Crisis de los refugiados

“El acuerdo UE-Turquía sobre los refugiados fortalece a las mafias”

“El acuerdo UE-Turquía sobre los refugiados fortalece a las mafias”

El relator especial de Naciones Unidas sobre los derechos humanos de los migrantes, François Crépeau es profesor de Derecho en la Universidad McGill (Montreal, Canadá). Coincidiendo con la firma del acuerdo entre la Unión Europea y Turquía, para expulsar de forma masiva a los refugiados llegados a territorio turco a partir del 20 de marzo, Mediapart ha querido conocer cuál es su opinión sobre el viraje de los países europeos a la hora de gestionar el éxodo de los sirios. A decir de Crépeau, el texto, discutible desde un punto de vista jurídico, puede revelarse ineficaz, ya que en lugar de desalentar a las mafias, va a desencadenar la apertura de nuevas rutas migratorias. “En lugar de salvar vidas, va a poner a más gente en peligro”, advierte.

“Las políticas migratorias basadas en la represión permiten el florecimiento de un mercado para las mafias cuyo valor añadido es el de ayudar a los migrantes a que eviten los puntos en que se produce dicha represión”, subraya. Favorable al reasentamiento de los refugiados, de forma organizada, desde los países de tránsito, señala que los 28 priorizan la defensa de sus soberanías nacionales en detrimento del respeto de los derechos humanos. Lamenta además que Angela Merkel no haya recibido el apoyo político que esperaba de otros Estados miembros. Y observa que París, al apoyar muy tímidamente la acogida, “pierda la ocasión de participar en un liderazgo europeo”.

Pregunta: El acuerdo entre la UE y Turquía comienza a aplicarse: los migrantes permanecen confinados en las islas griegas a su llegada, se han iniciado las devoluciones masivas y algunos sirios han sido reubicados en Alemania y Finlandia. ¿Le parece aceptable este acuerdo?

Respuesta: Legalmente, existe un problema de fondo. El acuerdo no se sostiene. Estoy convencido de que el Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH) y el Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE) romperán dicho acuerdo, instancias a las que van a recurrir uno o varios migrantes expulsados de Grecia a Turquía. El principal problema del acuerdo es el de definir a priori a Turquía como un “país tercero”. No es la primera vez que el TEDH ha sentenciado, en el marco de las devoluciones previstas por el Reglamento de Dublín, que Grecia no podía ser definida a priori como “país seguro”, para la totalidad de los migrantes, sino que debía hacer un análisis personalizado antes de cada devolución. Lo que vale para Grecia vale también para Turquía.

En el caso actual, los europeos quieren evitar hacer un estudio individualizado, que requiere tiempo y necesita de más recursos humanos que no están dispuestos a desplegar. Dado el número de personas implicadas, quieren poder devolverlos rápida y de forma masiva. Si el Tribunal Europeo de Derechos Humanos no sufre presiones políticas, y si es coherente con su sentencia, no puede hacer otra cosa que condenar este acuerdo. Cualquier migrante, con el respaldo de una ONG y un abogado, tiene derecho a presentar un recurso contra Grecia o Turquía. Ambos países forman parte del Consejo de Europa y han ratificado la Convención Europea de los Derechos Humanos. Por lo tanto, están sometidos a la autoridad del Tribunal.

Los políticos europeos probablemente han tenido en cuenta que pueden pasar dos años antes de que la Justicia se pronuncie. Mientras tanto, esperan que la aplicación del acuerdo desaliente a los migrantes y con ello el número de migrantes disminuya, lo que les dará la tregua necesaria para superar las hipotéticas campañas electorales.

Ahora bien, ¿el número de migraciones clandestinas realmente va a disminuir? No está claro. Hace treinta años que los responsables políticos recurren a la estrategia de la disuasión. En vano. Las personas siguen viniendo, vienen porque huyen de la guerra o de la miseria. Desde la entrada en vigor del acuerdo entre la UE y Turquía, los migrantes permanecen confinados en zonas de acogida establecidos en las islas griegas. Sin embargo, las llegadas no han cesado. En las últimas décadas, han sido encerradas en centros de detención en todas partes, a las puertas de Europa, como en Albania y en Túnez. Ahora, Turquía construye sitios de este tipo. Sin embargo, las detenciones masivas nunca han sido óbice para impedir que alguien deje su país. Lo que cuenta, en opinión de los políticos, no es tanto la eficacia de la detención como método disuasorio, como la eficacia del discurso político sobre la detención como disuasión. El cálculo es político: piensan convencer a sus electores simplemente afirmando que quieren encerrar a los migrantes.

