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CONGO HOLD-UP (EL EXPOLIO DEL CONGO)

Congo Futur, la empresa que conecta a Hezbolá y al clan del expresidente Kabila

Un cartel electoral del expresidente congoleño Joseph Kabila, quemado parcialmente, en una imagen de 2019.

De Standaard | EIC

Julio de 2020, Kassim Tajideen (66 años) vuelve a casa, a Hanaway. El empresario belga-libanés, que pasó tres años en una prisión estadounidense, es recibido como un héroe en el sur del Líbano. Saludando a través del techo solar de su Mercedes SUV, recorre las calles. Scooters y coches, que le acompañan como en una procesión, hacen sonar el claxon. En un vídeo se ve cómo le lanzan arroz a las puertas de su imponente villa. El camino de entrada es rojo por la sangre de las ovejas recién sacrificadas. En la pequeña localidad de Hanaway, los lugareños lo conocen como magnate y filántropo. Un hombre hecho a sí mismo que salió de la pobreza y construyó un exitoso imperio empresarial en Europa y África –Tajideen dio empleo a cientos de sus compatriotas y pagaba sus gastos de hospitalización–, pero en el resto del mundo su reputación es más turbia.

 En Bélgica fue condenado en 2009 por un fraude millonario a raíz de la investigación sobre la Liga Árabe-Europea de Dyab Abou Jahjah. El tribunal belga no pudo probar que hiciese llegar esos millones blanqueados a Hezbolá, el grupo armado chií y partido político del Líbano, y Tajideen lo negó. Sin embargo, ese mismo año, EEUU lo incluyó en una lista de sancionados como financiador del terrorismo, un mazazo para un empresario que tiene que comprar y vender en dólares en todo el mundo.

Los documentos filtrados en Congo hold-up (El expolio del Congo), la investigación llevada a cabo por el diario belga De Standaard y sus socios de la red de investigación EIC, muestran con detalle cómo Kassim Tajideen y sus socios comerciales burlaron las sanciones y desviaron 88 millones de dólares (77,8 millones de euros) a través de una filial del banco BGFI, que también usó el clan del expresidente congoleño Joseph Kabila para saquear las arcas del Estado. El misterioso belga pasó bajo los radares del gobierno más poderoso del mundo. Siguió comerciando con su red congoleña, que talaba la preciada selva tropical, transfería dinero a los de Kabila y también se embolsaba fondos europeos para el desarrollo.

El taxista que se convierte en empresario

Kassim Tajideen creció en una casa de una sola habitación, sin baño, aseo ni electricidad. Compartía el espacio con una vaca, sus padres y 15 hermanos y hermanas. Dos de ellos murieron al nacer y un tercero, a los seis años. De adolescente, Tajideen se fue a Beirut, donde el tío de un amigo le ayudó a encontrar un lugar para dormir en el hueco de una escalera. En la capital libanesa, el joven Tajideen trabajó de taxista –sin licencia ni permiso de conducir– hasta que vendió su coche de época y utilizó el dinero para comprar un billete a Sierra Leona.

En África Occidental, Kassim construyó rápidamente un pequeño imperio a los 20 años. Invitó a sus hermanos, se convirtió en un triunfador entre la importante diáspora libia y expandió su negocio a Bélgica y el Congo. En 1989, él y su familia se instalaron en Amberes, que es un centro de exportación a África occidental y central. Sus hermanos y socios comerciales permanecieron en África, desde donde siguieron controlando el negocio.

Tiendas congoleñas

“¿Una tienda de Congo Futur, aquí? No, para eso hay que ir a Kimpese. Aquí no tenemos nada”. Un grupo de hombres enjutos están sentados en un bar, junto a una sucia carretera vacía en la provincia de Congo Central. Puede verse un cartel publicitario oxidado junto al bar que frecuentan. Debe de ser uno de los últimos del país en los que aún se publicita Congo Futur. “Ojalá hubiera un Congo Futur aquí”, dice uno de los hombres, “así podríamos comprar comida”.

