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Un don nadie en la guerra de las élites

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Francisco Javier Herrera Navarro

Conforme más tiempo pasamos sin conocer el resultado definitivo de las elecciones de EEUU, y escuchando estupefacto las noticias preocupantes que vienen de algunos lugares de ese país y los exabruptos lanzados por el clan trumpista y sus partidarios, más me persuado de que la democracia en ese país no deja de ser un espejismo, con muchas virtudes pero casi con mayores dosis de defectos, por lo que, en mi opinión, necesitaría muchos reajustes y reformas al objeto de adaptar sus normas constitucionales a los tiempos que corren.

Uno de esos defectos a mi juicio es la tradicional excesiva polarización demócratas-republicanos sin que otras opciones puedan siquiera tener un mínimo de protagonismo; una polarización que, dado el común denominador entre unos y otros de un ancestral liberalismo económico unido a un acentuado conservadurismo ideológico, convierte cualquier pugna entre unos y otros en un combate entre élites muy minoritarias por ricas y muy por encima del resto de mortales ciudadanos a los que dicen representar.

Si, como estamos viendo, se inmiscuye un lunático entre esas filas, el sistema echa chispas y corre el riesgo de desaparecer el equilibrio hasta ahora dominante, hecho que en sí mismo no es negativo (porque puede abrir el protagonismo a las opciones minoritarias), pero que en virtud de la caracteriología puesta en liza se convierte a su vez en una lucha sin cuartel para ver quién se sale con la suya y quien se salva en medio del caos; es decir, al fin y a la postre, se olvida la capacidad representativa del colectivo y se trueca en puro y simple egoísmo para quedar por encima del resto.

Esto es lo que me está demostrando la resistencia de Trump y sus secuaces a aceptar las reglas del juego y sobre todo a tener la elegancia del perdedor.

Las negativas en la noche del jueves al viernes -hora española- de los medios norteamericanos a seguir transmitiendo sus declaraciones y de las redes a admitir mensajes falsos del propio Trump así como las llamadas de sus hijos (¡!) poco menos que a la lucha armada, así me lo corrobora.

Y es que cuando el líder confunde su ego con la colectividad a la que representa tenemos el mejor certificado de lo que es un dictador. Y por el bien de EEUU, y de todos, espero que el propio sistema engulla a este energúmeno, le obligue a morderse la cola y volver a ser lo que siempre fue: un don nadie rico, que es ser un doble don nadie...

Francisco Javier Herrera Navarro es socio de infoLibre

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