Veto a los productos que matan bosques: un gran salto para la UE, un pequeño paso para la selva

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Floriane Louison (Mediapart)

No más bosques arrasados para que tengamos pechugas de pollo alimentado con soja amazónica. El Parlamento Europeo aprobó el miércoles 17 de abril prohibir la importación de cacao, aceite de palma, soja, café, madera, caucho, carbón vegetal, productos ganaderos y papel si estos productos proceden de la deforestación. Se trata de una gran toma de conciencia de la responsabilidad de los europeos en la deforestación mundial. Pero las celebraciones pronto chocarán con la realidad del mercado de materias primas agrícolas. 

En los últimos 30 años han desaparecido de la superficie terrestre 420 millones de hectáreas de bosque, una superficie mayor que toda la Unión Europea (UE). Esta catástrofe medioambiental y climática está bien documentada. Su principal causa es bien conocida: la conversión de bosques en tierras de cultivo. En un estudio de impacto medioambiental de 2013, la Comisión Europea llegó a cifrar la responsabilidad de la UE en este ámbito: los países europeos son responsables de más de un tercio de la deforestación vinculada al comercio internacional de productos agrícolas. Principal culpable, la soja. Esta oleaginosa representa el 60% de las importaciones europeas con riesgo de deforestación, seguida del aceite de palma (12%) y el cacao (8%). 

No hablamos aquí de la soja transformada en tofu u otros alimentos de moda, sino de la que acaba en los comederos de los animales de granja, principalmente pollos. Su consumo se ha disparado para satisfacer las necesidades de una agricultura cada vez más intensiva: +751% en cincuenta años.

Los animales de granja europeos no suelen comer soja, originaria de Asia oriental, pero esta proteína se ha convertido en esencial para la rentabilidad de la ganadería. Es el ingrediente secreto para que la cabaña de ganado de consumo masivo crezca más rápidamente y a menor coste.

Como resultado, la soja está ocupando una cantidad innecesaria de espacio en el planeta. El equivalente a la superficie de Francia, Alemania y los Países Bajos juntos está cubierto de soja. Es decir, más de un millón de kilómetros cuadrados que antes tenían otros usos o eran bosques, sumideros de carbono y refugio del mundo vivo. 

Esta soja no se cultiva o muy poco en Francia. Llega en cargueros por decenas de miles de toneladas a los grandes puertos del oeste del país. Según los trabajos del CST Forêt comité científico y técnico de la AFD (Agencia Francesa de Desarrollo), encargado de asesorar a Francia en la aplicación de su Estrategia Nacional de Lucha contra la Deforestación Importada, entre el 70 y el 80% de la mercancía procede de Brasil. Estos envíos suponen un riesgo muy alto de deforestación.

Con la adopción de la nueva normativa europea, a partir de ahora se prohibirá la entrada de soja deforestadora en Francia, y en general en Europa. "Así que estamos muy contentos", afirman en Canopée, una ONG de protección forestal. "Queda la cuestión de la operatividad del reglamento. De momento, es muy vago", dice Boris Patentreger, director francés de Mighty Earth, otra ONG implicada en la lucha contra la deforestación importada. 

Problema número 1: la soja no se puede rastrear

Entre la parcela de cultivo en Brasil y el comedero de un pollo industrial, la soja realiza un largo viaje, pasando por las manos de varios a veces más de una docena intermediarios. La cosecha se mezcla en cada etapa: en los silos, en los camiones, en los barcos, en las plantas de trituración, en las fábricas de piensos, etc. Ante esta realidad del comercio internacional de materias primas, ¿cómo garantizar el origen no deforestado de la soja importada?

Según el texto europeo, los países o partes de países se clasificarán en función de su nivel de riesgo. Hasta aquí, todo bien. La identificación de las zonas de riesgo es factible, e incluso se realiza en gran medida en varios territorios, con niveles de precisión por kilómetro cuadrado. 

En función de los "niveles de riesgo", se efectuarán controles más o menos regulares de las mercancías. Por ejemplo, un barco lleno de soja que llega al puerto de Saint-Nazaire procedente de Salvador de Bahía, una región de alto riesgo, será sometido a controles más a menudo que un camión de soja cultivada en Italia. 

Durante estos controles, el proveedor "que comercialice por primera vez un producto en el mercado de la UE" deberá facilitar los datos de geolocalización de todas las parcelas de las que proceda la soja transportada. La gran incertidumbre es si serán capaces de proporcionar estos datos con exactitud. Pero si mienten, ¿será posible verificarlo? Las ONG entrevistadas echan balones fuera. También lo hace la eurodiputada verde Marie Toussaint, a pesar de su firme apoyo al texto, para ella "una primicia mundial", "un texto ambicioso", "un gran paso adelante para regular un mercado incontrolado". Respondiendo con evasivas dice: "pero el delito medioambiental existe y está explotando". Y añade: "Con este texto, todos los datos serán mucho más transparentes y se facilitarán las investigaciones de ONG o periodistas.”

Habrá que establecer cadenas de suministro por separado.

A partir de esta información facilitada por los importadores, las autoridades competentes de la UE, aún no determinadas, realizarán controles mediante herramientas de seguimiento por satélite y análisis de ADN. Si descubren que una parcela ha sido deforestada después del 31 de diciembre de 2020, los proveedores serán sancionados. La multa máxima contra un operador incumplidor será de al menos el 4% del volumen de negocios total anual de la empresa en la UE.  

