Congo Hold-up

El clan del expresidente Kabila utilizó un banco para saquear las arcas del Estado en uno de los países más pobres del mundo

Un cartel electoral del expresidente congoleño Joseph Kabila, quemado parcialmente, en una imagen de 2019.

Yann Philippin / Karine Pfenniger / Sébastien Bourdon (Mediapart)

Joseph Kabila gobernó la República Democrática del Congo (RDC) con mano de hierro durante 18 años. Propulsado a la presidencia en 2001, tras el asesinato de su padre Laurent-Désiré, el entonces joven de 29 años se convirtió rápidamente en un autócrata, con tres mandatos marcados por la represión, la ejecución y la tortura de cientos de opositores, y el amaño de elecciones. Hizo falta una intensa presión por parte de la oposición y de la comunidad internacional para que Joseph Kabila finalmente aceptara dimitir tras las elecciones de diciembre de 2018, dos años después de finalizado su mandato.

Retirado en una granja privada de Kingakati, a 50 kilómetros de la capital, Kinsasa, donde ha mandado construir un enorme zoológico, el expresidente ha dejado a su sucesor (Félix Tshisekedi) un país en el que se sigue derramando sangre por los conflictos armados y al que no logró sacar de la pobreza. A pesar de sus inmensos recursos minerales, la RDC o Congo-Kinsasa, un país continente de 80 millones de habitantes, es el sexto país más pobre del mundo y ocupa la 175 posición, de un total de 189, en el índice de desarrollo humano de la ONU. La mitad de la población no tiene acceso al agua potable y el 90% carece de electricidad.

Mientras más del 70% de los congoleños sobreviven con menos de dos dólares al día, Joseph Kabila y familia han acumulado una fortuna colosal. Según una investigación publicada por Bloomberg en 2018, el clan presidencial posee 120 licencias mineras y más de 70 empresas, todo ello por valor de cientos de millones de dólares.

Gran parte de este dinero procede de la corrupción y de la malversación masiva de fondos públicos. Esto es lo que Mediapart y sus socios del proyecto Congo Hold-up (El expolio del Congo) revelan a partir de hoy, gracias a la mayor filtración de datos de África.

Mediapart (socio editorial de infoLibre) y la ONG Plataforma para la Protección de los Denunciantes en África (PPLAAF, por sus siglas en francés) han tenido acceso a más de 3,5 millones de documentos del banco BGFI, datos que han sido analizados durante nueve meses por 13 medios de comunicación internacionales coordinados por la red European Investigative Collaborations (EIC), así como por cinco ONG (véase la caja negra).

Los documentos de Congo Hold-up (El expolio del Congo) muestran que la familia Kabila y sus socios, con la complicidad del BGFI, malversaron al menos 138 millones de dólares (121,3 millones de euros) de las arcas del Estado entre 2013 y 2018. Esto equivale a 250.000 años de salario medio en la RDC.

A esa cifra hay que añadirle 33 millones de dólares depositados en efectivo y 72 millones de dólares de origen desconocido que transitaron de la cuenta del BGFI al Banco Central del Congo. Es decir, 244 millones en fondos públicos, y de origen dudoso, que fueron a parar al círculo cercano de Joseph Kabila, a través de cuentas del BGFI.

¿Cómo se puede malversar tanto dinero? Basta con controlar una entidad bancaria. Normalmente, son los ladrones quienes asaltan bancos. En la RDC, fue un banco el que ayudó al clan Kabila a robar al Estado.

Este banco es el BGFI. El banco del presidente. O más bien de los presidentes.

El grupo BGFI, con sede en Gabón, está estrechamente vinculado a la familia de los presidentes Omar y Ali Bongo, que es accionista a través del holding Delta Synergie.

Cuando el BGFI abrió una filial en la RDC en 2010, se alió con el presidente Kabila. Su hermana Gloria Mteyu recibió el 40% del capital de forma gratuita. En 2012, Francis Selemani, hermano adoptivo del presidente, se convirtió en director general del BGFI RDC.

Un año después, Francis Selemani y Gloria Mteyu compraron una empresa sin actividad, con sede en un antiguo garaje de Kinsasa, Sud Oil.

La hermana de Joseph Kabila y, sobre todo, su hermano controlaban tanto el banco como la sociedad instrumental. Así pudieron saquear las arcas del Estado.

Operaciones acrobáticas, apuntes en cuenta falsos, facturas dudosas, transacciones antedatadas: el BGFI hizo gala de un increíble ingenio financiero para ayudar al clan Kabila a enriquecerse y, posteriormente, a la hora de encubrir el fraude cuando estallaron los primeros escándalos en 2016. En una entrevista concedida al proyecto Congo Hold-up (El expolio del Congo), el responsable de la Inspección General de Finanzas (IGF) de la RDC, Jules Alingete, califica al BGFI de “banco mafioso”.

Los documentos de Congo Hold-up (El expolio del Congo) muestran que sólo Sud Oil y sus empresas satélites cobraron más de 150 millones de dólares, incluidos 28 millones en efectivo y 92 millones de dólares de dinero público en sus cuentas en el BGFI.

El Banco Central del Congo

Para lograrlo, necesitaron la ayuda de otro banco, y no de uno cualquiera: del Banco Central del Congo (BCC). En abril de 2013, unos meses antes del inicio de la operación Sud Oil, Joseph Kabila nombró gobernador de la entidad pública al economista Deogratias Mutombo. Bajo su dirección, el BCC se convirtió en el principal proveedor de fondos de la familia presidencial.

Sud Oil también sirvió de vehículo en la corrupción del régimen, recibió más de 10 millones de dólares en sobornos de empresas extranjeras, como se revelará en próximas entregas de esta investigación.