P: Los dirigentes europeos justifican el acuerdo con la argumentación de que van a acabar de este modo con el tráfico de migrantes…

R: El riesgo es que suceda lo contrario. Las políticas migratorias basadas en la represión hacen florecer un mercado para las mafias cuyo valor añadido es hacer que los migrantes eviten aquellos puntos donde existe represión. Cada vez que una vía migratoria se cierre, se abre otra. Las rutas se reinventan continuamente en función de los mecanismos de bloqueo. Las tarifas de la mafia suben y crece la peligrosidad. En lugar de destruir las redes de traficantes, este acuerdo va a fortalecer el poder que tienen. En lugar de salvar vidas, va a poner a más gente en peligro. Los traficantes se van a organizar para que los migrantes no pasen por los puntos de recepción, incluso para rodear Grecia y evitar con ello tener que solicitar asilo en ese país. Las políticas represivas sumen a los migrantes en la clandestinidad. Esta última semana, muchos exiliados se han visto obligados a presentar la demanda de asilo para no ser expulsados a Turquía. Pero esto no va a seguir siendo así mucho tiempo, tan pronto como sea posible, tomarán otras rutas. Quizás por Italia, a vía Libia.

P: Dice que, igual que sucede con la droga o el alcohol, la represión de la migración genera desigualdades…R:

Para luchar de forma eficaz contra las mafias, hay que arrebatarlas el mercado de la movilidad. Efectivamente, la prohibición permite la existencia de un mercado de clandestinidad. Sucedió así con el alcohol, en los años 30, entre Estados Unidos y Canada. Sucede así con la war on drugs, en los últimos 40 años: los cárteles deben su existencia y su potencia a estas políticas; sucede lo mismo con las mafias, como bien saben Europa y Estados Unidos desde hace varios años. El acuerdo entre la UE y Turquía no sólo es discutible desde un punto de vista jurídico, sino que es ineficaz desde un punto de vista estratégico. Las autoridades norteamericanas sólo han vencido a las mafias cuando se han decidido a legalizar, legislar y a gravar el alcohol.

P: ¿Qué medidas defiende para responder al éxodo masivo que conoce Europa?

R: Europa debería organizar programas de reasentamiento de refugiados directamente desde los países de tránsito. Lo hizo con los indochinos, con los kosovares y ahora debe hacerlo con los sirios. En lugar de saturar con los procedimientos de demanda de asilo a los países de destino, sería más eficaz reconocer el estatus de refugiado con la ayuda de Acnur en los países de primera acogida como Líbano, Turquía y Egipto. En estos países, los candidatos se presentarían en la oficina alemana, sueca, neerlandesa, francesa, española, etc. Y esperarían turno. Las peticiones se estudiarían ahí mismo; se podrían efectuar investigaciones de seguridad; las personas estudiarían la lengua para preparar su traslado a Europa.

Las salidas tendrían que ser escalonadas y realizarse a un ritmo de varios miles por semana. Todo esto se haría de forma organizada. Las familias serían recibidas en los aeropuertos antes de ser conducidas en autobús, acompañadas por ONG, a los centros de alojamiento donde les esperaría una plaza. Esto permitiría evitar el caos en las playas y en la ruta de los Balcanes. Al organizarse de este modo, los dirigentes europeos estarían demostrando a la opinión pública que es posible abordarlo correctamente, conforme a los derechos humanos y al interés de todos. Los discursos populistas y nacionalistas, que se nutren de la desorganización que han enseñado los medios de comunicación, quedarían refutados.

Cuando los Veintiocho acudieron a mí, el otoño pasado, propuse que 500.000 personas de Oriente Medio se beneficiaran cada año de este sistema. Dado que la UE cuenta con 500 millones de habitantes, la cifra es completamente asumible. Si se lleva a cabo un reparto equitativo conforme a la distribución demográfica , Alemania “sólo” debería acoger a 80.000 refugiados, es decir, un número muy por debajo del millón de personas al que ha abierto las puertas en la práctica; Francia, a 60.000 y Suiza, a 7.000. Si se hiciera esto durante seis años, se resolvería una parte de la migración siria, pero sin lugar a dudas es necesario un programa permanente para los demás refugiados. Estas personas llegarían a los países de acogida con mucho ganado, en términos de integración, una vez resueltos los asuntos administrativas. La preocupación de estos migrantes sería entonces encontrar un puesto de trabajo.

