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Economía humana

José M. Marco Ojer

Etimológicamente, economía procede del término griego oikonomía, que en principio significaba ama de casa y que después significó administrar. Ama de casa, administrar y economía tienen pues la misma procedencia y una conexión intrínseca en su significado.

En estos inicios, la economía estaba íntimamente relacionada con lo doméstico, con el hogar, era una cuestión de “puertas para adentro” que afectaba directamente a los individuos, a las personas.

A partir del siglo XVII, cuando el capitalismo va desarrollándose, el término economía adquiere un significado más amplio trascendiendo la cercanía de lo doméstico y convirtiéndose en una ciencia que se ocupa de la producción y administración de bienes y servicios: se pasa de la administración de lo familiar a la gestión de los bienes en una economía de mercado globalizada. Lo personal y cercano del concepto de economía original se sustituye por lo global y lejano de la economía actual.

En una situación de crisis como la que vivimos, podría plantearse como opción un retorno a la economía doméstica al margen del actual modelo económico  –quizá al estilo de las comunas que estuvieron de moda en los años 70–, pero la historia pasa inexorablemente y parece que una economía doméstica es impensable al margen de esta economía de mercado globalizada.

Si bien la vuelta al pasado es imposible, no es imposible un cambio en el sistema actual. Es verdad que por activa y por pasiva se nos está trasmitiendo la idea de que sólo el actual modelo económico es viable y es importante que aceptemos a pies juntillas esta idea, porque sólo así mantendrán su situación de privilegio económico y social los que ya lo tienen. Pero existen alternativas que no son las tradicionales de prohibir la propiedad privada o nacionalizar los medios de producción, sino otra forma de entender la economía realizando una nueva “revolución copernicana”: el dinero no debe ser el centro y el fin del sistema sino que tiene que ser un medio al servicio de algo más importante, las personas.

Desde el denominado capitalismo social, desde posturas que reclaman una implicación social de las empresas o desde la economía solidaria se busca una reorientación del sistema económico. Reorientación que sigue manteniendo la necesidad de unas empresas productivas creadoras de valor, que tengan éxito financiero y que sigan creando negocio y bienes; pero empresas que persigan como fin último beneficiar a la sociedad y no la acumulación de enormes cantidades de dinero en manos de unos dueños que nunca podrán disfrutarlo como no sea viendo aumentar los ceros en sus cuentas bancarias.

Reorientación de la economía para que tenga como centro a las personas y no se dedique exclusivamente a hacer un balance del Producto Interior Bruto, sino que mida su éxito teniendo en cuenta variables como el aumento de ingresos de la población, su esperanza de vida o su nivel de educación; que no pretenda medir la felicidad –como lo hizo un estudio americano hace unos años– cuantificando el número de coches, televisores y electrodomésticos de una familia sino teniendo en cuenta sus condiciones laborales, el tiempo de ocio o la posibilidad de ejercer sus derechos.

Utopía

Que la carga fiscal de los trabajadores y de las grandes fortunas sea proporcional, prohibir los despidos en empresas con beneficios, repartir con los trabajadores no sólo las pérdidas sino también las ganancias... son algunas de las medidas que harían de la economía una práctica más humana.

Los cambios no son fáciles, pero la historia nos demuestra que ni son imposibles ni nos vienen dados, son consecuencia del esfuerzo humano. ________________

José M. Marco Ojer es socio de infoLibre

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