Su principal actividad parecía ser la malversación de fondos públicos. Sud Oil cobró una especie de tasa Kabila a varias instituciones y empresas públicas congoleñas, como el Banco Central (50 millones de dólares), la empresa minera nacional Gecamines (20 millones), el Fondo Nacional de Mantenimiento de Carreteras, la Empresa Nacional de Transportes y Puertos, la Asamblea Nacional y la Comisión Electoral Nacional Independiente. Sud Oil llegó a malversar el pago de las fuerzas de paz congoleñas en una misión de la ONU en la República Centroafricana.

El clan Kabila parecía tomar al Estado por un cajero automático. La mayor parte del dinero se retiró en efectivo, por valor de 80 millones de dólares. Y eso que la ley congoleña prohíbe cualquier retirada de efectivo por un importe superior a 10.000 dólares.

Los documentos de Congo Hold-up (El expolio del Congo) muestran que Francis Selemani, hermano de Joseph Kabila y responsable del BGFI, recibió personalmente más de 10 millones de dólares de Sud Oil, que se utilizaron para comprar bienes inmuebles en Sudáfrica y Estados Unidos.

Los fondos malversados también parecen haber beneficiado a los empresarios Alain Wan y Marc Piedboeuf, hombres muy próximos a Joseph Kabila y que controlan un imperio económico en la RDC. Fueron, en particular, accionistas y luego gestores de Grands Elevages du Bas Congo, la enorme finca agrícola del presidente Kabila.

El 25 de mayo de 2016, Marc Piedboeuf retiró 640.000 dólares en efectivo de la cuenta de Sud Oil en el BGFI gracias a un cheque emitido a su nombre por la empresa. El 26 de junio de 2016, André Wan, hijo de Alain, retiró 1,1 millones de dólares en efectivo de la misma manera.

Alain Wan y Marc Piedboeuf se han negado a responder a las preguntas de los medios que investigan Congo Hold-up (El expolio del Congo) y, por medio de su abogado, se han limitado a señalar que éstas contienen información “mayoritariamente falsa” y motivada por una “clara intención de hacer daño”. El 3 de noviembre, antes de la publicación de este artículo, presentaron una denuncia por “calumnias” contra Mediapart y su socio belga De Standaard ante un fiscal de Kinsasa, solicitando la “aceleración de una comisión rogatoria ante los tribunales belgas y franceses, dada la existencia de un peligro inminente” (léase la caja negra).

Al término de esta investigación, sus autores se toparon con un muro de silencio. Joseph Kabila, Francis Selemani, Gloria Mteyu, el BGFI, el Banco Central del Congo y su exgobernador Deogratias Mutombo no respondieron a las preguntas que se le enviaron, como tampoco lo hicieron la mayoría de los protagonistas de esta investigación.

Una empresa fantasma llamada Sud Oil

La saga de Sud Oil comenzó en 2011, cuando la creó Pascal Kinduelo, un hombre de negocios influente, muy cercano a Joseph Kabila, que preside el consejo de administración del BGFI RDC. Esta empresa de distribución de petróleo, con cuenta en el BGFI, había quedado inactiva en 2012, tras vender sus estaciones de servicio.

Pero en el verano de 2013, Kinduelo transfirió el 80% del capital de Sud Oil a la mujer de Francis Selemani, hermano de Joseph Kabila y director general de BGFI RDC, y el 20% de las acciones a Gloria Mteyu, hermana del presidente de la República y accionista del 40% del banco. La connivencia con el BGFI es total. También lo es el conflicto de intereses.

Los documentos del Congo Hold-up (El expolio del Congo) demuestran que era Selemani quien tenía el control efectivo de Sud Oil, a través de su fiel y discreto colaborador tanzano David Ezekiel, promovido hasta la gerencia de la empresa. Solo él retiró casi 53 millones de dólares en efectivo de las cuentas de la empresa entre 2013 y 2018.

Los documentos de la filtración prueban que David Ezekiel también retiró, en paralelo, 250.000 dólares de otra empresa propiedad del presidente Joseph Kabila. Puestos en contacto con David Ezekiel no ha respondido a las llamadas de los medios que han investigado en Congo Hold-up (El expolio del Congo).

El BGFI desempeñó un papel central en el saqueo de la familia Kabila en el saqueo de las arcas públicas del Congo.

En otoño de 2013, Sud Oil puso en marcha su primera operación, la compra del antiguo edificio de ATC, un concesionario de automóviles perteneciente a Philippe de Moerloose, un rico empresario belga próximo a Joseph Kabila, que se lo había comprado dos años antes a su propio grupo. El inmueble está situado en el número 43 de la avenida Tombalbaye, en Gombe, el barrio más exclusivo de Kinsasa.

Varios correos electrónicos prueban que Francis Selemani parece estar negociando la venta con Philippe de Moerloose en nombre de Sud Oil, aunque oficialmente no tenga ninguna función en la empresa. “Querido Francisco, espero que estés bien. Ten la certeza de que cerraremos este trato y de que no tengo ningún problema, porque confío en ti. Esto es lo más importante”, le escribió el empresario belga el 14 de octubre de 2013.

De Moerloose reclama 12 millones de dólares, que debían ingresarse en su cuenta suiza en el banco UBS de Ginebra; cinco millones de manera inmediata y, el resto, a lo largo de un año. Sin embargo, Sud Oil sólo tiene algo más de 100.000 dólares en su cuenta en ese momento. Pero para Francis Selemani, hermano del presidente de la República, eso no es un problema.