P: El sistema de reparto mucho menos ambicioso que el que describe (implica a 160.000 personas en dos años), elaborado por Bruselas, ha fracasado. Ha quedado claro que, los dirigentes europeos no son capaces de llegar a un acuerdo al respecto. ¿Qué piensa del principio de “uno por uno” (un refugiado admitido a cambio de un migrante expulsado) que prevé el acuerdo con Turquía?

R: Pienso que este sistema no va a funcionar porque en unos meses, Grecia habrá vaciado sus centros de acogida y no quedará nadie a quien devolver. Los migrantes dejarán de pasar por ahí. Con ayuda de las mafias, que son sumamente móviles, evitarán los puntos de acogida y los controles. No quedará nadie a quien deportar y por tanto nadie a quien recibir... Australia tenía un proyecto de este tipo con Malasia, que preveía que Australia devolviese a 800 demandantes de asilo a Malasia, a cambio de recibir a 4.000 refugiados reconocidos como tal por Acnur en el interior de Malasia. Pero, a raíz de una sentencia, el acuerdo quedó en papel mojado.

P: El acuerdo considera a Turquía un “país seguro”, pero Amnistía Internacional acaba de publicar testimonios que hablan de la expulsión de cientos de sirios a diario de este país. ¿Qué sabe de las garantías que aporta este país en materia de derechos humanos?R:

No he hecho ninguna investigación reciente en Turquía que me permita confirmar o desmentir dichas palabras, pero la metodología de esta ONG es fiable. Estas revelaciones son más inquietantes por cuanto la UE no ha previsto la puesta en marcha de ningún mecanismo de seguimiento al acuerdo. No sorprende: bastaría con algunos casos que prueban que Turquía no respeta los derechos de los migrantes para que el conjunto del edificio jurídico se viniese abajo. Este país sabe acoger a los refugiados, de hecho es el que ha recibido a mayor número de refugiados, pero no puedo decir que todas las personas que buscan protección internacional estén protegidos en el país.

P: Desde el cierre de la ruta de los Balcanes, más de 50.000 personas han pemanecidos bloqueados en Grecia. ¿Hay que obligar a Macedonia a reabrir sus fronteras?R:

Ninguna instancia puede obligar a Macedonia, que es soberana en la materia, a reabrir sus fronteras. De cualquier modo, a corto plazo, ningún Estado europeo tiene interés en términos electorales en que se haga. Ningún Estado quiere revivir el escenario de miles de personas caminando por los Balcanes. Sin embargo, mucho me temo que se puede repetir, las mafias trabajan para encontrar nuevas vías. Europa puede tratar protegerse, pero no tiene una geografía fácil. Me preocupa un regreso por la ruta de Italia vía Libia. Ese país no es Turquía, no es posible alcanzar acuerdo alguno con él.

P: Tras registrarse un descenso en las migraciones, las llegadas por Italia han vuelto a aumentar estas últimas semanas...R:

Es una mala noticia porque se trata de una ruta especialmente letal. En ese sentido, la UE dispone de una flota militar llamada Eunavfor, dirigida a luchar contra el tráfico de migrantes en el Mediterráneo. Esta operación corre el riesgo de dirigir a los migrantes hacia Libia, algo que entra en contradicción con varias sentencias del TEDH, que prohíben las expulsiones. Parece como si los jefes del Estados europeos quisieran evitar que los derechos del hombre horadasen sus soberanía territorial. Quizás crean que estas decisiones judiciales les impiden actuar como ellos pretenden. Por lo tanto, están dispuestos a hallar los subterfugios para rodearlo. El acuerdo UE-Turquía es un ejemplo. La fuerza naval en las costas libias también. La generación de la Segunda Guerra Mundial nos ha dejado la infraestructura de derechos humanos como legado: es triste ver cómo la primera generación de políticos que ya no recuerda esta guerra cuestione las lecciones de este legado para hacer frente a una “crisis” cuya amplitud no tiene nada que ver con una guerra mundial.