Congo Futur es una de las enseñas más famosas del país. Sus tiendas, obras de construcción y almacenes estaban por todas partes. En sus colmados, como el de Kimpese, se vendían embutidos, harina de trigo y otros productos importados. Ahmed Tajideen, hermano de Kassim, dirigía la empresa en Kinsasa como “filial” de la compañía de importación y exportación de Kassim en Amberes, Soafrimex. Así lo aseguró a los diplomáticos estadounidenses en diciembre de 2000, según un telegrama diplomático que De Standaard encontró en la base de datos de Wikileaks.

Congo Futur generó controversia desde el principio. Los competidores se quejaron a la embajada estadounidense de que la empresa se había convertido en el mayor distribuidor de alimentos del Congo en tres años vendiendo a pérdidas. “Se pregunta [la competencia] si Congo Futur está comprando diamantes o haciendo contrabando con francos congoleños en las zonas rebeldes, donde el franco vale casi el doble que en Kinsasa”. Ahmed respondió a los diplomáticos estadounidenses en 2000 que Congo Futur sólo destacaba por sus grandes volúmenes comerciales y su “eficiencia”.

Abou Jahjah

A finales de los años 90, su hermano Kassim, que entretanto había conseguido la nacionalidad belga, comenzó a defraudar con Soafrimex. Desde su oficina de Seefhoek, en Amberes, puso en marcha un sistema de evasión de impuestos, blanqueo de dinero y falsificación de facturas a gran escala con la ayuda de Ahmed, que manejaba los hilos de Congo Futur. Por una estúpida coincidencia, la Justicia belga los descubrió. A raíz de que, en noviembre de 2002, un hombre blanco de Amberes disparara a su vecino, un profesor de islam marroquí de 27 años, Bélgica se rindió a los encantos de la Liga Árabe-Europea (AEL) dirigida por Dyab Abou Jahjah. Fue por su hermano Ziad, que trabajaba en Soafrimex, como los Tajideen terminaron por aparecer en los radares de la Seguridad del Estado.

El sábado 30 de noviembre de 2002 por la noche, apenas cuatro días después del tiroteo, la esposa de Kassim, Huda Saad, recibió una llamada telefónica de su hijo poco después de las ocho de la tarde: la Policía estaba en la puerta de su piso en Berchem. La agencia de inteligencia nacional Staatsveiligheid sospechaba que Soafrimex apoyaba a la Liga Árabe Europea de Abou Jahjahs, comerciaba con diamantes de sangre y financiaba a Hezbolá.

Ese “partido de Dios” adquirió notoriedad tras un sangriento ataque en 1983 perpetrado en un cuartel de Beirut contra tropas estadounidenses y francesas. El movimiento se fue abriendo poco a poco a la democracia, pero recientemente se ha puesto del lado del dictador Bashar al-Assad en la guerra civil siria. Para el grupo chií, la diáspora libanesa en África es una importante fuente de financiación. A veces los libaneses extranjeros apoyan a la organización por convicción; otras veces son extorsionados. En 2004, por ejemplo, diplomáticos estadounidenses acusaron a Hezbolá de desviar sistemáticamente los beneficios del comercio de diamantes en África Occidental.

Los tribunales belgas no pudieron corroborar las sospechas más llamativas que pesaban contra Tajideen, pero la investigación sobre los flujos financieros de Soafrimex sí arrojó algo de luz: 50 millones de euros en fraude contable. En diciembre de 2009, el Tribunal de Apelación de Amberes condenó a Kassim Tajideen, a su esposa Huda y a su hermano Ahmed a penas de prisión de hasta dos años con suspensión de la pena. El tribunal también les requisó más de 19 millones de euros de ingresos ilegales.

Ziad Abou Jahjah “no estaba involucrado” en las actividades de Tajideen, afirma. “Fui absuelto de todos los cargos”. Dyab Abou Jahjah no parece haber estado involucrado en modo alguno. “Todo fue una difamación en mi contra”, responde ahora. “Los medios de comunicación y los políticos participaron con entusiasmo en ella”.

