LA BURBUJA DE LA COMIDA A DOMICILIO

Recortes, despidos y cierres: llega el invierno a las plataformas de reparto a domicilio

Mensajes de protesta ante una sede de Gopuff en Madrid.

En dos años el panorama ha cambiado para las empresas de reparto de comida a domicilio. Estas plataformas, abanderadas por Glovo, Uber Eats y Just Eat, se enfrentan a un escenario económico más sombrío, tras una época dorada, en la que es difícil prever si todas podrán sobrevivir. Tras las más conocidas, posteriormente han llegado otras, más centradas en la compra en supermercados, como Getir, Gopuff o Gorillas, pero penetrar en el mercado no es fácil. El sector del delivery es un ecosistema hostil, donde todas tienen fuertes pretensiones de crecimiento. Un entorno dominado por promociones agresivas, la lucha por recibir inversiones, esfuerzos para conseguir acuerdos con cadenas de restaurantes y supermercados, la presión para aumentar ingresos mientras se opera a pérdidas… El objetivo: abrirse un hueco en la cuota de mercado. Para algunas plataformas, las cuentas no llegan a cuadrar y es cuando llegan los recortes, los despidos y los cierres. 

Con los confinamientos, las cuarentenas y el teletrabajo, el delivery experimentó su auge: “Estas empresas fueron un bote salvavidas para muchas empresas pequeñas, no solo para los restaurantes”, apunta César Tello, director de Adigital, una plataforma que reúne a más de 500 empresas de la economía digital, incluyendo la mayoría de las de reparto. “Las condiciones de la pandemia aceleraron la expansión de estos negocios. Así se consolidó la hibridez del consumo de los españoles, en el que cada vez la parte digital quita más cuota a la tienda física”, añade Tello.

Del restaurante a los “supermercados fantasma”

Este boom coincidió con dos factores económicos relevantes. En primer lugar, era una época en la que era mucho más sencillo obtener financiación, con los tipos de interés en cero y unos inversores ávidos por encontrar los pocos sectores económicos beneficiados por los confinamientos masivos. Por otra parte, una etapa en la que los consumidores ahorraron más, y que por lo tanto podían derivar una mayor parte de sus gastos en pedidos a domicilio. Al calor de estos factores, el sector se consolidó en España, que llegó a alcanzar una cuota de mercado del 7% sobre el total del negocio de la restauración, según datos de la consultora The NPD Group. Esto supone 400 millones de pedidos a domicilio anuales, con ventas de 2.600 millones de euros, lo que supone un 80% más que antes de la pandemia. 

De los restaurantes, empezó una ramificación de este modelo de negocio: el ultra-fast e-commerce, es decir, compras online a supermercados que llegan a casa en cuestión de minutos. Necesitan estar en los núcleos urbanos para poder llegar rápido a los domicilios, y esto ha supuesto que los ayuntamientos hayan puesto algunas limitaciones. “En primer lugar, provoca quejas de los vecinos. Estos supermercados fantasma tienen muchos riders por la zona entrando y saliendo. Hay cargas y descargas de mercancía…”, explica Cristian Castillo, profesor de Economía y Empresa de la Universitat Oberta de Catalunya. 

Según informa Business Insider, el Ayuntamiento de Madrid ha prohibido la apertura de nuevos establecimientos durante un año y el de Barcelona los ha vetado de manera indefinida: "No queremos negocios fantasma en nuestra ciudad" es frase que atribuye este diario económico a Janet Sanz, la teniente alcalde del Ayuntamiento. Los conocen como supermercados fantasmas (traducción de dark stores) porque no atienden a clientes, solo almacenan productos y los reparten a domicilio. Desde fuera no parecen un supermercado.

Además de las trabas, el caudal económico que entraba ya no es el que era. En primer lugar, porque la incertidumbre económica provoca el repliegue de los inversores, lo cual afecta especialmente a estas plataformas, que dependen mucho de la financiación externa. La mayoría de ellas siguen sin obtener beneficios, o son exiguos. Por otro lado, porque la perspectiva de una recesión en el horizonte lleva a los ciudadanos a ajustarse el cinturón y a prescindir de gastos más superfluos. El director de Adigital, no obstante, apunta que no cree que este cambio sea permanente: “Es parte del ciclo económico, es un componente coyuntural. Las sinergias entre las compras físicas y digitales han llegado para quedarse”, explica Tello.

GoPuff: plan estratégico en junio, todos despedidos en julio

Una de las que se ha quedado en el camino es la británica Gopuff. La historia de esta plataforma empieza con la llegada de una empresa británica de reparto en supermercados, fundada por dos extrabajadores de Deliveroo (que estuvo presente en España hasta la aprobación de la ley rider). Se llamaba Dija, pero apenas unos meses después de llegar a España fue devorada por un pez más grande, la norteamericana Gopuff. Esto ocurrió en agosto de 2021. En julio de 2022, Gopuff ha anunciado el cierre de sus tiendas en España. 

Esto supone el despido de los 186 trabajadores que forman la plantilla (el 75%, repartidores y asistentes de tienda) y de sus cinco almacenes en Madrid. Los empleados, que llegaron a ser alrededor de 300, no estaban organizados sindicalmente, hasta el anuncio del despido. En ese momento se eligieron representantes, entre ellos a Pau Belda, asistente de tienda de 25 años, que defiende la búsqueda de una alternativa al cierre: “En junio nos presentaron un plan estratégico que preveía la rentabilidad en 2026, una vez la empresa consiguiera acuerdos de reparto con los supermercados. Un mes después anunciaron el cierre de las tiendas y el despido de todos los trabajadores”, explica Belda. 

