IGUALDAD
Por qué sí es importante hablar de menopausia en el Congreso aunque Vox lo vea como una tomadura de pelo

No resulta del todo extraño que haya quien frivolice con los asuntos que afectan directamente a las mujeres. En los últimos años ha dejado incluso de ser llamativo que la sorna, el agravio y la ironía tengan su eco en las instituciones. El martes volvió a suceder y de nuevo de la mano de la extrema derecha: "¿Pero de verdad ustedes creen que la menopausia es un problema tan importante para los españoles que hay que tratarlo aquí en este pleno? ¿Pero ustedes nos toman el pelo?".
Las preguntas las formula Rocío Aguirre, diputada por Vox y hermana de la expresidenta madrileña del PP Esperanza Aguirre. Sus interrogantes van dirigidos a los diputados socialistas, encargados de registrar una proposición no de ley para mejorar la investigación y la atención a la menopausia. "Cuando vi el orden del día del pleno, pensé que era una broma", cargó la parlamentaria, encajando en el terreno de la sátira un asunto crucial para la vida de las mujeres y que para la ultraderecha no es más que "una cosa que no importa nada a los españoles".
Ese era, en realidad, uno de los problemas que planteaban los socialistas a través de su iniciativa parlamentaria: el desinterés, el estigma y la falta de atención. María Sáinz, autora de la proposición, tilda de "asombrosa" la reacción de la extrema derecha, especialmente "sabiendo que la gran mayoría de las mujeres se han sentido indignadas" ante la ausencia de atención una vez llegada esa etapa. "No interesan" los asuntos que interpelan a las mujeres pese a ser "la mitad de la población y ciudadanas de pleno derecho en todos los ámbitos de la vida", lamenta la parlamentaria en conversación con este diario.
La proposición, que recibió el visto bueno del resto de grupos, plantea cuestiones tan básicas como "estudiar, investigar y analizar los casos de las mujeres con menopausias que tengan afectada su salud por precocidad (premenopausia), y en la menopausia y posmenopausia (climaterio) con signos y síntomas evidentes", también mejorar la coordinación de los niveles asistenciales y crear unidades de menopausia en colaboración con las comunidades para prestar atención integral. El texto pone el acento igualmente en el desarrollo de campañas de información y busca explorar la falta de evidencia científica alrededor de las terapias alternativas.
Silencio, estigma y rédito económico
Entender el lugar que ocupa la menopausia en el debate público, o los espacios que le son vedados, pasa necesariamente por echar un vistazo al trato que históricamente se le ha otorgado. La médica Carme Valls ofrece algunas pistas en su libro Mujeres invisibles para la medicina (Capitán Swing, 2020), donde ahonda en cómo la investigación en torno a la menopausia ha permanecido "ausente o sus resultados invisibles o desconocidos para la mayoría de los profesionales".
La investigadora deja claro, en primer lugar, las certezas que existen en torno a la menopausia desde un punto de vista estrictamente científico. Las consecuencias clínicas son dos: los sofocos y la sequedad de piel y vagina. "Las sofocaciones se presentan sólo en el 30% de mujeres occidentales", mientras que lo segundo puede producir "dificultades para las relaciones sexuales, dispareunia", un síntoma que tiende a "permanecer invisible si el profesional sanitario no pregunta directamente por él".
Los síntomas clínicos han transitado del silencio a la minusvaloración. En la década de los ochenta, la respuesta habitual en las consultas médicas era la de restar importancia a tales síntomas y asegurar a las mujeres que, sencillamente, debían "aguantarse porque ya pasarían", relata la profesional. A pesar de esa indiferencia generalizada, con los años se va haciendo fuerte una idea: la menopausia como enfermedad. Valls escarva en esa deriva y en sus incoherencias: si la sintomatología asociada a la menopausia no merece mayor atención, "¿por qué entonces se introdujo en la práctica médica la creencia de que todos los males del envejecimiento específicos de las mujeres se debían a la presencia de la menopausia?".
