Putin se ensaña con las mujeres que se atreven a denunciar la guerra de Ucrania

Victoria Petrova ante el tribunal del distrito de Kalininsky en San Petersburgo, el 20 marzo de 2023.

Estelle Levresse (Mediapart)

En San Petersburgo, el Centro de Detención Preventiva nº 5, reservado a mujeres, está situado en la calle Arsenal, en el noreste de la ciudad. Detrás de la verja verde coronada con alambre de espino, se ve el edificio deteriorado, un enorme bloque rectangular con muchas ventanas. Sonia Subbotina acude dos veces por semana para entregar paquetes a su compañera Sasha Skochilenko, que lleva más de un año encerrada en espera de juicio.

Se recibe comida y objetos personales todos los días, siempre que se reserve por internet la solicitud de entrada con quince días de antelación. "Intento llevar a Sasha siempre fruta y verdura fresca. También le llevo comida y dulces sin gluten, queso, café y un buen té chino", nos cuenta Sonia Subbotina a principios de mayo en un café del centro de San Petersburgo. Sólo se aceptan medicamentos los viernes, entre las 12.00 y las 13.00 horas. "Las colas para entrar en la unidad médica suelen ser muy largas, y hay que esperar fuera una hora y media. En invierno, con el frío que hacía, era especialmente difícil".

Sasha Skochilenko, la mujer que comparte la vida de Sonia desde hace seis años, se enfrenta a diez años de cárcel por sustituir las etiquetas de los precios en un supermercado por pegatinas contra la guerra. En marzo de 2022, esta talentosa artista petersburguesa de 32 años, profundamente afectada por la invasión rusa de Ucrania, participó en manifestaciones de protesta, organizó eventos musicales por la paz, denunció la ofensiva en las redes sociales...

Cuando el movimiento feminista antibelicista Resistencia propuso hacer etiquetas de precios falsas para pegar en las tiendas con mensajes sobre el bombardeo de Mariúpol o las masacres de civiles, no se lo pensó dos veces. “Nunca habría imaginado que podía enfrentarse a una pena de cárcel por ese gesto", señala Sonia Subbotina. “Sabía que era peligroso, pero pensaba que como mucho le pondrían una multa.

El Comité de Investigación considera que Sasha Skochilenko cometió un "delito grave". En virtud del artículo 207.3 del Código Penal recientemente aprobado, la acusa de haber difundido "información deliberadamente falsa" sobre el ejército ruso por motivos de "odio y enemistad política". La joven no admite su culpabilidad. "Sasha estaba convencida de que los mensajes de las etiquetas eran ciertos", afirma su abogada, Yana Nepovinnova.

Fue la denuncia de una de las clientas de la tienda, una jubilada de 75 años, lo que llevó a su detención el 11 de abril de 2022. "Cuando la abuela vio los mensajes en las etiquetas de los precios, se escandalizó. Cuando llegó a casa, llamó a la policía, que inició una investigación", cuenta Alex Belozorov, de 30 años, amigo de Sasha, que la conocía desde el instituto. La joven fue identificada por los vídeos de vigilancia y luego llevada a prisión. "Su detención me ha partido el corazón. Me resulta imposible acostumbrarme", afirma su madre, Nadejda Skochilenko, que vive exiliada en Francia con su hija mayor.

"Meter miedo a todo el mundo”

Desde el inicio del proceso judicial, la defensa ha solicitado sin éxito que se levante la prisión preventiva debido a los problemas de salud de la joven. Sasha es celíaca, lo que la obliga a seguir una estricta dieta sin gluten. También padece insuficiencia cardíaca desde que era niña y trastorno bipolar. Pero los jueces son inflexibles. "Cada vista sobre las medidas preventivas y su mantenimiento en la cárcel refuerzan mi rabia por la injusticia del Estado", dice Nadejda Skochilenko. Pero no le sorprende la dureza del trato a su hija. “El objetivo de las autoridades es meter miedo a todo el mundo".

En San Petersburgo, Sasha Skochilenko es una reconocida artista. Dibujante, poeta y música, ha publicado varios libros basados en su experiencia personal de depresión y trastorno bipolar. Su caso se ha hecho eco entre el público y sus allegados han creado un comité de apoyo muy activo en torno a ella. “Cuando detuvieron a Sasha, la cobertura mediática nos ayudó mucho", dice su compañera. “Sasha ha recibido muchísimas cartas de Rusia, pero también de otros países. La gente envía dinero, se llevan a cabo acciones en colegios en Europa...". Su abogada confirma: "Es muy importante para ella ver que tanta gente la apoya. Siente que fuera la esperan, la quieren y la aprecian".

Este apoyo es muy importante para ella porque no ha podido ver a nadie de su familia durante todo el proceso, hasta mediados de diciembre de 2022. Para los no familiares, incluida su pareja, la primera visita tuvo lugar el mes pasado, en abril, un año después de su detención. La autorización incluye ahora dos visitas mensuales de una hora. "No es mucho, pero comparado con la prohibición total de visitas que tuvimos que soportar durante un año, es una gran alegría", dice Sonia Subbotina con su suave voz. "Pero ni siquiera podemos darle un abrazo”, señala Alex Belozorov. “Estamos cada uno en una cabina con teléfono. Entre nosotros hay una pared de cristal, luego una rejilla y después otra pared de cristal.”