Reductos y encubrimientos

El Departamento del Tesoro de Estados Unidos dictaminó en 2009 que Kassim Tajideen y sus hermanos dirigían “empresas pantalla para Hezbolá en África” y proporcionaban al grupo en Líbano “decenas de millones de dólares”. Y acabó incluido en la lista de sanciones estadounidenses como terrorista global especialmente designado (SDGT). Tras los atentados de Al Qaeda del 11 de septiembre de 2001, este tipo de sanciones económicas se convirtió en una de las armas estadounidenses menos llamativas pero más poderosas en la guerra contra el terrorismo. En un correo electrónico enviado a De Standaard, Robert Clifton Burns, del bufete de abogados internacional Crowell & Moring, explica que los sancionados ya no pueden utilizar dólares, la divisa estadounidense que domina el comercio mundial. “Violar las sanciones conlleva multas elevadas”, precisa Burns. “Unos 300.000 dólares por violación”.

El hecho de que Washington persiga con ahínco a los bancos de todo el mundo que ignoren las sanciones disuade a las instituciones financieras. Y, de este modo, a Kassim Tajideen se le negó el crédito. El jefe de un entramado empresarial que facturaba miles de millones no tuvo durante 10 años “ni tarjeta de crédito ni cuenta bancaria”, explicó más tarde. Las sanciones sacudieron su imperio y se cobraron “un enorme peaje en los negocios de la familia”, según Tajideen.

El grado de vinculación con Hezbolá seguirá siendo un misterio. Al fin y al cabo, los estadounidenses no aportaron pruebas detalladas de sus acusaciones. Incluso ahora, años después, el Tesoro no puede comentar cuestiones específicas sobre el caso contra Tajideen, pero eso no le impidió tomar medidas contra toda la familia.

En 2010, el Tesoro de EEUU puso en marcha una red de búsqueda de los hermanos de Kassim y sus empresas. Ahmed quedó al margen, pero su empresa Congo Futur acabó incluida en la lista de sanciones como empresa pantalla de Hezbolá. Al igual que su hermano Ali, un empresario inmobiliario y, según los estadounidenses, un “comandante de Hezbolá” que aseguró “bastiones estratégicos” para el grupo.

En 2007, un reportero del Christian Science Monitor descubrió que Ali utilizaba dinero en efectivo para comprar casas a drusos y cristianos empobrecidos en pueblos del sur de Líbano cercanos a las bases de Hezbolá. En sus tierras, construyó casas, donde según los lugareños llegaron a vivir casi exclusivamente chiíes. Este cambio creó nuevos corredores chiíes donde los combatientes de Hezbolá, que se habían retirado más al norte después de la guerra de 2006 con Israel, podían actuar lejos de las miradas indiscretas. En 2016, Ali Tajideen negó haber comprado tierras al servicio de Hezbolá. “Adoro a Hezbolá”, dijo en una entrevista con The Wall Street Journal. “Todo el mundo adora a Hezbolá, pero yo no tengo ningún vínculo con ellos”.

Los negocios inmobiliarios “en nombre de Hezbolá”, según los estadounidenses, Ali los realizó a través de Tajco, una empresa que hace referencia al nombre de Tajideen. Kassim era uno de los accionistas iniciales. Hassan Tajideen, hijo de Alí y actual director general de Tajco, dice ahora a De Standaard que su empresa –que supuestamente está en liquidación– no tuvo nada que ver con las compras de su padre.

Kassim Tajideen ha mantenido durante años que hizo todo lo posible para distanciarse de Ali, Tajco y Hezbolá. Los principales abogados estadounidenses que contrató declararon que su cliente “renunció” a su participación del 20% en Tajco en agosto de 2010, un año después de que se viera afectado por las sanciones. Además, afirmaron que sólo era un “accionista nominal”, sin ningún papel activo en la empresa. En 2012, Kassim también se comprometió a cesar sus relaciones comerciales con Congo Futur.

El barco de los pollos

José Conrado es el gerente portugués de Meat Plus, una desconocida empresa cárnica holandesa que recibió más de 50 millones de dólares de Congo entre 2011 y 2013. En ese periodo, cuando Tajideen ya había sido sancionado por los estadounidenses, Conrado recibió ayuda en su despacho de uno de sus comerciantes de Beirut, según cuenta en una conversación con dos periodistas del periódico holandés NRC, socio de De Standaard en la investigación Congo hold-up (El expolio del Congo). “Confío en Kassim al cien por cien. He estado en su casa, en la boda de sus hijos”, dice Conrado. “Es muy religioso. Reza al menos cinco veces al día, incluso en la oficina”.