El 25 de noviembre de 2013, el día de la venta, el Banco Central del Congo transfirió 5,5 millones de dólares a la cuenta de Sud Oil en el BGFI. Los siete millones restantes se financian con una garantía bancaria concedida por la filial francesa del BGFI, en forma de 12 letras de cambio mensuales que Sud Oil debe devolver. La empresa cumplió escrupulosamente sus compromisos, gracias a misteriosos depósitos en efectivo realizados antes de cada vencimiento.

Philippe de Moerloose argumenta a este respecto que sus “conversaciones con Selemani se referían” únicamente a la “garantía de pago” concedida por el BGFI “y no a la operación inmobiliaria”. Añade que “en ese momento exigió una copia del registro de accionistas” de Sud Oil y que el documento que le presentaron “no contenía información sobre ningún miembro de la familia Kabila”.

A principios de 2014, Sud Oil trasladó su sede al antiguo garaje comprado a De Moerloose. Según varios testigos, la empresa no tenía empleados en el lugar, ni siquiera una oficina para su gerente David Ezekiel, el hombre de confianza de Selemani. “Venía de vez en cuando, pero para ocuparse de negocios y problemas relacionados con el edificio”, dice una de nuestras fuentes.

Oficialmente, Sud Oil sigue siendo una empresa petrolera, pero los autores de esta investigación no han encontrado ni rastro de su actividad en ese campo. La empresa no está registrada como en el Ministerio de Hacienda, no tiene número de identificación fiscal y, por tanto, no paga impuestos.

En resumen, Sud Oil es una empresa fantasma. Un cajero automático al servicio de la familia Kabila.

La única actividad económica de Sud Oil parece haberse realizado... con el BGFI. En abril de 2014, alquiló al banco parte del garaje que le sirve de sede, para guardar sus archivos. Sud Oil y una de sus empresas satélite alquilaron posteriormente otras tres propiedades al banco, recibiendo un total de 784.000 dólares en concepto de alquiler.

El BGFI también pagó a Sud Oil 934.000 dólares para comprar coches de empresa, incluidos 145.000 dólares para los del director general Francis Selemani y el presidente del consejo de administración Pascal Kinduelo, una suma enorme para ser sólo dos vehículos. Sin embargo, sólo se han encontrado 276.000 dólares en pagos en concepto de compras de coches en los extractos bancarios de Sud Oil.

Kwanza Capital

En este año 2014, el gran negocio de Francis Selemani es una nueva empresa que acaba de crear, Kwanza Capital. Es propiedad en un 80% de Pascal Kinduelo y en un 20% de Sud Oil. Pero en realidad está controlada por el jefe del BGFI. Esto crea un nuevo conflicto de intereses, ya que Kwanza es competidor del banco.

Como ya reveló un informe de la ONG The Sentry, socia del proyecto Congo Hold-up (El expolio del Congo), Kwanza Capital era el banco de inversión secreto de la familia Kabila. Obtuvo del Banco Central el estatus de “institución financiera especializada”, hasta ahora reservado a un puñado de instituciones públicas.

Sud Oil financió Kwanza con 23 millones de dólares, en gran parte con dinero público malversado. La primera transacción en la cuenta de Kwanza en el BGFI, el 27 de agosto de 2014, fue una transferencia de cinco millones de Sud Oil, financiada por una transferencia por el mismo importe realizada el mismo día por... el Banco Central del Congo.

Así, Kwanza pudo empezar a prestar dinero a empresas públicas o controladas por personas del entorno del presidente Kabila. Kwanza prestó 24 millones de dólares a SCTP, la empresa estatal encargada de los puertos y el transporte fluvial, con un beneficio de 1,3 millones de dólares. El segundo préstamo se le concedió a MW Afritec, una empresa de construcción controlada por los empresarios Alain Wan y Marc Piedboeuf, con un beneficio de 381.000 dólares.

Kwanza también parece haber servido para el blanqueo. El 19 de noviembre de 2014, Sud Oil recibió tres millones de dólares de la empresa Egal, dirigida por Wan y Piedboeuf, que los obtuvo del Banco Central. El mismo día, Sud Oil transfiere los fondos a la cuenta de Kwanza, donde se retira el dinero en efectivo.

Pero el gran proyecto de Francis Selemani para Kwanza estaba en otra parte. Intentó, finalmente sin éxito, comprar dos bancos congoleños: el BIAC y el BCDC, este último controlado en aquel momento por el famoso multimillonario belga George Forrest, muy activo en la RDC.

El proyecto era, como mínimo, arriesgado; permitir que la familia del presidente Kabila fuera propietaria de un banco, además de la gestión de facto que ya ejercía sobre el BGFI RDC, habría representado un alto riesgo de fraude y blanqueo.

A pesar de ello, Kwanza Capital recibió apoyo, en su intento de comprar el BCDC, del prestigioso bufete de abogados de negocios parisino Orrick Rambaud Martel, dirigido en ese momento por el abogado francotongolés Pascal Agboyibor, muy establecido en la RDC.

Según revelaciones de la ONG The Sentry, Agboyibor participó directamente en las negociaciones sobre el BCDC en nombre de la familia Kabila. Y Kwanza, según los documentos de Congo Hold-up (El expolio del Congo), pagó la friolera de 698.469 dólares en honorarios a Orrick Rambaud Martel. Al ser preguntados por Mediapart, la empresa y Pascal Agboyibor no respondieron.

Tras estos fracasos, Francis Selemani también intentó poner en marcha un banco de verdad. La empresa, llamada Alliance Bank y propiedad de Kwanza en un 80%, nunca llegó a despegar. Necesitaba que los llamados bancos corresponsales realizaran transacciones en dólares en su nombre. Pero ninguna institución extranjera aceptó desempeñar este papel para el banco de la familia Kabila.

