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Veinte años del asesinato de Marie Trintignant: cuando los feminicidios eran un crimen pasional

Carteles denuncian el feminicidio de la actriz Marie Trintignant.

Rose Lamy (La Déferlante-Mediapart)

Habitualmente hablamos del caso Cantat, pero sería más exacto hablar de "los" casos Cantat. La historia, tal y como se cuenta hoy, se desarrolla en dos etapas. Por un lado, la muerte de Marie Trintignant a manos de Bertrand Cantat en 2003, que conmocionó a la opinión pública y dio lugar a una cobertura mediática más preocupada por defender la reputación del hombre que por informar de los hechos, a pesar de que éstos quedaron establecidos por los informes de la autopsia. Y luego está la indignación provocada por el regreso del artista a la escena musical y mediática en 2010, a petición expresa de un boys’ club[1].

Mientras cumplió su condena en prisión, luego en libertad condicional, las feministas callaron. Pero en 2010, "la reanudación de sus conciertos y el recibimiento de héroe que recibió encendieron los ánimos", recuerda Isabelle Germain, fundadora de la publicación feminista Les Nouvelles News en 2009. Porque, como ha demostrado Valérie Rey-Robert en Une culture du viol à la française (Una cultura de la violación a la francesa, edic. Libertalia, 2019), aunque todo el mundo dice querer luchar contra la violencia sexista, no encuentras mucha gente cuando se trata de desvincularse de un amigo comprometido, o de dejar de consumir las obras de artistas acusados o declarados culpables.

Una salva de puñetazos

La noche del 26 al 27 de julio de 2003, Bertrand Cantat golpeó varias veces a su pareja, Marie Trintignant, durante una violenta discusión. Los médicos no pudieron salvarla y murió el 1 de agosto de 2003. Bertrand Cantat es el líder de Noir Désir, un grupo de rock muy popular conocido por sus letras de izquierdas y posturas anticapitalistas. Marie Trintignant era actriz e hija del actor Jean-Louis Trintignant y la directora Nadine Trintignant.

En el verano de 2003, estaban rodando en Vilna (Lituania) la película para televisión Colette, une femme libre, y una noche en el hotel se enzarzaron en una discusión por los mensajes que ella intercambiaba con su ex pareja. Bertrand Cantat propinó varios puñetazos a Marie Trintignant, unos veinte según los expertos. Ella había quedado aturdida o ya en coma cuando él la acostó poco después de la una de la madrugada. "Pensé que estaba dormida, respiraba con normalidad", se defendió Bertrand Cantat ante el tribunal de Vilna. Sangraba por la cara y probablemente la hemorragia cerebral había comenzado.

Bertrand Cantat llamó a Samuel Benchetrit, ex de Marie Trintignant y objeto de la discusión que acababa de tener lugar. Estaba preocupado, pero el cantante le aseguró que todo iba bien: estaba dormida. Bertrand Cantat colgó y se quedó solo unos minutos. El hematoma subdural se extendió. Entonces llamó a Vincent, el hermano de Marie Trintignant, que se encontraba en Vilna. Vincent se reunió con él en la habitación, se acercó a Marie que parecía dormida y escuchó su respiración. Ya estaba en coma. Eran las 7:15, varias horas después de la paliza, cuando entró por segunda vez y vio la sangre que salía de la boca de su hermana. Entonces pidió ayuda.

La culpa es del radiador... y de los celos

Durante esa ola de calor estival, los medios de comunicación franceses se apoderaron de la historia, inundando columnas y pantallas las redes sociales, no lo olvidemos, aún no existían. Las primeras explicaciones del cantante a la policía lituana, ampliamente difundidas, retomaron el mito patriarcal de la "discusión que acabó mal". Bertrand Cantat afirmó que había empujado a Marie Trintignant y que cayó sobre un radiador, una versión que quedará grabada en la mente de la gente durante mucho tiempo.

Sin embargo, el informe de la autopsia publicado la semana siguiente fue definitivo: sólo había un hematoma en el cráneo compatible con una lesión causada por una caída, y ésta no había provocado ni "herida cutánea ni fractura craneal". Dominique Lecomte y Walter Vorhauer, patólogos forenses del Instituto de Medicina Legal de París, añadieron: "Fueron todos los traumatismos, y sobre todo los violentos movimientos de vaivén de la cabeza, los responsables de las lesiones mortales observadas".