Colas de pavo congeladas, MDM (una pasta espesa de restos de pollo deshuesado): los pedidos se sucedían tan rápidamente que la empresa de Conrado llegó a representar el 15% de todas las importaciones de carne al Congo. Cada pocos meses, Conrado fletaba un “barco de pollos” desde Amberes hasta Luanda, en Angola, o Matadi, en el Congo. Los buques transportaban al menos 5.000 toneladas de pollo congelado y otras carnes en su bodega, suficiente para llenar 250 camiones. A veces, Conrado viajaba en avión con una maleta con 10.000 dólares hasta el puerto de destino: “La descarga tenía que hacerse rápidamente, así que les daba a los trabajadores cerveza y un billete de 50”.

El portugués hojea sus libros de pedidos. “Sólo estaba haciendo negocios con Congo Futur”. ¿Y qué pasa con las sanciones? “Me lo dijo Kassim: José, me acusan de colaborar con Hezbolá, ¡pero todo el mundo en el Líbano colabora con Hezbolá! Hezbolá también construye escuelas y hospitales. Para ellos, eso es el Ejército de Salvación”.

El acto de desaparición de Congo Futur

En la metrópolis de Kinsasa apenas hay edificio altos. En la Torre Futur, en el céntrico Bulevar 30 de junio, los Toyota se detienen para aparcar. El sancionado Congo Futur, que da nombre a la torre, no aparece por ninguna parte. Pero en el interior del enorme edificio, según revela Congo hold-Up (El expolio del Congo), un pequeño grupo de personas se empeñó en ponerle un sucesor tras las sanciones: Glory Group.

Sobre el papel, Glory Group y sus empresas afiliadas ya no tienen ningún vínculo con la empresa sancionada, por lo que pueden hacer negocios sin el sello de Hezbolá. Sin embargo, reanudaron varias actividades de la empresa de Ahmed Tajideen. En las oficinas de la tercera planta de la Torre Futur, De Standaard pudo constatar hace unas semanas un ir y venir de libaneses con trajes a medida y mujeres con pañuelos en la cabeza.

El Glory Grupo y sus empresas afiliadas figuran entre los clientes más importantes del banco congoleño BGFI. Se dedican a la importación-exportación, al sector inmobiliario y, según las ONG Greenpeace y Global Witness, a la tala ilegal en la selva congoleña. Actúan como un grupo cerrado y mueven internamente grandes sumas de dinero: a veces 400.000, a veces 500.000 dólares. Entre bambalinas, sus cuentas las gestiona conjuntamente un exaccionista de Congo Futur y un socio comercial de la esposa de Ahmed Tajideen. El hermano de Kassim, jefe de la sancionada Congo Futur, lee a menudo los correos de Glory Group y de sus empresas afiliadas.

Esos correos revelan cosas extrañas. Por ejemplo, los documentos bancarios muestran que 1.984.226 millones de dólares salieron de la cuenta de una empresa afiliada de Glory Group hacia un exportador de carne europeo. 11 días antes de que se registrara la transacción, un empleado del banco envió a la empresa afiliada un extracto de pago en el que se describía exactamente la misma transacción, aunque ejecutada por un ordenante distinto. No se encontraron ni la ejecución de la transacción anterior ni la existencia del otro ordenante. Un extracto de pago con un ordenante inexistente podría ayudar a camuflar la verdadera identidad del ordenante ante los bancos asociados internacionales que tienen que acoger una transacción. ¿Es eso lo que ha ocurrido? Ninguna de las partes implicadas respondió a las preguntas de esta investigación.

Dinero europeo para el desarrollo

Una de las empresas afiliadas más destacadas de Glory Group es la Société Congolaise de Construction Moderne (SCCM). A orillas del río Congo, la empresa está construyendo dos torres gemelas de 108 metros de altura, un hito en Kinsasa. En su página web, el gigante de la construcción lleva mucho tiempo presumiendo de “logros" anteriores, como la Torre Futur, sede de Congo Futur. Es notable, porque esa torre se construyó cuando no se hablaba de SCCM y cuando Congo Futur aún podía hacer lo que quisiera. Cuando SCCM necesita financiación, a Ahmed Tajideen le reclaman un aval, según los documentos de Congo hold-up (El expolio del Congo). Sin embargo, puestos al habla con él, un representante de la empresa insiste en que no tiene “ninguna relación” con Congo Futur y que no tiene conocimiento del aval.