Elecciones aplazadas dos años

La historia de Sud Oil cambió en 2015, al mismo tiempo que la del país. Se acerca el final del segundo mandato de Joseph Kabila y la Constitución le prohíbe presentarse a un tercero. El presidente debe marcharse tras las elecciones previstas para diciembre de 2016.

Pero en enero de 2015, hizo que el Parlamento examinara un proyecto de ley para aplazar la votación. La iniciativa, interpretada como el deseo de Kabila de permanecer en el poder de forma ilegal, provocó manifestaciones, que fueron reprimidas sangrientamente por el régimen, causando más de 40 muertos, sólo el primer día, en Kinsasa. La crisis duró más de un año, hasta la firma de un acuerdo político en diciembre de 2016 sobre las elecciones, que Kabila consiguió aplazar hasta diciembre de 2018.

Fue durante estos dos años de crisis, en 2015 y 2016, cuando Sud Oil recibió la mayor cantidad de dinero público: 85 millones de dólares, es decir, el 94% de las cantidades que malversó de las arcas del Estado. El clan Kabila parece haber querido enriquecerse lo más rápido posible, por temor a que el presidente se viese obligado a dejar el poder a finales de 2016, tal y como establecía la Constitución.

Para llenar las arcas de Sud Oil, Francis Selemani, responsable del BGFI, recurrió a todo el ingenio de sus banqueros. Hasta tal punto que a veces es difícil saber si las instituciones públicas que financiaron la empresa fueron consentidoras.

Tómese como ejemplo el caso de la Comisión Electoral Nacional Independiente (CENI), el organismo encargado de organizar las elecciones. En 2016, pidió un préstamo por importe de 25 millones del BGFI, lo que supone un millón en comisiones. Comisiones que fueron cargadas dos veces por el banco el 13 de mayo de 2016. El segundo débito de un millón de dólares figura en concepto de “comisiones de notificación”. Pero el dinero lo transfiere el BGFI a la cuenta de Sud Oil y lo retira en efectivo dos días después el hombre de Selemani, David Ezekiel.

Posteriormente, durante una auditoría interna, un ejecutivo del banco presentó una factura para justificar este pago, indicando que Sud Oil había vendido 751.852 litros de gasóleo a la CENI. Algo sorprendente, ya que el apunte por la transacción era diferente, y no se ha podido encontrar rastro alguno de la actividad de Sud Oil en el mundo del petróleo.

En julio de 2016, la CENI transfirió 299.998 dólares a Sud Oil en cuatro pagos. ¿El concepto? compras de combustible para aviones.

¿Validó la CENI estos pagos? La comisión electoral no ha respondido. Su expresidente en el momento de los hechos, Corneille Nangaa, se ha negado a responder, mientras que el exvicepresidente, Norbert Basengezo, asegura que “nunca había oído hablar de este caso ni de la empresa” Sud Oil.

Un esquema similar puede encontrarse en la Asamblea Nacional. El 30 de septiembre de 2016, el BGFI le cobró “multas por retraso” por importe de 367 millones de francos congoleños (375.000 dólares). El dinero fue transferido a Sud Oil y retirado en efectivo el mismo día. Cuando se le pregunta, la Asamblea Nacional afirma que no dio al BGFI “ninguna orden de transferencia [...] a favor de esta empresa”.

El mismo escenario se da en la Empresa Congoleña de Transportes y Puertos (SCTP, por sus siglas en francés). El 19 de diciembre de 2015, esta compañía estatal transfirió 1,16 millones de dólares de su cuenta en el BGFI a una cuenta interna del mismo banco, en concepto de “reembolso impagado” y “comisión de notificación”, lo que sugiere el pago de gastos bancarios. El dinero en realidad se transfirió a Sud Oil y se sacó en efectivo. La SCTP no ha dado explicaciones al respecto, pese a ser contactada.

Uno de los ejemplos más impactantes se refiere al dinero para carreteras, del que la RDC tiene una gran necesidad. El país tiene el tamaño de Europa Occidental y sólo cuenta con 3.000 kilómetros de carreteras asfaltadas, 130 veces menos que Francia. El pasado mes de abril, el director del Fondo Nacional de Mantenimiento de Carreteras de la RDC (Foner) calculó que se necesitaba 145.000 millones de dólares para ampliar y renovar la red.

Mientras Foner intentaba dar pena, realizaba 21 transferencias desde sus cuentas del BGFI a Sud Oil y su filial Kwanza entre abril de 2015 y marzo de 2016, por importe de 10,1 millones de dólares. La mayor de ellas, por valor de 3,1 millones de dólares, la recibió Kwanza el 23 de enero de 2015, con la única mención de “OAR/operaciones”, nombre de una cuenta interna del BGFI. El 26 de enero, Kwanza transfirió los fondos a Sud Oil, que los retiró en efectivo 10 días después.

Foner no ha respondido a ninguna pregunta, tampoco quien era su director general entonces, Fulgence Bamaros, que actualmente cumple una condena de tres años de prisión por otro caso de malversación de fondos públicos.

También casos azules de la ONU

El clan Kabila también consiguió apropiarse del sueldo de los 925 cascos azules congoleños que operan en el marco de la Minusca, la misión de paz de la ONU en la República Centroafricana.

En enero de 2016, la ONU decidió poner fin a la participación de este contingente, tras los casos de violación. En diciembre de 2015 y marzo de 2016, la ONU realizó dos pagos por un total de 7,3 millones de dólares a la RDC, correspondientes al reembolso final de los costes por su participación en la Minusca. El dinero se paga a la Misión Permanente de la RDC ante la ONU, en su cuenta del Citibank de Nueva York.

