El regreso del carbón: el mundo congela su compromiso climático por la guerra de Ucrania

El carbón es el combustible más contaminante. Emite el doble de CO2 que el gas natural.

Para una pequeña parte del mundo, como España, quemar carbón para producir energía es una práctica del pasado, pero la realidad es que el mundo alcanzará este año un consumo récord de este combustible. Con el precio del gas por las nubes y un calor extremo que frena la producción hidroeléctrica, incluso Europa se ha visto obligada a producir electricidad con esta roca, la principal responsable del cambio climático

"Sin duda será algo temporal que durará unos dos años, pero no tenemos alternativa. Necesitamos carbón si queremos tener las luces encendidas este invierno", opina Carlos Torres, analista de la consultora Rystad Energy que estudia el mercado energético europeo desde hace casi dos décadas. 

Alemania, Países Bajos, Francia, Reino Unido... la lista de países que ya están preparando sus centrales térmicas para este invierno es extensa, y seguirá creciendo a medida que se acerque el frío y crezca la incertidumbre sobre el abastecimiento de gas. Rusia ya ha recortado el suministro en varios países europeos y su único sustituto parece ser la hulla. 

Paralelamente, quienes ya quemaban masivamente este combustible, seguirán por esa vía. Carlos Torres explica que China es el gobierno que más invierte cada año en energías renovables, pero el enriquecimiento de su población hace que cada año consuma más y más electricidad, hasta el punto de que quema más carbón que el resto del mundo junto. India, con más de 1.300 millones de habitantes, ocupa el segundo puesto. 

De esta manera, si Europa era hasta ahora el principal promotor de las energías renovables, tras soltar esta cuerda el mundo ha cedido de nuevo a la senda de la contaminación. La Agencia Internacional de la Energía (IAE) dijo en abril que las emisiones ya alcanzaron en 2021 un máximo histórico. 

Y este año va encaminado a superar al anterior. La Agencia estima que el consumo global de carbón superará este año las 8.000 millones de toneladas, una cifra récord que solo se alcanzó en 2013. Esto es una pésima noticia porque este combustible, al quemarse, emite el doble de CO₂ que el gas para producir la misma energía. 

Los analistas explican que la situación es delicada debido a que el sistema eléctrico es extremadamente eficiente y sustituir el gas por energías renovables llevará años. A corto plazo, la única solución son las centrales térmicas de carbón, e incluso los ambientalistas reconocen que, si se trata de algo temporal e imprescindible, el continente puede asumirlo sin alterar los objetivos climáticos de 2030. 

"Europa da un paso atrás y dos adelante", explica Sarah Brown, analista de Ember, un think tank británico que promueve la generación de energía limpia. "A corto plazo habrá un aumento de las emisiones de carbono, pero un acelerón posterior hacia las energías renovables lo compensará en el futuro". 

Brown publicó el mes pasado un informe titulado El carbón no está de vuelta: Europa planea un regreso limitado y en él asegura que la UE solo aumentará durante seis u ocho meses la quema de hulla. Además, explica que solo se han puesto 26 plantas en reserva que si terminan funcionando al 65% de su capacidad solo aumentarían las emisiones de la región en un 1,3%

Las previsiones de Brown analizan las centrales térmicas que podrían activarse este invierno, pero en todo caso el incremento de consumo de carbón ya ha llegado. Rystad calcula que la generación eléctrica de Europa a partir de esta materia prima fue en junio un 20% superior al año anterior. 

La razón, según los expertos, es que la UE ha apostado todas sus cartas a la energía renovable y las centrales de ciclo combinado –las que funcionan con gas natural–, y este año se ha producido la tormenta perfecta para que fallen los dos mecanismos. 

Producir electricidad con la corriente de ríos y embalses se ha vuelto una odisea debido a un invierno seco y una primavera más cálida, que han dejado en mínimos la cuenca de los Alpes y los ríos europeos. El viento ha dejado de soplar en verano, como es habitual, un agujero que no ha podido compensar la buena racha de producción de energía solar. 

