Librepensadores

Las manifestaciones violentas de Hong Kong y de Cataluña

Juan José Torres Núñez

El odio nunca es vencido por el odio sino por el amor. Mahatma Gandhi

Cuando los jóvenes catalanes exaltados gritaban: “¡Vamos a hacer un Hong Kong!” y se dirigían al aeropuerto de Barcelona, estos radicales violentos estaban tomando como referencia a los manifestantes radicales de Hong Kong. Ya declaró en Madrid el 5 de septiembre el presidente de la Generalitat, Quim Torra, que para el independentismo catalán las protestas de Hong Kong sirven como un referente, aunque claro, los dos movimientos son diferentes: en Cataluña se manifiestan por la independencia y en Hong Kong piden un mayor grado de autonomía dentro de un país, China, con dos sistemas, el chino y el hongkonés. Pero, ¿es este realmente el objetivo de las protestas de Hong Kong? En este artículo me refiero a los radicales violentos que practican el vandalismo en ambos países, nunca hablo de los manifestantes pacíficos que con todo el derecho del mundo expresan sus ideas en un Estado democrático.

Parece, pues, que el señor Torra desconoce que las protestas de Hong Kong no son un grupo de jóvenes airados que quieren más libertad y más autonomía, no, se trata de algo más serio: un cambio de régimen en Pekín. Ya en el año 2014 el ensayista y experto en China, Mike Billington, escribió un artículo, Color Revolution: British Empire Targets China Through Hong Kong, en donde explica que el imperio británico apunta a China a través de Hong Kong para desestabilizar y con un poco de suerte, desintegrar la unidad del país. En el siglo XIX Inglaterra pudo matar a miles y miles de chinos en la Guerra del Opio porque China era un país muy pobre, pero hoy China puede aplastar lo que queda del imperio británico. Por esta razón, como señala Billington, citando al periódico chino People’s Daily, “utilizar a Hong Kong para crear una revolución de color en el interior de China es algo más que un ensueño”.

Sabemos que las revoluciones de color se organizan con agitaciones callejeras preparadas con colores simbólicos para conspirar un cambio de régimen. No se pueden considerar como estallidos espontáneos de la rebelión de un país. Utilizan la violencia y el terrorismo para derrocar un Estado, empleando tácticas de guerra que hoy ya se conocen como los métodos de la guerra moderna. El mejor ejemplo lo encontramos en la revolución naranja de Ucrania, tramada y financiada por Estados Unidos con un gasto de 5.000 millones de dólares para derrocar a su presidente legítimo y después instaurar un régimen nazi afín a EE UU. Los británicos en Hong Kong utilizan el color negro y como todas estas organizaciones, están financiadas por instituciones y organizaciones como por ejemplo, las conocidas National Endowment for Democracy (NED) y el Proyect Democracy, compuestas por neoconservadores republicanos y democráticos estadounidenses. En el caso de Hong Kong, Jimmy Lai, uno de los patrocinadores del movimiento “democrático”, según Billington, es un magnate neoconservador de extrema derecha, propagandista, financiero y dueño del periódico Apple Daily de Hong Kong. Su asistente, Mark Simon, trabajó en el Pentágono en un período de prácticas con la CIA. El periódico South China Morning Post reveló que Lai, Simon y el neoconservador Paul Wolfowiz, “un arquitecto de la guerra ilegal y suicida de Irak”, estuvieron reunidos cinco horas en un yate en el puerto de Hong Kong para tramar y organizar la revolución de color que empezó con las protestas de los paraguas amarillos.

El Executive Intelligence Review ha informado que el último gobernador del Hong Kong colonial del imperio británico, Chris Pattern, ha pedido instaurar un gobierno alternativo, acusando a la policía hongkonesa de violencia desproporcional y la causante de la provocación que ha originado una violencia generalizada. También ha pedido, como los manifestantes, la dimisión de la jefa del Gobierno, Carrie Lam. Pattern cree que Hong Kong necesita un gobierno alternativo, “quizá soñando con un Juan Guaidó chino como en Venezuela”. Pero no ha hablado de las tácticas Be water, utilizadas por los manifestantes encapuchados. Be water significa ser como el agua para que la policía no pueda detenerlos. En realidad se trata de una táctica guerrillera que consiste en aparecer en un sitio, atacar, correr y volver a aparecer en otro, utilizando las redes sociales. En Cataluña se utiliza el Tsunami Democràtic, entre otras herramientas informáticas, para coordinar y controlar a los manifestantes. Es un grupo invisible que da órdenes sobre el lugar y el momento para actuar. Es decir, los radicales violentos encapuchados, como en Hong Kong, están dirigidos y supuestamente financiados.

