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EXPOSICIÓN

Para usted, ¿es un perfume una obra de arte?

Una imagen de la exposición 'El arte del perfume', que entre 2012 y 2013 se celebró en el Museo de Arte y Diseño de Nueva York, de donde procede.

En este artículo no les entregaremos ninguna certeza. Solo y exclusivamente dudas. Y la voluntad de resolverlas en común. La pregunta viene incitada por la muestra El arte del perfume, inaugurada este viernes en el madrileño Círculo de Bellas Artes y abierta hasta el 4 de febrero. En ella nos encontramos con una selección de ocho esencias creadas entre los años 1889 y 2014, escogidas por el experto estadounidense Chandler Burr.

El hoy director del Departamento de Arte Olfativo del Museo de Arte y Diseño de Nueva York, fue entre 2006 y 2010 crítico de aromasdel diario The New York Times, el primero en su historia. Todas las fragancias que se exponen han sido creadas por casas comerciales, y todas se venden al público en tiendas especializadas. La interrogación, pues, reza: ¿consideraría usted los perfumes como obras de arte?

Por definición, desde luego, no pasarían la criba para entrar en la categoría de Bellas Artes, de las que el Círculo es adalid. Sí podrían ser considerados dentro de las artes menores. En los últimos años, en cualquier caso, hemos visto acceder a los museos y galerías creaciones que trascienden esas fronteras: véase, sin ir más lejos, la actual muestra temporal en el museo Thyssen, dedicada al diseñador Hubert de Givenchy donde, además, también se despliega una fragancia de la firma francesa: L'Interdit.

Pero no solo la moda ha sido elevada a los altares museísticos: también la gastronomía, como lo prueba, entre otros ejemplos, la igualmente presente exposición sobre el proceso creativo de Ferrán Adrià en la Fundación Telefónica de Madrid. Y aunque esta que nos trae al caso se publicita como la primera exposición dedicada al perfume como forma artística, lo cierto es que ya han tenido lugar en el pasado otras volcadas en el sentido del olfato.

La cuestión no debería centrarse, de todos modos, en definiciones cerradas de disciplinas y conceptos, que no dejan de ser opinables. Pero existen otros factores para el recelo. Uno, fundamental, la presencia indudablemente interesada de grandes marcas, que encuentran en este tipo de eventos una plataforma perfecta para la promoción.

En este El arte del perfume, participan no solo como organizadores (las ocho marcas lo son), sino también en los talleres y conferencias que se han previsto, las casas Chanel y Francis Kurkdijan, así como El Corte Inglés, que recuerda que todos los productos comisariados por Burr están disponibles en sus tiendas, así como en las boutiques de las marcas. 

Estos son, por orden cronológico, Jicky, creado por Aimé Guerlain para Guerlain; Chanel nº 5 por Ernest Beaux para Chanel; Angel por Olivier Cresp para Thierry Mugler; Prada Amber por Carlos Benaïm, Max Gavarry y Clément Gavarry para Prada; Eau de Lierre por Fabrice Pellegrin para Dyptique; J'adore l'absolu por François Demachy para Dior; Aqua Universalis por Francis Kurkdijan para Maison Francis Kurkdijan; y Aura por Emilio Valeros para Loewe. Todos, por cierto, diseñados por hombres pero concebidos para mujeres.

Resulta innegable que los olores pueden despertar emociones y recuerdos. Los sentidos poseen esa capacidad. El quid radica, quizás, en la posibilidad de racionalizarlos y transformarlos en expresiones intelectuales. O por el contrario, como desarrolló el filósofo G. W. F. Hegel en su Estética, donde posicionaba la música como la más penetrante y humana de las artes, por encarnar como ninguna otra la propiedad de lo sublimemente bello. Todo y nada está escrito en torno a estas materias.

Que estas fragancias de producción industrial puedan ser adquiridas casi inagotablemente choca con el carácter único que ostentan las piezas artisticas. Cuando hablamos de obra múltiple como los grabados, se suelen considerar artes aplicadas. Lo que no significa, por otro lado, que no puedan ser exhibidas en un museo, como así ocurre. Otra incógnita que se desprende es la de dónde radica la diferencia entre visitar esta exposición y oler los perfumes y visitar El Corte Inglés y oler los mismos perfumes.

El contexto, evidentemente, marca la primera disimilitud. Frente a un atestado centro comercial, la muestra se desarrolla en el sosegado entorno de un centro cultural. La sala, bastante reducida, se ha preparado de tal modo que los perfumes adquieran un protagonismo absoluto: no hay frascos, ni publicidad, ni modelos. En la habitación, toda blanca, se distribuyen en círculo ocho peceras en las que meter la cabeza para oler las fragancias, que están dispuestas en cuencos rellenos de líquido al fondo de los recipientes.

En las paredes hay colgadas cartelas que explican el origen, composición y las notas de los aromas, cada uno de los cuales se ha asociado a un estilo. De nuevo, por orden cronológico: romanticismo, modernismo, surrealismo, neo romanticismo, fotorrealismo, figurativo contemporáneo, neoclasicismo y retro siglo XX.

En la presentación a los medios, Chandler Burr explicó cómo abordaba las críticas de perfumes que solía realizar para el New York Times, publicadas primero en la revista de estilo T y luego en el blog del rotativo estadounidense. “Me basaba en cuestiones técnicas, como la estructura, la difusión y la persistencia, y también en mi punto de vista subjetivo: ¿es innovadora esta fragancia? ¿Me asusta? ¿Me hace sentir más humilde? ¿Me hace sentir algo diferente?”.

“Su olor es extremadamente difícil de describir precisamente porque tiene la misma personalidad que un vídeo de Jessica Simpson”, escribió, por nombrar uno de sus textos, sobre Love, de Ralph Lauren, perfume al que otorgó tres estrellas de cinco. “¿Vainilla? ¿Heno? ¿Caramelo de agua salada? [Olivier] Gillotin ha creado algo que parece que huele a piel (es decir, almizcles sintéticos) y también parece que huele a flores, solo que no lo hace. Es, de hecho, un anuncio olfativo de Gap, aunque esta podría ser una afirmación demasiado amable”.

Aprovechando la mención del 'olor a piel', y poniendo por delante la ignorancia absoluta de esta reportera con respecto a tales temas, cabe señalar lo que se presupone cualidad primaria de un perfume: que este funciona de un modo u otro dependiendo de quién lo lleve puesto. Al contacto con la piel, se produce una reacción que difiere en cada persona debido a las sustancias químicas que emanan de las glándulas sudoríparas. Entonces, ¿tiene verdadero sentido oler las fragancias por sí solas?

Para Burr, desde luego, sí lo tiene. "Si es algo que puedes ver, no me interesa", afirmó en relación al hecho de que los perfumes se presenten desnudos, sin tarros o imágenes que los arropen, a lo que añadió que el New York Times "me aceptó como crítico de arte, y yo trataba la esencia del mismo modo que el crítico de arte trataba la pintura". Lo que significa que, para él, los límites del arte son mucho más flexibles de lo que tradicionalmente se ha aceptado. Para usted, ¿hasta dónde llegan? 

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