El texto no es "perfecto", reconoció su ponente, el eurodiputado luxemburgués de derechas Christophe Hansen (PPE). "Los camiones recogen materias primas de diferentes regiones ('deforestación cero' o no), y estas materias primas se mezclan después en almacenes o fábricas antes de ser transportadas a barcos en cisternas mixtas que pueden abastecer a varios continentes (...). Con las normas actuales, no sería posible rastrear cada producto hasta la parcela de un pequeño agricultor", describió en su "exposición de motivos", indicando que estaban previstas revisiones reglamentarias en uno, dos y cinco años para encontrar soluciones.

Algunas ya están sobre la mesa. "Habrá que establecer cadenas de suministro separadas", anunció el ponente. Un sistema complejo y costoso, pero no irrealista que ya se ha puesto en marcha para luchar contra la importación de productos modificados genéticamente. 

En los círculos activistas se defiende a veces otra idea: "boicot" a determinados territorios. Según datos del Ministerio de Transición Ecológica, cerca del 65% de las importaciones francesas de soja con alto riesgo de deforestación proceden del Estado de Bahía (Brasil). Retirándose de esta región, Francia dividiría por tres sus importaciones de soja de deforestación. Podría conseguir un riesgo muy bajo rompiendo relaciones con sólo cuatro municipios brasileños (Formosa do Rio Preto, Barreiras, Diamantino y Riachão das Neves). 

Problema número 2: "efectos de fuga”

"Pero el gran problema no es ese", afirma Boris Patentreger, director en Francia de la ONG Mighty Earth, que documenta la expansión del cultivo de soja en el Cerrado brasileño. Este territorio, calificado de "sabana" por la FAO, la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación, escaparía así a la nueva normativa europea. Sin embargo, Patentreger, que se encuentra actualmente sobre el terreno, lo que ve es allí es un paisaje exuberante que alberga el 5% de la biodiversidad mundial. “Hay nuevos silos de soja en el frente de la deforestación", afirma. “Lo que se está produciendo es un efecto de fuga de la Amazonia al Cerrado".

Otros investigadores, sobre todo de CST Forêt, advierten de los riesgos de la "deforestación indirecta": la ubicación de cultivos de soja en parcelas no deforestadas puede dar lugar a que otras actividades, como la cría de ganado, se desplacen a zonas de vegetación natural. Menos deforestación por un lado, pero más por otro. 

La ONG Canopée teme que "los proveedores de soja separen sus mercados y envíen soja no deforestada a Europa sin cambiar en nada su actividad en conjunto y, en última instancia, su impacto en la deforestación. Además, no están muy preocupados por esta normativa". 

Estos efectos perversos conducen de nuevo al problema de fondo: el sobreconsumo exponencial de soja en Europa y en todas partes. Sin cambiar esta situación, toda la tecnocracia europea puede ponerse en marcha para prohibir la deforestación importada, pero la soja seguirá expandiéndose tragándose los bosques. Para actores como la Confederación Campesina y Greenpeace, el núcleo del problema se encuentra por tanto en una fase anterior, en la transición de la agricultura hacia modelos menos productivistas y la reducción de nuestro consumo, especialmente de carne. 

Un comercio en manos de unas pocas multinacionales

Hoy en día, el mercado de la soja está en manos de un puñado de operadores conocidos como los "ABCD" por ALZ Graos, Bunge, Cargill COFCO y Louis Dreyfus, todos ellos implicados en la deforestación. Según una investigación de la ONG Mighty Earth, realizada entre enero y noviembre de 2021, esos operadores han deforestado 27.000 hectáreas en Brasil para plantar soja. La industria francesa de alimentación animal se abastece principalmente de tres de ellos: Bunge, Cargill y Louis Dreyfus. Prohibir a los europeos consumir soja de ese origen no impedirá que trabajen con estos deforestadores que ostentan el monopolio.

Además, no están en línea con las ambiciones de la UE. Según su promesa, dejarán de deforestar a partir de 2025. Se trata de un compromiso que adquirieron en la última COP, celebrada en Egipto en noviembre de 2022. Sobre el nuevo reglamento europeo, que se debate desde hace varios meses, ni una palabra. Hemos contactado con Bunge pero no ha respondido a nuestras preguntas. A la espera de 2025, y de que las promesas de los operadores se conviertan en hechos, nada indica que vayan a detener sus bulldozers. 

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“Nos enfrentamos a multinacionales casi intocables, en posición de fuerza", afirma un responsable de una fábrica francesa de piensos, que prefiere permanecer en el anonimato. “Puede haber normativas europeas, podemos incluir soja no desforestante en nuestras especificaciones, pero al final harán lo que quieran". Se contactó con otras fuentes de la industria alimentaria, pero sólo Carrefour accedió a responder. En concreto, el grupo se ha comprometido en 2020 a evaluar a los "operadores clave" de sus cadenas de suministro para "favorecer progresivamente a aquellos que reduzcan los riesgos de deforestación". En este contexto, la normativa europea, bien acogida por la dirección del grupo, "les ayudará a ser totalmente transparentes sobre el origen de las materias primas". El objetivo es lograr "cero deforestación importada" de soja de aquí a 2025 en "sus principales Líneas de Calidad Carrefour y productos de marca Carrefour". Los plazos son ajustados para un camino todavía muy largo: sólo el 20% de estos productos están actualmente "libres de deforestación". 

 

Traducción de Miguel López

No más bosques arrasados para que tengamos pechugas de pollo alimentado con soja amazónica. El Parlamento Europeo aprobó el miércoles 17 de abril prohibir la importación de cacao, aceite de palma, soja, café, madera, caucho, carbón vegetal, productos ganaderos y papel si estos productos proceden de la deforestación. Se trata de una gran toma de conciencia de la responsabilidad de los europeos en la deforestación mundial. Pero las celebraciones pronto chocarán con la realidad del mercado de materias primas agrícolas. 

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