Las protestas que hoy estamos viendo en Cataluña se están produciendo debido a la sentencia del procés dictada por el Tribunal Supremo, que condena a los líderes independentistas. Los secesionistas se han echado a las calles porque opinan que se trata de una sentencia ejemplarizante, injusta y vengativa. Yo no soy jurista, por tanto no voy a analizarla, pero como ciudadano sí tengo el derecho a discrepar y discrepo porque estoy convencido de que este conflicto institucional no se puede solucionar con la ley de la porra, como ya indiqué en mi artículo El independentismo catalán en una España democrática. Señalé que en la España democrática de hoy los asuntos de Estado se resuelven con el diálogo y recordé los dos referendos sobre la independencia de Quebec. Canadá solucionó la cuestión independentista en una mesa de negociaciones con una actitud reconciliadora, como se tiene que resolver en Cataluña.

Nadie en Canadá podría imaginarse que al líder independentista de Quebec, René Lévesque, se le hubiera encarcelado por su campaña en pro del independentismo, que al final fue derrotado en las urnas. Esto explica por qué en las elecciones generales que acaban de celebrarse en Canadá, el líder nacionalista del partido Bloque Quebequés, del Canadá francés, Yves-François Blanchet, que ha sacado 32 escaños, ha pedido que el primer ministro Justin Trudeau, que no ha sacado mayoría absoluta, interceda ante España por la libertad de los líderes independentistas catalanes porque según él son “presos políticos”. Para los canadienses y para otros países del mundo, condenar al independentista Oriol Junqueras a 13 años de prisión y a 13 años de inhabilitación absoluta y a otros independentistas con penas que van desde 9 a 12 años, es una sentencia bastante dura. Por esta razón también el exministro de Escocia, Alex Salmond, antiguo líder independentista, ha manifestado que el Estado español se ha equivocado al judicializar el independentismo catalán porque esta cuestión solo se puede resolver por medio del diálogo.

El problema se debe a que en España tenemos una derecha y una ultraderecha ancladas en el pasado, por eso piden la aplicación del 155, el estado de excepción y no nos sorprenderían si también piden un endurecimiento de las penas de los independentistas. El líder de Unidas Podemos, Pablo Iglesias, ha hablado de medidas más racionales al comentar que no quiere la independencia de Cataluña, como yo tampoco la quiero, pero que esta situación grave, como todos sabemos, se tiene que resolver por medio del diálogo para establecer puentes de comunicación y nunca fomentar las celdas de incomunicación.

Pero para resolver la cuestión de la independencia de Cataluña hay que indultar primero a los “presos políticos” o “políticos presos”. Sin esta condición sine qua non no podremos sentarnos a la mesa porque no habrá nada de qué hablar. El indulto lo pide la izquierda, aunque el presidente en funciones, Pedro Sánchez, cuando se le preguntó sobre un posible indulto, él contestó: “El acatamiento de la sentencia significa su íntegro cumplimiento”. Habló de “firmeza, unidad y moderación”, pero para hablar de unidad hace falta una tarea o trabajo que realizar todos juntos en una mesa de negociaciones. El orden del día de esta reunión, pospuesta desde hace mucho tiempo, es muy amplio. Hay que incluir asuntos a tratar que necesitan soluciones y realizar reformas: la Constitución no es una Biblia. De lo contrario, los manifestantes catalanes encapuchados los volveremos a ver más veces en las calles de Cataluña. Y esto sería un gran error porque el odio nunca es vencido por el odio sino por el amor.

 

Juan José Torres Núñez es socio de infoLibre

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