El último asalto de Angela Merkel

Tras el excelente resultado electoral del domingo 4 de septiembre, la alegría y la esperanza de los dirigentes del partido Alternativa para Alemania (AfD) no tienen límites. “Aquí en [el estado de] Mecklemburgo-Pomerania Occidental, hemos hecho historia. La guinda del pastel ha sido que el AfD haya obtenido mejor resultado que la CDU. Estamos ante el fin del reinado de Angela Merkel”, aseveró el líder local de la formación AfD Leif Eric Holms. Para su homólogo de Baja Sajonia, Armin-Paul Hampel, el AfD es simple y llanamente “el partido heredero de la CDU”. El copresidente del partido Jörg Meuthen, por su parte, ha llegado a decir que su formación puede prepararse ya para gobernar Alemania: “A largo plazo, queremos dirigir este país”, declaró para precisar, acto seguido, que el partido no tiene prisa pero que saldría en respuesta a las demandas, “idealmente tras las elecciones legislativas”. Y añadió, con certidumbre y alegría: “No tendremos necesidad de ir a buscar las ofertas, van a llegar por sí solas”.

Mientras que el joven partido sueña demasiado rápido con jubilar a Merkel (aquí se puede consultar la intención de voto para las legislativas), el hecho de que el gran partido conservador haya sufrido cuatro reveses electoral electorales en este 2016, a tan solo un año de los comicios generales, hace que buen número de alemanes se plantee cuál es el futuro político de su canciller. Y, sobre todo, porque Angel Merkel reconoció al día siguiente de las elecciones su responsabilidad directa en la derrota. “Soy la presidenta del partido y la canciller federal. Son dos labores que van indisolublemente unidas. Por eso soy la responsable”, afirmó en directo desde la ciudad china de Hangzhou, donde se celebraba la cumbre del G20. Merkel también admitió que la victoria electoral del AfD estaba relacionada, sobre todo, con sus “políticas de acogida de refugiados”.

“Ahora tenemos que reflexionar sobre lo que podemos hacer para recuperar la confianza y, naturalmente, yo misma la primera”, añadió. Pese a entonar el mea culpa, Angela Merkel continúa pensando que su decisión de septiembre de 2015 era la “correcta”. También piensa que su Gobierno –que ha aprobado dos nuevas leyes que limitan el derecho de asilo (restricciones relativas al reagrupamiento familiar y a la hora de engordar la lista de países considerados seguros y cuyos ciudadanos no pueden solicitar asilo) y una tercera que aumenta las obligaciones de integración de los refugiados– no ha sido demasiado laxo.

Al reconocer errores, Angela Merkel y “su política de brazos abiertos” se ha presentado como la cabeza de turco ideal. Y esa Mutti, a la que no se puede hacer ningún reproche, se ha convertido en un saco de boxeo sumamente práctico. A la izquierda de la CDU, el presidente del SPD y vicecancillar Sigmar Gabriel ha sido el primero en sacar tajada. Doblemente. Efectivamente, pese a su innegable éxito, el AfD no ha superado su techo, como esperaban muchos. Y eso es gracias a Erwin Sellering, el ministro presidente socialdemócrata saliente que, pese al retroceso registrado, mantiene una amplia ventaja y podrá continuar sin mayores problemas al frente de la región. Sellering, aunque empezó la campaña con resultados muy pobres (22%), ha defendido en todo momento y paso a paso su balance, sin ceder al pánico de los fantasiosos sondeos de la AfD y sin tratar de servir la misma “sopa” de la angustia. Esta situación permite que su líder Sigmar Gabriel diga que el SPD se ha impuesto en las elecciones por sus “buenas políticas” y la “claridad de su línea”.

Sin embargo, Gabriel no es muy coherente. Después de haber soportado la “cultura de la bienvenida” de la canciller, ahora dice que Alemania no soportará la llegada de otro millón de refugiados y reprocha a Merkel que hiciese muy poco y demasiado tarde: “No basta con decir 'lo vamos a conseguir' y dejar que los otros hagan el trabajo”, ha señalado.

En las filas ecologistas, que han conseguido un resultado muy bajo como para garantizar su presencia en el Parlamento del Mecklenburgo, la líder del grupo parlamentario federal Katrin Göring-Eckardt ha atacado también a Merkel no por sus intenciones por conseguirlo, sino por las formas. Por último, su homólogo del partido de la izquierda radical Sarah Wagenknecht ataca las “políticas execrables” de Merkel: “Es completamente irresponsable ocultar miles de millones en el presupuesto y al mismo tiempo obligar a los municipios a reducir determinadas ayudas sociales para financiar la integración de los refugiados”, opina no sin razón.

