La oleada militarista sacude a los poderosos movimientos pacifistas alemanes

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Thomas Schnee (Mediapart)

Berlín (Alemania) —

Suena con fuerza la Campana de la Paz Mundial, instalada en Berlín a orillas de un pequeño estanque en el parque de Friedrichshain. Unos 50 activistas pacifistas ya veteranos han acudido con sus pancartas antinucleares para hacer sonar uno a uno la gran campana japonesa. Es sábado, 6 de agosto, 8:15 de la mañana. Hace 77 años, a la misma hora, la primera bomba atómica militar soltó su abrasadora onda expansiva sobre la ciudad de Hiroshima (Japón), pulverizando casi 100.000 vidas de un solo golpe. 

"Estamos haciendo campaña para la eliminación de todas las armas atómicas del planeta. Nuestras acciones comenzaron a finales de julio con una 'vigilia' por Hiroshima, que se sigue en toda Alemania. Por supuesto, este año no es como los anteriores. Hay guerra en Ucrania y nuestro gobierno ha prometido 100.000 millones de euros para invertir en el ejército. Esto no facilita la difusión de nuestro mensaje", explica el pastor y ex capellán militar Matthias Engelke, co-organizador del evento.  

Este pastor septuagenario, miembro de Amigos de la Naturaleza (turismo social y ecológico) y ex presidente de la sección alemana del International Fellowship of Reconciliation (Ifor), asociación que tiene estatus de observador en la ONU y del que fue miembro Martin Luther King, se convirtió en pacifista cuando estuvo a cargo de las almas de la base aérea de Büchel, cerca de Frankfurt, donde está estacionado el escuadrón alemán que participa en el escudo nuclear de la OTAN. 

La invasión rusa de Ucrania, el anuncio del giro militarista de Alemania y luego, en abril, la luz verde de Berlín para la entrega de armas pesadas a Kiev, "todo esto fue un duro golpe para nosotros. Muchos de nosotros sufrimos mucho el hecho de que nuestro gobierno verde, surgido del movimiento pacifista, esté a favor de la guerra. Esperamos que el movimiento por la paz tenga suficiente aliento para durar.” 

El activista antinuclear francés Etienne Godinot, representante de Ican France (Campaña Internacional para la Abolición de las Armas Nucleares), y su colega británico Marc Morgan, miembro de la Campaña para el Desarme Nuclear, con sede en Londres, estaban allí presentes para apoyar a sus colegas alemanes y también se mostraron profundamente decepcionados. 

"Alemania siempre ha sido considerada como el país donde el movimiento pacifista ha conseguido hacer oír su voz, con resonancia a nivel gubernamental y parlamentario. Y tradicionalmente, los movimientos de los que formamos parte tienen vínculos con los Verdes alemanes. Así que ver cómo una coalición de izquierdas con los Verdes se vuelve hacia el militarismo casi de la noche a la mañana, o al menos hacia el aumento del gasto militar, ha sido un shock brutal", explican.

 "Un poco perdida”

Impulsado por los bombardeos atómicos en Japón o la reconstitución del ejército alemán, el movimiento pacifista alemán de la posguerra, que se reúne todos los años durante las Marchas de Pascua (Ostermärsche), conoció un verdadero auge a partir de 1979, cuando se desplegaron misiles nucleares rusos y estadounidenses en Europa. 

"Este movimiento, muy diverso y bien arraigado en la sociedad, se apoya en las iglesias, por un lado, y en los movimientos socialistas y antimilitaristas, por otro. A lo largo de los años, las universidades también han acogido cada vez más centros y planes de estudio para la investigación sobre la paz. Por último, muchos miembros del Partido Verde se unieron a nosotros cuando el entonces ministro de Asuntos Exteriores, Joschka Fischer, apoyó la participación del ejército alemán en la guerra de Kosovo", resume Matthias Engelcke, que reconoce que, desde la "deserción" de los Verdes, el pacifismo ya no tiene muchos representantes en los grandes partidos. 

