Sonidos que calman

José Corredor-Matheos se mantiene plenamente activo, consagrado a vivir como un pájaro que no sabe que vive, pero canta, mientras se siente en el borde de no se sabe qué. La calabresa Mirella Muià cumple su vocación de monja eremita, pero ha dejado que los versos que escribió en los años 80 del pasado siglo recuperen el murmullo con el que tejían las mujeres de Homero. José Manuel Benítez Ariza, con los codos en la ventana, se asoma al laberinto en el que cantan los pájaros. Francisco Lucio sigue escuchando desde la muerte la pieza musical que cada noche le impulsa a escribir un nuevo poema, a veces con el trasfondo inesperado de un grillo que quiere intervenir.

Al borde

José Corredor-Matheos

Tusquets (2022)

Estás al borde, al borde, / y no sabes de qué

Camino de los 94 años, José Corredor-Matheos (Alcázar de San Juan, 1929) sigue plenamente activo, como lo prueba este poemario con algo de diario lírico. También permanece fiel a sus constantes poéticas desde que, en 1975, con Carta a Li Po, se desmarcó del realismo para practicar una escritura minimalista con tintes orientales, casi siempre rematada con un guiño entre nihilista y zen.

Aunque coetáneo del 50, Corredor siempre fue por libre. Primero porque era un manchego arraigado en Cataluña, segundo porque su trabajo de enciclopedista lo situaba en una equidistancia rara, tercero porque vivía consagrado a la crítica de arte, otra disciplina de mal enjuague con la lírica. Quizá por eso el reconocimiento le llegó tarde, pero a tiempo de ganar el Nacional de Poesía (2005), y de merecer otros galardones institucionales, distintas cruces, pertenencia a reales academias y nombramientos de hijo predilecto.

En los breves poemas sin título que lo caracterizan, Corredor se mantiene ajeno a la barahúnda, se sigue hablando a sí mismo, se da instrucciones, se asombra con un toque naïf: "Este golpe de viento / te hace ver todo claro. / Ver claro, ¿qué? / Nada. / Ver claro nada". A veces da la sensación de que no sabe dónde ponerse, que se siente solo entre las sombras, como una sombra más, que sabe que la lluvia borrará lo que escribe, que se ha perdido y no lo van a encontrar. Pero a la vez le parece gozoso perderse y se conmina a seguir escribiendo "como si todo fuese / a quedar / escrito para siempre".

Desde su desubicación recibe al otoño "con una sensación / de que la vida empieza / cuando acaba". Y aún constata que "es en este rumor, / no en el silencio, / donde puedes oír / la voz que anhelas". También que "todo está lejos si lo miras", pero cerca si lo sientes. Y se consagra a vivir como un pájaro, que no sabe que vive, pero canta.

"Ser un perro los lunes / y los miércoles, / sólo un hombre los martes / y los jueves, / no ser nada los viernes, / y en sábado y domingo / ser, por ejemplo, un dios. / Un dios que no supiera / que lo es, / pero hubiera encontrado / el hueso que buscaba".

La tela y otros relatos (1986-2022)

Mireia Muià

Pre-Textos (2022)

Veían las mismas cosas / primero uno, luego el otro / pero sus barcos tan parecidos / no se encontraban nunca / Entre ellos siempre había / la distancia de un puerto

La poesía de Mirella Muià (Siderno, Calabria, 1947) nos llega impregnada de sus peripecias biográficas. Pablo Anadón, que firma la traducción y el prólogo de esta edición bilingüe, nos cuenta que Muià nació en un puerto del mar Jónico, que se crió en Génova, que fue detenida durante las movilizaciones de mayo del 68 en París y que terminó siendo profesora de Literatura Comparada durante diez años en la Sorbona (1977-1987). Después abandonó toda esta agitación para retomar una vocación religiosa que había ido eludiendo durante décadas y se estableció como monja eremita.

Anadón que es argentino de Córdoba (1963) había coincidido con ella en La Sorbona. Impulsado por la amistad y la admiración, ha vertido con solvencia toda la obra poética de Muià, aunque a nosotros pueda chocarnos algún argentinismo aislado. Casi todos los poemas habían visto la luz originalmente en francés e italiano en los años 80. Destaca sobre todos La Tela, que es un poema épico moderno y sin embargo influido por Homero. Ella misma aclara que "el mito de la espera femenina, de la errancia masculina, es antiguo y universal. Pero en ningún lugar tan radicado como en el mundo mediterráneo".

La tela a la que se refiere Muià es el tapiz que tejía Penélope y que de hecho tejen todas las mujeres del poema hasta tal punto que el sonido del tejer ya forma parte de su mundo familiar: "y dije a las mujeres que una de ellas / fuera a un cuarto lejano / y se sentara al telar. / Fue así que volví a oírlo, / y hubo de nuevo aquel / escondido silencio. / Mi hija nació en ese silencio". La historia está contada en distintas voces, con versos breves y secos, en fragmentos narrativos que utilizan estrategias de la novela para generar intriga, y a la vez mantener viva la emoción.

La otra composición épica del libro, Empédocles, es mucho más hermética. Completan la edición ocho poemas inéditos, la mayor parte de los cuales están fechados en los mismos años setenta. Son largos y tienen la vibración emocionante de La tela. Sin embargo, el último, el más actual, fechado en 2022, resulta más flojo. Para acentuar la faceta biográfica y religiosa, Anadón ha incluido como "Apéndice" documental fragmentos del libro de reflexiones de Muià publicado en 2016.

