LIBREPENSADORES

Eternamente Venezuela

Héctor Delgado Fernández

Hace unos días visioné en Facebook el video de un varón interpelando a Irene Montero en una terraza de Madrid al grito de “Venezuela se muere de hambre”. Con independencia de las formas, absolutamente reprochables, el suceso adquiere una cierta lógica si se tiene en cuenta la posición de Podemos hacia un régimen venezolano sumido hoy en una terrible crisis social e identitaria.

Los estrechos lazos de Podemos con Venezuela vienen de lejos y son harto conocidas las múltiples declaraciones de Pablo Iglesias empoderando la revolución bolivariana y el chavismo del país sudamericano. Sin embargo, andado el tiempo, la pública alabanza de Venezuela se ha trocado para la formación morada en su propio talón de Aquiles. Encastillados en la defensa a ultranza de un régimen que, mal que nos pese, hace agua por todas partes, la actitud de Podemos es aprovechada por el PP para hacer de la alusión a Venezuela un constante latiguillo de su repudio al partido de Pablo Iglesias. Que en el Parlamento se debate de economía o corrupción, no faltará la voz proveniente de la bancada del PP que recuerde a Podemos sus afinidades con una Venezuela donde, desgraciadamente, los acontecimientos parecen corroborar la deriva dictatorial del régimen acometida por Nicolás Maduro. La realidad de Venezuela, pues, dibuja un panorama sumamente controvertido con la Guardia Nacional ahogando a sangre y fuego las protestas en la calle, y la consulta del domingo 30 de julio ideada por el presidente Maduro para formar una nueva Asamblea Constituyente –elegida democráticamente en diciembre 2015– y poner de ese modo un bozal a las voces de una sociedad y un pueblo que se baten diariamente en las calles.

El contexto venezolano no es ni mucho menos halagüeño y pinta demasiado negro como para mirar hacia otro lado o seguir, a semejanza de Podemos, guardando un silencio cómplice que, inmediatamente, los convierte en blanco de las iras de quienes, como el señor del vídeo, pierden los nervios ante la inesperada presencia de Irene Montero. Y es que, enrocado en su silencio, Podemos no hace sino avalar tanto las muertes como la acción del presidente Maduro que, sin perder la compostura, achaca las manifestaciones en la calle a una conspiración internacional de las potencias occidentales, recurso éste, el de los argumentos conspiratorios, que se ha convertido en moneda común cuando se quieren tomar las riendas del país y acallar a la oposición, como en el caso de la Turquía de Erdogan o, más tristemente para nosotros, la guerra fratricida del general Franco so pretexto de acabar con una conspiración de rojos y masones.

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El caso es que, lejos de reconocer –¿acaso rectificar no es de sabios?– que Venezuela no es ni mucho menos el deseado paraíso de la revolución bolivariana, desde Podemos siguen sin pronunciarse al respecto, dando la impresión de que las anteojeras de la propia ideología les impidiesen observar la realidad de frente, sin miramientos, juicios sesgados o lentes deformadoras. Esa actitud semeja reproducir los esquemas de lo sucedido en Francia en los años 60-70 del siglo pasado cuando, tras los primeros barruntos atinentes a la realidad de la Unión Soviética (gulag, represión de la policía política, hambrunas orquestadas en Ucrania por Stalin para acabar con la resistencia de los kulaks etc..), la mayoría de intelectuales franceses afines al Partido Comunista se negaron en bloque a reconocer tales acusaciones, llegando incluso a desmentir los testimonios de los primeros emigrados soviéticos que relataban las atrocidades del supuesto paraíso socialista. La historia, sin embargo, se ha encargado de mostrarnos el grave error de apreciación de quienes defendieron la Unión Soviética a capa y espada, y la lección no debería pasar inadvertida para los dirigentes de Podemos. Siempre es posible rectificar a tiempo y más vale eso que recluirse en un silencio incomprensible con el que no hace sino seguir brindando munición al PP para continuar entonando el manido argumento de Venezuela.

Ya hemos soportado durante años el bochornoso espectáculo de un PP negando la corrupción por activa y por pasiva y cuando, al fin, acorralados por la presión social y las causas judiciales abiertas a los miembros de su partido –tres extesoreros encausados me parece argumento suficiente– desde el PP empiezan a reconocer que, tal vez, las cosas no se hicieron muy bien y que la corrupción podría haber existido en su partido –reconocerlo no implica forzosamente colaborar para acabar con ésta–, asistimos al espectáculo igualmente deleznable de quienes, desde dentro y fuera de la cárcel, continúan sin reconocer sus errores y se dicen víctimas de una persecución. En fin, parece que en España, a unos y otros, les cuesta mucho rectificar y más aún reconocer los propios errores. Esperemos pues que Podemos sepa utilizar el sentido común y no caiga en la tentación de reproducir las pautas defensivas de lo que ellos mismos denominan casta política. Más vale ser honesto con uno mismo, reconocer los errores y promover una retractación a tiempo antes que adoptar la estrategia del silencio. Silencio significativo, silencio que, a la postre, podría resultar funesto para los intereses de la formación morada. _______________

Héctor Delgado Fernández es socio de infoLibre

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