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Rabia, resignación y cansancio: una semana en el epicentro de la catástrofe

Crisis humanitaria

Las otras crisis humanitarias olvidadas

Las otras crisis humanitarias olvidadas

La Comisión Europea dio el miércoles un nuevo paso para tratar de gestionar la crisis humanitaria en Europa. El órgano ejecutivo de la UE anunció el reparto de 120.000 refugiados que han llegado en las últimas semanas a países como Hungría, Grecia e Italia. Estos se sumarán a los más de 40.000 previstos en el mes de mayo. Un total de 160.000 personas de las que, según el reparto, España deberá recibir a 17.680, lo que le convierte en el tercer país que más esfuerzos realiza en esta distribución, solo por detrás de Alemania y Francia.

La Unión Europea, así como los medios de comunicación, han puesto en el último mes el foco sobre los grandes flujos migratorios que proceden, en mayor medida, de países como Siria, Irak, Afganistán o Eritrea. Miles de personas que ponen tierra de por medio escapando de una conflictividad armada que lleva años enquistada en Oriente Medio.

En 2014 se contabilizaron 59,5 millones de desplazados por la fuerza en el mundo, según el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR): 19,5 millones son refugiados; 38,2 millones son desplazados internos; y 1,8 millones son solicitantes de asilo. “Cuando ACNUR actualice las cifras, veremos un aumento a causa de los nuevos conflictos y del recrudecimiento de los que ya existían en 2014”, vaticina Paula San Pedro, investigadora en Acción Humanitaria de Oxfam Intermón, que recuerda que un 86% de los refugiados son acogidos por los países en vías de desarrollo.

Sin embargo, según recoge el informe del organismo internacional, “los conflictos armados, las violaciones de derechos humanos y la violencia también afectaron gravemente al África Subsahariana, donde cientos de miles de personas huyeron de sus países en 2014”. Son, tal y como señala San Pedro, “crisis olvidadas” por los medios de comunicación y la comunidad internacional. “Lo que estamos viendo ahora puede ser la punta del iceberg de lo que veremos en un futuro si a estos otros conflictos no se les da una solución política”, añade la investigadora. ¿Cuáles son estos países invisibles a los ojos de la comunidad internacional?

Yemen: un polvorín en la Península Arábiga

Desde que la coalición liderada por Arabia Saudí comenzase a bombardear Yemen tras el avance de los rebeldes hutíes a comienzos de 2015 –llegaron a tomar edificios gubernamentales y provocaron la dimisión del presidente, Abdrabbo Mansur Hadi, y del primer ministro yemení, Jaled Bahah–, la situación de la población civil y del país es “horrible”, según cuenta a infoLibre Llanos Ortiz, responsable adjunta de la Unidad de Emergencias de Médicos Sin Fronteras (MSF).

Hasta el 31 de agosto cerca de 1,8 millones de personas se han visto afectadas por el conflicto, según datos de ACNUR. La Agencia, además, sitúa en 102.016 el número de personas que han abandonado en los últimos meses Yemen, el país más pobre de la península Arábiga, y cifra en 1,4 millones la cantidad de desplazados internos. “La situación recuerda a lo que era Siria hace unos años”, señala Ortiz, añadiendo a renglón seguido que es un conflicto “sin un fin a corto plazo y que se va enquistando con el paso del tiempo”. Una opinión que comparte San Pedro: “Si no se hace nada volveremos a ver un país similar a la actual Siria. No obstante, parece que el Consejo de Seguridad de la ONU no quiere permitir este desarrollo”, explica a este diario.

Yemen vive en estos momentos una situación de bloqueo. Según detallan desde Oxfam, “más del 85% de la población depende de la ayuda humanitaria”. “Es un país sin riqueza ni alimentos”, apunta San Pedro, que se encuentra en una situación de bloqueo que impide la entrada de “comida y petróleo”. La ausencia de crudo, según explican desde Médicos sin Fronteras, aunque puede sonar “como un capricho”, provoca gran cantidad de problemas: “Los hospitales se paralizan porque tienen que pagar la combustión de oxígeno, el sistema de bombeo de agua deja de funcionar…”, remacha Llanos Ortiz. “Más que por los bombardeos, que también, la población yemení muere como consecuencia de la hambruna o enfermedades que no se pueden tratar sin el material necesario”, continúa la investigadora en Acción Humanitaria de Oxfam.

Es, en definitiva, una “bomba de relojería” que necesita una mayor implicación de la comunidad internacional, sobre todo por el progresivo incremento de la presencia de grupos terroristas en suelo yemení. “El auge del terrorismo es un riesgo que puede darse a corto plazo”, afirma Ortiz, que añade que en el país “otra cosa que preocupa es que no hay actores humanitarios”. “El conflicto parece que no existe ni para la comunidad internacional ni para los medios de comunicación, que no reflejan la situación catastrófica que se vive allí”, sentencia la responsable adjunta de MSF.

