Los dos principales partidos políticos griegos son los más endeudados de Europa con los bancos

Nikos Androulakis, presidente de Pasok-Kinal, y el primer ministro y líder del partido Nueva Democracia, Kyriakos Mitsotakis.

Basile Dekonink (Mediapart)

A finales de julio, en pleno letargo estival y ante la indiferencia casi generalizada de los medios de comunicación, Pasok-Kinal y Nueva Democracia (ND), las dos principales formaciones políticas de Grecia, hicieron finalmente públicos sus balances financieros anuales.  Los documentos se publicaron con total discreción, con dos meses de retraso respecto a la fecha legal. Tres páginas escaneadas a toda prisa y subidas sin ceremonias a Internet. Pero hay cifras que harían palidecer a cualquier experto contable.

Al término del ejercicio fiscal anterior, Nueva Democracia, el partido que gobierna Grecia desde 2019, debía, según la partida “préstamos bancarios” de su balance contable, 530,9 millones de euros a los bancos griegos, lo que supone un aumento de 55,5 millones de euros en un año. Pasok-Kinal, el principal partido de la oposición, también ha visto cómo su deuda se disparaba hasta los 502,2 millones.

En total, ambas formaciones deben más de mil millones de euros a las grandes entidades bancarias del país, una situación absolutamente única en Europa (Forza Italia les sigue con 99 millones de euros de deuda en 2023). Pero el hecho de que sean, con diferencia, los partidos más endeudados del continente y que parezcan incapaces de devolver esta vertiginosa suma no ha inmutado a casi nadie en Grecia. El asunto no tiene interés mediático ni político.

“Los grandes periódicos y cadenas de televisión griegos no pueden hablar de esos préstamos porque perderían a sus mejores anunciantes, los bancos. Y la comisión de control no hace nada. Así es Grecia”, opina Vangelis Triantis, periodista del medio de investigación Documento, que lleva mucho tiempo cubriendo este tema.

“Esto es Grecia”: esta respuesta se repitió muchas veces durante esta investigación. Según sus propios balances contables, los dos grandes partidos griegos, que no respondieron a los mensajes de Mediapart, se encuentran técnicamente en quiebra.

Financiación encubierta

Tomemos como ejemplo Nueva Democracia: durante el periodo 2020-2024, mientras que los fondos propios de este partido neoliberal y conservador ascienden a una media de −435,4 millones de euros, ha gastado sin medida, especialmente durante las campañas electorales. Su montaña de deudas se agrava cada año y no dispone de activos (bienes inmuebles, participaciones financieras) que pueda vender. En el mundo empresarial, sin una reestructuración urgente de los créditos bancarios, la quiebra es inevitable. En la realidad griega, es como si no existieran.

“La deuda de los partidos políticos es el elefante en la habitación en Grecia. Es un ejemplo de captura de la democracia por intereses privados: las empresas —en este caso, los bancos— financian a los partidos a cambio de diversas formas de apoyo y favoritismo”, explica Margarita Gasparinatou, profesora adjunta de criminología y política criminal en la Universidad Demócrito de Tracia.

Este entramado de colusión entre empresas privadas y actores públicos tiene su particularidad en Grecia en el excesivo endeudamiento bancario de esos partidos políticos. En otras palabras, se trata de “financiación encubierta», como sospecha el Grupo de Estados contra la Corrupción (Greco) en un informe de 2015.

Esto explica por qué los bancos griegos, en particular los sistémicos (Piraeus Bank, Alpha Bank, Ethniki y Eurobank), no emprenden ningún procedimiento de recuperación contra estos partidos políticos, a pesar de que se encuentran entre los peores deudores del país y de que suelen ser intransigentes.

Los griegos resumen este fenómeno con una palabra: diaploki (connivencia). Y lleva años ocurriendo.

Dudosos montajes financieros

En 2012, mientras Grecia se hundía en la crisis, el país descubrió con estupor que Nueva Democracia y el Pasok también estaban agobiados por las deudas pendientes. Reuters reveló entonces que los dos grandes partidos políticos griegos, los únicos que habían gobernado desde el retorno de la democracia en 1974, tenían una deuda conjunta de unos 230 millones de euros, la mayor parte de la cual ya no se pagaba.

Para financiar un estilo de vida lujoso, pero sobre todo para transportar gratuitamente a decenas de miles de votantes a sus colegios electorales en cada elección —una práctica más que discutible—, ambos partidos pidieron prestados, a lo largo de los años noventa y dos mil, cientos de millones de euros a los bancos locales. Esto contraviene las normas bancarias más elementales.

La Comisión Auditora, encargada de controlar las finanzas de los partidos, incumple en general sus funciones esenciales y nunca ha impuesto sanciones reales

Como únicas garantías, los partidos políticos ofrecieron en aquellos años... sus futuras subvenciones públicas, las que esperaban recibir dentro de dos, tres, cuatro o, incluso, diez años. Esos activos “inexistentes” e “inciertos” se dieron en prenda en ocasiones a varios bancos al mismo tiempo y fueron aceptados “sin verificación” por los acreedores, a pesar de las alertas de sus propios departamentos de gestión de riesgos, según señala en 2016 el informe de una comisión parlamentaria de investigación sobre el tema.