Tras este informe, que invalidaba su versión inicial, Bertrand Cantat admitió haber dado "al menos cuatro bofetadas muy violentas". Pero, como escribía Laurent Valdiguié en Le Parisien el 16 de marzo de 2004, "los hechos son tozudos. Diecinueve golpes traumáticos, siete de ellos en la cara, provocaron el coma y luego la muerte de Marie Trintignant. ¿Quién los asestó? Bertrand Cantat, que lo admite".

La sociedad se resiste con todas sus fuerzas a una verdad difícil de admitir: todos los hombres, incluso los blancos, de izquierdas y artistas admirados, pueden cometer el acto irreparable de matar a la mujer que dicen amar. Para evitar cuestionarse a sí mismos, tienden a esconderse detrás de mitos, creencias y estereotipos que transfieren la responsabilidad de la violencia sexista. Se señala como culpables a las mujeres que "se lo han buscado" o a otros hombres: los del pasado que se portaron mal, las clases dominadas o los hombres racializados. Esta vez, el acusado es un semejante. Hay que formar pues un frente unido en apoyo del hombre con el que a menudo nos hemos identificado escuchando sus canciones.

Hubo numerosos artículos y declaraciones públicas dedicados a minimizar la violencia que condujo a la muerte. Se romantizaron los hechos, es decir, se presentan como una consecuencia aceptable del amor. Se trata de una tradición francesa que se encuentra en numerosas obras, como la popular canción de Johnny Hallyday Requiem pour un fou (Requiem por un loco): "Je l'aimais tant que pour la garder je l'ai tué" ("La amaba tanto que la maté para quedármela"). En octubre de 2003, en la revista Rock & Folk [2], el músico y crítico de rock Patrick Eudeline vistió a Bertrand Cantat con el atuendo del amante despechado, evocando un drama shakesperiano: si mató a su pareja, fue porque estaba celoso: "Aquella noche se consumó lo indecible. Lo indecible de las relaciones, del amor, de la equivocación de la pasión".

Para Le Monde [3], también es una cuestión de celos: "El cantante no deja de preguntar a su novia por su relación con Samuel Benchetrit. Ella bebe, fuma y no le contesta. Él se enfadó, insistió, rompió un vaso...”

Las palabras de ella, más graves que los golpes de él

Para reducir la responsabilidad del hombre, también es necesario alejar la humanidad de la mujer, para que su muerte no provoque demasiada empatía. Patrick Eudeline, desde Rock & Folk, llega a atribuir un valor diferente al dolor de las familias: "¡Cómo duelen las imágenes de la familia Cantat, de su ex (la madre de sus hijos...), de su hermano, de la banda que rápidamente acudió! Incluso más que la del clan Trintignant, descompuesto por el dolor. Al menos la muerte es limpia. Terrible, pero definitiva.”

En otro orden de cosas, en noviembre de 2003, cuatro meses después de los hechos, el abogado de Bertrand Cantat, Olivier Metzner, puso en duda la honorabilidad de la víctima al pedir que se investigara un accidente de coche que ella habría provocado la noche del 5 al 6 de agosto de 1991. El Renault Clio de Marie Trintignant había chocado violentamente con un vehículo del equipo técnico de un rodaje, ella había salido despedida por el parabrisas y había sido hospitalizada con múltiples heridas en la cara. Tenía 2,78 gramos de alcohol por litro de sangre, por lo que fue condenada a dos meses de prisión condicional y a un año de suspensión del permiso de conducir.

Doce años después, este episodio de la vida de Marie es utilizada por la defensa de Bertrand para explicar la fractura a hueso limpio de la nariz revelada en la autopsia. Olivier Metzner intenta justificarlo diciendo: "Se trata de verificar todo lo que podría explicar la fragilidad física de Marie [4]". La transformación de la realidad es espectacular: ya no es el hombre el que mata a puñetazos, sino la nariz y el cráneo de la víctima que ceden con demasiada facilidad a los golpes.

Minimizar también significa dar la misma importancia a las palabras de Marie que a los golpes de Bertrand. En septiembre de 2003, en un artículo publicado en Libération [5], el escritor Jacques Lanzmann consideraba que los puñetazos eran una respuesta justificada a las provocaciones verbales de Marie: "Se golpea. Se golpea para acallar las palabras que matan. Se golpea para acabar con las palabras", porque "las palabras duelen más que los golpes". El infatigable Patrick Eudeline también imagina la escena: "¡Cállate! No se calla. Por supuesto. Así que él la golpea y ella cae".