También cabe destacar que buena parte de los contratos que gana SCCM se pagan con dinero europeo. Tanto la Comisión Europea como la SCCM confirman que la empresa ha recibido al menos 6,6 millones en fondos de desarrollo europeos, destinados a mejorar las deficientes infraestructuras congoleñas. Se trata de contratos para la renovación de astilleros, un centro nacional de formación para la judicatura y una academia de Policía.

Cabe preguntarse si la Comisión Europea estaba al corriente de que SCCM tiene vinculación con los sancionados Congo Futur y Ahmed Tajideen, condenados en Bélgica. “La Comisión desconocía estos supuestos vínculos”, responde un portavoz. Añade que ninguno de los fondos pagados son subvenciones directas: “Son contratos de obras y suministros, adjudicados tras un proceso de licitación”. En este sentido, se respetaron las normas, apunta, y añade que Congo Futur y Tajideen no están en las listas de sanciones europeas.

La conexión con Kabila

Tan interesante como las fuentes del dinero son los receptores. El 9 de marzo de 2016, uno de los empresarios del Glory Group envía un correo electrónico al director de operaciones del banco BGFI. “Buenos días, señor Moreau. Según lo acordado, le ruego que cargue en la cuenta en dólares de Glory Group –escribe– un importe de 1.000.000 de dólares a favor de la cuenta de Sud Oil”. Esa empresa, según revelaron De Standaard y sus socios la semana pasada, es una empresa carente de actividad de los Kabila que permitió desviar decenas de millones de dinero del gobierno congoleño.

Un mes antes, durante tres días consecutivos, se depositaron dos millones en la cuenta de Sud Oil, con la leyenda “depósito Glory” y –quizás por error tipográfico– “depósito Glody”. Los documentos bancarios indican que el primero de los tres depósitos –por valor de 705.000 euros– se cargo al Glory Group antes de ser transferido a la cuenta de Sud Oil. Esto demuestra que existe una conexión entre las empresas vinculadas a los Tajideen y el clan Kabila.

En 2017, el banco congoleño BGFI también entró en acción. Hace tiempo que se sabe que tiene clientes vinculados a empresas de la lista de sanciones de Estados Unidos, pero ahora también cierra una serie de cuentas, entre ellas las del Glory Group. Un informe de un año después, al que ha tenido acceso Congo hold-up (El expolio del Congo), reconoce que el banco ha seguido trabajando con empresas “vinculadas a Congo Futur” todo el tiempo. También habla del “fracaso de todo el sistema de control interno del BGFI Bank RDC”. Pero no se han encontrado pruebas de que Congo Futur fuera el propietario de estas empresas, ni tampoco de las transacciones con empresas controladas por Kassim.

Sin embargo, De Standaard los encontró. Entre 2013 y 2017, los clientes congoleños del banco BGFI enviaron más de 88 millones de dólares a Epsilon Trading en los Emiratos Árabes Unidos. Se trata de una empresa fantasma sin página web, situada en una zona de libre comercio cerca del aeropuerto del emirato de Sharjah, donde no se cobran impuestos sobre las mercancías comercializadas. Los pagos eran para una gran variedad de artículos: “Gallos y pollos para cocinar”, “tomates sin vinagre”, “motores diésel” y “sillas de aeropuerto”. En 2018 salió a la luz quién estaba detrás del anónimo Epsilon. Kassim Tajideen admitió ante el Departamento de Justicia de Estados Unidos que utilizó Epsilon Trading como tapadera para seguir operando a pesar de las sanciones que pesaban sobre él. Mientras tanto, seguía embolsándose dinero de los sucesores de Congo Futur.

