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ARTES VISUALES

visualMANIAC: una pantalla para mirar la cultura

Joaquín González, Teresa de Andrés y Álvaro de Andrés.

Hace un par de años, Teresa de Andrés se compró un iPad. Entre, claro, otras muchas cosas, esperaba usarlo para disfrutar de lo que siempre le había apasionado: las publicaciones sobre cultura visual. Pero qué va. Allí no encontraba nada. Así que surgió la idea; como tantas veces, “por necesidad”. Desde hace un mes, junto con su hermano, Álvaro de Andrés, y Joaquín González, ha abierto al público el producto del trabajo desarrollado en este tiempo: la web visualMANIAC, una librería online especializada en cultura visual. O sea, en arte, fotografía, cine, diseño, arquitectura y moda.

Aún en versión beta, la plataforma –disponible para ordenador, iPad, y, pronto, para dispositivos Android- ya cuenta con un catálogo de unos 400 títulos entre libros y revistas de unas 50 editoriales internacionales, principalmente en castellano e inglés. Y el plan es seguir ampliándolo. “Ahora los esfuerzos se van a centrar en eso y menos en las ventas”, explica Teresa, en la sede de su oficina madrileña, que cobija a un equipo de media docena de personas a las que apoyan diseñadores y desarrolladores externos. “Al principio no esperamos que sean muy grandes, pero seguro que en un futuro a medio plazo las cosas irán bien”.

Revistas como Caimán, cuadernos de cine, Yorokobu, Dazed and confused, o El croquis, comparten las estanterías de esta librería virtual con publicaciones de editoriales como Gustavo Gili, Morsa o Shangrila. Se pueden comprar para leer online u offline a precios con reducciones de un 50% con respecto al papel, y en el caso de los libros, se pueden alquilar durante una semana por cantidades aún más competitivas. Algunas publicaciones, además, son directamente gratuitas. “El objeto libro tiene un valor grande, pero el usuario puede no quererlo: porque no le cabe en casa, porque quiere un acceso inmediato o por cualquier otra razón. Con esto no se obliga al usuario, y puede aprovechar”.

Ellos, en cualquier caso, tienen en mente la posibilidad de añadir un servicio de venta de libros físicos. Todo a su tiempo. “Nos parece que es totalmente compatible con lo digital, pero responde a diferentes necesidades”, explica Álvaro. “La idea es poder buscar caminos para combinar estos dos formatos”. Lo que aspiran a ser no es otra cosa que libreros. Solo que del siglo XXI. “Los editores tienen un papel muy importante, porque son quienes hacen el primer filtro”, señala Álvaro. “Y nosotros hacemos la selección y la recomendación a los lectores: cogemos a todos los actores y los filtramos para el lector”.

Tras meses y meses de intensas negociaciones –y las que les quedan-, su percepción sobre la acogida de su iniciativa por parte de las editoriales, que al estar especializadas en temas muy concretos son en su mayoría de pequeño tamaño, es “sorprendentemente” positiva. “Es cierto que les ha costado acabar de decidirse”, dice Álvaro, “porque cuando empezamos hace dos años lo que vendíamos era una idea. Pero ahora cerramos cada vez más tratos, además de que la mentalidad digital se ha ido abriendo”. 

Entre los principales obstáculos con los que se han topado (¿a que no les sorprenderá lo que viene?) sobresale la “zancadilla” del Gobierno, que ha mantenido el IVA cultural de los libros en papel en un 4% superreducido, pero que ha subido el de los virtuales al 21%, lo que dificulta enormemente el ajuste de los precios. Una situación definitivamente rocambolesca si se tiene en cuenta que, por otro lado, el mismo Gobierno les ha concedido 46.000 euros de ayuda al i+D para fomentar el consumo de contenidos digitales, que se suman a la inversión privada de los fundadores.

Otra traba remite a la gestión de los derechos de reproducción de las imágenes, que aunque estén cerrados para los libros físicos, tienen que volver a negociarse para su conversión digital. "Las sociedades gestoras de derechos tienen que evolucionar: no saben las posibilidades que tiene el mercado digital", reclaman ellos, aunque sin amedrentarse ni un solo momento por las vicisitudes. "Al final la crisis también hace que las empresas tengan que centrarse en la supervivencia", apunta Joaquín, "y eso a nosotros nos deja un espacio que en otro momento podría haber cubierto una empresa más grande".

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