LA SEGUNDA PANDEMIA

La tormenta perfecta de la economía española: en peor posición de partida entre las de la UE y atada a los servicios

La playa de Somorrostro, en Barcelona, a mitad de ocupación el pasado 7 de agosto.

La Oficina Nacional de Estadística británica reveló este miércoles el desplome histórico que ha sufrido el PIB del Reino Unido entre abril y junio, un 20,4%, dejando pequeño el hundimiento récord del PIB español, que activó todas las alarmas al alcanzar el 18,5%. Si la debacle nacional es la mayor de la historia del país, exceptuando los años de la Guerra Civil, la británica se ha convertido en la mayor de Europa, duplica las caídas de Alemania –10,1%– y EEUU –9,5%–, supera con ganas las de Italia –12,4%–y Francia –13,8%– y sume a las islas en la peor recesión desde 1945. Pese a las diferencias evidentes de ambas economías, España y Reino Unido comparten un rasgo común, el peso extraordinario del sector servicios, que supone el 80% del PIB británico y casi el 75% del español. La dependencia del consumo las ha convertido en víctimas predilectas de las restricciones impuestas por unos confinamientos más prolongados que los de sus vecinos.

Aunque también les separan las incertidumbres en torno al BrexitBrexit, un factor que singulariza al Reino Unido y parece haber estallado al tiempo que la pandemia. Las dudas de Boris Johnson sobre el modelo de lucha contra el virus, con un confinamiento más tardío y que terminó extendiéndose hasta mediados de junio, tampoco ayudaron a la economía británica, que mantiene hasta octubre –en principio– a 9,6 millones de trabajadores en el equivalente a los ERTE españolesen el equivalente a los ERTE españoles. La víspera de conocerse la caída histórica del PIB, el Financial Times publicaba que el ministro de Hacienda, Rishi Sunak, sopesa retrasar la presentación de los Presupuestos de octubre a la primavera de 2021, ante la poco halagüeña perspectiva de un aumento del paro en otoño, el peor momento para “empezar a hablar de subidas de impuestos y recortes de gasto”.

Lo que se ha dado en llamar terciarización de la economía, el aumento del peso del sector de los servicios en todo el mundo, está en la raíz del mayor impacto de la crisis del covid-19 no sólo en Reino Unido y España, sino también en Francia –casi el 79% de su PIB– e Italia –74%–. Pero el caso español reúne otras peculiaridades que merecen atención, sobre todo si se piensa en cómo reactivar la economía con la rapidez y eficacia necesarias.

“En España los servicios aumentaron su peso en el PIB más de 10 puntos desde 2007, cuando aún estaba por debajo de la media de la UE, que era del 66%”, recuerda el catedrático de Economía Aplicado de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB) Josep Oliver. Es decir, España salió de la crisis del ladrillo multiplicando el sector terciario, que además está muy enfocado hacia los servicios privados y menos a los públicos –sanidad, educación–, “que son más resistentes al ciclo económico”, apunta. Oliver destaca que, en realidad, el turismo puede llegar a suponer hasta un 25% de la actividad si se le suman todos los negocios vinculados a él; muy por encima, por tanto, del 12,5% del PIB que se le asigna oficialmente. En Italia, por establecer una comparación, el turismo representa un 13% del PIB y en Francia, un 8%.

“Nos ha pillado en el peor momento”

Sin embargo, el sector turístico nacional llevaba ya unos años viviendo de prestado, de un estimable número de viajeros que recalaban en España mientras el norte de África convulsionaba por las primaveras árabes y los atentados terroristas. Hasta que en 2019, pese a los 83,7 millones de turistas recibidos, los ingresos se estancaron. “Era un síntoma de agotamiento”, asegura el catedrático. Pero ese freno no era exclusivo del turismo. Tanto Josep Oliver como Florentino Felgueroso, profesor de la Universidad de Oviedo e investigador de la Fundación de Estudios de Economía Aplicada (Fedea), advierten de que, ya antes de la pandemia, la economía española estaba en plena desaceleración. Felgueroso añade que los indicadores adelantados de la OCDE, que han mostrado el riesgo de descuelgue de España en la recuperación respecto a otros países, ya desvelaban una gran caída de España en enero de este año. En la misma dirección apunta también el economista del Instituto de Estudios Bursátiles Javier Santacruz: “Nuestra posición base ya era más débil antes de la crisis, el fin del ciclo económico era más acusado en España”.

Pero es que, además, la desescalada tras el confinamiento ha coincidido con los meses en que, en una España prisionera de la estacionalidad, la economía se despereza, coge velocidad y crea el empleo que luego se mantiene más o menos el resto del año. “[La crisis] Nos ha pillado en el peor momento”, lamenta Florentino Felgueroso. En el peor momento y en los sectores que constituyen “el núcleo esencial del crecimiento económico para todo el año”, añade Javier Santacruz. Actividades de cara al público, en las que no se puede teletrabajar o donde la distancia física es más difícil de mantener y que están sufriendo limitaciones de aforo, por ejemplo. La tormenta perfecta.