Preguntada al respecto, la Misión Permanente responde que el embajador de la RDC ante la ONU recibió entonces la orden “de la capital” de pagar “los alquileres atrasados” de la Misión, y luego de transferir el saldo, es decir, 6,8 millones de dólares, al “Banco Central del Congo (BCC) a través del BGFI Bank RDC”.

El expresidente de la República Democrática de Congo Joseph Kabila, en una intervención ante la Asamblea General de la ONU en septiembre de 2013.

El embajador así lo hace. La orden de transferencia enviada a Citibank, a la que esta investigación ha tenido acceso, indica que el dinero debe transferirse a la cuenta del BCC abierta en el BGFI. La Misión Permanente precisa que envió “un mensaje oficial [...] al Banco Central” para advertirle.

El BGFI recibió los fondos el 16 de mayo de 2016, pero los abonó en la cuenta de... Sud Oil.

Sud Oil le acababa de birlar al Banco Central 6,8 millones, pero éste no se lo tiene en cuenta. Ese mismo día, el BCC le pagó 7,5 millones de dólares a la empresa. 14,3 millones de dólares de dinero público recaudados en el mismo día.

Empresa minera estatal

La empresa minera estatal Gecamines, la máquina de hacer dinero de la RDC, también se puso a trabajar, al abonar 20 millones de dólares a Sud Oil. Joseph Kabila es alguien muy cercano al presidente del consejo de administración de Gecamines, el influyente empresario Albert Yuma, presidente de la Federación de Empresas del Congo y administrador del Banco Central hasta el pasado mes de julio.

El 13 de junio de 2016, Gecamines realizó una transferencia de dos millones de dólares desde su cuenta en el BGFI, en concepto de “anticipo de saldo por impuestos”, es decir, el pago de un impuesto al Estado. Pero el dinero llegó a la cuenta de Sud Oil, por un concepto diferente, “retirada de saldo 10 millones”.

El 31 de julio, Gecamines transfirió la suma de 15 millones de dólares a Sud Oil. El concepto del apunte, “pago mantenimiento de nuestra cuenta” sugiere que la empresa estatal y Sud Oil son la misma. Como símbolo de la cleptocracia instituida por el presidente Kabila.

La transacción final es, como poco, sorprendente. El 10 de marzo de 2016, el director general de Gecamines envió una “instrucción de pago” al BGFI, ordenando la transferencia de tres millones de dólares a Kwanza Capital, una filial de Sud Oil. No da ninguna razón, pero insiste en la “urgencia” de esta operación. El BGFI no cumple totalmente las indicaciones, ya que transfiere 2,4 millones a Kwanza y 0,6 millones a Sud Oil.

Preguntados por ello, ni Gecamines ni Albert Yuma han respondido.

AUDITORÍAS EN EL BGFI

Pero, con mucho, el mayor contribuyente de la empresa fantasma controlada por el hermano y la hermana del jefe de Estado es el Banco Central del Congo (BCC), dirigido hasta el pasado julio por Deogratias Mutombo.

Los documentos de Congo Hold-up (El expolio del Congo) muestran que el BCC pagó, a través del BGFI, 51,4 millones de dólares a Sud Oil, incluyendo 30 millones en un único abono, el 29 de septiembre de 2016, a través de una transferencia por “nivelación”. El concepto parece inexacto, ya que una regulación suele referirse a un pago entre dos cuentas pertenecientes al mismo cliente bancario.

Preguntados a ese respecto, ni el Banco Central ni Deogratias Mutombo respondieron.

Esta operativa podría haber continuado así durante mucho tiempo si no fuera por la intervención de un banquero del BGFI RDC que se convirtió en denunciante, Jean-Jacques Lumumba. Gracias a los documentos internos que se procuró, los papeles de Lumumba, el diario belga Le Soir reveló, en octubre de 2016, una primera serie de irregularidades, entre ellas el dinero desviado de las cuentas de la CENI, la comisión electoral.

Al año siguiente, los auditores de PwC, la dirección del grupo BGFI en Gabón y el Banco Central realizaron auditorías concluyentes sobre la gestión del BGFI RDC. “La suma de las deficiencias descritas somete al banco a una exposición muy elevada a los riesgos operativos, de litigio, de blanqueo de capitales y de reputación”, concluye la auditoría del BCC.

El 17 de octubre de 2017, la ONG The Sentry publicó un informe que mostraba los vínculos de BGFI RDC con el grupo Congo Futur, dirigido por un empresario libanés sometido a sanciones de Estados Unidos por financiar al partido y la milicia chií Hezbolá.

El responsable del BGFI RDC entra en pánico. Para evitar ser sancionado también por Estados Unidos, Francis Selemani contrata a un abogado estadounidense, Erich Ferrari, que asiste a varios dignatarios del régimen congoleño, entre ellos el presidente Joseph Kabila.

Ferrari debe supervisar una auditoría de KPMG, una empresa destinada a exculpar al banco y a su jefe. Hasta que los auditores pretenden investigar tres empresas controladas por Selemani, entre ellas Sud Oil y su filial Kwanza Capital.

Selemani no quería correr semejante riesgo. Con el acuerdo de su cliente, Ferrari consiguió convencer a KMPG de que no auditara estas empresas, diciéndoles que ya había empezado a investigarlas él mismo. Preguntado al respecto, el abogado indicó que nunca habría dado ese paso “unilateralmente”, sin “el acuerdo de su cliente”.

La presión va en aumento. Francis Selemani posee, junto con su esposa, una empresa llamada Ascend Trust. Recibió 7,4 millones de dólares de Sud Oil, de los que quedan 3,4 millones. Quiere sacar ese dinero del banco.

