestro. Y, dentro de ese ámbito, adentrarse en un tema tan complejo como el de su relación con la expresión sexual y la pornografía. De hecho, el título inicial del libro fue Constitución y pornografía, precisamente porque es necesario un equilibrio entre bienes jurídicos y derechos como la libertad de expresión y artística, integridad de las mujeres, respeto a los sentimientos religiosos o protección de la juventud y la infancia.

Este era un tema sin abordar desde una perspectiva jurídico-constitucional a pesar de estar plenamente de actualidad, sobre todo en estos últimos años en los que se está incrementando exponencialmente el consumo de pornografía por parte de adolescentes menores de edad y, a su vez, se han incrementado en un 70% en los últimos cuatro años las agresiones sexuales de menores a menores. "Esas agresiones grupales no hacen más que reproducir prácticas sexuales normalizadas en el porno de consumo mayoritario, que es degradante, que objetiviza a la mujer, que la deshumaniza y que erotiza su sufrimiento", subraya.

Desde su punto de vista hay, a este respecto, un "hecho causal" entre el acceso temprano al porno mainstream en internet y su consumo cada vez mayor en la adolescencia con todo lo que está pasando con los "delitos que llegan a los juzgados". Porque, según plantea, cuántos habrá que no llegan porque "lamentablemente las jóvenes no sean conscientes de que determinadas prácticas son delictivas si no son consensuadas al cien por cien por ellas".

A través de este ensayo, llega Valero a algunas conclusiones. La más destacada, que "la pornografía es libertad de expresión y, a veces, es libertad artística cuando se manifiesta a través del arte". "Me planteaba si siendo libertad de expresión era constitucionalmente legítimo limitarla y en qué casos", explica, para luego compartir otra resolución: "En el caso del daño a las mujeres, llego a la conclusión de que no existe un nexo causal, como pretende el feminismo abolicionista, entre consumo de pornografía e incremento de violencia contra todas las mujeres".

Relacionado con todos estos asuntos, el bien jurídico que más interesaba a la jurista a la hora de escribir este ensayo era el de la protección de la juventud y la infancia. Un ámbito en el que los pocos estudios internacionales concluyentes señalan como "catastrófica la incidencia sobre las capacidades psicológicas y cognitivas de niños y adolescentes" que consumen pornografía.

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Unos efectos que se deben principalmente a la "distorsión de la percepción sobre la sexualidad y las relaciones sexuales, los cánones físicos de belleza y de potencia sexual por parte de los hombres, el incremento de las prácticas sexuales degradantes cuando no de la libertad sexual y de la comisión de delitos o la percepción erótica del sufrimiento de las mujeres".

Todo eso puede asentarse en el imaginario sexual de unos menores que, en muchos casos, acceden por primera vez al sexo a través del porno mainstream con ocho o nueve años, en la mayor parte de los casos de forma involuntaria mientras usan internet. "Hay una distorsión absoluta. Y hay una distorsión también emocional de falta de empatía en unas relaciones sexuales cada vez más deshumanizadas que facilitan todo el asunto de las agresiones. Son muchas y muy graves las consecuencias que el consumo temprano y cada vez mayor de pornografía tiene en los jóvenes".

Es por todo esto que Valero ve necesario abordar este tema "de inmediato social y políticamente". En las familias, desde luego, pero va más allá al remarcar que el Estado "no puede dejar de ejercer su labor constitucional de protección y de educación afectivo-sexual", algo que, según su punto de vista, tiene que ser parte del currículo educativo obligatorio "en todas las escuelas públicas y concertadas". "No se trata solo de que los chicos y chicas reciban una charla de vez en cuando sobre cómo ponerse un condón o cómo evitar quedarse embarazada, sino vincular lo afectivo y lo emocional con lo sexual y luchar contra esta falta de empatía", termina.

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