Cultura

Mikel Reparaz: "Con su positivo Trump ha vuelto a demostrar el control que tiene sobre la comunicación, y los medios hemos vuelto a caer en su juego"

El periodista Mikel Reparaz.

Escribe Mikel Reparaz (Arbizu, Navarra, 1975) que nadie supo preever la tormenta que acabaría llevando a Donald Trump al poder. A semanas de las elecciones presidenciales que pueden llevar al empresario a su segundo mandato, ningún meteorólogo sabe tampoco hacia dónde soplará el viento mañana. En cuestión de días, el eje de la campaña se ha movido de las manifestaciones antirracistas hacia las declaraciones de Hacienda del presidente, para ser finalmente dinamitada por el positivo de Trump en covid-19. Las grietas de América (Península), el libro en el que Reparaz ha recogido sus viajes a lo largo y ancho de Estados Unidos durante sus cinco años como corresponsal para EiTB, está impulsado por la misma velocidad y el mismo caos que mueve la campaña presidencial. Es la crónica de la perplejidad, la de alguien que intenta entender cómo "el país de las oportunidades" se convirtió en un país a punto de estallar. 

Pregunta. La campaña presidencial ha sufrido un vuelco con el positivo por covid-19 de Donald Trump. ¿Cómo afecta a su candidatura?

Respuesta. Trump vuelve a demostrar una vez más el control que tiene sobre la comunicación y los medios, y dice bien poco sobre los medios, que hemos vuelto a caer en su relato y en su juego. Esto del contagio no deja de ser lo que millones de personas en Estados Unidos han sufrido, pero él lo está convirtiendo en algo épico. Yo creo que Trump, y esta es una de las lecciones del que fuera su abogado Roy Cohn, es saber usar los contratiempos y la mala publicidad a favor. Esto no deja de ser una maniobra electoral. Él ha sabido utilizar a su favor la expectación lógica que genera que el presidente de los EEUU haya contraido el coronavirus. Él no quería hablar de la pandemia y por eso utilizaba los enfrentamientos en la calle o el discurso sobre la violencia, para distraer. Cuando no tiene más remedio que hablar de la pandemia, lo usa a favor. Y los medios estamos cometiendo el mismo error que en 2016, que es darle juego.

P. La enfermedad del presidente de los Estados Unidos es, sin embargo, un hecho noticioso. ¿Cómo cubrirlo sin “darle juego”?

R. Cuando Trump dice que no hay que tener miedo al virus, que hay que quitarse la mascarilla, que la gente tiene que seguir con su vida, yo creo que la labor de los periodistas es contraponer los hechos y los datos. Insistir con datos en que Estados Unidos es uno de los países más afectados por el coronavirus del mundo y que sigue creciendo en muertes y contagios. Una cosa es cubrir la noticia y otra cosa es caer en este show que hay montado. Cuando Trump volvió a la Casa Blanca del hospital en esa especia de desfile, lo hizo en horario de máxima audiencia. Los medios no deberíamos dejar que nos distrajera.

P. Cuando se hizo público el positivo del presidente del Gobierno, el enfoque de medios como el New York Times fue que se trataba de un duro golpe para su política, la materialización del fracaso de sus propuestas. Pero él parece haberle dado la vuelta en poco tiempo.New York Timesse trataba de un duro golpe para su política

R. Es que esa ha sido su constante durante sus décadas de empresario. Convertía un fracaso empresarial en una maniobra de publicidad. Lo vimos en 2016, cuando salieron las grabaciones en las que Trump justificaba agresiones sexuales, algo que habría sido definitivo para cualquier candidato, pero que a él no le afectó. Al final entramos todos en su relato, y el relato de Trump ahora mismo es el de un presidente que ha superado la enfermedad, vuelve, y toma los mandos del país. Sus seguidores le hacen la ola. Ha caído en ello incluso Joe Biden, que está desaparecido de la campaña. Ha optado por mantener una posición discreta y esperar a que Trump caiga por su propio peso, pero está entrando en el relato marcado por el presidente.

P. La capacidad para dominar el debate es quizás su mayor ventaja. Pero ¿cuál sería su talón de Aquiles?

R. Por un lado la economía, que era una de sus bazas electorales. Y es verdad que la percepción de los estadounidenses sobre la economía era buena, pero la pandemia lo ha puesto en entredicho. El otro talón de Aquiles es la posibilidad de que se pase de la raya, que este discurso exagerado se le vuelva en contra en las urnas y aleje a los votantes indecisos. Está continuamente diciendo, por ejemplo, que en estas elecciones va a haber fraude. Esto es algo que muchísimos estadounidenses no ven con buenos ojos y que le puede poner en contra incluso a los republicanos moderados, que pueden acabar inclinándose por Biden.

