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Kamikaze en Génova

Pablo Quirós Cendrero

Tras la moción de censura, la previsión de “gran movida” entre las diferentes facciones del Partido Popular parecía que no iba a tener tanta relevancia después de los resultados de las primarias de esta formación.

De las luchas entre sorayos y margallos, y desde las diversas posiciones ideológicas en un partido sin igual en toda Europa, surgieron varias candidaturas para guiar a sus fieles, en las que la exvicepresidenta partía como favorita. Pero la secretaria general, enemiga íntima, no podía permitirlo, e iba a dar guerra sin cuartel hasta el final en su lucha a muerte frente a Sáenz de Santamaría. Cospedal buscaba ayuda en su intento para dominar todo el PP, en el equipo de Zoido, pero parecía claro entre bastidores que esa huida hacia adelante eran los últimos estertores de su carrera política. La apodada doña Finiquita, desde que se ganó los galones frente a los micrófonos que nadie era capaz de asumir, mientras se respiraba corrupción en la sala de prensa de Génova, llegaría hasta el final para que Sáenz de Santamaría no pudiese gobernar la nave conservadora. El apoyo a un tercero, daba igual quien hubiese sido, estaba claro.

Entonces llegó Pablo Casado, que decía que era como los mosqueteros, “uno para todos y todos para uno”, o quizá como el aceite lubricante, “todo en uno”, y superó a la número dos de Rajoy con el apadrinamiento de Cospedal, cuando Santamaría hablaba incluso de candidatura única para unir el partido. Pero la nueva generación que debe traer regeneración se hizo con todo el poder aunque las facciones siguieran estando ahí. Dijo que era de Rajoy y de Aznar, de Esperanza Aguirre, y quiso absorber hasta a Suárez, y prometió volver a hacer un gran PP en el que puedan estar todas las derechas posibles y ese centro que nadie nunca ha podido encontrar. Pablo Casado pertenece al PP desde que paseaba como universitario y fue preparado como un atleta de laboratorio para llegar a la cima después de tanto tiempo y volver a traer el cambio con viento fresco, como viento divino.

Viento divino es la traducción del término kamikaze, que nos ha quedado desde la Segunda Guerra Mundial para denominar al que efectúa una acción de riesgo desproporcionado con posibles fatídicas consecuencias.

Como un kamikaze y tal que si nada importara, el palentino se ha lanzado cuesta abajo corriendo solo como un poseso, en una carrera en la que parece que siempre va el segundo. 155, aborto, inmigración e hispanidad; balcones y banderas, insultos y fakes news. Se trata, sin duda, de un agitador que no se da cuenta de que su formación política es como la Yugoslavia de Tito, una vez deshecha ya no se puede volver a unir. Aislado de todas las posiciones en el interior del partido, desde fuera se intenta disimular, aunque ya pululan en las sombras los que se llaman a sí mismos el “PP verdadero”. Mientras, se está tratando de que en la rotura de semejante jarrón chino no se pierda ninguna pieza para que mediante el pegamento hallado para presidir la Junta de Andalucía, se pueda lucir de forma decorosa la próxima legislatura.

La máquina de respiración artificial que mantiene vivo a Juanma Moreno en el sur de España no parece que tenga energía suficiente para tanto paciente próximo a llegar. La condición de las circunscripciones andaluzas no tiene nada que ver con las provincias mesetarias o del norte. El Partido Popular ha obtenido siempre en las congregaciones que tienen 3, 4 y 5 diputados, unos resultados que le han permitido competir con los graneros socialistas anteriormente, quedándose con el tercero, el cuarto y hasta a veces con el quinto congresista de las mismas, en algo que ya no va a suceder al repartir los sufragios entre las posiciones a la derecha. Esto hará llevarse algunos de ellos al partido de los viernes sociales, que busca además entre la población electoral de edades avanzadas el volver a ser un partido hegemónico en la izquierda y en los espacios moderados, mientras los sobrinos del Tío Gilito se disputan la supremacía y el puritanismo de la bandera y de la nación que creen les pertenece.

Enfrentar a Cataluña con el resto de España no va a proporcionar escaños si se reparten y la bajada de impuestos y la prestación de servicios no es compatible. A pesar de todo, el pueblo español es lento en el aprendizaje democrático, pero poco a poco sale adelante. La corrupción ha tardado en pagarse, aunque ya se está haciendo, y todavía va a salir más. Es verdad que la fidelidad a la hora de ir a las urnas es casi infinita, pero quizá el kamikaze Casado debiera moderarse y proponer otras circunstancias más cercanas al día a día de muchas pymes y autónomos, que demandan modernidad y ecuanimidad. Y si al final “todo son los mercados”, quizá hay que eliminar el fraude para competir en igualdad y prestigiar en lugar de devaluar internamente con salarios y cotizaciones.

La falta de preparación se ve en la incapacidad de gestionar algo tan evidente, como es la importancia cada vez mayor del feminismo en España o llevar a regañadientes siempre el aborto y los derechos de los ciudadanos LGTBI, incluso frente a los propios de la formación. El excluir una parte tan grande de un electorado que se está resignificando, en lugar de tratar de acercarse ofreciendo una forma de avanzar, es de muy poco nivel político.

Las banderas no dan de comer más que a quien las vende, aunque llenen de colores el paisaje y cuando se quiere ser el partido de todos no se pueden llenar de cunetas ni excluir de las mismas a los que piensan que este país lo forman diferentes pueblos. Desde que llegó al asiento de Rajoy en el Congreso, no ha parado de mentir y enfrentar además de hacer seguidismo de lo que le marcan otros, en lugar de proponer para el futuro. Faltan algunas semanas para el 28A, pero todo parece indicar que si sus primos hermanos de la derecha no meten mucho la pata, el Partido Popular ha iniciado su disolución cual azucarillo en un vaso de café con leche al que la cucharilla de la realidad no va a dejar de darle vueltas. ________________

Pablo Quirós Cendrero es socio de infoLibre

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