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Literatura

¿Por qué siguen escribiendo?

Un fotograma de 'Vida y ficción', en el desierto de Tabernas.

Decenas de libros abandonados, tirados por el suelo. Es la primera imagen del documental Vida y ficción, una instantánea que representa eficazmente cómo ven el mundo literario los escritores José Ovejero (autor de La invención del amor, entre otros títulos) y Edurne Portela (El eco de los disparos). Son los responsables, él a la dirección y ambos al guion, de la pieza presentada el viernes ante periodistas y amigos. "La literatura cuenta socialmente cada vez menos, la figura del escritor cuenta cada vez menos", se lamenta Ovejero. Ante un panorama editorial sombrío, con ventas desplomadas desde la crisis y magros anticipos para los autores, la película se pregunta qué ata al escritor a la literatura, pese a todo. O, como ellos lo formulan: "¿Por qué seguimos escribiendo?". 

Para ello han entrevistado a 16 autores durante año y medio y a lo largo de la península. Todos escriben en España, aunque no todos son españoles. La mayoría son narradores, aunque también hay ensayistas y poetas. Hay varios nacidos en los cincuenta y una sola nacida en los ochenta. Todos eran amigos (o, al menos, conocidos) de los guionistas mucho antes del inicio del documental. Son Rosa Montero, Luisgé Martín, Marta Sanz, Antonio Orejudo, Ana Merino, Manuel Vilas, Fernando Royuela, Cristina Fernández Cubas, Rafael Reig, Sergio del Molino, Juan Carlos Méndez Guédez, Hipólito Navarro, Sara Mesa, Andrés Neuman, Aixa de la Cruz y Juan Gabriel Vásquez. Todos se desnudan ante la cámara —Luisgé Martín responde metido en la cama y Antonio Orejudo hace de cowboy fracasado en el desierto de Tabernas— para explorar los caminos que les condujeron al papel. 

Aunque no se les preguntó eso, a bocajarro. "Si se lo preguntamos, pensamos, va a ser aburridísimo y además no lo van a saber", confiesa Ovejero. Buscaban, ante todo, "espontaneidad". Por eso, estos cineastas noveles decidieron prescindir de quipo de grabación y se fueron solos, cámara y micro en mano por primera vez, a perseguir a los autores. Después de escucharse los unos a los otros por primera vez, estos no parecen muy sorprendidos. "Yo firmaría el 90% de lo que se ha dicho aquí. Aunque hay un 10% que no", dice Rosa Montero, acaso la más popular de sus entrevistados con libros como La carne o La ridícula idea de no volver a verte. "Hay veces que una hace metaliteratura sobre su literatura y se cree que está descubriendo el huevo. Ya veo que no", admitía Marta Sanz, autora de La lección de anatomía, Farándula o Clavícula.  

Los motivos de unos y otros son, claro, distintos. Pero hay ecos. Si Luisgé Martín encontró en la escritura "un territorio de desahogo" de aquello que no podía contar en su entorno, o de lo que no podía contarse a sí mismo, Ana Merino la vio como "el espacio" de sus "pensamientos". Y poco tiene que ver, a priori, la literatura del primero, una novela "cada vez más confesional" hasta culminar en El amor del revés, las memorias de su homosexualidad, con la de la segunda, poeta 10 años más joven y menos interesada en la exhibición de lo íntimo y su relación con el pudor. Igual que distan, a priori, la novela de humorística de Antonio Orejudo (Los cinco y yo, Ventajas de viajar en tren) y el interés metaliterario de Rafael Reig (Manual de literatura para caníbales). Ambos se consideran, sin embargo, comprometidos. "Soy un escritor social", dice Orejudo, que no ve en esto ningún choque con la comedia. "Yo tomo partido, y el partido que yo tomo es insurrecto", dice Reig, que añade, con resignación, "Por eso escribo como escribo, y por eso me va como me va". 

Los Cinco y Toni

Los Cinco y Toni

Fuera de la pantalla discrepan algo más. Luisgé Martín no parece tener problema con verse en cámara; Marta Sanz da un respingo cuando ve a Chema, su marido —al que sin embargo nombra con alegría en su último libro—, en la proyección; y Manuel Vilas, poeta en Calor y narrador en España, es incapaz de verse grabado y tiene que huir de la habitación. La cosa deja de ser anecdótica —si es que esto lo es— cuando se habla de la decadencia de la literatura. Aixa de la Cruz, la más joven entre los protagonistas, dice en el documental que ella pertenece a "la última generación que otorga un cierto prestigio a la literatura".

Pero Marta Sanz y Rosa Montero niegan con la cabeza cuando escuchan decir que esto es el fin de una era. Es Ovejero, sobre todo, quien proclama el apocalipsis: "El intelectual social, que era el escritor, está compartiendo su espacio con músicos, con actores", se queja. "La lectura siempre ha sido minoritaria y ahora es menos minoritaria que nunca", protesta la periodista, que sin embargo culpa a la crisis de los medios de la poca presencia de la cultura en el debate público. Manuel Vilas mira a uno, mira a otro, y acuerda: "Los escucho, y estoy de acuerdo con los dos". 

Sea o no cierto que la literatura tiene sus días contados, al menos como la conocemos, lo cierto es que el público está aún lejos de poder ver el documental. Financiado exclusivamente por sus guionistas, y sin ayudas ni apoyo económico de ningún tipo, Ovejero y Portela cruzan los dedos para que una televisión —de preferencia, pública— se interese en comprar los derechos. Mientras, vendrá la temporada de festivales en otoño. Pero Vida y ficción no contribuirá, por ahora, a que los escritores tengan más motivos para escribir. O, como resume Rosa Montero, más lectores. 

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