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Librepensadores

Cuando la muerte es vida

Ximo Estal Lizondo

La muerte es una palabra que asusta a todos y todas, que significa para las personas el final de todo e implica: tristeza, depresiones, aislamiento e incluso para muchas personas el "morir" psíquicamente junto a la persona "desaparecida". Porque esto es la muerte, la desaparición de un ser vivo: humano, vegetal, animal. Y así como los vegetales —creemos— no la perciben, los animales y sobre todo los seres humanos la sobredimensionamos, e incluso se hace negocio con ella. Y bastante rentable para algunos, incluso antes de que se efectúe la desaparición.

¿Pero en realidad existe tal desaparición? ¿En realidad el ser humano muere de verdad? ¿Qué es la muerte? ¿Hay vida después de ella? ¿Es el final o el principio? Muchas preguntas que se nos agolpan cuando reflexionamos sobre ella y muchas sin respuesta coherente y científica, sobretodo basadas en una realidad: ¿porque alguien conoce a un ser humano que haya muerto y vuelva a estar con nosotros? Me imagino, supongo, que no. Incluso empleando técnicas de ocultismo u otras técnicas, la mayoría falsas y engañosas que juegan con la ignorancia y las ganas que se tiene de que el ser desaparecido continúe en otro estadio: existiendo y viviendo. Culturas antiguas, sobretodo la egipcia, creían en la vida después de la muerte, por eso les enterraban con sus propiedades, comida y hasta incluso con sus esclavos, siervos y medios de transporte. E incluso preparaban a su sociedad para ese paso, para que la muerte no fuera tristeza, sino alegría y vida. E incluso las religiones más importantes hablan de la muerte como un paso a una vida mejor.

¿Pero realmente es así? La verdad es que la muerte no debe ni es el final. El ser humano, desde que nace hasta que desaparece, deja su impronta, sus pensamientos, su vida, cada día que está presente. Por lo cual cuando desaparece, su idea, su ser, no se va: está ahí. Por lo tanto no es su final, sino su principio. Pasa de ser idea de ser humano a ser idea. ¿Acaso ha muerto Platón, Aristóteles, Kant...? ¿Ese familiar al que todos queríamos? ¿Ese profesor al que escuchábamos con tanto cariño? ¿Acaso sus ideas, sus ejemplos, no perviven en nosotros? ¿Acaso las historias de nuestros abuelos y padres, sus besos, sus abrazos, no los sentimos todavía? ¿Acaso la idea de libertad y de igualdad de nuestros antepasados no nos sirven para seguir luchando por esos conceptos? Por eso la muerte, esa palabra, ese hecho, que tanto nos aterra, que tanto pedimos que llegue cuanto más tarde mejor, no nos debe dar miedo. Porque podemos desaparecer, pero siempre, siempre, continuaremos vivos. Por eso dejar que nuestros enfermos incurables puedan morir dignamente es darles la vida. Ley de eutanasia ya. Esa es la solución y el derecho a morir dignamente como colofón a una vida digna y libre. ______________

Ximo Estal Lizondo es socio de infoLibre

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