Librepensadores

A la sillita la reina (emérita)

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Ángel Lozano Heras

Como canta la letra de ese juego, canción, de origen vasco –nada menos– "a la sillita la reina, que nunca se peina, un día se peinó y la silla se rompió". Y tanto, porque se hizo añicos la quimérica monarquía y el trono de su marido Juan Carlos I.

El matrimonio de los reyes eméritos estaba roto hace décadas, aunque con la decisión del Borbón emérito de abandonar España, se materializa de manera aún más evidente.

Doña Sofía, la emérita, se ha quedado sola en el Palacio de la Zarzuela, porque el emérito se piró. No sabemos aún exactamente dónde ni con quién, aunque se cree que ha podido escapar inicialmente a Abu Dabi solo con un par de maletas y con la compañía inestimable de su más fiel amiga desde hace cuarenta años. Eso sí, con sus cheques petrodólares a buen recaudo en Emiratos Árabes amigos y en paraísos fiscales latinoamericanos.

La emérita reina no tiene quien le escriba. Se nos ha quedado sola doña Sofía, pero con todos los lujos y privilegios heredados de su marido –aún–, el borbónico emérito rey.

Quién iba a suponer que el bonachón de Juan Carlos I de España, tan aplaudido y laureado desde la Transición, nos iba a hacer estas bribonadas.

Y es que el rápido desgaste que sobre la imagen del rey ya retirado han desencadenado en el último año sus escándalos (económicos y personales), y la progresiva tensión sobre la institución monárquica, le llevan a emigrar con urgencia.

Sesudos catedráticos y expertos en Derecho Constitucional se esmeran, en los medios de comunicación, en poner suma relevancia en la importancia del rey emérito en nuestro pasado histórico. Y, además, que tenemos que distinguir entre el comportamiento de una persona y la validez política de una institución. Bien; pero ya están admitiendo esos voceros de lo borbónico que el juancarlismo no fue modélico ni en comportamiento moral ni en legalidad constitucional. Lo que ocurre con esos argumentos tan manidos y endebles es que se nos ha vendido siempre que esa persona (el emérito) era la "esencia y garantía" de la institución del Estado (monárquica). Y por tanto, la deja dañada y cuestionada, por falta de ejemplaridad. Lamentable.

¡Quién iba a pensar que el rey cayera tan bajo! Tampoco pensábamos que íbamos a ver en pleno siglo XXI lo de prohibir fumar en la calle y lo de vivir con las mascarillas obligatorias ¡Cosas veredes, amigo Sancho!

Unos y otros se lanzan argumentos, encuestas, teorías y pronósticos, afirmando o negando que a pesar de que no corren buenos tiempos para la Casa Real española, existe un renovado y mayoritario consenso con la monarquía de los Borbones en la persona del rey Felipe VI y sus descendientes. Otros piensan lo contrario: la mayoría de la ciudadanía española –sobre todo la juventud y mediana edad– aspira, sin grandes prisas pero también sin pausas, a una República que la princesa Leonor verá pasar por encima de ella.

Aunque parece, dicen esos vocingleros, que la monarquía actualmente está en buenas manos, todo puede cambiar, al igual que la cuestión del afecto popular y las estrategias políticas que la mantienen.

Pésanchez, por el momento, descarta realizar reformas legales sobre la monarquía tanto en cuanto a su cuestionamiento como en abordar el estatuto jurídico del rey.

La derecha de siempre (Vox, PP y Cs) también rechaza cualquier debate sobre el tema. Otro gallo canta en las filas de los partidos de la moción de censura a Rajoy: PNV, UP, ERC, PDeCAT, Compromís, Nueva Canarias, Bildu, etc. E incluso Juventudes Socialistas.

Y es que, a nivel popular, es una evidencia, no un juicio de valor: "Los Borbones no llevan la cabeza sobre los hombros mucho tiempo". Al final, tenemos un rey de quita y pon, muy propio de los Borbones.

Así es; lo puso Franquito. Siempre le recordaremos porque fue colocado a dedo por un dictador tirano y asesino. Se rodeó el emérito, para trincar a diestro y siniestro, de una corte de empresarios y nobles que le apoyaban en sus cacerías y en sus correrías, y que fueron cómplices de sus oscuros negocios.

Por otro lado, Unidas Podemos va a impulsar una proposición de ley que obligue a Felipe VI a ir al Parlamento para dar rendir cuentas anualmente y permita inhabilitarle en el caso de que cometa delitos. La norma que pretende la formación morada choca con las posiciones –antagónicas– de Pésanchez y del PSOE. Total, que todo quedará en agua de borrajas, como siempre en este tema. Y solo será ruido mediático y propagandístico para intentar recuperar antiguos afectos, votantes, militantes y simpatizantes, huidos de la hermandad podemita y de la izquierda comunista en los últimos tres años.

El mito del hombre de Estado que decía que solo velaba por la patria, por el bienestar de los españoles, y nunca por sus bolsillos reales, se nos ha caído del trono… Con el tiempo descubriremos quién fue realmente este emérito, que alguna vez fue el campechano y la barrera de freno ante los impulsos reaccionarios del neofranquismo y la ultraderecha.

Es curioso recordar que "en España las repúblicas las han traído los reyes con sus nefastos actos, no los revolucionarios". Pero tampoco seamos más papistas que el Papa. Si Juan Carlos I ha cometido delitos fiscales o no, lo dirá la Justicia. Lo que sí se ha demostrado ya es la bochornosa e intolerable falta de ejemplaridad de toda una institución, no de una sola persona.

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