Pero sin duda es dentro de su propio partido donde más golpes recibe Merkel (en la línea “cambia de política o vete”). Las elecciones del domingo 4 de septiembre son “una señal de alarma para la formación conservadora”, ha advertido el ministro de Finanzas bávaro Markus Söder (CSU): “No se puede ignorar por más tiempo la voz de los ciudadanos. Necesitamos un cambio de políticas en Berlín”, reclamó con relación a las políticas de acogida de refugiados. El partido reclama ahora más que nunca una cuota anual máxima de refugiados autorizados en Alemania. Otros van más lejos y también se quejan de las políticas de ayuda a Grecia o la “izquierdación” de las políticas sociales de Merkel, partidaria de que las mujeres trabajen y del establecimiento de un salario mínimo universal: “Las políticas de la CDU, cada vez más de izquierdas, han dejado tanto espacio a la derecha que muchos creen que ya no se encuentran en el centro de las preocupaciones”, opina Söder.

¿Hay alternativa a Merkel?

La periodista Bettina Röhl, muy conocida en entornos conservadores, piensa que la canciller es ahora “el problema y no la solución”. Para Röhl, la táctica de “movilización asimétrica” que ha puesto en práctica durante mucho tiempo la canciller y que consiste en apoderarse de las ideas y de los argumentos del adversario para neutralizarlo mejor, le permitió domar a buena parte de los socialdemócratas y de los ecologistas.

Pero esta política que se basa en el mínimo común denominador de los programas políticos, finalmente ha llevado a formar grandes coaliciones cajón de sastre en las que el elector ya no se siente identificado. “Los electores de la CDU están más que hartos”, avisa Bettina Röhl, que garantiza que en la derecha “a muchos ya no les horroriza la idea de que la CDU se sitúe en la oposición y sin Merkel”. “La estrella de Merkel se eclipsa. Ahora la CDU y la CSU deben preparar la salida de Merkel del panorama político”, concluye.

Mientras que algunos sueñan con dar el “golpe”, ahora que se ha abierto el proceso de formación de las listas de cara a las elecciones de 2017, los conservadores bávaros de la CSU esperan hacer cambiar de opinión a la canciller. A finales de septiembre, los dos partidos conservadores mantendrán una serie de seis reuniones temáticas para determinar las bases de su programa electoral común. Habrá que esperar, por tanto, hasta finales de diciembre, para que Angela Merkel dé a conocer si aspira a conseguir un cuarto mandato.

Por su parte, el ministro presidente de Baviera Horst Seehofer se apoya en las conferencias temáticas internas para imponer políticas de inmigración más restrictiva. Si no lo consigue, ha dejado caer la posibilidad de presentar su candidatura a canciller. Pero nadie cree de verdad que el siempre veleidoso Seehofer sea capaz de dar semejante golpe de efecto.

Para el analista del mensual conservador Cicero Christoph Seils, no hay “alternativa” a Merkel porque “cualquier otra elección sería un suicidio para Merkel y los conservadores”. Al margen de que Merkel no tenga un sucesor creíble, la “salida” a un año de las elecciones se vería como una traición. Las estrategias de la CDU hacen pensar en que la campaña electoral girará en torno a cuestiones “tranquilizadores” como la seguridad interior, la bajada de impuestos o la “garantía” del sistema de pensiones. También una iniciativa dirigida a las clases sociales desfavorecidas (Hartz IV y minijobs) podría entrar en la lista. Sobre el papel, y si no hay una rebelión interna en las semanas posteriores a las elecciones berlinesas del 18 de septiembre, la muy reservada Merkel tendrá que cambiar de estilo y luchar como nunca por recuperar la confianza del electorado. Será su última gran campaña electoral, probablemente la más animada y la más dura.

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Merkel, la superviviente

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Traducción: Mariola Moreno

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Tras el excelente resultado electoral del domingo 4 de septiembre, la alegría y la esperanza de los dirigentes del partido Alternativa para Alemania (AfD) no tienen límites. “Aquí en [el estado de] Mecklemburgo-Pomerania Occidental, hemos hecho historia. La guinda del pastel ha sido que el AfD haya obtenido mejor resultado que la CDU. Estamos ante el fin del reinado de Angela Merkel”, aseveró el líder local de la formación AfD Leif Eric Holms. Para su homólogo de Baja Sajonia, Armin-Paul Hampel, el AfD es simple y llanamente “el partido heredero de la CDU”. El copresidente del partido Jörg Meuthen, por su parte, ha llegado a decir que su formación puede prepararse ya para gobernar Alemania: “A largo plazo, queremos dirigir este país”, declaró para precisar, acto seguido, que el partido no tiene prisa pero que saldría en respuesta a las demandas, “idealmente tras las elecciones legislativas”. Y añadió, con certidumbre y alegría: “No tendremos necesidad de ir a buscar las ofertas, van a llegar por sí solas”.

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