Librepensadores

Israel y la tierra prometida

Juan José Torres Núñez

Esta breve introducción sobre la tierra prometida y algunas nociones básicas sobre el sionismo, nos ayudará a comprender el comportamiento arrogante y sangriento de Israel en la actualidad.

Al final del primer libro de la Biblia, Génesis, José le dijo a sus hermanos: “Mi fin está cerca, pero Dios vendrá a ayudaros y os llevará de este país a la tierra que prometió a Abrahán, Isaac y Jacob” (Gn 50, 24). Ese país era Egipto. En el segundo libro, Éxodo, el hombre elegido por Dios para liberar a los israelitas de la esclavitud en la que vivían fue Moisés, un líder carismático que les ayudó en la travesía del desierto a formar una nación con esperanza y con futuro. Según la Biblia Traducción Interconfesional, traducida al español de la Biblia Hebraica, del Texto Masorético, el Dios del Génesis es el “de la bendición y de la promesa”, un Dios “cercano a los seres humanos, que se preocupa de los problemas cotidianos de estos”. Pero al mismo tiempo “es libre y no sometido a ningún capricho o imposición humana o natural”. En el Éxodo, Moisés le dijo al pueblo: “En este mismo mes, cuando el Señor te haya introducido en la tierra de los cananeos, hititas, amorreos, jeveos y jebuseos, una tierra que mana leche y miel y que te daré porque así lo prometí a tus antepasados, entonces celebraréis el siguiente rito:” (Ex 13, 5). En la versión inglesa de este mismo Texto Masorético, en la Good News Bible, el Señor no “introduce” a los israelitas en las tierras de esos pueblos, sino que habla siempre de invasión y ocupación de las tierras que los israelitas van conquistando.

Observamos, sin embargo, que en el libro Éxodo y en otros del Antiguo Testamento, aparece un Dios violento, cruel y vengativo, dispuesto siempre a librar una dura batalla para conquistar la tierra prometida a los israelitas, el pueblo escogido, “porque tú eres un pueblo consagrado al Señor tu Dios, y a ti te ha elegido el Señor de entre todos los pueblos de la tierra para que seas el pueblo de su propiedad” (Dt 14, 2). Es el Dios del “ojo por ojo, diente por diente, mano por mano, pie por pie” (Ex 21, 24). Este Dios no tiene ni piedad ni compasión, como vemos en la invasión de Jericó y en la destrucción de la ciudad de Ay. Es un Dios guerrero que ayuda a los israelitas a destruir a los demás pueblos, como se ve en el libro de Josué cuando éste conquista nuevas tierras y derrota a todos sus reyes, con la ayuda de Dios. “Derrotó a todos aquellos reyes y se apoderó de sus territorios en una sola campaña, porque el Señor, el Dios de Israel, peleaba en favor de Israel” (Jos 10, 42). Cuando el pueblo de Israel asaltó la ciudad de Jericó, “Consagraron al exterminio todo lo que había en la ciudad: hombres y mujeres, jóvenes y viejos, bueyes, ovejas y asnos, pasándolos a filo de espada” (Jos 6, 21). Y en la destrucción de Ay, Josué actuó conforme a las indicaciones del Señor: “Una vez que Israel acabó de matar, en el campo y en el desierto, a todos los habitantes de Ay que habían salido en su persecución –ni uno solo quedó que no cayera a filo de espada–, todo Israel se volvió sobre Ay pasando también a cuchillo a su población” (Jos 8, 24).

Abrahán Leon, un judío revolucionario belga que murió en Auschwitz, escribió en su libro The Jewish Question que el “sionismo ve la caída de Jerusalén como la causa de la  dispersión, y en consecuencia, como la raíz de todas las desgracias judías del pasado, del presente y del futuro”. El sionismo nació en Rusia como consecuencia de los pogromos contra los judíos en 1882. El Primer Congreso Sionista lo convocó Theodor Herzl el 29 de agosto de 1897 en Basilea (Suiza). Allí se establecieron las bases de un proyecto político para la creación de una nación judía, según un plan conocido como la Plataforma Sionista. Su primer objetivo fue establecer un lugar seguro para el pueblo judío en Palestina. Para conseguir este propósito, el congreso consideró como  prioridad “La promoción de la colonización de los agricultores, artesanos y comerciantes judíos en Palestina”. Leo Pinster señaló en su libro Auto-Emancipation que la única solución de la cuestión judía era “el retorno a Palestina”. Y en el libro de Theodor Herzl The Jewish State, que es una biblia del movimiento sionista, la tierra prometida aparece como “el refugio contra las tempestades que barren el mundo moderno”. Pero según Abrahán Leon, “el sionismo ve el pasado histórico a la luz del presente”, como todos los nacionalismos. Opina que “para los sionistas la sola esperanza del pueblo judío durante cientos de años ha sido la visión del retorno a su antiguo país”. Leon cree que “el sionismo es una excrecencia ideológica y no una doctrina científica”.