Este recurso a la violencia para hacer callar a una mujer que, según Le Monde, se negaba a hablar parece ser compartido por el grupo de comentaristas: "Yo no conocía a Cantat, pero como casi todo el mundo, me pongo en su lugar aquella noche, reproduciendo toda la violencia, los gritos, las escenas, los celos, todo lo que yo también viví y que podría haber acabado mal", confiesa Patrick Eudeline. No se trata sólo de ficción, sino de autoficción.

En esta historia, Marie Trintignant no es más que un objeto, un obstáculo en el camino de un hombre convertido en víctima. Esta insensibilización pública ante su destino es una de las razones por las que, casi 20 años después, la web Purepeople sigue riéndose de ella: "Marie Trintignant: su hijo Jules, ¿futuro modelo? Su 'sorprendente' parecido [6]".

Aparece la orden judicial: hay que separar al hombre del artista

Bertrand Cantat fue a juicio en Lituania un año después de los hechos, y su defensa comenzó alegando un "crimen pasional", delito reconocido por el Código Penal lituano, que puede ser castigado con una pena de prisión de hasta seis años. Sin embargo, este tipo penal no existe en la legislación francesa, donde desde 1994 se considera un agravante cometer un homicidio contra el cónyuge.

Esto impulsó a las feministas a hacer suya la causa. Isabelle Alonso, cofundadora de las Chiennes de garde, escribe en su blog: "Insinuar que Marie no era una santa o someter a una víctima de violación a un test de moralidad es lo mismo: se trata de buscar en la vida de la víctima la justificación de la agresión". Y luego está la cantante Lio, amiga de Marie y ella misma víctima de violencia doméstica, que explotó en el programa de televisión de Thierry Ardisson el 29 de marzo de 2004: "Decir que Marie fue responsable de su muerte junto con él, que fue la pasión y el amor lo que la mató, ¡no! El amor no provoca la muerte, si no es un error absoluto y total. (...) ¡Marie murió por sus golpes!

En marzo de 2004, ocho meses después de los hechos, Bertrand Cantat fue condenado por la justicia lituana a ocho años de cárcel por asesinato cometido con intención indirecta indeterminada, equivalente a lo que la justicia francesa define en el artículo 222-7 del Código Penal como violencia que conduce a la muerte sin intención de causarla. Trasladado a la prisión de Muret (Haute-Garonne) en septiembre de 2004, cumplió su condena hasta el 15 de octubre de 2007, fecha en la que se le concedió la libertad condicional.

En julio de 2010, el control judicial llegó a su fin, y volvió a la escena pública como artista, ya sin la prohibición de producir "cualquier obra u obra audiovisual relacionada con la muerte de Marie Trintignant" o de expresarse sobre los hechos. Sin embargo, cuando vuelve al ruedo mediático, se plantea una cuestión ética y moral: ¿se puede homenajear a un hombre declarado culpable de feminicidio?

Una de las respuestas a esta legítima pregunta es nada menos que un mandato patriarcal: "Hay que separar al hombre del artista". Los hombres que, sin embargo, reivindican a voz en grito la racionalidad como uno de los atributos de lo masculino persisten caso tras caso en este sinuoso, por no decir retorcido, camino intelectual, sin lograr ocultar el hecho esencial: consumir las obras del artista aumenta el capital financiero y la influencia del hombre frente a sus víctimas o a las feministas que dan la voz de alarma.

Cuando se acusa a los hombres de violencia sexista y sexual, se acepta que no es "tan grave". Se nos invita a distinguir entre sus funciones excepcionales o sus contribuciones públicas al mundo y lo que podría considerarse su vida privada. En base a este principio tácito Nicole Belloubet, entonces ministra de Justicia, respondió a las acusaciones de violación y abuso de debilidad contra Gérald Darmanin, su colega ministro de Acción y Cuentas Públicas (desde julio de 2020 ministro de Interior): "Por cierto, es un excelente ministro del Presupuesto."

"Las mujeres siempre son una sola cosa. Pero los hombres tienen mil dimensiones". Como violadores, hay que reconocerles que no son ‘sólo es’". La violencia se contrarresta con lo que los hombres ‘aportan’ a la sociedad. Hay que poner fin a este trueque patriarcal", resumía Kaoutar Harchi en un tuit el 15 de diciembre de 2021 en respuesta al diario L'Équipe, que relativizaba las acusaciones de violación contra el nadador Yannick Agnel a la luz de su prestigiosa carrera.