P. Hace unos días, el New York Times publicaba la que entonces parecía la exclusiva del año, las declaraciones de la renta del presidente entre el 2000 y 2017, que revelan su capacidad para la ingeniería fiscal y su incapacidad para los negocios. La exclusiva se ha visto ensombrecida por su positivo en coronavirus. ¿Puede volver este tema al centro del debate, o su momento ha pasado?New York Timesla exclusiva del año

R. Yo creo que ahora mismo ha desaparecido de la agenda. La semana pasada estábamos todos hablando de este tema... y nadie ha seguido con eso. Ni siquiera los demócratas, cuando era una gran baza para ellos. Eso es lo que está pasando, que no se está hablando de cosas importantes de la campaña, estamos hablando solo del positivo de Trump. Y él quiere mantener ese estado de opinión. Por otro lado, su votante también veía como algo positivo el hecho de que hubiera conseguido pagar tan poco a Hacienda. Porque hay que tener en cuenta que Trump tiene una base electoral muy sólida. Él continuamente se está refiriendo a esa gente, a él no le importa lo que se diga en Nueva York o en Estados demócratas, a él le importa lo que se diga en los Estados que le apoyan y en los swing states. Entre sus votantes quizás no le fuera a hacer mucho daño este tema, pero es verdad que hay una franja de votantes republicanos indecisos para los que quizás sí tenía peso.

P. En la crónica que publica en el último número de tintaLibre, cita al senador republicano Lindsey Graham, que explicaba de la siguiente forma la probable futura derrota de su partido en 2012: “No estamos consiguiendo generar el suficiente número de hombres blancos cabreados”. ¿Siguen estando esos “hombre blancos cabreados” del lado de Trump?

R. No toda la base electoral de Trump es igual. Y de hecho es bastante diversa. Pero es verdad que los hombres blancos cabreados de los que hablaba fueron esenciales para su elección. Lo que apuntaba Graham es que en 2012 perdieron las elecciones porque no los tuvieron, y en 2016 fue justamente la gran explosión de ese sector de los Estados Unidos blanco, conservador, muy afectado por la globalización y el cierre de empresas. El factor racial no tiene la misma importancia que tuvo en 2016, pero esa base electoral sigue ahí y sintoniza mucho de hecho con el negacionismo. Nosotros vimos hace meses en Texas o Michigan manifestaciones contra el uso de mascarillas y el confinamiento. Ahí se volvieron a ver esos “hombres blancos cabreados”. Lo que está pasando ahora es que el discurso de Trump sobre la pandemia, este discurso tan irresponsable que invita a no protegerse ante el virus, sintoniza con este votante, y eso Trump lo sabe muy bien.

P. Hasta el estallido de la pandemia, el discurso de Trump parecía centrarse en las revueltas antirracistas.

R. Es el discurso del miedo. Es el más rentable electoralmente, y lo ha sido durante muchas generaciones. Trump sabe usarlo muy bien, igual que lo hizo Nixon o Reagan. Sabe usar ese miedo a las movilizaciones, sabe usarlo para intentar ganarse el voto de la clase media conservadora, que le votó en 2016 pero que ahora estarían pensando en votar a Joe Biden, que también les necesita. Ese es el discurso que Trump utiliza para presentarse como el presidente de la ley y el orden, uno de los principales ejes de su campaña. El covid lo ha trastocado todo, pero no me extrañaría que volviera a ponerlo en el centro en las próximas semanas.

P. Cuando se habla de Donald Trump, a menudo parece que el Partido Demócrata no tiene frente a él ningún tipo de agencia. ¿Puede Joe Biden convertirse en una alternativa para esos votantes indecisos, presentarse como el presidente de la ley y el orden?

R. Ante el votante de Trump, Biden representa también al Partido Demócrata de Bernie Sanders, de Alexandria Ocasio-Cortez. El Partido Demócrata no es un partido al uso, y tampoco lo es el Republicano: son los pilares del régimen, plataformas a través de las que llegar al poder y sin las cuales es imposible plantearse hoy ningún movimiento político. Por eso el Partido Demócrata tiene un espectro ideológico que va desde la izquierda hasta la derecha neocon. Biden se sitúa más a la derecha en el Partido Demócrata, y sin embargo es percibido como un izquierdista por los votantes republicanos. Ese es su punto débil para los indecisos. La izquierda le va a votar, porque tiene asegurados a todos los votantes cuyo objetivo es echar a Trump de la Casa Blanca. No está tan claro si va a conseguir rascar algo de los que en la anterior elección votaron a Trump. De hecho, esa percepción es algo que Trump está explotando una y otra vez, llamándole socialista y radical.

P. Biden va por delante en las encuestas. ¿Cuáles son los puntos débiles que podrían hacer que se estrellara?por delante en las encuestas

R. Está intentando presentarse como un presidente sensato ante la locura de Trump. Es su baza. Pero no es una persona carismática. Solo tenía carisma cuando aparecía al lado de Obama, con esas gafas de aviador, en el air Force One. Cuando se ha presentado en solitario, con su vicepresidenta a Kamala Harris, ha perdido mucho. Además está el factor de la edad: tiene 77 años, y con la pandemia le hemos visto encerrado en su casa, tratando de minimizar el riesgo. La estrategia electoral de los demócratas puede consistir en que Trump acabe cayendo por sí mismo, pero puede resultar pasiva y quizás no sea suficiente.