Inga, que tiene poco más de cuarenta años y sólo quiere dar su nombre de pila, acudió como vecina a la pequeña ceremonia conmemorativa en torno a la campana: "Vi los carteles que lo anunciaban. Apoyo a Amnistía Internacional, pero nunca me he manifestado por la paz. Digamos que tenía curiosidad, sobre todo porque el tema nuclear está muy de actualidad", explica. 

¿Y la cuestión del rearme alemán y la entrega de armas? "Tengo que admitir que me resulta difícil opinar. Creo que la búsqueda de la paz debe ser el principio supremo. Al mismo tiempo, reconozco el derecho de los pueblos a defenderse. Estoy un poco perdida.” 

Vivian Wang, berlinesa y editora cinematográfica, tiene una posición más clara e ilustra indirectamente los problemas a los que se enfrenta el movimiento pacifista: "Tengo 48 años y nací en Berlín Este. Cuando estaba en la escuela, oíamos hablar mucho de la necesidad de defendernos de Occidente, y debo admitir que sentía una sensación de amenaza que hoy no siento. Incluso con las amenazas nucleares de Putin.” 

Por otro lado, Vivian Wang puede entender el apoyo militar alemán a Ucrania: "No sé hasta dónde debe llegar nuestra ayuda. Pero me gustaría recordarles que si los alemanes podemos vivir hoy en paz, tocándonos la barriga, es porque las fuerzas extranjeras, rusas y aliadas, vinieron a liberarnos de los nazis", dice.  

Por su parte, la activista y estudiante de 23 años Clara Meier, que acaba de regresar de una semana de acción contra la construcción de terminales de gas licuado cerca de Hamburgo, recuerda las marchas de febrero, justo después del ataque ruso, a la que acudieron cientos de miles de alemanes. Pero es demasiado joven para haber vivido las últimas grandes manifestaciones pacifistas contra la guerra de Irak en 2002-2003. 

"Para mí, el 'pacifismo' es un concepto un poco anticuado. Utilizo esta palabra más en el ámbito social, por ejemplo en cuestiones de género", explica. En cuanto a los 100.000 millones de euros para la Bundeswehr, está en contra. "Pero en realidad no estoy en contra de la política de defensa. Se trata principalmente de decir que primero necesitamos 100.000 millones de euros de inversión pública en nuestra sociedad y en la ecología.” 

Para el historiador Philipp Gassert (Universidad de Mannheim), el relativo desinterés de los jóvenes por la temática de la paz y la guerra se explica porque mantenemos la ilusión de que Europa ha conseguido establecer "algo parecido a un orden de paz": "Por supuesto, existe el temor de que la guerra se extienda por toda Europa. Este miedo está ahí, pero no es tan grande como en la década de los 80, cuando el miedo a la guerra nuclear y al "holocausto nuclear" parecía muy real", dijo el pasado marzo en la cadena SWR. 

El período de las Marchas de Pascua de 2022, seguido el 26 de abril por el anuncio del gobierno alemán del suministro de armas pesadas a Ucrania, mostró en cualquier caso el candente estado del debate sobre el pacifismo y el ejército en Alemania. 

En un artículo de opinión para el semanario Die Zeit, el influyente diputado liberal Alexander Graf Lambsdorff arremetió contra los organizadores de las Marchas de Pascua como "la quinta columna de Vladimir Putin, política y militarmente". 

El ex presidente del Bundestag, Wolfgang Thierse, fue más allá y explicó que seguir el eslogan "Construir la paz sin armas" era una muestra de arrogancia hacia el pueblo ucraniano: "El pacifismo a costa de los demás es cínico", declaró a la radio bávara. 

Ante esto, y mientras se critica la gestión de la ayuda alemana a Ucrania por parte del canciller socialdemócrata Olaf Scholz, por demasiado tímida, un grupo de intelectuales de prestigio salió al rescate del canciller y de una cierta lógica de la paz a través de una rotunda carta abierta firmada online por más de 200.000 personas. 

