Planeta en Madrid, Premio en Barcelona

¿Qué hace del Premio Planeta uno de los más populares de la literatura española y en español? Algunos dirán que su historia, construida edición a edición desde 1952 a la número 67, que se falla el lunes acudiendo a su cita de cada 15 de octubre. Otros, que por su cuantía económica, que alcanza los 601.000 euros para el ganador y los 150.250 euros para el finalista. Otros destacarán la maquinaria comercial que mueve el galardón, entregado por uno de los dos principales grupos editoriales de España —y séptima compañía del sector en el mundo según el ranking anual de Publishers Weekly—, que incluye también a Atresmedia, con emisoras de televisión como La Sexta y Antena 3 y de radio como Onda Cero, e incluso la cadena de librerías Casa del Libro. Otros, quizás los menos, hablarán del prestigio literario del galardón.

Pero si el Planeta es un fenómeno económico y social es también en parte debido a la ciudad en la que se celebra. La cena de este lunes es ante todo un acontecimiento barcelonés, y a Barcelona se asocia parte del éxito del premio. "El grupo Planeta nació en 1949 en Barcelona y hemos puesto nuestro granito de arena para que esta ciudad sea una de las capitales mundiales de la edición en español. Estamos muy orgullosos de pertenecer a Cataluña, a España y a Europa", reivindicaba el presidente de la compañía, José Creuheras, poco antes de la edición de 2017. Lo hacía, eso sí, después de que el Consejo de Administración decidiera trasladar su sede social a Madrid pocos días antes de la entrega, debido a la "inseguridad jurídica" causada, según la compañía, por la posible independencia de Cataluña. La decisión era "definitiva" y doce meses después, la medida sigue siendo "firme". En la tradicional rueda de prensa celebrada un día antes de la cena de esta edición, el presidente insistía: "Creemos que las condiciones no han cambiado". Pero Creuheras admitía, al mismo tiempo, que la marcha de Barcelona solo se había realizado sobre el papel. "Desde el punto de vista operativo, no ha tenido trascendencia", apuntaba, ya que la sede madre del grupo, así como el grueso de la actividad y de los empleos, permanecen en Barcelona.

A esa ciudad, cacareada "capital de la edición en español" llegó en 1939 un legionario nacido en El Pedroso, Sevilla, y que entonces tenía solo 25 años. Aquel hijo de médico que abandonaría los estudios y que acabaría siendo capitán por sus méritos en el bando fascista era José Manuel Lara Hernández, metido luego a profesor de academia, a la compraventa de libros y, finalmente, a la edición. Todas estas aventuras tuvieron como coprotagonista a María Teresa Bosch Carbonell, esposa del patriarca Planeta recordada como más y mejor lectora que su marido, y homenajeada con la fecha inamovible del premio: el 15 de octubre es Santa Teresa. La historia del futuro Premio Planeta empieza entonces con las tropas que entraban por la Diagonal barcelonesa —allí se encuentra el Palau de Congressos— y con una alianza con la burguesía catalana. 

Dice la leyenda que fue ella quien encontró el manuscrito de Los cipreses creen en Dios, de José María Gironella, que se convertiría en un éxito del sello en un momento económicamente delicado. No sería el único escritor catalán que le daría una alegría a la editorial. Narra el ensayista y catedrático de Literatura Jordi Gracia cómo, tras algunos años fuertes, el Planeta había sufrido durante los sesenta un “desprestigio culto”, y sería el editor (barcelonés) Rafael Borrás Betriu, llegado al sello en 1973, quien operaría gran parte del cambio. “Al mismo tiempo que fundaba Borrás una colección contaminada del franquismo de su dueño, José Manuel Lara, y que se llamó Espejo de España, el premio de novela se postuló y actuó como aliado del cambio que había de vivir la sociedad española”, cuenta Gracia.

Lo hizo, primero, logrando que Jorge Semprún accediera a recibir el Premio Planeta en 1977, según narra Borrás en sus memorias, para dar la máxima difusión a su Autobiografía de Federico Sánchez, donde el futuro ministro socialista desgranaba su vida como militante clandestino. A partir de este primer impulso, el editor lograría también que se presentasen (el barcelonés) Juan Marsé con La muchacha de las bragas de oro (ganador de 1978) y (el barcelonés) Manuel Vázquez Montalbán con Los mares del Sur (ganador en 1979). En tres años, el Premio Planeta se había quitado de encima el peso de la ideología de su dueño y se había convertido en un escaparate relevante de la literatura de izquierdas española. (Fue, por cierto, Juan Marsé, con un demoledor artículo publicado en El País en 2004, uno de los que más certeras piedras ha lanzado contra el galardón. El texto se titulaba “Mi nefasta experiencia como jurado” y dejaba perlas sobre su participación como: “En resumen, fueron dos experiencias nefastas, que además muy poco o nada tuvieron que ver con la literatura, ya que me tocó apechugar con los ridículos engendros novelísticos pergeñados por Lucía Etxebarria y Maria de la Pau Janer”).