P. En el libro retrata un país con graves tensiones sociales, con una desigualdad profunda y un conflicto racial nunca solucionado. Más allá de la polarización del discurso que haya podido fomentar Trump y del resultado de las elecciones, ¿cómo imagina el futuro próximo de los Estados Unidos?

R. En Estados Unidos hay conflictos abiertos que tienen una raíces muy, muy profundas y que se remontan a la fundación misma del país. Eso ha generado un territorio donde las desigualdades son muy grandes y donde además tienen color. Hay un conflicto racial sin resolver que crea unas grietas en el país, y cada cierto tiempo se abren. Ha pasado después de momentos de conquistas históricas, tras el movimiento por los derechos civiles, tras el primer presidente negro. La fractura y la división es tal que yo no veo una solución ni a corto ni a medio plazo. Ahora mismo hay dos países paralelos, dos países que no se comunican, que están viviendo películas diferentes, y la percepción del momento no tiene nada que ver depende de con quién hables en Estados Unidos. Hemos visto escenas de enfrentamiento civil en las calles. Lo que pasó en Kenosha, donde un joven de 17 años mató a un activista de Black Lives Matter, o en Portland donde fue asesinado un seguidor de Trump. No sé qué más puede pasar en Estados Unidos. Y el resultado electoral también preocupa, cómo va a reaccionar una población al límite.

P. En una entrevista reciente, el historiador Julián Casanova decía que uno de los países que más le preocupaba era Estados Unidos, por la facilidad de acceso a las armas. ¿Cómo se relaciona este hecho diferencial con la tensión creciente?

R. El hecho de que en EEUU haya tantas armas como personas genera una realidad que no tiene nada que ver con lo que tenemos aquí en Europa. En gran medida la brutalidad policial y la violencia racista entre los agentes se explica por el miedo que genera que la población esté potencialmente armada. Estamos viendo además un auge de los grupos paramilitares y de milicia, que en su mayoría son de extrema derecha. Están saliendo a las calles, el propio presidente se dirige a ellos. En el debate presidencial, cuando se le pidió que condenara la violencia de grupos como los Proud Boys, Trump les dijo: “Stand back and stand by”, algo así como 'quedaos atrás pero quedaos cerca'. Estos grupos reciben este tipo de mensajes de un presidente al que perciben como ideológicamente cercano. En estas condiciones, el hecho de que haya grupos armados en las calles genera una tensión mucho mayor. No me atrevo a decir que esto pueda a ir a más o que pueda haber una guerra civil, que me parecen palabras mayores, pero la situación es límite.

P. La administración Trump y los medios han insistido en la violencia causada por las revueltas antirracistas, pero los servicios de inteligencia coinciden en que los grupos supremacistas blancos son una amenaza inminente para la seguridad del país.son una amenaza inminente para la seguridad del país

R. Es un tema de percepción. Los datos dicen que la mayor parte de atentados y ataques terroristas en Estados Unidos los han llevado a cabo grupos supremacistas blancos. Pero el tratamiento que no solo los republicanos sino también los demócratas han dado a estos grupos no tiene nada que ver con el que se ha dado a los grupos yihadistas, por ejemplo. Está claro que Trump tiene intereses electorales que le llevan a no condenar a estos grupos, porque entre sus votantes hay mucha gente que los justifica. La percepción quizás mayoritaria y el relato de Trump es que el problema de violencia es responsabilidad de Black Lives Matters y otros colectivos de izquierdas, pero la realidad es otra muy distinta.

P. Si Trump tiene un nuevo mandato, parece claro que su posición no cambiará mucho. Pero si es elegido Biden, ¿ve la posibilidad de que el Gobierno aborde de una manera distinta la cuestión racial?

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R. No se ha abierto un diálogo sincero sobre el conflicto racial en Estados Unidos. No lo han hecho los republicanos ni los demócratas, ni siquiera se hizo en la presidencia de Obama, con tantas y tantas promesas de derechos civiles incumplidas. Estamos lejos de resolver esta situación. Sí, el Partido Demócrata ha adoptado nuevos símbolos: el hecho de haber visto a gente como Nancy Pelosi o Joe Biden arrodillarse en señal de protesta contra el racismo puede parecer un gran cambio. Se habla de desigualdades, de estadística, en abstracto, pero los hechos nos dicen que no hay una voluntad de abordar con honestidad este tema.

P. ¿Cree que podrían abrir esta conversación otras figuras del partido, incluso dentro del Congreso?

R. Dentro del Partido Demócrata yo creo que las cosas están cambiando. A corto o medio plazo el está virando hacia posiciones más progresistas, y están tomando mucho protagonismo gente como Ocasio-Cortez. Incluso se están escuchando propuestas como la de Ta-Nehisi Coates, el intelectual del movimiento Black Lives Matter, que habla de reparaciones para la comunidad afroamericana, tan perjudicada por el racismo y por políticas estatales concretas. Es algo que está lejos, pero que quizás esté en el horizonte.

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