El caso de Sasha Skochilenko es emblemático de la Rusia actual, donde las denuncias de irregularidades son ya moneda corriente y cualquiera que critique o tenga una opinión diferente de la política estatal puede enfrentarse a varios años de cárcel. Tras las leyes aprobadas en marzo de 2022 contra las "fake news" y el "descrédito del ejército", el arsenal jurídico se refuerza cada mes con nuevas leyes cada vez más punitivas. En quince meses, se han abierto más de 500 causas por actos contra la guerra. Un centenar de ellas se refieren a mujeres, según el recuento que lleva regularmente la ONG OVD-Infos.

"La ola represiva continúa indiscriminadamente, cada vez más, y sin miramientos. Incluso mujeres con niños pequeños, que legalmente tienen derecho a una suspensión hasta que sus hijos crezcan, están siendo encarceladas", comenta Natalia Zvyagina, directora para Rusia de Amnistía Internacional. El pasado mes de febrero, la periodista Maria Ponomarenko, de 44 años, madre de dos hijos menores de edad, fue condenada a seis años de prisión por el tribunal de Barnaul, Altai, por hablar del bombardeo del teatro de Mariúpol, en Ucrania, en su canal de Telegram.

"La severidad de las penas se explica por el endurecimiento de la legislación y la irresponsabilidad colectiva de los ejecutores. "Las mandíbulas del sistema represivo ya no pueden aflojarse una vez que se les echa una persona", dice Natalia Zvyagina. “En algunos casos, se trata claramente de un desafortunado cruce de circunstancias ¿Por qué sigue detenida Sasha Skochilenko? No hay una explicación jurídica lógica, pero no hay una sola persona que pueda decir: 'Alto! ¿Qué estamos haciendo?’. Todos esperan una orden de arriba. Y a los de arriba el gobernador, el presidente, los miembros del comité de Investigación y el FSB les importa un bledo el destino de la gente".

Resistir

En San Petersburgo, otras dos mujeres detenidas casi al mismo tiempo que Sasha también están acusadas de "noticias falsas" sobre el ejército. Olga Smirnova, de 54 años, es una conocida figura de la oposición en San Petersburgo. Ha realizado numerosas campañas en favor de los tártaros de Crimea, encarcelados por motivos políticos, y formó parte de un grupo llamado Resistencia Pacífica. Otra es Victoria Petrova, de 29 años, detenida por publicar mensajes contra la guerra en su cuenta de VKontakte, el equivalente ruso de Facebook.

Victoria Petrova, ciudadana de a pie, trabajaba como gestora de proyectos en la empresa de su tío y nunca fue activista. También ella se enfrenta a diez años de prisión. "Ni siquiera el personal del centro de detención entiende qué hace en la cárcel", afirma su abogada, Anastasia Pilipenko. La letrada, de 36 años, ya ha defendido a varios opositores políticos, pero siempre se trataba de procedimientos administrativos. Esta es la primera vez que defiende a una presa política.

Las abogadas de Sasha, Olga y Victoria están en contacto regular y se apoyan mutuamente. "Hablamos entre nosotras, pensamos en la mejor estrategia de defensa y asistimos a las vistas de las otras cuando podemos", explica Anastasia Pilipenko. Las tres acusadas apenas se ven, pero comparten las terribles condiciones de vida de la Prisión de Detención Preventiva nº5.

Locales destartalados con moho en las paredes, problemas habituales con el suministro de agua caliente, la radio encendida todo el día, sin posibilidad de elegir la emisora ni ajustar el volumen del sonido, videovigilancia constante, prohibición de tumbarse en la cama durante el día, tienen que comer en la celda, el paseo es solo de una hora al día... Y un invierno petersburgués especialmente difícil de soportar en este viejo edificio oscuro y con apenas calefacción... Las reclusas sufren enormemente a causa del frío.

A pesar de todo, intentan resistir y mantener su salud física y mental. Sasha dibuja mucho y Victoria se obliga a hacer yoga todos los días. También lee obras científicas sobre biología y genética y contesta a las numerosas cartas y postales que recibe. "Al principio, nadie conocía a Victoria, pero gracias a las redes sociales, ahora tiene mucho apoyo. La gente también recoge dinero para comprarle comida", dice satisfecha Anastasia Pilipenko.

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Las acusadas siguen igual de combativas. Sasha ha escrito varias cartas abiertas. "No importa lo que mis acusadores intenten hacerme, no importa que traten de pisotearme, humillarme, de tenerme en las condiciones más inhumanas, yo sacaré lo más brillante, increíble y hermoso de esta experiencia: es la esencia misma de ser artista", escribió el 15 de abril de 2022. "El régimen se derrumbará antes de que llegue mi libertad condicional", dijo Maria Ponomarenko cuando se anunció su condena el pasado febrero. En San Petersburgo, en cada vista, Victoria Petrova se levanta y declara ante el tribunal: "Exijo el fin de la guerra".

 

Traducción de Miguel López

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