En diciembre de 2017, Ascend transfiere el dinero a otra empresa pantalla, Horizon Congo, controlada por David Ezekiel, testaferro de Selemani y gerente de Sud Oil. La transferencia se justifica con facturas dudosas, en concepto de compra de “excavadoras hidráulicas”. Ezequiel y otro testaferro, contratado para la ocasión, van retirando progresivamente los fondos en efectivo.

La operación la confirma el departamento de auditoría interna del BGFI, cuyo informe de investigación es contundente, la cuenta de Horizon Congo se había abierto infringiendo los procedimientos y el testaferro de Ezekiel había podido realizar ciertas retiradas aunque no estaba autorizado en la cuenta.

El jefe de auditoría interna, Yvon Douhore, descubrió que David Ezekiel tenía dos firmas diferentes, una para Sud Oil y otra para Horizon Congo. “¿Qué puede llevar a que una misma persona a tener diferentes firmas? Realmente...”, escribió a una colega. “Es simplemente impensable”, respondió entonces ella.

Los problemas continúan. En abril de 2018, los auditores de PwC investigan algunas operaciones de la cuenta de Gecamines. Entre ellos, está el “anticipo fiscal” de dos millones de dólares que fue desviado a Sud Oil el 13 de junio de 2016.

Ante esta amenaza, la empresa controlada por Selemani se resigna a devolver el dinero. Moreau Kaghoma, director de operaciones del BGFI RDC, se encarga de la limpieza. El 13 de abril de 2018, ordena a un informático del banco que realice dos operaciones datadas con carácter previo. Para ello es necesario modificar directamente la base de datos, sin pasar por el software de gestión del banco.

Sud Oil reembolsa los dos millones a Gecamines, que paga al Banco Central. Aunque se realizaron en 2018, estas dos operaciones están fechadas el 13 de junio de 2016, el día del desfalco. Como resultado, al leer los apuntes de la cuenta, los auditores pensarán que el pago de Gecamines a Sud Oil fue un simple error, corregido el mismo día.

Cuando esta investigación se puso en contacto con él, Moreau Kaghoma se negó a responder, remitiéndonos al BGFI.

Una semana después, el 22 de abril de 2018, Jeune Afrique lanzó una bomba, revelando a través de los papeles de Lumumba, el pago de 7,5 millones de dólares realizado por el Banco Central a Sud Oil en mayo de 2016. Es la primera vez que se revela la existencia de la empresa, así como sus propietarios, la hermana del presidente Kabila, Gloria Mteyu, y la esposa de su hermano Francis Selemani, máximo responsable del BGFI RDC.

En Gabón, la información apunta al máximo responsable del grupo BGFI, Henri-Claude Oyima, que envió un correo electrónico a Selemani y a su adjunto al día siguiente: “Por favor, confirmadme si esta información es cierta y de qué se trata”.

Esta vez, Selemani lo hace bien. Dos días más tarde, el director de operaciones, Moreau Kaghoma, vuelve a encargarse de la limpieza ejecutando nuevas operaciones antedatadas directamente en la base de datos.

Pero esta vez lo hace de forma aún más sofisticada: ¡Sud Oil ni siquiera tiene que devolver el dinero!

El objetivo es hacer ver que Sud Oil compró 7,5 millones de dólares al Banco Central en 2016. Por lo tanto, Moreau Kaghoma realiza una del mismo importe en francos congoleños (7.000 millones) de Sud Oil a la cuenta del BGFI en el Banco Central.

Queda por compensar este pago para que no le cueste nada a Sud Oil. Kaghoma realizó cinco transferencias desde la misma cuenta del BGFI en el Banco Central a Sud Oil, por el mismo importe de 7.000 millones de francos congoleños, en concepto de “Cobil DRC”, nombre de una empresa pública de distribución de petróleo. No se sabe si Cobil pagó realmente este dinero o si fue un simple apunte contable.

Estas nuevas operaciones son antedatadas, por lo que parecen haberse realizado en mayo de 2016, al mismo tiempo que el pago inicial del Banco Central a Sud Oil.

Al día siguiente, el 26 de abril de 2018, Moreau Kaghoma envió a Selemani la explicación que debía utilizar con el gran jefe del grupo, Henri Claude Oyima: se trataba de una “operación de adjudicación (venta de divisas) organizada [...] por el Banco Central del Congo”, a través de la cual Sud Oil compró dólares.

El procedimiento funcionó, esta malversación de fondos no se menciona en las auditorías internas que se realizaron posteriormente. Pero esto no fue suficiente para salvar a Selemani.

Operación sálvese quien pueda

El 2 de mayo de 2018, Henri-Claude Oyima voló a Kinsasa para asistir a una reunión de la junta directiva del BGFI RDC. Allí anunció la salida del director general. Oficialmente, Selemani es “ascendido” a un puesto no especificado en la sede del grupo BGFI en Libreville.

Sus altos cargos, implicados en ciertas transacciones dudosas, siguen en sus puestos, incluido su adjunto Abdel Kader Diop, que se convierte en el nuevo director general. Se esforzarán por encubrir el fraude. Y facilitarán la exfiltración de decenas de fondos públicos malversados que siguen en las cuentas de las empresas de la red Sud Oil, controladas por Selemani.

Este es el comienzo de la operación sálvese quien pueda. Tras la salida de Selemani, los hombres de confianza del clan Kabila consiguieron retirar, en pocos meses, 30 millones de dólares en efectivo de las cuentas de Sud Oil y sus satélites, a pesar de que estas cuentas están bloqueadas debido a las investigaciones internas.