Proyecto Cassandra

Meses antes, el 12 de marzo de 2017, Tajideen había sido detenido en Marruecos. Esa detención y su posterior extradición a Estados Unidos ese mismo mes fueron el resultado del Proyecto Casandra, una operación dirigida por el Departamento Antidroga Estadounidense (DEA). La DEA ya estaba investigando las redes de Hezbolá implicadas en el tráfico de cocaína hacia Estados Unidos y Europa, pero los estadounidenses también querían acabar con la “red de apoyo criminal” más amplia del movimiento libanés.

La detención de Kassim causó un gran revuelo en Kinsasa. Durante su juicio, el agente de la DEA Patrick Picciano declaró que una fuente confidencial suya tenía información “sobre una recompensa de 20 millones”, ofrecida por personas de la comunidad libanesa en Kinsasa, “para quien pudiera sacar a Tajideen de una prisión marroquí”.

También en el Líbano, la acción estadounidense parece haber reforzado el apoyo a Kassim Tajideen entre sus partidarios. “Puede que haya empleado a 500 personas en África, del pueblo y de todo el sur”, señalaba un hombre en un reportaje de 2017 de la cadena de televisión libanesa Al Jadeed. El reportero calificó a Tajideen como “la última víctima del despotismo estadounidense” y también aparecía una mujer que explicó que su marido “no trabaja y él [Kassim] pagó su operación de corazón, lo pagó todo, todas las medicinas”. Preguntados sobre si los Tajideen tenían vínculos con Hezbolá, uno de los habitantes del pueblo replicó: “En absoluto. Trabajan en África y todo esto ocurre porque son competidores de los judíos en el comercio de diamantes”.

Cinco años, 50 millones

Tras su detención, Kassim Tajideen comenzó un exilio solitario en la cárcel de Estados Unidos que, según sus abogados, fue “devastador”. En El Líbano o Bélgica habría tenido “un flujo constante de amigos y familiares como visitantes”, allí estaba solo. Tras largas negociaciones, Tajideen llegó a un acuerdo con los estadounidenses a finales de 2018: se declaró culpable de blanqueo de dinero, pero con la condición de revisar la acusación. Se eliminaron todas las referencias a Hezbolá y al terrorismo. Tajideen fue condenado a cinco años de prisión y al pago de 50 millones de dólares. El fiscal adjunto Brian Benczkowski reaccionó: “El acusado violó a sabiendas las sanciones y puso en peligro la seguridad de nuestra nación”. Benczkowski calificó la condena de “ ejemplo de los esfuerzos continuos del Departamento de Justicia a la hora de desbaratar y desmantelar a Hezbolá y sus redes de apoyo”.

Intercambio de prisioneros

Cuando la pandemia del coronavirus estalla en marzo de 2020, los abogados de Tajideen insisten en liberarlo por razones médicas: su frágil estado de salud lo convierte en un paciente de alto riesgo. El juez está de acuerdo. En julio de 2020, se le permite regresar a su casa en el Líbano, donde le espera la procesión de bocinazos. Poco después de su liberación, altos funcionarios en Oriente Próximo, en declaraciones a la agencia de noticias Reuters, declaran que Tajideen no fue liberado por su estado de salud, sino por los “acuerdos indirectos” entre Irán y Estados Unidos sobre el intercambio de prisioneros.

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En Bélgica no salen de su asombro. “Lo detienen en Marruecos, lo extraditan a EEUU, lo condenan y lo vuelven a soltar”, dice un agente de la inteligencia militar belga sobre la maniobra estadounidense, en declaraciones al sitio web de noticias estadounidense Business Insider. “Los iraníes y Hezbolá no tienen a nadie de Estados Unidos que tenga un valor comparable al de Tajideen, así que ¿cómo puede tratarse de un intercambio?”.

Tanto Tajideen como el Departamento de Estado estadounidense niegan que se trate de un intercambio. En la actualidad, el belga-libanés sigue figurando en la lista de sancionados de Estados Unidos. Según su abogado, Tajideen afirma que “los cargos finales en su contra en el procedimiento estadounidense no estaban relacionados con su implicación en el terrorismo, ni se pudo demostrar nunca”. Según él, las sanciones eran injustificadas desde el principio. “Nunca financié ni di ningún otro tipo de apoyo a ninguna organización terrorista ni a Hezbolá”.

Traducción: Mariola Moreno

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