El héroe regresa pero la imagen se resquebraja

En el sector de la música contemporánea, donde yo aún trabajaba en 2010, tengo un asiento en primera fila para observar este fenómeno. Por aquel entonces, los hombres ocupaban el 80% de los puestos de dirección de salas y el 77% de los de programación (en 2018, según el último estudio [7], los hombres ocupan el 88% de los puestos de programación y el 75% de los de dirección). Ellos tienen el poder para hacer y deshacer carreras. Son ellos quienes decidieron convertir a Bertrand Cantat en un héroe. En las reuniones no se preocupaban de consideraciones éticas. En cambio, se preguntaban qué festival o sala de música tendría el privilegio de ser la primera en acoger a Bertrand Cantat, o qué prensa especializada tendría la exclusiva de entrevistarle.

Finalmente, Bertrand Cantat reapareció el 2 de octubre de 2010 en el festival Rendez-Vous de Terres Neuves, en Bègles (Gironda), unos tres meses después de que se levantara su control judicial, invitado por el grupo Eiffel. Romain Humeau, el cantante, llamó a "un amigo, casi un hermano" para que le acompañara en el escenario. Mientras que los medios de comunicación generalistas se hicieron eco de la noticia, preocupándose de mencionar los cargos que pesaban sobre Bertrand Cantat, la prensa musical no se preocupó de ese "detalle". Se puede adivinar el alivio de cierta casta músico-intelectual al poder ver por fin de nuevo a su ídolo. Les Inrocks se vinieron arriba: Bertrand Cantat "renacido a la música. Liberado" [8]. Un columnista de la webzine La Grosse Radio se mostraba igualmente entusiasmado y concluía: "Los pocos escalofríos que por fin consiguió producir entre el público son algo que ni yo ni nadie del público olvidaremos"[9].

Sin embargo, la reputación de Cantat empezaba a resquebrajarse, incluso en el mundo de la música. El primer golpe lo dio Serge Teyssot-Gay, cofundador de Noir Désir, en noviembre de 2010: "Anuncio mi decisión de no volver a Noir Désir, debido a desacuerdos afectivos, humanos y musicales con Bertrand Cantat, añadidos al sentimiento de indecencia que caracteriza la situación del grupo desde hace varios años". Al día siguiente, fue el batería del grupo, Denis Barthe, quien anunció el fin de las actividades del grupo de rock francés, mantenido "con respiración artificial por oscuras razones".

El doble desamor de Krisztina Rády

Desde el suicidio de su ex mujer, la traductora y escritora de origen húngaro Krisztina Rády, en enero de 2010, se viene pidiendo que Bertrand Cantat sea considerado responsable de su muerte. La madre de sus dos hijos, que le apoyó durante su juicio en Vilna y con la que volvió a vivir tras su liberación, se ahorcó mientras él dormía en otra habitación de la casa.

En 2013 se hizo público un mensaje de voz a sus padres sobre la violencia machista: "Desgraciadamente no tengo mucho bueno que contaros, y sin embargo parecía que me estaba pasando algo muy bueno, pero en el espacio de unos segundos Bertrand lo impidió y lo convirtió en una auténtica pesadilla que él llama amor. Y ahora he llegado al punto (...) en que ayer casi pierdo un diente, porque esto que no sé cómo llamar no va bien en absoluto. (...) Tengo el codo completamente hinchado y desgraciadamente hasta se me habrá roto algún cartílago, pero no importa mientras pueda seguir hablando de ello".

¿Esta noticia, titulada en Closer como "Una nueva tragedia se abate sobre el cantante", es una manifestación de la trágica suerte que ha corrido Bertrand Cantat? No es eso lo que cree Yael Mellul, abogada especializada en violencia de género. En 2013, pidió que se reabriera la investigación sobre el suicidio de Krisztina Rády para que se reconociera el concepto de "suicidio forzado", que define los suicidios de mujeres precedidos de violencia psicológica por parte de su pareja. En 2018, tras dejar la abogacía y convertirse en presidenta de la asociación feminista Femme et libre, volvió a denunciar a Bertrand Cantat por "violencia con resultado de muerte no intencionada". En una carta dirigida a la fiscalía de Burdeos, a la que tuvo acceso Le Journal du dimanche, Yael Mellul denunció extractos de una carta de Krisztina Rády en la que describía la violencia infligida por su ex pareja. La denuncia fue finalmente desestimada y Bertrand Cantat, a su vez, presentó una querella por "denuncia calumniosa".