San Pedro, por su parte, añade otros factores relevantes a este contexto: “La venta de armas de España a Arabia Saudí –durante 2014 se vendió al reino por valor de 292 millones de euros– y el papel que juegan Rusia –apoya indirectamente a los rebeldes hutíes– y Estados Unidos –mantiene una estrecha relación con la monarquía saudí–, cuyo enfrentamiento de intereses dificulta las negociaciones de paz”, finaliza la portavoz de Oxfam.

La violencia de Boko Haram desestabiliza Nigeria

Con cerca de 3.000 personas asesinadas en lo que va de 2015 por el grupo terrorista Boko Haram, según datos gubernamentales, Nigeria se ha convertido en otro de los países donde los flujos migratorios, escapando de la violencia armada, se han convertido en una constante. Según datos de la Oficina de Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA, por sus siglas en inglés), hasta el 31 de agosto se registraron más de 2,2 millones de desplazados internos, casi seis veces más que a finales de 2014. Además, se contabilizaron 134.297 refugiados, de los que un 10% se encuentran en Chad, un 42% en Camerún y un 48% en Níger.

Campo de desplazados en Nigeria. | Médicos Sin Fronteras

Es en este último país donde Médicos sin Fronteras más está poniendo el foco. Cristian Casademont, responsable médico de la organización para el Sahel y África Occidental, conoce a la perfección la realidad en el país más pobre del mundo, donde la esperanza de vida no supera los 60 años. “La situación actual de Nigeria es difícil de abordar, con un grupo terrorista acorralado en la región del lago Chad que realiza incursiones nocturnas, con un modus operandi propio de las guerrillas, en las que arrasan poblaciones enteras para aprovisionarse de alimentos y medicinas”, resume Casademont. Actualmente, según datos de la OCHA, 24,5 millones de personas viven en estados dominados por Boko Haram.

Las etnias a ambos lados de las fronteras son las mismas, por lo que no se produce conflictividad. Los refugiados nigerianos, con familias de gran tamaño, se alojan en las casas de sus vecinos del norte hasta que pueden regresar a su país de origen. Los nigerinos les acogen y comparten los pocos recursos de los que disponen. Las consecuencias de esta violencia son “terribles”, explica el responsable de MSF, “sobre todo en los meses de verano, cuando se junta la estación de hambre con los picos de paludismo, ligado al régimen de lluvias desde los meses de julio o agosto hasta noviembre o diciembre”. “Estos dos factores se retroalimentan, provocando un pico de mortalidad infantil” que se ve agravado por el “cierre de centros de salud”, detalla Casademont.

Aunque señala que la cobertura que ofrece Médicos Sin Fronteras no es la que les gustaría, puntualiza que ahora son de los “pocos que garantizan el acceso a la sanidad en la zona”, apoyando, según cuenta, a siete centros de salud. “Sobre todo intentamos proporcionar una asistencia sanitaria gratuita”, puntualiza. El responsable de la ONG es conciso cuando se le pregunta si los casos de Níger y Nigeria han caído en el olvido: “Hay una fatiga clara ante estas crisis que acaban convirtiéndose en crónicas. Sólo las barbaridades y salvajadas de estos grupos terroristas consiguen despertar a la opinión pública”, sentencia.

Colapso en la República Centroafricana

Desde su independencia en 1960, el país nunca ha presentado estabilidad política. Golpes de Estado constantes –de todos los presidentes que han dirigido República Centroafricana, sólo uno ha sido elegido en las urnas– y enfrentamientos étnicos han marcado la vida de la población civil durante las últimas cinco décadas. “Es un Estado fallido, nunca ha tenido la capacidad de tener un Gobierno con las infraestructuras adecuadas”, señala San Pedro.

El último capítulo de la inestabilidad centroafricana arrancó en 2012, cuando el movimiento Seleka, de mayoría musulmana, comenzó a tomar el control de amplias zonas en su camino hasta la capital, Bangui. En marzo del 2013, el entonces presidente, François Bozizé, es derrocado. Desde entonces, el conflicto político ha derivado en un combate étnico: grupos de autodefensa anti-Balaka, de mayoría cristiana, contraatacaron con el objetivo de ir recuperando terreno. El resultado es devastador: casi medio millón de refugiados en países como Chad, República Democrática del Congo, Congo y Camerún, además de 368.000 desplazados internos.

“Si hablamos de crisis olvidadas, República Centroafricana es un claro ejemplo”, asegura la investigadora en Acción Humanitaria de Oxfam Intermón, que señala que el nuevo “proceso electoral será un paso importante en el futuro del país, para mejor o para peor” y desea que “Naciones Unidas asegure que estos comicios se celebran de forma pacífica y limpia”.

Campo de desplazados de Castor, en República Centroafricana. | (c) Pablo Tosco/Oxfam Intermón

San Pedro explica a infoLibre que muchas de las necesidades “son las de un país pobre”. “República Centroafricana necesita reformarse de principio a fin”, apunta, añadiendo a renglón seguido que de todos los Estados que reciben refugiados, la situación en Chad es la más delicada: “Las comunidades autóctonas acogen a los refugiados y comparten con ellos el poco alimento que tienen, que en muchos casos no llega a las tres comidas al día. Lo que llega a Europa son las migajas de las migajas”, relata.

