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"Es una película de terror": los ecuatorianos residentes en España temen por sus familiares que viven allí

Autoridades ecuatorianas retoman el control de la cárcel del Turi.

Sofía Henales

"A mi sobrina la asaltaron en el autobús", cuenta Laura a infoLibre, una ecuatoriana que lleva 22 años viviendo en España. "Se subieron dos o tres hombres con pistolas y encañonaron a uno de los pasajeros. Mientras tanto iban pasando una bolsa para que el resto dejara el móvil, las joyas, el dinero y la cartera. Si no accedían, les pegaban". Y si protestas, relata, el castigo es un culatazo en la cabeza, como le sucedió a una amiga de su sobrina que también viajaba en el vehículo.

Casi 9.000 kilómetros y un océano separan a esta mujer de 58 años de su familia. Por eso, lo único que puede hacer es mandarles dinero para lo que les haga falta. Su padre y su madre son mayores, tienen 84 y 79 años respectivamente, y necesitan comprar comida. Por suerte para Laura, ellos viven alejados de la violencia de la capital, en un pueblo al sur de Quito.

En España residen alrededor de 140.000 ecuatorianos. Muchos de ellos apenas pueden pegar ojo desde que comenzó la crisis de seguridad que atraviesa su país.

El detonante de la violencia

Aunque la tensión era cada vez más latente, todo estalló la semana pasada cuando un peligroso narcotraficante, conocido como Fito, se fugó de la cárcel. Simultáneamente, un grupo de asaltantes irrumpió en un estudio de la televisión pública TC y se produjeron motines en siete centros penitenciarios. Los episodios más virulentos se producían en Guayaquil, una ciudad portuaria que actúa como puente del narcotráfico. El colofón a este repunte de criminalidad tenía lugar este miércoles, cuando el fiscal que investigaba el asalto al plató era acribillado a balazos en su coche. Recibió más de 20 disparos.

Ecuador batió un nuevo récord de homicidios en 2023: 7.878, de los que sólo se han resuelto 584. Además, la tasa de homicidios es de 46 y medio por cada 100.000 habitantes, lo que posiciona al país en el primero del ranking de América Latina, muy por encima de Honduras o de México. Una de las razones por las que este índice es tan elevado es la corrupción en las prisiones. Los narcos están aliados con los funcionarios, así que son los propios presos los que tienen el control. De este modo, se aseguran el movimiento de droga con total impunidad.

Juliana tiene 28 años, estudia un máster en Madrid desde hace cuatro meses y narra a infoLibre que su familia también ha pasado días de pánico. Viene de Cuenca, pero de la de Ecuador: el tercer municipio más grande del país. "Es mucho más tranquilo en comparación con Guayaquil o Quito porque aún no está atravesado por el narcotráfico. A pesar de ello, en los últimos días el ambiente ha sido muy convulso". Allí está la cárcel de máxima seguridad de Turi, una de las siete en las que hubo motines. Juliana lo vivió aterrada porque los presos tomaron la prisión y secuestraron a los funcionarios. Había tanto miedo entre la ciudadanía que nadie se atrevía a salir de casa. Por suerte, las autoridades consiguieron acabar con la revuelta sin que se produjera ninguna muerte.

Las fuerzas armadas se han convertido en uno de los objetivos principales para los criminales. Un sobrino de Laura, que estudia en un colegio militar, tuvo que esconderse en la montaña para escapar de los disparos indiscriminados de unos encapuchados. Finalmente, consiguió refugiarse en casa de un amigo hasta que hubo un alto al fuego. Su cuñado también perteneció a las fuerzas armadas: es expolicía, y tanto su mujer como él están aterrorizados, nos confiesa. No pueden salir de su vivienda por miedo a que los maten, ya que viven en una casa cuartel que los delincuentes tienen identificada. Según el Servicio Nacional de Atención Integral, el pasado martes un guardia carcelario fue asesinado mientras se dirigía a su domicilio. "Ahora estamos nerviosos y preocupados", arguye Laura.

"Esto se volvió una película de terror"

El presidente del país, Daniel Noboa, ha impuesto el toque de queda desde las 23:00 hasta las 5:00 en todo el Estado porque "esto ya se volvió una película de terror", manifiesta Juliana. Para reforzar la seguridad se ha impuesto el teletrabajo y las clases se imparten online, afirma esta joven cuyo padre es profesor en la Universidad Pública de Cuenca. Las personas que trabajan en instituciones públicas también se conectan desde sus casas estos días.

Otra de las medidas que ha adoptado Noboa es el incremento del IVA de un 12 a un 15%. Con ello pretende recaudar dinero que ayude al Estado a afrontar la excepcional situación en la que se encuentra. En un comunicado, el Gobierno aclaró que la subida no afectaría a los alimentos de la canasta básica ni a los de origen agrícola, como leche o huevos. Sin embargo, hay escasez de productos frescos y por eso la verdura y la fruta se están encareciendo, relata Anthony, un joven de Ecuador que desde hace algo más de un año trabaja como ingeniero en prácticas en Madrid. La comida se está racionando. "Mi madre antes compraba un kilo de arroz y ahora le venden medio por el doble de dinero", cuenta Laura. La razón, entre otros motivos, es que hay pocas tiendas abiertas: "Si te conocen te venden y si no, ni abren".

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No es lo único que falta. "Algunas gasolineras están cerradas ante el riesgo de que tiren una bomba. Abren a cuentagotas", detalla. Algo similar sucede en Riobamba, la localidad de Anthony. "Ya hay varias que se están quedando sin suministro". Tampoco es sencillo acudir a un hospital: hay largas colas de pacientes esperando a ser atendidos y los médicos no dan a basto. Algunas carreteras están cortadas y los profesionales no pueden desplazarse hasta los centros sanitarios.

Un nuevo rumbo en Ecuador

Mientras en Guayaquil, epicentro de la violencia, se vuelve poco a poco a la normalidad. El malecón ya no está desértico y las famosas cabinas de La Perla, la noria-mirador más grande de Latinoamérica, no giran vacías. Sin embargo, es pronto para pensar en un cambio. “Mi hermana cree que esto no se va a arreglar tan rápido", apostilla Laura. Hay tantos narcotraficantes, sobre todo en la costa, que no será tarea fácil acabar con la delincuencia.

Ahora su máxima preocupación es que su país siga los pasos de la vecina Colombia, donde desde hace años existe la figura de los vacunadores. Se trata de delincuentes que mensualmente extorsionan a los dueños de los negocios para que les den una parte sus ganancias, y si se niegan "les matan a ellos y a sus familias", argumenta Juliana. Hay constancia que, desde 2023, estos criminales ya operan en Ecuador.

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