Laberinto

José Manuel Benítez Ariza

Renacimiento (2022)

Este rato de codos en la ventana, agradecido, / mientras cantan los pájaros / como al filo de un pozo / en el que te resistes a caer

El laberinto del que nos habla el título del libro es la Vida "con mayúsculas", en la que no hay otra escapatoria que no sea apurarla hasta el final. Frisando los sesenta años, José Manuel Benítez Ariza (Cádiz, 1963) contempla el horizonte desde el lugar en el que muchos otros se han detenido, sin que ni el ser muchos ni el saberlo sirvan de consuelo: "también ellos se hicieron estas mismas preguntas, / también vieron venir lo que vino después / y acaso se creyeron más lúcidos por ello; / como quien, avisado de un peligro, / corre hacia él sin otra salvaguarda / que ese conocimiento a todo efecto inútil". 

Desde esta atalaya del vivir, el poeta va removiendo recuerdos, aliñándolos con ironía para sacudirles el patetismo de la nostalgia: "desde nuestro decoro de hombres viejos, / nuestras vidas ya hechas, nuestro pasado acumulado, / nos parece mentira que todo aquello sucediera". Al menos la indefensión ante el destino ayuda a que uno valore a sus semejantes con cierta benevolencia mientras busca a qué aferrarse y solo encuentra los mil y un detalles cotidianos. Le ocurre en el poema inaugural del libro, Buenos días, donde a la manera de Whitman, desarrolla una jornada entera en versículos que celebran la significancia de lo pequeño. Sí, no hay más solución que recorrer el laberinto fijándose en cada gesto: "un asidero: / el olor del café / en la cocina. // Y cómo ruge, / cuando pisas la calle, / la realidad". 

El contraste entre la luz de los proyectos y la sombra que te espera fuera de ellos es el tema de uno de los poemas más enigmáticos del libro, "Donde esa claridad". Otro poema titulado La Dama es una especie de epitafio donde Benítez Ariza manifiesta su identificación con la piedra caliza como escenario ideal para la despedida: "si pudiera elegir, / cuando llegue el momento aquí vendría, / me echaría a dormir entre sus brazos, / me volvería piedra caliza yo también". No hay prisa. De momento la vida canta al otro lado de la ventana: "hoy me he propuesto ser feliz, / como esos pájaros".

A la música

Francisco Lucio

Corona del Sur (2022)

Doblemente enlunado en esta noche, pienso / en esta paz que tengo, mas que no tiene el mundo

Según la solapa del libro, Francisco Lucio (Roquetas de Mar, 1933-2021) fue poeta, crítico literario, profesor, periodista, funcionario y abogado. También, entre otras cosas, fundó con José Batlló las revistas L´Arpa y Taifa. Antonio Pérez Roldán cuenta en el prólogo que Lucio reconocía siete de los libros que consiguió publicar pero solo uno de ellos había visto la luz en sus últimos veinte años (Tiempo romance). Aun así, todos pasaron desapercibidos porque los editó él mismo o aparecieron en colecciones limitadas. "Poco inclinado a la mendicación de favores y a la autopromoción, Lucio pensaba ―ingenuamente, dirán muchos― que es la obra la que tiene que hablar de uno y no al contrario".

A la música reúne una selección de poemas extraídos de Hojas secas, el diario poético de Lucio, que quedó inédito al morir. El título es un guiño al libro A la pintura, de Alberti, aunque trocando la plástica por la música. De los 37 poemas que lo componen, 33 aluden cada uno a una composición musical, que colegimos que ha activado la inspiración del poeta. La noche funciona como un escenario proteico para convertirse en lo que sugiera la música: "la noche es solo noche / junto a mí, y es la música la forma que le doy". Lucio traduce las piezas que escucha en ríos, vientos, cuevas, flores, estrellas. Se maravilla de estar tan a gusto, en contraste con lo mal que funciona el mundo.

En sus poemas se aprecia cierto buenismo pero sabiamente neutralizado por el clasicismo del verso. El ambiente rizado evoca la Oda a Salinas de Fray Luis de León o las Leyendas de Bécquer, pero también hay ecos de Juan Ramón o de Claudio Rodríguez. "Con rumores lejanos, / con vagas hecatombes de remotas comarcas, / consuena su violín mínimo el grillo, / monocorde solista de la noche. Y penetras, / más humano que nunca, en el misterio; / tú, el habitante impuro de toda la pureza; / el testigo asombrado de la música, del milagro supremo. / Y sientes como nunca la finitud humana / mientras la noche extiende su presencia infinita".

 

Arturo Tendero es periodista y poeta. Autor de 'El principio del vuelo' (Páramo, 2022) y de 'Viaje a Nemiña' y a la 'Castilla mística' (La Siesta del Lobo, 2022). Estas reseñas y otras más pueden encontrarse en su blog 'El mundanal ruido'.

José Corredor-Matheos se mantiene plenamente activo, consagrado a vivir como un pájaro que no sabe que vive, pero canta, mientras se siente en el borde de no se sabe qué. La calabresa Mirella Muià cumple su vocación de monja eremita, pero ha dejado que los versos que escribió en los años 80 del pasado siglo recuperen el murmullo con el que tejían las mujeres de Homero. José Manuel Benítez Ariza, con los codos en la ventana, se asoma al laberinto en el que cantan los pájaros. Francisco Lucio sigue escuchando desde la muerte la pieza musical que cada noche le impulsa a escribir un nuevo poema, a veces con el trasfondo inesperado de un grillo que quiere intervenir.

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