A partir de los noventa se produce un cambio de rumbo. Al silencio y al estigma le sigue una nueva ventana de oportunidad: el rédito económico. Algunos laboratorios lanzan entonces un producto novedoso, basado en tratamientos hormonales destinados a las mismas mujeres a quienes durante años se les había dicho que "se resignaran y que no albergaran actitudes positivas respecto a los años venideros", en palabras de Valls. "La estrategia publicitaria se diseñó basándose, más o menos, en esta idea: ‘Tenemos que asociar la palabra menopausia a dolor y envejecimiento; tenemos que hacer creer que todos los males que vayan a venir tras la menopausia serán debidos a la pérdida de la menstruación", expone la médica en su libro. Una campaña que "no fue objeto de batalla ideológica alguna".
La conversación feminista
Al menos hasta que el feminismo puso la vista sobre la menopausia para problematizarla e impugnar los discursos hegemónicos. Ahí entra la mirada de la psicóloga y feminista Anna Freixas, autora de Nuestra menopausia. Una versión no oficial (Capitán Swing, 2024), quien apuesta por desplazar la menopausia de la patologización sistemática e introducirla en el epicentro de la conversación feminista. "La menopausia no es una enfermedad, es un hecho que ocurre en el centro de la vida de las mujeres, en un contexto en el que ocurren más cosas: no sucede en un vacío, sino en una vida llena de hechos estresantes que causan dificultades en la cotidianidad de las mujeres", asiente al otro lado del teléfono.
Freixas combate la idea de ligar siempre, sin excepciones ni matices, a la menopausia con un problema clínico, una óptica que se explica por una "industria que quiere hacerse rica a costa de la salud de las mujeres", consiguiendo que la inmensa mayoría de las "chicas jóvenes la teman, a pesar de ser un proceso natural".
Confronta, la feminista, con los planteamientos que la encajan "como enfermedad y como negocio", sin obviar que algunas mujeres "pueden necesitar ayuda o tratamientos". Frente a ello, desliza una alternativa: "En lugar de entenderla como el principio del fin", es necesario concebirla como "un momento de máxima creatividad, brillantez y libertad". La libertad, explica, asociada a "no quedarte embarazada y a liberarte de mandatos de la feminidad, totalmente limitadores en la vida de las mujeres". "Escuchemos la voz de las mujeres", sugiere la feminista, "habla con tu abuela y sabrás que no pasa nada".
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María Sáinz coincide en que centralizar la conversación derribará los mitos y los estereotipos en torno a la menopausia, servirá para "acabar con la vergüenza por ir con el abanico", porque ninguna mujer debería "sentirse ridiculizada ni tener que ocultarse". La socialista, también médica e investigadora, cree no obstante que el necesario cambio de paradigma no debe desligarse de la perspectiva médica, ni mucho menos demonizarla. Si existen malestares, las mujeres deben tener capacidad de entenderlos, abordarlos y aplacarlos. Y eso pasa, primero, por no introducir cualquier dificultad propia de la edad o del contexto psicosocial "en el saco de la menopausia", pero también por mejorar la investigación, la formación de los profesionales y la atención personalizada para comprender realidades como la menopausia precoz, que afecta a una de cada cien mujeres, según la Sociedad Española de Fertilidad (SEF).
"Hay que dejar claro que las hormonas no son apropiadas para todas; solo para algunas dependiendo de los síntomas. Como toda medicación, la terapia hormonal implica unos riesgos. Si no padeces síntomas molestos, no es necesario correr un riesgo así. Y en el caso de que sí los tengas, sus beneficios no implican una gran amenaza para la salud siempre y cuando seas menor de sesenta y no presentes un historial personal de cáncer de mama", resolvía en esta entrevista la ginecóloga Jen Gunter, autora del libro Manifiesto por la menopausia (Libros Cúpula, 2022).
"Como feminista, entiendo que la mirada debe ser biopsicosocial y desde una perspectiva de género. No hay que medicalizar, a excepción de aquellos casos en los que sí existe una sintomatología limitante", abunda la diputada socialista, pero sobre todo debe existir información de calidad y accesible para que las mujeres que sí presentan síntomas puedan decidir sobre sus propios cuerpos, zanja.