Cultura

El Teatro de la Comedia renace tras 13 años de obras

Escenario desnudo del Teatro de la Comedia.

Los muros del Teatro de la Comedia no han oído hablar de la crisis, de Podemos, ni de la situación griega. No han escuchado protestas contra el IVA cultural ni saben cuál es el sonido de alerta de Whatsapp. Las puertas de esta sala madrileña (abierta en 1875 en pleno Barrio de las Letras) han permanecido cerradas desde 2002, cuando se clausuró el recinto para llevar a cabo reformas estructurales. Ahora solo queda ultimar detalles para su reapertura el próximo octubre como sede de la  y seompañía Nacional de Teatro Clásico (CNTC) con El alcalde de Zalamea, de Calderón de la Barca. 

Lo periodistas correteaban el lunes por este edificio de la calle del Príncipe, donde ya proliferaban los corrales de comedias en su día. Nadie ocupa aún los 20 camerinos ni las oficinas (la compañía tiene prevista la mudanza desde el Pavón, sede provisional hasta el momento), y la compañía avanza por galerías todavía a estrenar. Ha costado. El inmueble se clausuró hace 13 años, pero el proyecto no se aprobó hasta dos años más tarde. La adjudicación de las obras a OHL llegó en 2010, ya instalada la crisis, y, aunque estaba previsto que duraran dos años, se alargaron hasta el pasado 14 de julio, cuando se entregó el edificio de nuevo al Ministerio de Cultura. Pese a esto, el presupuesto se redujo de los 27,6 millones de euros iniciales a 20,3 millones en la adjudicación. 

La culpa la tuvo, explicaron arquitectos Sebastián Araujo y Jaime Nadal, el mal estado de la estructura, que no sospechaban antes de los primeros análisis. Después del incendio que sufrió el teatro en 1915, se sustituyó la madera y hierro original por hormigón. Siendo un material innovador en la época, señalan los expertos, los cálculos se hicieron de forma muy ajustada. Conclusión, para los legos: el teatro era "como una cáscara de huevo ligeramente rota". En vez de sustituir las piezas dañadas, como se habría podido hacer con el hierro, se tuvo que desarrollar una estructura independiente para sujetar el escenario. Los que conocieran el edificio, creerán que nada ha cambiado: los elementos históricos del patio de butacas han sido restaurados, incluyendo la impresionante pintura del techo. Pero, por dentro, todo es distinto. La capacidad del escenario, los fosos, la caja de luces. La CNTC, que residía en la sala desde 1986 hasta su cierre, tiene un sinfín de juguetes nuevos.

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La principal novedad está escaleras arriba, a falta de tres días para que funcionen los ascensores. El techo del teatro se ha reformado por completo, o, como explican los arquitectos Sebastián Araujo y Jaime Nadal, "se ha descabezado la sala". Toda la parte superior se ha rehecho, con dos funciones. La primera, elevar unos seis metros el peine y el contrapeine (donde se sitúan los motores que mueven la escenografía) para poder elevar los decorados hasta ocultarlos por completo en la caja. Desde el contrafoso, bajo el escenario, al punto más elevado del escenario hay 28 vertiginosos metros. La segunda, reforzar la cubierta del patio de butacas, lo que ha permitido construir sobre ella una nueva sala de ensayo y representación de nuevos formatos. Con ella, se han recuperado 750 metros cuadrados de superficie. 

Todo esto, teniendo en cuenta que el Teatro de la Comedia está situado entre bloques de viviendas. El hall, recuperado por completo en un reluciente blanco, ocupa el bajo de un edificio residencial. "Nuestros actores están acostumbrados a desenvolverse casi en cualquier espacio, pero este tiene un valor muy especial, incluso antes de que fuera sede de la compañía", explicaba Helena Pimenta, directora de la CNTC. Aún tendrán que esperar unos meses para estrenarlo. Los ensayos de El alcalde de Zalamea se desarrollarán desde mediados de julio hasta mediados de septiembre en el Pavón, un espacio con un aforo y unas medidas mucho más reducidas. "La dignidad del trabajo es esencial. Allí donde el público y los trabajadores se sientan cómodos, sin duda repercutirá en la sociedad", aseguró Pimenta. 

No se ubica aún la directora entre las escaleras, puentes y pasillos del edificio, ubicados en tres alas que parecen sortear las casas de vecinos. El secretario de Estado de Cultura, José María Lassalle, sudaba su ligera blusa salmón junto al grupo de periodistas, trepando una altura de siete pisos sin (todavía) aire acondicionado. En la presentación, además de señalar el triunfo de que el presupuesto no se haya sobrepasado, sorteó una vez más las preguntas sobre una hipotética bajada del IVA cultural: "Ya saben lo que pienso, saben lo que he mantenido, y espero celebrar lo que todos en el mundo de la cultura anhelamos". 

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