Excavaciones para no romantizar el franquismo: “En cualquier otro lugar sería un monumento”

En el número 10 de la calle Peironcely del madrileño barrio de Puente de Vallecas se tomó una fotografía que ha perdurado en el tiempo como imagen de España durante la Guerra Civil. Se trata de la fachada de una casa llena de marcas de metralla, en cuya acera están sentados unos niños, jugando y riendo. La tomó uno de los fotógrafos más influyentes del siglo XX, Robert Capa, que inició su carrera en nuestro país tras el golpe de Estado de 1936.

La casa protagonista ha seguido milagrosamente en pie, y junto a ella unas excavaciones arqueológicas intentan hacerse eco de la importancia de lo que ocurrió aquí y en sus alrededores. Se trata de la cuarta y última campaña “Tras la pista de Robert Capa”, comandada por Alfredo González-Ruibal, arqueólogo e investigador en el Instituto de Ciencias del Patrimonio del CSIC, junto a la Fundación Manuel Fernández “Lito”, que se ha desarrollado hasta este 20 de octubre.

José María Uría, coordinador de la Plataforma “Salva Peironcely 10” y director del Área de Cultura y Centro Documental de la fundación, cuenta que gracias a esa fotografía el lugar se ha convertido en un referente de la vulnerabilidad de la infancia: “Creemos que puede ser importante a nivel internacional”. El proyecto de conservación incluye unos solares cercanos –los únicos no reconstruidos tras la guerra de toda la ciudad–, donde los investigadores encontraron restos de edificios y objetos de antes y después del conflicto, pudiendo hacer un análisis de la vida cotidiana y sus cambios a raíz del franquismo. 

Durante la época de Manuela Carmena al frente del Ayuntamiento de Madrid, esta institución se sumó a la causa con la expropiación del edificio, que pasó a ser de propiedad municipal junto a los solares. Sin embargo, en la actualidad ni el Ayuntamiento ni la Comunidad de Madrid han respondido a las peticiones de convertir estos hallazgos en algo público y musealizado, como solicitan los encargados de las excavaciones. Sí que existe un proyecto de rehabilitación sobre la antigua casa que comenzará en 2027, pero la plataforma no sabe cuál será su finalidad porque no se les ha consultado. Eso sí, saben que no será su propuesta de crear el Centro Robert Capa.

A Uría le parece paradójico que se exponga con mimo la famosa foto en el Museo Reina Sofía mientras observan el desprecio hacia el lugar en el que se tomó. “En cualquier otro lugar sería un monumento”. De hecho, en otras ciudades de Europa han surgido proyectos similares a los que se han hermanado. En Leipzig (Alemania), protegieron el edificio donde Capa tomó la última foto de la Segunda Guerra Mundial: “El último hombre en morir”. En Sicilia (Italia), se ha creado el Museo Robert Capa, y en París (Francia), el estudio fotográfico del mismo está también protegido. 

No entra en los intereses del PP la cultura de la clase obrera

Por el momento, con su trabajo han conseguido que se reconozca como Lugar de Memoria Democrática, adelantan a infoLibre, lo que les concede algo de reconocimiento. Para celebrar esto, el 8 de noviembre, la Secretaría de Estado de Memoria Democrática y la Comisionada España en Libertad, quienes financiaron el proyecto, han organizado un acto público junto al edificio de Peironcely, 10. Desde la iniciativa aseguran que quieren “poner en valor los logros y los avances sociales que han ocurrido gracias a los movimientos de base”, y no solo desde las cúpulas de poder.

Lo que nos enseñan los restos sobre nuestra historia

González-Ruibal, que también fue Premio Nacional de Ensayo de 2024, nos recibe en la excavación. El arqueólogo asegura a infoLibre, pico en mano, que “todo el patrimonio de la clase obrera está desapareciendo”. Con los restos de los edificios previos a 1936 y a las posteriores chabolas podemos observar “la vida antes de la guerra, durante y tras ella”. La mayoría de personas vivieron en las infraviviendas hasta el final de la dictadura, viniendo de pueblos de Andalucía o Extremadura para buscar una vida mejor. La mayoría de estas construcciones eran de unos 12 metros cuadrados en los que había familias enteras de al menos tres hijos, y a veces, hasta 10. “No entra en los intereses del PP la cultura de la clase obrera”, declara González-Ruibal.

El antropólogo asegura que han pasado miles de estudiantes en visitas guiadas, y siente que cuando los jóvenes ven el trabajo que se está realizando, empiezan a darle importancia. “Me parece que es importante porque se está empezando a glamourizar la dictadura franquista”. Y así parece confirmarlo las encuestas del CIS, donde se revela que casi el 20% de las personas de entre 18 y 24 años en España valoran positivamente la dictadura.

Estos escombros ofrecen una imagen de la vida antes del 36. Pese a que hay una parte que no han podido excavar porque no encuentran al dueño, descubren que había mobiliario abundante, diverso. En el laboratorio donde analizan las piezas, un espacio cedido por la parroquia de San Carlos de Borromeo –bautizada como “la parroquia roja”–, la antropóloga Sofía López Velasco asegura que en los restos “se ve el retroceso en la calidad de vida”. Fue en los 40, con el franquismo, cuando se promueve la segregación

En otros puntos de España, como Barcelona, ha habido excavaciones similares de chabolas. López cuenta que lo bonito de estos trabajos “es ver que mientras excavamos se acercan los vecinos. Uno nos dijo que enfrente había un castillo, creemos que era un teatro”. 

Al finalizar las labores estos restos se cubrirán, a expensas de que el Ayuntamiento o la Comunidad quieran hacer algo con ellos. La responsabilidad cultural queda en sus manos. Ahora, la vida y obra del fotógrafo que ha dado pie a estas investigaciones alberga una exposición hasta el 25 de enero en el Círculo de Bellas Artes de Madrid.

En el número 10 de la calle Peironcely del madrileño barrio de Puente de Vallecas se tomó una fotografía que ha perdurado en el tiempo como imagen de España durante la Guerra Civil. Se trata de la fachada de una casa llena de marcas de metralla, en cuya acera están sentados unos niños, jugando y riendo. La tomó uno de los fotógrafos más influyentes del siglo XX, Robert Capa, que inició su carrera en nuestro país tras el golpe de Estado de 1936.

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