Utopía

Desde que comenzó la crisis económica se viene hablando de un nuevo modelo económico que sustituya al actual, solucione sus deficiencias y consolide una nueva forma de organización económica.

No sé si por falta de ideas alternativas, miedo a hacerlo público o simplemente impotencia; no he escuchado a ningún político plantear de forma clara y seria un nuevo sistema que por otra parte dicen es tan necesario para asegurar el futuro. Las únicas medidas que parece se han llevado a la práctica –según percibimos los profanos en economía–, no se han tomado pensando en una nueva y desconocida alternativa económica; sino buscando volver al mismo sistema que nos ha llevado a esta crisis.

Hemos vivido y vivimos en una sociedad “economicocentrica”, pero la economía es sólo un factor social y por tanto este cambio tan necesario, tiene que ser necesariamente un cambio social.

Y como en tantos otros temas, un factor fundamental de esta estructura social es la educación. Frecuentemente se habla, se critica, abocamos el futuro al fracaso por falta de principios éticos de los jóvenes. Se condena a padres, televisión y escuela como responsables de este vacío; de esta pérdida de comportamientos básicos para la convivencia y para el propio desarrollo del trabajo.

Pero todas estas críticas no parecen llevarse demasiado a la práctica: la educación –en su sentido más amplio– no está pensada para “construir” personas, sino para “producir” trabajadores competitivos, técnicos muy capaces en su materia pero nada críticos, trabajadores dispuestos a lo que sea por comprarse el último modelo de coche o dispuestos a pedir un préstamo para aparentar lo que no son.

De hecho, medimos la calidad de nuestro sistema educativo, con informes que valoran aspectos fundamentalmente académicos, orientados a la productividad y a la competencia. Pero ¿cómo valoramos esos principios que tanto echamos de menos?, ¿dónde queda reflejado el avance de los alumnos en respeto, solidaridad, tolerancia, capacidad de diálogo, integración de los más desfavorecidos o de los procedentes de otras culturas?, ¿en qué posición estamos en estos temas frente a Corea o Finlandia? Ni idea.

Ni la vida personal y social debe girar exclusivamente en torno a la economía, ni la educación debe estar subordinada totalmente al desarrollo económico.

Evidentemente el buen funcionamiento de la economía es importante. Pero una economía sin ética, avariciosa, insolidaria, en la que las diferencias entre ricos y pobres sean cada vez mayores, en la que la competencia deje fuera a los más desfavorecidos, en la que las personas se reduzcan a productores y a consumidores; no es un buen sistema económico.

Algunos de los defensores de este actual sistema han hecho estos últimos meses afirmaciones tales como que es muy positivo quitar las ayudas a los parados de larga duración porque quien cobra esta ayuda no busca trabajo –ayuda de 426 euros- , han dicho que los escolares españoles tienen que dedicar 10 horas a sus estudios como lo hacen los escolares coreanos o han afirmado que para ser competitivos hay que trabajar más por menos dinero.

El exiguo crecimiento de la exportación revela que no hay cambio de modelo económico

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Con 426 euros ¿para qué necesitan trabajar?, con 10 horas diarias estudiando ¿qué necesidad tienen de ser niños o jóvenes?, trabajando más por menos dinero ¿en qué posición queda el sujeto frente a la producción?

¿Es este el sistema que queremos? En la práctica parece que si: la sociedad no exige alternativas, los políticos no las ofrecen, a los económicamente poderosos no les interesa.

¿De quién depende este cambio económico y social? No sólo de los que detentan algún tipo de poder legal o fáctico, sino del conjunto de una sociedad que realmente quiera abandonar el conformismo, su precaria comodidad y cambiar de modelo.