El gas natural, la otra pata del sistema, ha duplicado su precio en el mercado de materias primas, por lo que solo queda el carbón, que se ha encarecido por la elevada demanda, pero sigue siendo un 70% más barato generar electricidad con esta roca que con el gas, según Rystad. "Europa está atrapada en el carbón", resume José Manuel Cansino, catedrático de Economía y experto en Energía de la Universidad de Sevilla. 

España mira de reojo al carbón 

Al igual que en el mundo hay grandes y pequeños responsables del calentamiento global, dentro de la Unión también hay gobiernos más y menos dependientes del carbón. Solo Alemania quemó el año pasado el 31% de la hulla que consumió Europa, mientras que España ha sido uno de los referentes en su abolición. 

En enero de 2019 se decretó el cierre de las minas de esta roca en España, el mismo año que la Agencia Internacional de la Energía calculó que por cada grado que sube la temperatura global, el carbón es responsable de un tercio de su incremento.  

Aunque la generación de luz a partir de este combustible se ha desplomado desde entonces en España, el encarecimiento del gas ha propiciado la vuelta de esta materia prima. En julio del año pasado representaba el 1,4% del mix eléctrico español (312 GWh) mientras que este año alcanzó el 3,4% (887 GWh): se ha más que duplicado.

José Manuel Cansino pone el ejemplo de la central de As Pontes, en Galicia, que lleva en proceso de cierre casi tres años, pero que se sigue encendiendo cuando la demanda de luz se dispara, especialmente durante episodios de frío y calor extremo. 

"Es técnicamente imposible construir en seis meses una central nuclear. Si España necesita energía a corto plazo, tendrá que poner en funcionamiento sus centrales térmicas", dice Cansino. 

El apagado definitivo de la central gallega está desde hace meses en el aire por la inseguridad eléctrica derivada de la guerra en Ucrania, y el Gobierno está a la espera de que Red Eléctrica dé el visto bueno para su cierre si no es estrictamente necesaria. El desenlace será clave para el futuro dea materia prima en España porque As Pontes representa por sí sola el 40% de la capacidad de generación eléctrica con carbón del país. 

Hasta cinco años para construir una central solar 

Para evitar volver a recurrir a las fuentes de generación contaminantes en una crisis futura, la Unión Europea endureció en mayo sus planes de inversión en renovables: ahora aspira a que el 45% de su electricidad generada en 2030 sea verde, frente al 40% que acordó el año pasado. Entre las medidas, prevé doblar la capacidad fotovoltaica de aquí a 2025. 

Carlos Torres, de Rystad, plantea que el panorama va a ser complejo hasta que estos planes se materialicen. "Construir una granja solar lleva entre dos y cinco años, aunque creo que para 2027 Europa producirá más energía renovable que fósil". 

La solución europea no pasa solo porque sus ciudadanos y empresas consuman electricidad verde, sino en extender la idea de que la luz que antes se daba por sentada, ha pasado a ser un bien limitado. De ahí que Bruselas haya aprobado un plan para recortar el consumo de gas y los gobiernos poco a poco saquen leyes que fuercen a apagar las luces cuando no se utilicen, como el reciente decreto de eficiencia energética para el sector público y privado del ministerio de Transición Ecológica.

La cuestión es que este planteamiento debe ser global, y fuera de Occidente se recorre el camino inverso. En este momento está planificada la construcción de más de 400 nuevas minas de hulla en el mundo, con capacidad para producir más de 2.000 millones de toneladas de esta roca, una cuarta parte de lo que el mundo ha consumido este año, según un estudio de Ryan Driskell, experto en clima de Energy Monitor. 

Ubicadas principalmente en China, Australia, India y Rusia, el autor explica que, si estos proyectos terminan ejecutándose, el mundo no podrá cumplir con los objetivos climáticos de evitar calentarse menos de dos grados en 2050 respecto a comienzos de siglo. 

Mientras tanto, los gigantes mundiales del comercio de carbón logran beneficios récord aprovechando su gran demanda y su elevado precio. 

Glencore, el mayor vendedor de materias primas del mundo, ha reflejado en sus cuentas del primer semestre de 2022 este negocio redondo. Ha multiplicado por diez sus beneficios procedentes de esta roca. Si el año pasado ganó 900 millones de dólares, este año ha rozado los 10.000 millones solo con el comercio de este combustible.

Más sobre este tema
stats