Tras "la crema y nata"

Manuel Lombardero, secretario del premio durante años, aseguraba a La Nueva España que José Manuel Lara montó primero el galardón como “una fiesta en Madrid que no tenía mucha resonancia”. “El Nadal”, decía Lombardero, “en Barcelona, reunía a la crema y nata de la ciudad, y eso le fastidiaba”. El galardón, otorgado por Destino, se fallaba desde 1944, y se había hecho ya un hueco en la vida literaria catalana y española. Su primera ganadora había sido una joven Carmen Laforet con Nada, y tenía ya en su haber nombres como el de Miguel Delibes (La sombra del ciprés es alargada, 1947), Rafael Sánchez Ferlosio (El Jarama, 1955), o Carmen Martín Gaite (Entre visillos, 1957). No podía saber Lara que en 1989 la competencia entre ambos premios se esfumaría definitivamente cuando Planeta comprara el 50% de Destino. Hoy los dos galardones son, por tanto, premios Planeta.

El Planeta permaneció en Madrid sus siete primeros años de vida, hasta que una “sublevación del jurado”, en palabras del exsecretario, hizo que el fundador se decidiera a trasladar la sede del evento. Aquel año, el presidente del jurado, Álvaro de Laiglesia, director de la revista de humor gráfico La Codorniz, “llevaba como novela ganadora Edad prohibida, de Luca de Tena”. Con esto quería decir Lombardero que la editorial había preparado, con el jurado, que el marqués y periodista resultara vencedor. “Pero el jurado no sé qué demonios armó”, continúa, “y premió Pasos sin huella, de Bermúdez de Castro, una novela que, en efecto, no dejó huella. Entonces Lara decide llevarse el premio a Barcelona y consigue que sea una fiesta social importante”. 

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Hoy el Planeta sigue siendo hoy una “fiesta social”. La cena en el transcurso de la cual se entrega el premio se celebra en el Palau de Congressos de Catalunya y a ella asisten alrededor de 1.000 invitados, que van desde autores del sello hasta figuras de la cultura y autoridades. Este lunes acuden, por ejemplo, la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau (por primera vez desde su elección), o el ministro de Cultura, José Guirao. Pero, precisamente por ese carácter de reunión social, la cena se ha visto afectada en los últimos años por el procés. Si en 2016, por el 65º cumpleaños del galardón, acudían a la gala los reyes, que hicieron entrega del premio a Dolores Redondo, y el entonces presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, en 2017 la lista de asistentes menguaba. Desde Madrid acudió la presidenta del Congreso, Ana Pastor; de la Generalitat, el conseller de empresa, Santi Vila; del Ayuntamiento, el teniente de alcalde Jaume Collboni.

Más allá de la cena misma, la entrega del Planeta es una (cara) estrategia publicitaria que gira en torno a la ciudad de Barcelona. Un buen número de medios situados fuera de Barcelona son invitados por la organización —incluido este periódico—, lo que incluye viaje en AVE, estancia en el Fairmont Rey Juan Carlos I (más de 200 euros por noche), dos comidas y una cena pagadas y, para los asistentes a la rueda de prensa del día anterior, un obsequio —esto escandalizaba especialmente a Marsé— con valor de unos ochenta euros. Antena 3 y Onda Cero retransmiten la gala en directo desde el recinto. Durante la entrega, mientras el jurado delibera —aunque los medios del grupo y algunos periódicos en papel conocen el ganador desde la tarde—, se suele reivindicar el Planeta como una "noche mágica para la literatura". También lo es, claro, para la economía de la ciudad. 

 

¿Qué hace del Premio Planeta uno de los más populares de la literatura española y en español? Algunos dirán que su historia, construida edición a edición desde 1952 a la número 67, que se falla el lunes acudiendo a su cita de cada 15 de octubre. Otros, que por su cuantía económica, que alcanza los 601.000 euros para el ganador y los 150.250 euros para el finalista. Otros destacarán la maquinaria comercial que mueve el galardón, entregado por uno de los dos principales grupos editoriales de España —y séptima compañía del sector en el mundo según el ranking anual de Publishers Weekly—, que incluye también a Atresmedia, con emisoras de televisión como La Sexta y Antena 3 y de radio como Onda Cero, e incluso la cadena de librerías Casa del Libro. Otros, quizás los menos, hablarán del prestigio literario del galardón.

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