El día en el que un grupo de narcos andaluces quiso imitar a los gallegos en Irlanda
Bien es sabido que el manejo de las lanchas rápidas en condiciones meteorológicas adversas es muy difícil. Es cierto que existen embarcaciones diseñadas de forma específica para la recogida de grandes partidas de cocaína en altamar en medio de temporales, pero esas lanchas solo se pueden encontrar en un lugar del mundo: Galicia. Y son muy caras.
El caso es que un grupo de narcotraficantes andaluces, originarios de las provincias de Málaga, Cádiz y de Sevilla, en alianza con un ciudadano holandés y un serbio, este último 'notario' del cártel irlandés propietario de la droga, se aventuró a una singladura marítima al Sur de las Islas Británicas para recibir la droga. Y lo hicieron en una narcolancha básica, de las que se utilizan en el Estrecho de Gibraltar para colar las partidas de hachís y, últimamente, también de cocaína. Por supuesto, fracasaron.
Los Gardaí, la policía que lucha contra el crimen en Irlanda, obtuvieron pistas de lo que sucedía por varias vías, según trascendió el juicio celebrado en fechas recientes. Los hechos ocurrieron entre febrero y marzo de 2024 en uno de los muelles cercanos a Cork y en un control rutinario nocturno en el mismo entorno.
En el muelle, testigos alertaron de la presencia de personas sospechosas cargando una gran lancha rápida en un camión. Habían regresado tras no lograr establecer contacto con la embarcación nodriza, el Cool Explorer, que, con origen en Ecuador, debía descargar la droga al Sur de Irlanda antes de continuar travesía hasta San Petersburgo. En tierra, en un control rutinario, los policías identificaron a dos personas visiblemente nerviosas que tenían en su poder coordenadas y dispositivos GPS.
De las diez personas que acabaron siendo detenidas, seis se declararon culpables en las últimas horas. Son el ciudadano holandés Kiumaars Ghabiri, vecino de Róterdam de 52 años; el español Mario Ángel Del Río Sanz, de 45 años, sin domicilio fijo; Anuar Rahui Chairi, de 42 años, de Marbella; Aleksander Milic, de 46 años, nacional de Serbia; Pedro Pablo Ojeda Ortega, de 36, vecino de Cádiz, y Ángel Serrano Padilla, de 40 años, de Málaga.
Las posteriores pesquisas determinaron que todo este grupo, en unión con otras tres personas que mantienen su inocencia y que serán juzgadas en próximas semanas, se concertaron para adquirir una narcolancha en un astillero de Portugal, donde la introdujeron en un camión y la trasladaron a Holanda por carretera. Desde allí salieron al mar en busca de la droga, que sería propiedad de un cártel irlandés. Sin embargo, las condiciones meteomarinas al final del invierno fueron un demasiado para los narcos, que regresaron a tierra de vacío.
En paralelo, el buque frigorífico dejó caer la droga más adelante. Las playas de Dinamarca fueron escenario de la llegada de una oleada de fardos. Más de 800 kilos fueron recuperados en distintos puntos, todos ellos procedentes del citado barco y que tendrían que haber sido recogidos por los arrestados.
Durante los registros efectuados en los establecimientos hoteleros en los que se registraban aquellos forasteros se localizaron trajes de neopreno, ropa seca y nueva adquirida en el Decathlon, un teléfono satelital y dispositivos para evitar la localización y la intervención de las comunicaciones, todo ello indicios claros de la actividad criminal bajo investigación.
La narcolancha estaba dotada de tres motores de 300 caballos cada uno, pero eso no fue suficiente para hacer 'match' con el barco a su paso frente a costas de Cornualles, un lugar en el que se suelen intentar ejecutar esta clase de maniobras criminales. El Garmin estaba pintado de negro para pasar inadvertido, y en el GPS se hallaron coordenadas que marcaban con claridad el objetivo que no pudieron alcanzar: el Cool Explorer.
Así concluyó una aventura que, ya inicialmente, comenzó mal: personas del Sur de España, poco acostumbradas a mares embravecidos, intentaron imitar a los narcos gallegos, especialistas en la recogida de cocaína en altamar en cualquier condición marítima. Pero claro, los gallegos trabajan con lanchas cabinadas, seguras y provistas de todo lo necesario para realizar un trabajo en el que nadie les hace sombra alrededor del mundo.
En paralelo, y mientras se desarrollaba el juicio por aquellos hechos, autoridades irlandesas ejecutaron otro importante golpe a las redes internacionales de tráfico de drogas, en una acción muy similar a la que pretendían llevar a cabo los narcos españoles. Así, incautaron otros 440 kilos de cocaína tras una operación coordinada de interdicción marítima frente a las mismas costas, las de Cork.
Las drogas fueron descargadas de un supuesto buque nodriza —un granelero de 200 metros que llegó de Sudamérica— y recogidas en el mar por una lancha rápida, que posteriormente desembarcó en Broad Strand, cerca de Courtmacsherry.
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Cuatro personas —dos de nacionalidad escocesa, una inglesa y una alemana— fueron detenidas en relación con el intento de introducción de la sustancia, ejecutado en pleno verano, cuando el mar está en relativa calma en la zona. Según An Garda Síochána, el grupo operaba en dos equipos: un "equipo marítimo", encargado de recuperar la droga en el mar, y un "equipo terrestre", que fue interceptado en tierra el 1 de julio cuando intentaba transportar el cargamento en furgoneta.
Las autoridades creen que el grupo detrás de esta operación puede estar vinculado a una importación exitosa anterior de entre 500 kilos y una tonelada de cocaína al Oeste de Irlanda a principios de este mismo año.
Esta incautación, dejando de lado los más de 800 kilos recuperados en Dinamarca en marzo de 2024, es la mayor de su tipo en Irlanda desde las 2,25 toneladas recuperadas del MV Matthew en septiembre de 2023 y subraya la continua amenaza que representa el tráfico marítimo de drogas desde América del Sur hacia Europa.