artes plásticas

¿Y si pintar significa pensar?

'Omphalos I', de Miguel Ángel Campano, 1984.

Una idea, creía Platón, es un ente inmaterial, absoluto, perfecto, universal, que reside en un mundo ajeno a este, sensible y fútil, incompleto. Para el comisario de exposiciones Armando Montesinos una idea bien puede ser un cuadro: material, relativo, imperfecto, local. Tan local como para circunscribirse únicamente a España, y tan relativo en el tiempo como para no superar los límites de los años setenta y ochenta del siglo pasado. Aunando las ideas de distintos pintores de este lugar y aquel tiempo, juntando sus creaciones a modo de "ensayo", ha levantado en el madrileño Palacio de Velázquez del Retiro, anexo del Museo Reina Sofía, la exposición Idea: Pintura Fuerza. En el gozne de los años 70 y 80, un paseo por la plástica posexperimental.

Vista parcial de la exposición.

Compuesta por los trabajos de cinco artistas –Alfonso Albacete; Miguel Ángel Campano; Ferran García Sevilla; Juan Navarro Baldeweg y Manolo Quejido-, la muestra, que se mantendrá hasta el 18 de mayo del próximo año, supone, en palabras del director del museo, Manuel Borja-Villel “un análisis de las prácticas de artistas que venían del posminimal y que retoman en la pintura, que no renuncia a la tradición de las bellas artes pero que no es autorreferencial, aunque sí autorreflexiva”. Tras haber trabajado en la línea experimental del arte internacional (el minimalismo, el conceptual...), por razones diversas los cinco artistas regresaron a la práctica de la pintura con una motivación común más allá de las diferencias: la de, como señaló el comisario, dar pie a una pintura “que incita a pintar”.

A medio camino entre la tradición y la modernidad, las más de 40 piezas que se exponen, entre las que se encuentra una única instalación, de Navarro Baldeweg, revelan un trabajo de reflexión y experimentación alejado del academicismo, pero inspirado en las grandes tradiciones comenzadas por titanes como Picasso, Cézanne o Matisse. Las referencias, evidentes en muchas de las obras, van un paso más allá para intentar dar forma al pensamiento, para convertir la potencia intelectual en acto. “Aquella era una época de mucha actividad artística en España, pero había una gran falta de estructuras”, explicó Montesinos. “Justo acababa la época de la dictadura, que era incultura”.

Conscientes de que la modernidad atravesaba una importante crisis en su concepción, los cinco creadores plantearon sus propias relecturas de la misma para generar, en una especie de espiral, nuevas preguntas con respecto a la contemporaneidad. Lo hicieron en un género que no es ni figurativo, ni abstracto, ni todo lo contrario, aunque siempre toma el color como protagonista absoluto y, en ocasiones, superpone el texto y la forma. “Ellos nunca fueron un grupo”, aclaró el comisario de la muestra, que está relacionada con Mínima resistencia, la actual exposición en la sede principal del museo, el Edificio Sabatini, “pero sí que mantuvieron diálogos entre ellos”.

Todos ellos presentes en el acto de presentación a los medios, a excepción de Miguel Ángel Campano, los artistas incidieron en la singularidad de sus particulares perspectivas, que convergieron en el medio de la pintura, por aquel entonces denostada por considerarse anacrónica. Aquella etapa de transición –y no solo política- en la que realizaron esta porción de su trabajo, finalizó a mediados de los ochenta con la aparición de la intrincada red de museos estatales y con el boom del mercado, hasta entonces prácticamente inexistente. Por espolear la razón y la cultura, todos estos creadores, concluyó Montesinos, “han sido ejemplo de civismo”, además de haberse erigido en estandartes de un designio considerado por entonces entelequia: “Mostrar que la pintura es posible”.

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