Hoy día hay escritores, como Ajamu Baraka, que creen que “el sionismo es hitlerismo”. Esta afirmación la encontramos en su artículo Israel Commemorates Nakba with Mass Murder at the Gaza Fence [Israel conmemora la Nakba con una matanza en la valla de Gaza]. La Nakba, o catástrofe en árabe, tuvo lugar hace 70 años. En 1947 la ONU aprobó la partición de Palestina en dos Estados, uno hebreo y otro árabe. El plan imponía una condición: Jerusalén pasaría a estar bajo una administración internacional. Pero con la proclamación del Estado de Israel en 1948, los israelitas invadieron y ocuparon casi la mitad de los territorios del Estado árabe en 1949. En poco tiempo, más de 750.000 palestinos fueron expulsados de su tierra natal: así nació el Estado de Israel. La Nakba conmemora esta catástrofe, que para Richard Hardigan en su artículo Palestinians’ Great March of Return: What You Need to Know [La gran Marcha del Retorno de los palestinos: Lo que debes saber] fue un programa de limpieza étnica de las fuerzas sionistas, que ayudó a crear el Estado judío. Hardigan destaca las palabras del embustero Benjamín Netanyahu: “What a glorious day!” [¡Qué día más glorioso!]. Esto lo dijo el 14 de mayo frente a la nueva embajada de Estados Unidos en Jerusalén, un día antes de que se cumplieran 70 años de la Nakba. Esta frase resulta muy irónica porque a unos 100 kilómetros de donde Netanyahu se encontraba dando su glorioso discurso, ese mismo día los francotiradores del Ejército de Israel, imitando a los francotiradores nazis del golpe de estado en Ucrania, mataron en Gaza a 58 palestinos e hirieron a 2.700, disparando con munición real contra civiles desarmados. Estos soldados han repetido la historia de las matanzas perpetradas por Israel contra los palestinos. En realidad, ¡Qué día más glorioso! significa ¡Qué día más triste! Y cuando Netanyahu proclamó: “This is history!” [¡Esto es historia!], señalando a Donald Trump como el hombre que ha hecho historia al reconocer a Jerusalén como la capital del Estado de Israel, se equivocó, pues lo que sí ha hecho historia ha sido la repetición del genocidio palestino. Con este reconocimiento, Trump y su equipo belicista han mostrado una gran ignorancia y un desconocimiento de la historia.

Estas matanzas palestinas son una continuación de lo que Israel ha hecho a lo largo de su historia. Antes pasaba a filo de espada y también a cuchillo a todos los habitantes de las tierras que invadía y colonizaba, y hoy utiliza una tecnología más sofisticada; para eso es el cuarto mayor ejército del mundo. Amiai Ben-Abba, un autor judío israelita, un superviviente del Holocausto, ha advertido en su artículo Israel’s New Ideology of Genocide [La nueva ideología de genocidio de Israel] que “Israel está ideológicamente preparado para decretar un genocidio palestino hoy mismo”. Y cree que se pueden comparar las condiciones de la Palestina de hoy con el Shoah o Shoá (Holocausto en hebreo), porque la cuestión de Palestina para Netanyahu y su Gobierno, es como la solución final de Hitler. Con esta comparación nos da una visión del libro de Josué.

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Amia Ben-Abba propone que para acabar con el genocidio palestino, “los líderes del mundo tienen que dejar de hablar y empezar a actuar”. Sabemos que el Estado de Israel actúa con toda impunidad hacia los palestinos porque cuenta con el beneplácito de Estados Unidos, que es su protector. Por esta razón se permite la chulería de no respetar ninguna de las resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU y la Asamblea General. Pero nosotros sí podemos actuar enviando miles de cartas desde toda España a la Corte Penal Internacional en La Haya (CPI), apoyando la denuncia de Palestina a Israel por crímenes de guerra, presentada para que el tribunal investigue la expansión de los asentamientos en Cisjordania y el genocidio de Gaza: un campo de concentración al aire libre en donde dos millones de palestinos viven confinados, y que según la ONU en el año 2020 ya no se podrá seguir viviendo en ese infierno creado por el Estado de Israel.

El canadiense Michael Lynk, relator especial de la ONU para los Derechos Humanos de los palestinos, ya ha actuado al denunciar lo que está ocurriendo en la frontera de Gaza como “crímenes de guerra”, que son imputables ante la CPI. Sigamos su ejemplo para que los territorios arrebatados a los palestinos por la fuerza de las armas no se conviertan en una ocupación permanente, que es la táctica de Netanyahu y los sionistas para conseguir así la tierra prometida. _____________

Juan José Torres Núñez es socio de infoLibre

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