"Bienvenidos al infierno": Las cárceles en Israel son “centros de tortura”, según una ONG israelí

"Cuando bajamos del autobús, un soldado nos dijo: 'Bienvenidos al infierno'". Con este testimonio de un ex prisionero palestino, Fouad Hassan, de la Cisjordania ocupada, la ONG israelí B'Tselem abre su contundente informe sobre las cárceles de Israel, a las que no se ha permitido el acceso a ningún observador exterior, ni siquiera al Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR), que tiene prohibido el acceso a todas las prisiones israelíes desde el 7 de octubre de 2023.
Esas prisiones se han convertido en auténticos "centros de tortura", denuncia la principal organización israelí, que lleva décadas en el punto de mira de las autoridades por su incansable defensa de los derechos humanos. "Bienvenidos al infierno" se titula incluso el documento, que describe y denuncia, en un centenar de páginas, "una política institucional y sistémica centrada en la tortura y el maltrato continuo de todos los prisioneros palestinos en poder de Israel".
El informe confirma las numerosas alertas lanzadas por ex prisioneros, denunciantes, ONG y periodistas, entre ellos Mediapart (aquí y aquí), sobre la suerte de los palestinos detenidos desde el 7 de octubre de 2023 en cárceles israelíes, bajo custodia de la administración penitenciaria o del ejército.
La ONG ha recogido los testimonios de 55 palestinos ahora liberados, tras haber estado encarcelados en más de una docena de prisiones y centros de detención israelíes (unos treinta son de Cisjordania y Jerusalén Este; unos veinte de la Franja de Gaza y el resto ciudadanos israelíes).
La gran mayoría fueron encarcelados sin cargos ni juicio, gracias a dos regímenes de detención arbitrarios: el de "combatientes ilegales" para los palestinos de Gaza, y el de detención administrativa para los de Cisjordania y Jerusalén Este.
Violencia sexual, física y psicológica, humillaciones, castigos arbitrarios, privación deliberada de agua, comida, sueño y atención médica, condiciones de higiene penosas, prohibición de contacto con la familia o los abogados, confiscación de todos los bienes... La lista de abusos y torturas es mareante.
"Los testimonios de los prisioneros exponen los resultados de un proceso precipitado durante el cual más de una docena de prisiones israelíes, tanto militares como civiles, han sido transformadas en una red de centros dedicados al maltrato de los detenidos", escribe la ONG. "Estos espacios, en los que se condena intencionadamente a cada detenido a dolores y sufrimientos severos e implacables, funcionan de hecho como centros de tortura".
Desde el 7 de octubre, las condiciones de detención han empeorado como nunca en las cárceles israelíes, según los relatos de ex detenidos, donde el hacinamiento es extremo. Han muerto al menos sesenta detenidos, cuarenta y ocho de los cuales procedían de la Franja de Gaza.
Deshumanización continua
Antes de la guerra, el número de palestinos encarcelados por Israel y clasificados como "presos de seguridad" era de 5.192, incluidos unos 1.319 en régimen de detención administrativa. A principios de julio, la cifra ha aumentado a 9.623, incluidos 4.781 detenidos sin juicio, sin cargos y sin acceso a la defensa.
Entre los presos, hombres y mujeres, hay médicos, profesores, abogados, estudiantes, niños y dirigentes políticos. "Algunos han sido encarcelados simplemente por expresar su simpatía por el sufrimiento de los palestinos", explica la ONG. "Otros fueron detenidos durante operaciones militares en la Franja de Gaza, simplemente porque entraban en la vaga definición de 'hombres en edad de combatir'. Otros han sido encarcelados porque se sospechaba, con razón o sin ella, que eran agentes o simpatizantes de organizaciones palestinas armadas".
Para B'Tselem, que recuerda que las cárceles han sido durante décadas una herramienta de opresión y dominación de la población palestina, la realidad descrita en los testimonios de los presos sólo puede explicarse "como resultado de la continua deshumanización del colectivo palestino en la percepción pública israelí".
Las recientes manifestaciones en apoyo de nueve soldados israelíes sospechosos de violar a una detenida palestina en el campo militar de Sde Teiman, el Guantánamo israelí, es uno de los ejemplos más flagrantes de ello. La semana pasada dos centros de detención fueron asaltados por manifestantes que exigían la liberación de los soldados detenidos el 29 de julio. Entre ellos se encontraba el diputado ultranacionalista Zvi Sukkot.
Otros manifestantes, entre ellos el diputado Limor Son Har-Melech, del partido de extrema derecha Otzma Yehudit, irrumpieron en el domicilio de la abogada general de las fuerzas armadas, la general de división Yifat Tomer-Yerushalmi, en la localidad de Ramat Hasharon. La llamaron "traidora" y "criminal". Para ellos, el apoyo a los militares debe ser inquebrantable. "Si el detenido pertenece a las Nukhba (unidades de élite de Hamás, ndr), todo es legítimo. Todo", declaró Hanoch Milwidsky, diputado del partido Likud, el de Benjamin Netanyahu, en una audiencia parlamentaria.
Cabe recordar el papel de Itamar Ben Gvir, figura supremacista judía del gobierno de Netanyahu y ministro de Seguridad Nacional, responsable del sistema penitenciario, que dio la consigna tras los atentados de Hamás: endurecer al máximo las condiciones de vida de los palestinos entre rejas.
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En su informe, la ONG B'Tselem lamenta que "los guardianes de la ley", como el Tribunal Superior de Justicia y la Fiscalía General, "que se supone deben defender el Estado de derecho y proteger los derechos humanos, se plieguen al programa de Ben Gvir, permitiendo que el abuso y la deshumanización se conviertan en la lógica rectora del sistema penitenciario".
Traducción de Miguel López