Josep Oliver subraya otra desventaja de partida que le asusta mucho más: el mayor nivel de endeudamiento inicial de España. Un 95,5% del PIB en 2019, por sólo el 59,8% de Alemania o el 85,4% de Reino Unido. “Desde 2014 hemos reducido muy poco nuestra deuda pública pese a contar con unos tipos de interés insólitamente bajos que suponen un ahorro enorme”, protesta. Tras el enorme gasto público al que obligará la pandemia, todos los países van a disparar su deuda; en el caso de España, la previsión es que escale hasta el 123,8% en 2021, según los cálculos del FMI. Cierto que Italia llegará hasta el 166% porque parte ya de un escandaloso 134,8%.

La cuarta vez en 40 años con tasas de paro del 20%

El resto de los países europeos salieron de la crisis de 2008 con menos desequilibrios que España, recuerda el catedrático de la UAB. Felgueroso apunta que España siempre sufre más en todas las crisis, debido a las disfunciones de la economía nacional, entre las que cita un mercado laboral “bulímico”: crea mucho empleo –aunque precario– en las épocas de bonanza y luego lo destruye sin misericordia en las recesiones. “Ya es la cuarta vez en 40 años que veo tasas de paro del 20%, que no las tiene ningún país, ni Grecia”, destaca Oliver, “y no sé si podremos evitarlas esta vez”. A su juicio, el modelo de “sol y playa” con el que sigue funcionando el turismo español es “una maldición”, que crea puestos de trabajo “sin mucho esfuerzo”, pero que los suprime a las primeras de cambio. “Es social y productivamente una aberración, que genera ganancias de productividad miserables”, recalca, y no es “futuro”.

En opinión de Javier Santacruz hay otros factores que explican el mayor daño sufrido por la economía española por culpa del covid-19. Aquí la mayoría de las empresas son pequeñas o incluso muy pequeñas, muy débiles financieramente y que se destruyen con facilidad. Según los registros de la Seguridad Social, sólo entre marzo y abril, en pleno confinamiento, dejaron de cotizar –desaparecieron– 133.757 empresas. El tejido productivo es más frágil que en otros países europeos. Además, en España no sólo se hundió el consumo privado, sino también la inversión, a diferencia de Italia, sostiene Santacruz, donde el capital no se destruyó de forma tan intensa. “Y es la inversión la que garantiza que se mantenga el ritmo de la economía”, concluye.

Finalmente, Santacruz critica los fallos de gestión que advierte en los planes de ayudas diseñados por el Gobierno, tanto en los ERTE como en los avales del ICO, por la “incertidumbre” que generan. Felgueroso, por el contrario, cree que los efectos de los paquetes de ayudas públicas, que han sido más voluminosos en el resto de la UE que en España, sólo se verán a más largo plazo. Josep Oliver pone el foco en la “confusión” que, a su juicio, hay en España con los programas europeos. “No son inyecciones directas en los presupuestos de las comunidades autónomas o del Estado, sino fondos para transformar el tejido productivo, para proyectos solventes que presenten las empresas”.

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Un otoño incierto

“Honestamente, no me rasgo las vestiduras porque el PIB haya caído en España cuatro puntos más que Francia”, resume Josep Oliver a la vista de las causas del desplome económico. Pero sí que teme el catedrático de la UAB que la recuperación será con una “V bastante más asimétrica” de la que prevé el Gobierno y la reactivación, por tanto, más lenta. Y se declara “espantado” por la deuda pública que va a acumularse en los próximos años. Santacruz y Felgueroso son muy cautelosos con respecto al comportamiento que tendrá la economía española el resto del año.

El primero teme que el consumo se resienta en el tercer trimestre, con los ciudadanos “en modo ahorro” para conservar sus salarios ante la incertidumbre de la economía y de los empleos. “Es una incógnita qué contrataciones va a haber en otoño e invierno, cuando ahora [en la temporada alta del empleo] están a la mitad que en un año normal”, advierte por su parte el investigador de Fedea, “por ejemplo, no se sabe cuántos contratos habrá en la educación con el nuevo curso ni cuántos despidos de los que se ejecutaron en marzo no se van a recuperar en septiembre”. Santacruz no duda de que, pese a la mayor caída británica en el segundo semestre, la reactivación del Reino Unido será mucho más rápida. Es lo que dicen los indicadores adelantados de la OCDE, que anticipan el comportamiento de una economía unos seis meses y dan a España en julio un índice de 93,7 –de 100 puntos considerados la tendencia media de crecimiento– pero 99 al Reino Unido. “Y eso”, sentencia, “sí que debería preocuparnos”.

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