P: Schengen estalla, el Reglamento de Dublín también. Éste último prevé que las demandas de asilo las tramite el primer país de entrada en la UE. Sin pensar en la crisis siria, ¿hay que reinventar nuevas reglas de asilo y de inmigración?

R: Pese a que el Reglamento de Dublín se ha dejado de aplicar, parece que los Veintiocho no están dispuestos a renunciar a él. Lo lamento. Para evitar que las personas pongan en riesgo sus vidas en el mar, pagando fortunas a las mafias, hay que abrir vía legales de entrada en la UE. El sistema de reasentamientos que defiendo para gestionar la situación actual tiene una aplicación más amplia: puede resultar no sólo para los demandantes de asilo, sino también a los migrantes “económicos”. Vivimos en una zona de gran movilidad, debemos adaptarnos para sacar el máximo partido en lugar de replegarnos sobre nosotros mismos.

P: La UE ha acogido ya a más de un millón de personas en 2015. ¿Tiene medios para acoger más en 2016?

R: Los migrantes dejan sus casas para huir de la guerra o de la pobreza, pero también porque saben que pueden encontrar trabajo en Europa. Es algo conocido que los dirigentes políticos parecen ignorar: por razones demográficos, la UE necesita mano de obra. Numerosos sectores que no se pueden deslocalizar, como la construcción, la agricultura, la restauración o los servicios de atención a las personas, no encuentran mano de obra para puestos con sueldos bajos o medios. Si las migraciones estuviesen mejor organizadas y si los Estados miembros aceptasen

un reparto equitativo, las llegadas serían fáciles de gestionar. Hace 35 años, Jean-Marie Le Pen dijo que “dos millones de migrantes suponen dos millones de parados”. Esta ecuación aunque es falsa económicamente, muchos franceses siguen dándole crédito porque los políticos centristas de derecha como de izquierda no tienen ningún interés en sacarles del error. Es una debilidad estructural de nuestras democracias representativas: los migrantes dado que no votan, no tienen los medios necesarios para hacerse oír. Y se les considera un problema del que deshacerse.

P: Incluso Alemania, país que abrió primero sus puertas, se vio obligada a cerrarlas inmediatamente. ¿Cómo analiza el giro radical de Angela Merkel?R:

Como los suecos, los alemanes, en un primer momento, optaron por acoger a los migrantes por una razón de principios pero también por cuestiones económicas y demográficas. El problema con el que se ha encontrado Angela Merkel es que no ha recibido el apoyo político que esperaba del resto de Estados miembros. Esperaba que al menos algunos de ellos siguiera sus pasos. Pero Alemania y Suecia se han encontrado solas. La canciller aún no ha ganado la apuesta de movilizar a los dirigentes europeos. Se encuentra en una situación política difícil, ya que quiere mantener su posición de apertura, con la elaboración de un mecanismo susceptible de obtener el consentimiento de sus homólogos europeos.

P:¿Cómo explica que Francia se retirara de la gestión de la crisis y qué opinión le parece las políticas puestas en marcha en Calais?

R: Sobre esta cuestión, me pronuncio más como ciudadano que como relator especial, habida cuenta de que no trabajo en este país. Los flujos migratorios evitan Francia o la atraviesan porque este país tiene mala reputación para los migrantes. Los debates recurrentes sobre el islam, la laicidad o la identidad, entre otros, contribuyen a empañar su imagen. Este país se ve como cerrado sobre sí mismo. Mientras Europa debe hacer frente a un éxodo sin precedentes, las autoridades francesas no quieren atraer a los refugiados. No parece importarles ver el flujo de migrantes dirigirse hacia Alemania y Europa del Norte. De este modo, París pierde la ocasión de participar en un liderazgo europeo. La situación de Calais no es nueva. Al erigir barreras, se crea un foco continuo de problemas. Calais es uno; Idomeni, en Grecia, otro. El Estado destruye el campamento llamado la jungla, pero la gente vuelve. El rechazo de los dirigentes, a un lado y otro de la Mancha, a la hora de aprobar condiciones para la movilidad, es trágica.

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Traducción: Mariola Moreno

Leer el texto en francés:

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