FICX 2016

Zannou: "Me indigna no ver más razas en las pantallas"

Santiago Zannou en el Festival Internacional de Cine de Gijón.

Santiago Zannou (Madrid, 1977) rechaza el café que acaban de ofrecerle: "Yo café no, que me pongo..." El director de cine dispara las palabras como una metralleta. Habla claro y conciso. Y eso que viene de dar una rueda de prensa sobre Muna, el documental que clausuraba el sábado el Festival Internacional de Cine de Gijón —al que este periódico viajó invitado— y que tiene en la ciudad asturiana su estreno absoluto. No se le caen los anillos por hablar de su trabajo en publicidad —tanto el anuncio de la Lotería de Navidad de este año como el del pasado son suyos—, ni por explicar que seguramente este documental jamás hubiera ocurrido sin la propuesta de la ONG Manos Unidas, que se ofreció a llevarle a visitar sus proyectos a Etiopía.

Eso no significa que Zannou no haya puesto ninguna carga emocional en este largometraje de una hora sobre los desafíos a los que se enfrentan las mujeres etíopes. El último documental al que se dedicó el cineasta, autor de El truco del manco (ganadora de tres Goya, incluido mejor dirección novel) y Alacrán enamorado (cuatro nominaciones a los Goya), fue La puerta de no retorno. En él seguía el viaje de su padre a Benín, de donde emigró 40 años atrás para no volver nunca. “La película de mi papá es un homenaje a mi abuelita”, explica, “y constantemente, tanto él como mi tía, están hablando de que era una mujer que luchaba, que tiraba hacia adelante. A mí se me quedó esa idea: ‘Mujer negra, africana, fuerte”. Es la misma, asegura, que encontró en Etiopía.

“No me quiero poner místico, pero allí se descubrió el primer ser humano, y casualmente era una mujer”. Se refiere a Lucy, el esqueleto de homínido más antiguo hallado hasta ahora, con más de tres millones de años, y que tiene su residencia en una caja fuerte en la capital del país. Zannou encuentra cierto peso en que nuestro antepasado común más lejano sea una mujer etíope: “La mujer africana necesita un homenaje, necesita visibilidad, necesita que contemos su historia de forma positiva”. Él lo hace hablando de una mujer que dedica su vida a formar a las comunidades sobre ciertas enfermedades de la piel que les impiden caminar. De otra que ha aprendido a labrar la tierra por sí misma. De una tercera cuya invidencia no le impide cuidar de sus niños, mantener su independencia y trabajar. Y, uniéndolas a todas, de la campeona mundial de maratón Mare Dibaba. “Atravieso pueblos enteros de mi tierra y veo cómo somos”, dice su voz en off mientras machaca la carretera, “La fuerza que tenemos las mujeres”.

Fue un rodaje de “dos o tres semanas”, al galope entre una misión y otra de la ONG. Pero no le supuso ningún apuro, a riesgo de perder cierta frescura, repetir algunas secuencias, rodar “como en la ficción”. El hecho de que sea un documental no significa que vayas con una cámara sucia. Y repetir las acciones no significa que estés mintiendo, sino que tienes la posibilidad de construir un lenguaje. Queríamos hacer poesía”, explica. Después de un breve montaje en Madrid, regresaron para una segunda fase de rodaje con la campeona de maratón, que duro solo cuatro días. La figura de Dibaba y de sus pasos rítmicos sobre la pista mientras suena su voz en off, el único off del largometraje –sin música, sin narrador— es especialmente poderoso. El discurso de ella, aclara, lo guionizó él: “Cuando corro, pienso en manos que ayudan. Una mano, un paso. Sigo corriendo, seguimos luchando”.

Desde el comienzo de su carrera, Zannou ha agitado con alegría la bandera del compromiso artístico. “Hay películas que intentan llevarnos a una realidad y otras que intentan evadirnos de ellas. Ambas son válidas. Pero las mías están hechas para molestar. Mi manera de trabajar es observar el mundo. Y pongo el foco en esos personajes a los que la gente les da la espalda”, reivindica. En El truco del manco fue un rapero con diversidad funcional –interpretado por el Langui, MC de La Excepcióm— y un chico mulato, ambos de un barrio considerado marginal. En Alacrán enamorado, un miembro de un grupo de extrema derecha que encuentra en el boxeo la salida a ese mundo y la fuerza para enfrentarse a sus antiguos compañeros. “A veces me dicen ‘Qué pesao, siempre hablando de negratas, siempre hablando de pobres’. Yo recuerdo esa entrevista en la que John Ford se presenta: ‘Hola, me llamo John Ford y hago westerns’. Pues yo hablo de este tipo de gente”.

¿Es el cine español un cine de blancos para blancos?

No es el único que habla de “pobres”, pero sí de los pocos que habla de “negratas”, y el único director negro de la primera división del cine español. No le cuesta sentir una punzada de rabia cuando enciende la televisión: “Me indigna que no se vean más razas en nuestras pantallas. Se utilizan los clichés de negro igual a tipo que cruza en patera, árabe igual a yihadista o traficante, gitano igual a vago, ruso igual a mafioso, latina igual a puta”. ¿No ha notado ninguna mejoría en los últimos años? “La gente habla de [las series] El Príncipe o de Mar de plástico, pero ahí los policías no son negros, lo son los inmigrantes. Los médicos no son árabes o gitanos. Tengo ganas de que el protagonista de una serie sea un detective muy alto, muy guapo, muy bueno, y árabe. O negro. O mujer latina”. Para él tampoco ha sido fácil entrar en una industria en la que hay una escasísima, por no decir nula, diversidad racial. “Cuando empecé, me preguntaban: ‘¿Qué eres, el nuevo Spike Lee?”, dice, imitando una vocecilla ridícula, “Bueno, qué pasa, a lo mejor me gusta John Ford, tío. O Haneke. ¿Qué pasa, que porque soy negro tengo que ser Spike Lee?”. Y niega que haya que perpetuar esa falta de representación en nombre del realismo: "Hay que cambiar lo que pasa, no conservarlo. Que haya un niño negro por ahí que encuentre un referente. Eso es lo que me motiva a mí". 

Sabe que es muy probable que si él no cuenta esas historias, nadie lo haga: “Los ojos del hijo de un inmigrante no son peores ni mejores que los de alguien que no lo es, pero miran otras cosas”. Él está mirando ahora a una adaptación de Escupiré sobre vuestra tumbaEscupiré sobre vuestra tumba, la novela de Boris Vian –escrita bajo el seudónimo del supuesto estadounidense Vernon Sullivan—que retrata la venganza de un joven negro contra aquellos que asesinaron a su hermano por enamorarse de una mujer blanca. ¿Y un largometraje protagonizado por una mujer? “Me lo he planteado al terminar mis películas: tanto El truco del manco como Alacrán enamorado son películas de tíos. Tíos que lloran, sí, pero tíos”, reflexiona, “Es verdad que el papel de la mujer es un macguffin [una herramienta de guion sin peso en la trama] para ir haciendo avanzar la historia… Por eso me alegro de haber tenido esta oportunidad con Muna”. Habrá que esperar al siguiente.

 

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