En octubre de 2013, el cantante volvió a ser portada en Les Inrocks. "Si queríamos hablar con él, era porque (...) más allá del horror de este absurdo asesinato pasional, no reconocíamos al Bertrand Cantat descrito por cierta prensa que había ganado ampliamente en asco, linchamiento e investigaciones chapuceras a los tabloides británicos, a los que Francia se le da tan bien señalar", explica el redactor jefe de la revista mensual, Jean-Daniel Beauvallet. A continuación acusa a las feministas de ir contra la rehabilitación de un hombre que ha cumplido su condena: "No podemos negarle el derecho a ejercer su profesión en nombre de la moral y la decencia: sería negar el trabajo y las decisiones de los tribunales". También en este caso, la indignación es bastante selectiva: Les Inrocks nunca se han ofendido porque un delincuente o criminal no pueda seguir trabajando en la función pública por sus antecedentes penales.

En 2017, tres semanas después de la ola #MeToo, Bertrand Cantat volvió a aparecer en la portada de la revista. Honores similares se concedieron al director de cine Roman Polanski, a pesar de haber sido acusado de violencia sexista y sexual, cuando se le concedió el César al mejor director en 2020. Los hechos del caso drogar a una niña de 13 años para sodomizarla no conmovieron a la "gran familia" del cine francés al igual que un feminicidio tampoco inmutó al mundo de la música.

Esto se debe a que, en Francia, las élites culturales tienen un estatus especial. Como señaló Norimitsu Onishi, corresponsal en París del New York Times, en 2020 [10] en relación con el caso Matzneff: "Francia tiene a bien ser un país profundamente igualitario, pero su élite tiende a distinguirse de la gente corriente saltándose las reglas y el código moral imperante, o al menos defendiendo con contundencia a quienes lo hacen". El resultado, paradójicamente, es que los casos nunca se cierran. En noviembre de 2021, casi 20 años después de la muerte de Marie Trintignant, cuando Wajdi Mouawad pidió a Bertrand Cantat que compusiera la música de su obra Mère en el Théâtre de La Colline, las feministas tomaron represalias con una manifestación espontánea la noche del estreno. No se trataba de una aparición pública de Cantat, pero al defenderle como lo hicieron, los miembros del famoso "boys’ club" quizá no le hicieron ningún favor. Es por este tipo de detalles por lo que se reconoce el patriarcado: nadie sale realmente fortalecido.*

 

 [1] Este término se refiere a una red informal de hombres que se cooptan y ayudan mutuamente en un contexto profesional o social.

 [2] Patrick Eudeline, "La ballade de Marie et Bertrand", Rock & Folk, nº 434, octubre de 2003.

 [3] Pascale Robert-Diard, "L'affaire Bertrand Cantat : Marie Trintignant, l'amour battu", Le Monde, 25 de agosto de 2006.

 [4] Stéphane Bouchet, "Polémique sur un accident de la route", Le Parisien, 28 de noviembre de 2003.

 [5] Jacques Lanzmann, "Les mots qui tuent", Libération, 19 de septiembre de 2003.

 [6] El título de este artículo, publicado el 28 de noviembre de 2020 en Purepeople, ha sido modificado: "Leur ressemblance 'frappante'"(Su parecido asombroso) ha sido sustituido por "Leur ressemblance largement soulignée" (Su parecido tan señalado).

 [7] Collectif, "L'emploi permanent dans les lieux de musiques actuelles", Volumen !, en internet desde el 5 de septiembre de 2018.

 [8] Marc Besse, "Sur scène avec Eiffel, Bertrand Cantat renaît à la musique", Les Inrockuptibles, octubre de 2010.

 [9] Robix66, "Eiffel à Terres Neuves (avec Bertrand Cantat)", La Grosse Radio, 13 de octubre de 2010.

 [10] Norimitsu Onishi, "A paedophile writer - and the French elite - in the dock", The New York Times, 11 de febrero de 2020.

  

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Este artículo también puede leerse en la revista trimestral La Déferlante, dedicada a las revoluciones feministas, cuyo nuevo número está disponible en las librerías a partir del 3 de junio.

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