El 26 de abril de 2018, el BGFI RDC puso en marcha una “auditoría de las partes relacionadas del banco”, una forma modesta de describir a las personas y empresas de la familia Kabila que tienen cuentas allí, en primer lugar Sud Oil. La investigación está dirigida por el director de auditoría interna, Yvon Douhore.

El 11 de mayo de 2018, el gerente de Kwanza Capital, filial de Sud Oil, ordenó al BGFI que transfiriera todos los fondos de una de las cuentas de la empresa a “varios beneficiarios” y que luego cerrara la cuenta.

Por su parte, el gerente de Sud Oil, David Ezekiel, comienza a retirar dinero en efectivo. El jefe de auditoría interna se quedó atónito al descubrir que Ezequiel no fue al banco en persona para hacer las retiradas de fondos de la cuenta de Sud Oil. El director de operaciones, Moreau Kaghoma, se llevó el dinero en efectivo directamente y las firmas sólo se regularizaron a posteriori.a posteriori “Por favor, indique al cliente que se presente en las cajas (cajas de pagos elevados) para hacer las retiradas de efectivo”, ordena Yvon Douhore. Pidió una “vigilancia reforzada” de la cuenta de Sud Oil.

El 5 de junio, el director de la auditoría interna envió su informe preliminar al nuevo director del banco, Abdel Kader Diop. Es abrumadora. Varias cuentas de empresas vinculadas a la familia Kabila se habían abierto haciendo caso omiso de las normas, sin exigir los documentos necesarios sobre los beneficiarios, con un “riesgo significativo de no conformidad”. Lo mismo ocurre con los movimientos sospechosos en las cuentas de Sud Oil y sus empresas satélites, cuya “justificación [...] es mejorable”.

Abdel Kader Diop se hace el despistado. “No hay reacción de la dirección general (DG y DGA) [...]. Sin embargo, hay elementos bastante graves” en la auditoría, se queja Yvon Douhore en un correo electrónico.

El auditor jefe se da cuenta de que la dirección general está haciendo todo lo posible por obstruir la investigación. Se le negó el acceso a los extractos bancarios de Sud Oil. Las peticiones al director de operaciones para obtener documentos sobre transferencias sospechosas se retrasaron o quedaron sin respuesta. Yvon Douhore se quejó a su jefe, Arnaud Nguimbi, director de auditoría interna del grupo BGFI en Gabón: “Disculpa, pero creo que el director de operaciones se está burlando de nosotros”.

El 22 de junio de 2018, Yvon Douhore dio la voz de alarma a Huguette Oyini, la número 2 del grupo BGFI en Libreville. Explica que el director de operaciones no le contesta, y que “no ha venido a la oficina desde hace una semana por ‘razones de salud”. Peor aún, el director general del BGFI RDC, Abdel Kader Diop, le profirió “amenazas veladas”. El día anterior, “se dedicó a denigrar la labor de los organismos de control” durante una reunión.

El jefe de auditoría interna del BGFI RDC sabe que anda en un campo minado. Dos días antes, había enviado a su jefe Arnaud Nguimbi la “lista de los llamados clientes sensibles”, que el director de auditoría del grupo le había “solicitado”. Sin más explicaciones. La lista incluye a Sud Oil y a cuatro de sus empresas satélite.

¿Significa esto que las empresas pantalla controladas por el hermano y la hermana del presidente de la República no deberían haber sido investigadas a fondo? Douhore y Nguimbi no responden.

Ya sea por la obstrucción del trabajo de los auditores o por lo “delicado” del caso, el informe final sobre las “partes relacionadas”, enviado a la dirección del grupo BGFI en Libreville en julio de 2018, preserva perfectamente los intereses de Francis Selemani y la familia Kabila.

Ni sanciones ni denuncias

La auditoría es abrumadora para el BGFI RDC, cuyo nivel de cumplimiento se considera simplemente “inaceptable". La auditoría apunta a varias operaciones potencialmente irregulares, pero sin calificarlas. El informe no identificó ni retuvo ninguna de las operaciones que permitieron a Sud Oil apropiarse de 92 millones de dólares de dinero público.

A pesar de las irregularidades detectadas, el grupo BGFI no adoptó ninguna medida sancionadora contra los directivos de su filial congoleña. No se presentó ninguna denuncia ante los tribunales. En resumen, el BGFI parece haber encubierto el presunto fraude. Preguntado al respecto, el director general del grupo BGFI, Henri-Claude Oyima, no ha respondido.

La laxitud es tal que, a pesar de este informe de auditoría, la operación de retirada de los fondos del clan Kabila continúa como si nada. Aunque estas retiradas masivas ponen en peligro la tesorería del BGFI RDC.

El 11 de julio, el gerente de Sud Oil, David Ezekiel, envió al director general del banco, Abdel Kader Diop, tras su “conversación del día”, un “preaviso de retirada” de 15 millones de dólares en efectivo de las cuentas de Sud Oil, que pretendía realizar en cuatro plazos durante la semana siguiente.

Al día siguiente, Ezekiel retiró cuatro millones de dólares en efectivo, mientras la cuenta estaba en “bloqueo de gestión general”. El director de operaciones, Moreau Kaghoma, levantó el bloqueo. El 13 de julio se retiraron otros cinco millones de dólares en efectivo, lo que hace un total de nueve millones de dólares retirados en dos días.

El 16 de julio, el director de auditoría interna del BGFI RDC informó a su superior en Gabón de que Sud Oil y Kwanza “están en proceso de retirar sus activos”. El asunto se aborda el mismo día en el comité de tesorería del banco, donde se critica a Kaghoma por haber autorizado las retiradas. El director general, Abdel Kader Diop, le ordenó inmediatamente que no volviera a hacerlo.