Esos dudosos montajes financieros, prohibidos desde 2014, sumirán a los partidos en la crisis. Y es que las subvenciones se calculan en proporción al presupuesto del Estado griego, en el que la troika (Comisión Europea, Banco Central Europeo y Fondo Monetario Internacional) lleva haciendo recortes desde 2010. Las elecciones legislativas de 2012, en las que el Pasok-Kinal fue derrotado obteniendo solo el 4% de los votos, acabaron de reducir sus ingresos a la mínima expresión.

Deuda “irreal”

Desde entonces, la deuda acumulada de los dos partidos del Gobierno no ha dejado de aumentar. “La deuda aumenta año tras año porque la calificación crediticia de los partidos es desastrosa y se acumulan las penalizaciones por demora. Es irreal”, señala Gerasimos Sapontzoglou, profesor de economía bancaria en la Universidad de Economía y Comercio de Atenas, que en 2017 elaboró un informe pericial a petición de la justicia.

¿Cuál es, por cierto, el importe exacto de los préstamos concedidos por cada banco? ¿Cuáles son los plazos de vencimiento y las condiciones de reembolso? ¿Cuál es la proporción de créditos pendientes de pago? Aunque se supone que es pública, la lista de préstamos bancarios a los partidos políticos no se ha publicado desde 2017. La Comisión Auditora, encargada de controlar las finanzas de los partidos, incumple en general sus obligaciones fundamentales y nunca ha impuesto sanciones reales.

La dependencia económica de los partidos crea una dependencia política de los bancos

Theofilos Xanthopoulos, diputado del partido opositor Syriza

“Grecia cuenta con un marco jurídico sólido en materia de financiación política, mucho mejor que el de muchos otros países europeos. El problema es que no se aplica”, lamenta Stefanos Loukopoulos, director de la ONG para la transparencia Vouliwatch, que lleva años reclamando la publicación de esos documentos. Según él, el endeudamiento de los partidos políticos es fruto de un “triángulo de corrupción en el que están implicados el sector bancario, los grandes medios de comunicación propiedad de las grandes empresas y el sistema político”.

Esos hechos han sido objeto de investigaciones: entre 2017 y 2021, la fiscalía económica de Atenas inició procedimientos judiciales por delitos similares al abuso de confianza y al encubrimiento de abuso de confianza, castigados con diez años de prisión. Entre las 115 personas procesadas (nueve tesoreros de partidos políticos y 106 directivos bancarios) figuraba Dimitris Miliakos, exgobernador del Banco Agrícola de Grecia (ATE). Este banco semipúblico sirvió durante esos años como auténtica hucha, según admitió el propio Miliakos en un libro publicado en 2021.

Pero las investigaciones nunca terminaron en juicio. Apenas elegido en 2019, el primer ministro y líder de Nueva Democracia, Kyriakos Mitsotakis, modificó el Código Penal: para que se puedan iniciar tales procedimientos, ahora es necesario que la propia entidad bancaria presente una denuncia contra sus propios directivos en un plazo de cuatro meses a partir de los hechos.

Esta disposición, considerada “contraria a la Constitución y al Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH)” por una resolución de los tribunales penales de Atenas, y calificada por algunos como una verdadera “amnistía” para los banqueros, fue finalmente validada por decisión de la sala sexta del Tribunal Supremo griego en 2021. Desde entonces se han abandonado todos los procesos judiciales.

“La dependencia económica de los partidos crea una dependencia de la política respecto a los bancos”, alerta Theofilos Xanthopoulos, diputado del partido opositor Syriza. El antiguo partido de izquierda radical, que no tiene ningún préstamo bancario, intenta movilizar a la sociedad griega en torno a esta cuestión, sin mucho éxito.

Desde que Nueva Democracia ganó las elecciones legislativas de 2019 (y de 2023), el sector bancario griego goza de una cierta indulgencia. Calificado de “oligopolio” por el propio gobernador del Banco de Grecia, da rienda suelta a sus prácticas anticompetitivas y ha acumulado 4.500 millones de euros de beneficios el año pasado.

Los titulares de cuentas, por su parte, sufren comisiones punitivas por servicios básicos, según las asociaciones de consumidores. La reforma del Código de Quiebras, en 2020, también permite a los bancos embargar hasta la vivienda principal de los particulares endeudados para venderla en subasta. Para Harris Mamoulakis, diputado de Syriza responsable de temas económicos y financieros, “es corrupción pura y dura”. “Los bancos dejan de lado la deuda y, a cambio, se dan la gran fiesta desde que Nueva Democracia llegó al poder”.

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Basile Dekonink es periodista independiente, afincado en Grecia. Este es su primer artículo para Mediapart.

 

Traducción de Miguel López

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