"Estimado Canciller Federal, nos alegramos de que hasta ahora haya tenido en cuenta los riesgos: el riesgo de que la guerra se extienda a Ucrania, el riesgo de que se extienda a toda Europa e incluso el riesgo de una tercera guerra mundial. Por ello, esperamos que vuelva a su posición original y no suministre, directa o indirectamente, nuevas armas pesadas a Ucrania". Entre los firmantes, la periodista feminista Alice Schwarzer, el cineasta y escritor Alexander Kluge, el abogado y filósofo Reinhard Merkel, el actor Lars Eidinger o los novelistas Martin Walser y Juli Zeh. 

"Por el contrario, le rogamos encarecidamente que haga todo lo posible para lograr un alto el fuego lo antes posible, un compromiso que ambas partes puedan aceptar", continuaron los autores, quienes el mismo día recibieron un importante apoyo, el del filósofo Jürgen Habermas.

Línea roja

En un artículo publicado en el Süddeutsche Zeitung, Habermas elogió la actitud prudente del canciller alemán y pidió a los líderes occidentales que, con cada nuevo anuncio de apoyo a Ucrania, "no crucen una línea roja indeterminada cuyos criterios son definidos por Vladimir Putin" y que llevaría al mundo a "una apocalíptica tercera guerra mundial". 

Estos dos contrafuegos moderados dieron lugar a una respuesta del bando "pro entrega de armas" mediante la publicación de una nueva carta abierta al Canciller. Esta vez fue redactada por el ex dirigente ecologista Ralf Fücks y firmado por personalidades como la escritora Herta Müller, premio Nobel de Literatura en 2009, el pianista Igor Levit, el sociólogo Armin Nassehi y el periodista Deniz Yücel, presidente del PEN Club alemán, así como Mathias Döpfner, jefe del poderoso grupo de prensa Axel Springer, y el ex presidente de EADS Thomas Enders. 

"Si queremos una paz negociada que no se reduzca a la sumisión de Ucrania a las exigencias rusas, debemos reforzar su capacidad de defensa y debilitar al máximo la capacidad bélica de Rusia", escriben los 57 firmantes.“ La amenaza de una guerra nuclear forma parte de la guerra psicológica de Rusia. Sin embargo, no lo tomamos a la ligera. Cualquier guerra conlleva el riesgo de una escalada hasta el extremo. Sin embargo, el peligro de una guerra nuclear no puede evitarse haciendo concesiones al Kremlin que le animen a continuar con sus aventuras militares. Si Occidente dejara de entregar armas convencionales a Ucrania y cediera así a las amenazas rusas, alentaría al Kremlin a continuar su agresión.” 

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Estos intercambios de armas no han servido para cambiar el curso de la política, y ya han cesado las disputas de alto nivel. "Desde de las manifestaciones de febrero-marzo y de las marchas de Semana Santa, no hemos experimentado un repunte de la militancia. Muchos de los que querían ser activos se han dedicado más a ayudar a los refugiados ucranianos. Eso ha canalizado mucha energía", dice Matthias Engelcke, que continuó su jornada de acción después de la "ceremonia de la campana" con una vigilia silenciosa frente a la embajada de Estados Unidos, ante los desconcertados y poco curiosos turistas de la Puerta de Brandemburgo. 

A pesar de ser consciente de que los jóvenes están por ahora centrados principalmente en las luchas ecologistas, no tiene intención de rendirse: "Hay que seguir luchando por mantener el diálogo y las negociaciones por la paz, con Ucrania pero también con Rusia y Vladimir Putin", cree el pastor Engelke, que se defiende de cualquier arrebato de debilidad o simpatía pro-rusa. "Algún día tendremos que detener esta masacre", dice, recordando que también en Afganistán la OTAN y Estados Unidos juraron no negociar nunca con los talibanes.  

Traducción de Miguel López

Suena con fuerza la Campana de la Paz Mundial, instalada en Berlín a orillas de un pequeño estanque en el parque de Friedrichshain. Unos 50 activistas pacifistas ya veteranos han acudido con sus pancartas antinucleares para hacer sonar uno a uno la gran campana japonesa. Es sábado, 6 de agosto, 8:15 de la mañana. Hace 77 años, a la misma hora, la primera bomba atómica militar soltó su abrasadora onda expansiva sobre la ciudad de Hiroshima (Japón), pulverizando casi 100.000 vidas de un solo golpe. 

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