La investigadora apostilla que la mejora en el país pasaría por “cambios políticos y una operación de paz en condiciones”. “La misión de Naciones Unidas en República Centroafricana –MINUSCAsólo crea una situación de paz virtual”, sentencia San Pedro. El contingente de la ONU se ha visto salpicado además por varias denuncias de abusos sexuales por parte de los cascos azules. A mediados del mes de agosto, la misión sumaba 57 denuncias, 11 de ellas por violaciones a menores.

La riqueza y pobreza de la república democrática del congo

La República Democrática del Congo lleva años avanzando a diferentes ritmos. Mientras que en la zona este del país varios grupos armados luchan por el control de poblaciones y recursos naturales, el resto del Estado parece vivir en relativa calma. “La población civil en esa zona del país se encuentra abandonada a su suerte. El Gobierno central parece que no quiere saber nada de las regiones del este”, explica a este diario David del Campo, director de cooperación internacional y ayuda humanitaria de Save the Children.

Según datos de ACNUR, actualmente más de 480.000 personas de estas zonas se han visto obligados a refugiarse en países vecinos, principalmente en Uganda y Ruanda. “Hay pocos conflictos donde se hayan firmado más acuerdos de paz entre las partes implicadas. Sin embargo, las hostilidades continúan ante la dejación de la comunidad internacional”, asevera Del Campo, que añade que esto es así por los “intereses comerciales” que existen en la República Democrática del Congo: “Muchas veces entiendes lo que ocurre en el país cuando ves lo que hay debajo de sus pies: minerales y recursos considerados estratégicos por su valor y su escasez. Por eso, un escenario inestable beneficia a todos aquellos que explotan esos recursos; tienen más facilidad para negociar con un grupo guerrillero que con el Gobierno”, apunta.

El director de cooperación internacional de Save the Children señala los dos problemas que tiene la población civil en las regiones azotadas por los enfrentamientos: la inseguridad, elemento de control que utilizan los grupos armados, y las enfermedades transmisibles relacionadas con el consumo de agua. “Los brotes de cólera son, sin duda, la principal amenaza”, detalla, añadiendo a renglón seguido que otras enfermedades leves como la diarrea “se convierten en mortales” por la falta de asistencia médica.

Del Campo señala a los niños como las víctimas más vulnerables. Utilizados como soldados y en muchos casos violados, uno de los objetivos de Save the Children en el país africano es conseguir que los más pequeños puedan recuperar esa condición de niño en la escuela. “Cuando dejan de ir al colegio pierden esa niñez porque no pueden interactuar con otros pequeños”, explica. David del Campo acaba la conversación con este diario recordando que “del último llamamiento que Naciones Unidas hizo en 2013 para el país, sólo se han obtenido un 40% de los recursos que se necesitaban” y apuntando que “todos los refugiados son iguales, independientemente de si salen o no en los medios de comunicación”.

"Desproporcionada carga" en el cuerno de África

Somalia, uno de los países más pobres del mundo, y Sudán del Sur, el Estado más joven, también parecen condenados a vivir una crisis humanitaria perpetua. “La comunidad internacional ha fracasado en la respuesta a estos países olvidados”, afirma Itziar Ruiz-Giménez, expresidenta de Amnistía Internacional en España y experta en inmigración y refugio, que también recuerda que aunque “se pone el foco en las fronteras europeas” no hay que “olvidar que la crisis de refugiados es mundial”.

Diez preguntas y respuestas sobre la crisis de refugiados

Actualmente, más de un millón de somalíes, tratando de escapar de la hambruna y de la violencia del grupo terrorista Al Shabab, se encuentran refugiados en países como Kenia o Etiopía. Sin embargo, “en estos últimos meses se están empezando a iniciar políticas de cierre de fronteras y devoluciones en caliente con graves violaciones de derechos humanos”, detalla a este diario Ruiz-Giménez.

Sudán del Sur, por su parte, se encuentra sumido en un conflicto étnico –la comunidad dinka frente a la nuer– por el control del recién independizado Estado. Una guerra civil que ya ha dejado más de 50.000 muertos, cerca de medio millón de desplazados en Etiopía, Uganda, Sudán y Kenia y alrededor de 1,2 millones de desplazados internos.

“La situación más grave es que estos refugiados no tienen una protección contra las devoluciones. Es necesario que se garanticen los derechos de acogida digna y se respete su derecho a la educación y la sanidad”, comenta la experta, que añade que es necesario que se realice “un programa de reasentamiento” para aliviar la “desproporcionada carga de estos países limítrofes”, evitando así masificaciones como la del campamento de Daadab, concebido en la década de 1990 para acoger a 90.000 refugiados pero en el que actualmente habitan más de 350.000. Además, pide a los países del norte que garanticen a estas personas “vías seguras para refugiarse en otros países”. “Es necesario un cambio global de la política para afrontar esa crisis humanitaria tan grande que existe en África”, sentencia.

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