El desgaste de las ruedas también contamina (mucho) la ciudad y la UE quiere atajar el problema

Multitud de coches en un atasco en Madrid, en una imagen de archivo.

La Unión Europea se encamina hacia la primera regulación internacional para limitar la polución aérea provocada por los neumáticos de los coches y los discos de los frenos, los dos principales contaminantes de los vehículos en la ciudad tras el humo que sale del tubo de escape. La reducción de estas emisiones salió intacta este lunes de la reunión del Consejo Europeo, donde se suavizaron los principales objetivos verdes de la Euro 7, la futura normativa europea de producción de vehículos. 

Aunque han pasado desapercibidas durante décadas, los vehículos emiten cada año miles de toneladas de micropartículas dañinas para la salud que no salen del tubo de escape. Proceden de la abrasión de los frenos y del rozamiento de las ruedas con el suelo, pero también del desgaste del asfalto, de la resuspensión del polvo de la calzada y de la evaporación del combustible de los depósitos de los coches. 

Todos estos focos de contaminación preocupan a legisladores y activistas porque dejan en el aire de la ciudad partículas y gases nocivos para la salud. Los más dañinos son las partículas PM10 y PM2.5, las que miden como máximo 10 micras y 2,5 micras de diámetro, respectivamente. Se tratan de polvos en suspensión de metales pesados, plásticos, carbono o motas de tierra que por su tamaño se respiran y llegan a los pulmones e incluso a la sangre, provocando a largo plazo diversas enfermedades o incluso la muerte prematura

Organizaciones ecologistas llevan años pidiendo que se regule también este tipo de polución y se logrará con la entrada en vigor de Euro 7, que se está ahora negociado en Bruselas. El Consejo ya ha fijado su posición; falta que lo haga el Parlamento, y que después se pongan de acuerdo. Una vez se apruebe, los fabricantes tendrán dos años para diseñar los nuevos neumáticos más limpios y otros dos años y medio para sacarlos al mercado. 

Anna Krajinska, experta en emisiones de vehículos de Transport & Environment, recuerda que los grupos activistas llevan "muchos años" pidiendo que se regulen estas fuentes de contaminación. "Como las emisiones del tubo de escape ha empezado a disminuir —sobre todo gracias al escándalo del dieselgate— los reguladores se han dado cuenta de que reducir la contaminación de estas dos fuentes también es importante para mejorar la calidad del aire", explica la analista de la principal ONG europea en la defensa del transporte limpio. 

Se estima que el desgaste de los neumáticos suelta cada año 450.000 toneladas de microplásticos (en forma de goma) solo en la Unión Europea. En Reino Unido, un estudio del Imperial College publicado en febrero determinó que en 2021 el 52% de toda la contaminación de micropartículas en carreteras provino de los neumáticos y los frenos, y otro 24% de la abrasión de las carreteras. Solo el 15% procedían de los tubos de escape de los coches y otro 10% de los tubos de escape de furgonetas y camiones. Una parte pequeña acaba en el aire, pero la mayoría se esparce por el suelo y acaba filtrándose a aguas subterráneas

Un estudio de Adac –la mayor asociación de conductores de Europa— publicado en 2022 recoge que un tercio de los microplásticos que emite Alemania proviene de la abrasión de las ruedas y concluye que de media un neumático expulsa 117 gramos de caucho cada 1.000 kilómetros. También recomienda a los fabricantes dejar de producir ruedas con pelos de goma, ya que "no tienen ningún beneficio técnico y se convierten en residuos en los primeros kilómetros" de conducción. 

Por ahora, el Consejo no ha fijado cómo de resistentes deberán ser los neumáticos del futuro, sino que ha encargado a la Comisión un estudio en profundidad con recomendaciones que deberá estar listo antes de 2025. Un extenso informe publicado por la OCDE en diciembre de 2020 recomienda, por ejemplo, sistemas de ayuda a la conducción sofisticados con sensores que miden la temperatura de los frenos y la presión de los neumáticos, dos condicionantes que aceleran la abrasión. Propone también el etiquetado eco para las ruedas que no lleven componentes tóxicos o construir carreteras con materiales más resistentes, aunque reconocen que son soluciones poco estudiadas todavía. 

En el caso de los frenos, la propuesta del Consejo solo valora límites de emisiones para los autobuses y los camiones, y no llegarán hasta 2035. En los coches, hay sistemas ya en el mercado como el freno regenerativo de los eléctricos, que reduce el uso del freno manual, o el uso de filtros de partículas que atrapan el polvo que desprenden las pastillas. 

Cuando los coches eléctricos sean mayoría en las carreteras en la próxima década y desaparezcan los tubos de escape, los neumáticos, los frenos y el desgaste de la carretera serán los principales contaminantes en las ciudades. La Comisión Europea calcula que en 2050 el 90% de las partículas emitidas por el transporte rodado se producirá por la abrasión. Por eso, los expertos en movilidad insisten en que las zonas de bajas emisiones de las ciudades para coches eléctricos no son la panacea: también hay que aumentar las calles 100% peatonales. 

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De hecho, el informe de la OCDE publicado hace tres años calcula que los vehículos eléctricos pueden llegar a ser peores para el medio ambiente que los de combustión (sin contar con lo que sale del tubo de escape) porque las baterías aumentan su peso, y el peso y el tamaño del coche son dos de los principales factores que aceleran el desgaste del coche y la carretera. Los vehículos eléctricos ligeros —autonomía menor a 160 kilómetros— emiten aproximadamente un 11-13% menos de PM2.5 y un 18-19% menos de PM10 que los de combustión.  Mientras que los modelos a pilas más pesados —con una autonomía superior a 480 kilómetros—, reducen las PM10 en solo un 4-7% y aumentan las PM2.5 en un 3-8% en relación con los vehículos convencionales.

Además del tipo de neumático y de freno, hay otros condicionantes que aumentan la erosión: el peso del vehículo, la velocidad y la aceleración, el tipo de asfalto, la humedad de la carretera y la cantidad de polvo acumulado en el suelo. También se ha identificado que los neumáticos con clavos para nieve se degradan más rápidamente. 

Decenas de estudios constatan el impacto de las partículas PM2.5 y PM10 en el cuerpo humano. En un estudio agregador publicado en Nature en abril concluyeron que el aumento de cáncer de pulmón en las ciudades entre no fumadores se debe a la contaminación atmosférica que provocan estas partículas. También se instalan en los vasos sanguíneos y tejidos de otros órganos, como el corazón, el cerebro o el páncreas, y pueden provocar ateromas, infartos, problemas vasculares, diabetes, enfermedades neurodegenerativas o alzhéimer. El 99% de población mundial vive en zonas que superan el umbral de partículas PM2.5 recomendado por la Organización Mundial de la Salud y en España la Agencia Europea de Medioambiente estima que anualmente mueren de forma prematura 20.000 personas por la contaminación atmosférica.

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