Los empleados han pedido a la empresa una alternativa en forma de ERTE o de reestructuración de las tiendas para evitar el cierre total y el despido masivo. De momento, la empresa ha ignorado esta propuesta y les ofrece un despido con indemnización de 30 días por año trabajado. Los trabajadores reclaman al menos que la antigüedad se calcule por meses trabajados: “Yo soy de los que llevan más tiempo en la empresa, y solo llevo un año y medio”, explica Pau Belda, que es de los que empezó a trabajar antes de que Gopuff engullera a Dija. La matriz británica de Gopuff, ante las preguntas de infoLibre, ha afirmado que está haciendo una “evaluación exhaustiva del negocio en España” y ha optado por no hacer más comentarios.

Gorillas también se va

Un caso similar es el de Gorillas, una empresa alemana que, tras un vistazo a su web, parece más un club de ciclismo que una empresa de reparto a domicilio. La página está llena de referencias a la cultura de la bicicleta (“somos riders de corazón”) y la importancia de hacer equipo. Tiene presencia, además, de en su país de origen, Reino Unido, en Dinamarca, Francia, Países Bajos y España. El deseo de esta empresa, en palabras de Kagan Sumer, su fundador, es “crear un mundo con acceso inmediato” a las necesidades de las personas que la usen. “Gorillas entró en 2021 y parecía que se iba a comer España. Pero este año también ha anunciado que se va”, explica el profesor Cristian Castillo. Fuentes consultadas por Europa Press señalan que la empresa inició en junio un ERE para unos 300 trabajadores.

El académico relaciona los problemas de estas empresas con un factor más: en España "no estamos acostumbrados" a este modelo de negocio: “Es verdad que lo que estoy viendo es que estas empresas que vienen de otros mercados, como el de EEUU, Reino Unido o Alemania, creo que no son conscientes de aquí tienen que sortear la barrera del consumidor, que requiere atravesar dificultades y tiempo. En España el servicio que ofrecen ya se hace a través de los mercados tradicionales, muchos de ellos ya tienen servicios de entrega a domicilio. Me da la sensación de que eso influye mucho en la decisión que toman las empresas al marcharse”, explica. “Que se les conozca como 'supermercados fantasma' tampoco ayuda”, ironiza el profesor.

Una de cal y una de arena para la ley rider

La ley rider fue aprobada para obligar a estas empresas de reparto a domicilio, que conectan a los clientes y los repartidores a través de un algoritmo, a que contraten a estos trabajadores, en lugar de contratar sus servicios como autónomos. La llegada de esta ley coincidió con el fin de la actividad de Deliveroo de España, que se habría visto obligada a reconocer su relación laboral con una plantilla de alrededor de 3.500 personas, la mayoría riders. “En realidad hubo mucho ruido con la salida de Deliveroo, pero esta empresa nunca dijo que se fuera por la ley rider. Es común que las empresas intenten alcanzar posiciones de liderazgo, se den un plazo, y si no lo consiguen, tomen la decisión de salir de ese mercado”, explica el director general de Adigital, César Tello. Esta organización de empresas tecnológicas pide que se elabore un estudio sobre el “supuesto impacto” que la ley ha tenido sobre la diferencia de las condiciones laborales entre los asalariados y los autónomos.

Comisiones Obreras sí ve un claro impacto positivo: “No solo por su efecto en la relación de los trabajadores, también porque la Comisión Europea la tiene en consideración para elaborar una directiva para la regulación del trabajo en este tipo de plataformas”, explica Carlos Gutiérrez, secretario de Estudios y Formación Sindical de la organización. Gutiérrez valora que la ley ha dado seguridad y garantía de los derechos a los trabajadores y cree que el Estado tiene que recurrir a todas las palancas que lleven la ley a su cumplimiento.

Pau Belda, que lleva un año y medio trabajando de almacenero entre Dija y Gopuff, ha visto el antes y el después de la ley rider. En su empresa no ha tenido impacto, ya que hacía contratos indefinidos desde el principio de su actividad. Esto, sin embargo, no lo es todo para este empleado: “La letra pequeña de ese contrato indefinido es el período de prueba de seis meses. Se dedicaban a despedir a la mayoría cuando terminaba el plazo. Yo calculo que entre febrero y junio la empresa ha despedido así al 40% de la plantilla, simplemente no renovándolos”. 

Muchos de sus compañeros de trabajo compaginan su trabajo en Gopuff con otras plataformas como Getir o Glovo, aunque no es fácil. Trabajan 30 horas a la semana. Esto les impide recibir una remuneración suficiente para subsistir en Madrid (menos de 900 euros brutos), pero son suficientes horas que hacen muy difícil compaginarlo con otro empleo: “Hay una condición de sobreexplotación, aunque exista un contrato indefinido”. Estas condiciones implican, según narra este empleado de Gopuff, horarios alternos que se mueven entre las 7 y las 3 de la madrugada, que dificulta aún más la combinación con otro trabajo. Belda, en definitiva, considera que la ley rider es “totalmente insuficiente” para proteger sus derechos.    

El profesor Cristian Castillo hace una lectura intermedia: “Yo creo que ha de ser una de cal y una de arena. Es un primer paso para evitar que haya riders falsos autónomos. Pero un año después hace falta seguir trabajando. Glovo acabó sorteando la ley rider y solo contrató una parte de la plantilla. Es cierto que ha evitado que algunos trabajadores estén en riesgo de esa precariedad, pero se queda corta. Hay que seguir trabajando”, puntualiza el académico. 

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