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MACHISMO EN EL FÚTBOL

"Ponerse de lado es posicionarse": las futbolistas rompen con el silencio que alimenta la violencia sexual

Las jugadoras dela selección española y sueca posan con una pancarta en la que se lee "Se acabó, nuestra lucha es global" este viernes.

El caso de Jennifer Hermoso ha supuesto un golpe sobre la mesa: las mujeres ya no sólo han dejado de tolerar actitudes como la de Luis Rubiales, sino que tampoco hay ya lugar para los aplausos que le han elogiado, ni para los silencios que le han sostenido. "El fútbol es un reflejo de nuestra sociedad", decía a última hora del jueves la internacional Alexia Putellas. "Continuar con esta denuncia de tolerancia cero" es vital para impedir que el abuso eche raíces en cualquier ámbito. "No queríamos marcar un precedente poniéndonos de lado. Todo lo que sea ponerse de lado es posicionarse"

Las futbolistas lo advirtieron desde el minuto uno: no era suficiente con la marcha del ahora expresidente de la Real Federación Española de Fútbol (RFEF). El cambio tenía que ir a la raíz misma de la estructura, señalar a quienes callaron y a quienes permitieron. Porque si de algo se alimenta la violencia contra las mujeres, es de la complicidad del entorno. Es la misma complicidad, la misma tolerancia hacia la violencia, la que subyace en la difusión del vídeo sexual a manos de cuatro canteranos del Real Madrid, ahora imputados. El silencio cómplice de quienes recibieron las imágenes, las visualizaron y le restaron importancia. 

El silencio condena a la víctima

"Hay una clara complicidad masculina que vimos a la perfección el día de la asamblea". La socióloga Begoña Marugán se refiere a la primera comparecencia pública de Luis Rubiales tras el beso no consentido y a quienes aplaudieron sus palabras. Los allí asistentes "coreaban y aplaudían" lo que fue la "mayor representación de machismo verbal que se puede ver". 

El silencio, sostiene la experta, "condena a la víctima e indulta al maltratador", aunque en ocasiones tienda a maquillarse con pretextos para despojarse de la culpa. "Ya sea por convicción o por miedo, el silencio es tomar partido y significa no estar por ningún cambio social", expresa Marugán.

El caso Rubiales supone un ejemplo gráfico, pero no es sino el denominador común en cualquier tipo de violencia contra las mujeres. En el año 2019, el Tribunal Supremo advirtió de la gravedad del "silencio cómplice" del entorno de la víctima de violencia machista, así como del "acoso cómplice" del entorno del agresor, algo que lleva a sentir "soledad" a la mujer maltratada y se convierte en "una losa" para ella "cuando quiere denunciar y no encuentra ayuda". La máxima expresión de esa complicidad, es el mismo cuestionamiento de "la credibilidad de la víctima", llegando incluso a "negar la existencia del maltrato".

La socióloga Fefa Vila coincide en que "el contexto tiene una importancia, si no absoluta, determinante". En ese sentido, el entorno lleva a cabo, en casos de violencia, un ejercicio para valorar "los riesgos y los premios que se pueden obtener callando o hablando". El de Rubiales es un caso paradigmático: el silencio, la tolerancia, la complicidad habían permanecido inalterables, hasta que las cuerdas se tensaron lo suficiente. "Fue la televisión", subraya Vila. "Esto no habría tenido el eco que tuvo si no hubiera sido televisado, pero a estas chicas llevan años sin creerlas", abunda. El silencio se rompe no sólo ante la evidencia de las imágenes, sino también como consecuencia de su impacto. Entran en juego "la imagen de España y del Gobierno progresista", completa la socióloga, por lo que la violencia pasa a ser enseguida un problema político de primer orden. Esta vez sí, no cabía otra respuesta que la condena generalizada.

Pacto entre caballeros

"La estrategia del silencio funciona y, aunque nunca es la respuesta, el silencio habla de estructuras sociales patriarcales", continúa Vila. Ocurre en las empresas y en los hogares: entre los compañeros que deciden no poner en juego su estatus y entre los vecinos que consideran cauto no atravesar los límites de lo privado. Así lo expresa Marugán: "Hay un orden social que es patriarcal, rebelarse contra él requiere un ejercicio de valentía y toma de postura". A los hombres, concretamente, "les cuesta más porque implica romper con los suyos, se convierten en traidores de un orden social que les ha colocado en una posición de dominio y de poder".

En el caso de los canteranos, la difusión del vídeo sexual llegó a oídos de las víctimas porque un amigo de los autores del presunto delito rompió lo que el feminismo ha dado en llamar el pacto entre caballeros. Aquel chico se enfrentó a la gran disyuntiva: desertar para dar la voz de alarma o mirar hacia otro lado. Y aunque optó por lo primero, rogó a las víctimas que no lo hicieran público para no poner en evidencia su lealtad, según explica la amiga de una de las víctimas en una entrevista. El que decidió quebrar esa fratría era "amigo de los chicos" y pidió a las jóvenes no decir nada "para que ellos no le vieran como a un chivato".

La lucha global

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Este viernes, la selección libró su primer partido después de la victoria en Sídney (Australia). Antes de que comenzara el encuentro, las jugadoras de la selección española y sueca salieron al campo sujetando, mano a mano, una pancarta: "Se acabó. Nuestra lucha es la lucha global". En sus muñecas, todas las jugadoras españolas portaban un brazalete con el emblema #SeAcabó.

Este y todo el que le precedió fue "un grito de desahogo, un grito de rabia que nos apela a todas", valora Begoña Marugán. "Es tremendamente relevante" que quien protagonice ahora esa consigna sea la selección española precisamente después de ganar un mundial, reseña la socióloga. "Estamos hablando de un grito en mitad de un estadio, donde escucha todo el mundo" y además en un momento de "reacción ideológica potentísima: están frenando una deriva reaccionaria y patriarcal".

Para Fefa Vila, la respuesta masiva protagonizada por las mujeres es producto de una "pedagogía política feminista" que ha conseguido hacer que realidades incontestables, como la ausencia de consentimiento como base de la violencia sexual, sean ahora mayoritariamente asumidas. "El feminismo nos ha atravesado, ya forma parte de una pedagogía política y cultural que permea nuestra vida. Tenemos estructuras, conocimiento y redes fuertes para poder reaccionar colectivamente frente a casos como este", celebra Vila. Es el feminismo y su capacidad de respuesta la gran grieta que ha resquebrajado los cimientos de la violencia y sus silencios cómplices.

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