Al día siguiente, Kaghoma escribió un correo electrónico explosivo a Diop. “Imploro su protección”, escribió, recordando al director general que fueron él y su adjunto quienes autorizaron las retiradas. “Fue a través de su llamada telefónica como me informaron de la presencia del cliente en el banco para una retirada de cuatro millones de dólares”, escribió.

“Les informé tanto por correo electrónico como por teléfono de que el cliente nos presentaba una notificación de retirada por un total de 15 millones de dólares”, continúa. “Dije que, dada nuestra limitada tesorería, sólo podríamos pagar los dos primeros tramos (cuatro millones y cinco millones). Incluso me respondió: ‘¿Significa esto que la semana que viene entraremos en suspensión de pagos? Si no se hace nada, ese es el riesgo que corremos’, repliqué”.

Retirada masiva de efectivo

A pesar de ello, el 23 de julio, David Ezekiel hizo la retirada final de seis millones de dólares en efectivo. Sacó otros 742.000 dólares a finales de agosto, a pesar del “bloqueo del director general” en la cuenta de Sud Oil.

Contactado, Abdel Kader Diop no respondió a las llamadas de esta investigación.

Unos días más tarde, les tocó a Kwanza Capital y a su filial Alliance Bank, controlada de facto por Selemani y Sud Oil, vaciar sus cuentas. Esto causó cierto revuelo interno, ya que el accionista mayoritario de Kwanza es Pascal Kinduelo, presidente del consejo de administración (PCA) del BGFI DRC.

El 6 de septiembre de 2018, Alliance Bank, entonces en liquidación, transfirió seis millones de dólares a Kwanza, que los transfirió a la cuenta del BGFI de Kinduelo, que retiró íntegramente en efectivo. En Libreville, el director de auditoría interna del grupo BGFI expresó su preocupación a su homólogo congoleño Yvon Douhore: “Yvon, ¿el PCA está vaciando sus cuentas? Tenemos que comprobar la tesorería de la filial para que no nos sorprenda esta situación”.

El 5 de noviembre de 2018, Abdel Kader Diop fue sustituido en la dirección general del BGFI RDC por Marlène Ngoyi. Pascal Kinduelo y otros directores también fueron despedidos. La misión de la nueva jefa, poner fin a los escándalos de la era Selemani y limpiar el banco.

Sin embargo, en los meses siguientes, David Ezekiel vació la cuenta de Sud Oil, retirando casi 10 millones de dólares más en efectivo. Contactada, Marlène Ngoyi no respondió.

Los últimos fondos públicos malversados salieron del BGFI en enero de 2019, coincidiendo con la salida de Joseph Kabila de la presidencia de la República.

Desde su “ascenso” en mayo de 2018 en la sede del grupo BGFI en Gabón, Francis Selemani se ha mantenido muy discreto. Ni él ni el banco han indicado si sigue trabajando para el BGFI.

Casas de lujo en Estados Unidos

En cualquier caso, el hermano del presidente Kabila no tiene problemas de dinero. Los documentos de Congo Hold-up (El expolio del Congo) muestran que Sud Oil pagó 12 millones de dólares a Selemani y sus empresas. Al menos una parte de este dinero procedía de los 92 millones de dólares de fondos públicos malversados, incluidos los del Banco Central y la ONU.

Con este dinero, el exjefe del BGFI RDC y su esposa compraron, directamente o a través de empresas y fideicomisos, nada menos que 17 propiedades en Estados Unidos y Sudáfrica por un total de 6,6 millones de dólares.

Algunas de estas transferencias fueron maquilladas por el BGFI. Así, en junio de 2017, Sud Oil realizó dos transferencias por importe de2,2 millones de dólares a Garvelli, una empresa sudafricana propiedad de Selemani, mientras que los comprobantes de transferencia emitidos por el banco indican que los fondos procedían de MW Afritec, la empresa de obras públicas propiedad de Marc Piedboeuf y Alain Wan.

Y en 2015, uno de los fideicomisos de Selemani, SunTrust, recibía casi un millón de dólares, oficialmente de su cuenta personal en el BGFI DRC. Documentos a los que esta investigación ha tenido acceso muestran que esos fondos se transfirieron en realidad desde una cuenta interna del banco y que no se hizo ningún cargo en la cuenta de Selemani. Esta transferencia le permitió comprar su primera propiedad en el extranjero, una casa en un barrio acomodado de Washington DC. Se trata del condado de Montgomery, en Maryland, donde los precios de los inmuebles están entre los más altos del país. Selemani es propietario de cuatro casas de lujo de tres y cuatro dormitorios, adquiridas por un precio de entre 670.000 y 1,3 millones de dólares cada una.

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El hermano del presidente quería claramente cubrirle las espaldas. Desde 2016, parece haber intentado obtener la residencia o la ciudadanía en tres países extranjeros. Invirtió en negocios en Sudáfrica, que permitirían vivir allí a su familia. En julio de 2017, transfirió 40.000 dólares para intentar hacerse ciudadano de Granada, una isla del Caribe, cuyo pasaporte permite, bajo ciertas condiciones, vivir en Estados Unidos.

Por su parte, Gloria Mteyu, hermana de Joseph Kabila y antigua accionista de Sud Oil, parece haberse desvinculado del BGFI RDC, del que había obtenido el 40% del capital de forma gratuita en 2010. Fuentes internas señalan que el grupo BGFI posee ahora el 100% de la filial congoleña, y Mteyu dijo a Reuters en 2016 que no tenía “ninguna participación financiera en el banco”. Contactada por teléfono, declinó hacer comentarios.

                                                                     Traducción: Mariola Moreno

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