Teatro

Un velorio de toquilla, herencia y hiel

Una imagen de la obra 'Atra bilis', primera parte de la 'Trilogía de la memoria'.

Cuatro mujeres españolas, ancianas, de esas de toquilla, refajo y luto bien guardado, a ver qué dirán, se reúnen en torno al féretro de José Rosario Antúnez Valdivieso, de profesión vividor antes que ingeniero. Está la Nazaria, la esposa, toda una señorona y heredera, a quien acompañan su hermana Aurorita, un poco lenta, la resabiada y tirando a amarga Daría y la Ulpiana, la humilde sirvienta. Las intérpretes, para quienes la piezas fue expresamente escrita, llevan por nombre Manuel Agredano, Mariano Llorente, Marcos León y José Luis Patiño. Empiezan las conclusiones.

La primera, que Atra Bilis, montaje de Micomicón en la sala Cuarta Pared de Madrid (hasta el 18 de enero), se define antes que nada por su desbordante sentido del humor. La segunda, que la curiosidad inicial no se queda ni mucho menos ahí, espoleada la inspiración por un intenso arraigo con la tradición de la dramaturgia española clásica –de Lope de Vega y Quevedo a Valle-Inclán-, que trae con ella raudales de esperpento y realismo mágico. Supersticiones, tradiciones, secretos y traiciones se dan cita en un velorio tan oscuro como fantástico. Melancólico como esa bilis negra que le da título. Hilarante con sus logradísimas interpretaciones y ese lenguaje tan castizo y tan rural que recupera, cargado de elocuente sabiduría popular y cubierto de fina ironía.

Obra de la dramaturga Laila Ripoll, la pieza compone la primera parte de la Trilogía de la Memoria, que completan –programadas en la misma sala- Los niños olvidados (del 22 al 26 de enero) y Santa Perpetua (del 29 de enero al 2 de febrero). Estrenadas en 2001, 2005 y 2010 respectivamente, esta es la primera vez -“y probablemente la única”, dice su autora- que podrán verse como conjunto. Tanto por separado como en grupo, las funciones hacen honor a su encabezado: quieren hablar de lo que buena parte de un país lleva callando desde hace décadas, de dos mentalidades opuestas, del miedo y las rencillas heredados de “una historia del siglo XX siniestra”.

De Atra Bilis, explica Ripoll (Madrid, 1964) que se presenta con “el mismo espíritu que La casa de Bernarda AlbaLa casa de Bernarda Alba (de Lorca)”. “Habla de las relaciones de poder, aparece una España caduca, de viejos terratenientes que no están dispuestos a que las cosas cambien, que se oponen a ello”. Es a través del hilo conductor de la tradición histórica, pero también del humor y de la unidad formal que confiere un equipo artístico ampliamente compartido y unas escenografías de similares cualidades, agobiantes, cerradas y con drásticos contrastes de luces y sombras, que la pieza se relaciona con sus hermanas. La segunda, Los niños olvidados, versa en torno a los hijos de los republicanos que fueron puestos en manos de la controvertida institución del Auxilio Social; la tercera, Santa Perpetua, lo hace sobre los miles de cadáveres que continúan desperdigados junto a las carreteras.

Bajo el yugo de la censura

Velatorios trasnochados; niños postergados al abandono; muertos sin descanso, todos comparten también como trasfondo la representación de lo espectral. “Al hablar de memoria es inevitable hablar de fantasmas”, dice Ripoll, que se lamenta de ver cómo su último título, sobre las fosas de la Guerra Civil, ha dejado de ser programado en no pocas ocasiones por parte ayuntamientos y otras instituciones. “Es censura aunque no te lo dicen, siempre es encubierta. Estamos en un momento muy crítico en cuanto a las libertades, todo se ha solapado. A ver cómo reaccionamos”.

Con Atra bilis (que lleva en su título el apéndice de Cuando estemos más tranquilas) convertido ya en espectáculo de repertorio en diversos países europeos y latinoamericanos, traducida a un buen número de idiomas, la compañía seguirá girando pese a todo.También con la segunda y tercera piezas, aunque esta última haya causado también enfado a ciertos espectadores, que han llegado a proferir insultos y marcharse de la sala por un monólogo “que cuenta de manera poética cómo fusilan a un chaval de 16 años”. Esta programación conjunta de la Trilogía coincide además con su reciente publicación como libro por la editorial Artezblai. “La situación está tan rematadamente mal”, concluye Ripoll, “que ya que no vamos a poder comer de ello, por lo menos que nos dé satisfacciones.

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