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Westminster se sitúa en el ojo del huracán por los presuntos abusos sexuales de los diputados

Theresa May y Jeremy Corbyn, en una imagen de archivo.

“La primera vez, se me pegó mucho y se frotó contra mí. Me sentí muy mal, fue algo repugnante. La segunda vez fue en el Parlamento. Estaba hablando con él y me dijo: ‘No hablemos de política, ¿tienes novio?’ A continuación dijo que si no hubiese habido nadie en su despacho me habría llevado abajo. Me sentí completamente en shock, no me lo esperaba”. La mujer que habló, sin ocultar su rostro, en la BBC, el 3 de noviembre de 2017 se llama Ava Etemadzadeh. Morena y de gesto afable, reconoce haber tardado mucho en decidirse a hablar. Acusa a Kelvin Hopkins, diputado de Luton North, de comportamiento inadecuado. Un abrazo (demasiado) intenso y sms inadecuados en 2014 y 2015.

La joven militante laborista enseña el teléfono a la cámara: “Mi querida Ava, eres una joven preciosa, atractiva, encantadora y de naturaleza dulce. Un joven simpático sería muy afortunado por tenerte como novia y amante. Estoy seguro de que encontrarás pronto a alguien así. Si yo fuese joven...., pero no lo soy”. En estado de shock, la joven militante dice sentirse “desengañada” con la tibia reacción del partido a raíz de sus denuncias.

Este tipo de testimonios se repiten en Reino Unido desde que saltó el caso Harvey Weinstein en Estados Unidos. Diputados de todos los partidos se encuentran en el punto de mira, aunque son más numerosos los conservadores presuntamente implicados. Las víctimas en su mayoría son mujeres, pero no son las únicas. Cuando hablamos con Alex Story, de alrededor de 2 metros de altura y 130 kilos de peso, resulta difícil de creer que el que fuera remero olímpico en los Juegos Olímpicos de 1996 pudiese ser, también él, víctima de comportamientos indebidos. Sin embargo, él mismo, sentado ante una copa de vino, en el prestigioso barrio de Mayfair, en el centro de Londres, rememora lo sucedido. Los hechos se remontan a 2001, dos años después de que Alex Story se afiliase al Partido Conservador. Entonces, el deportista, titulado de la Universidad de Cambrigde, era un militante de 26 años con ganas de comerse el mundo.

Aquél día se encontraba en la sede londinense del Partido Conservador, para probar un nuevo sistema pensado para contactar con los votantes. “Estuve trabajando en ello durante dos horas. Como la máquina funcionaba, nos tomamos una copa de champán, después fuimos a un bar, me tomé una pinta o dos”, recuerda Alex Story. Entonces llegó Christopher Pincher, actualmente diputado conservador de Tamsworth y por esa época un alto cargo ya de la formación, que le propuso al joven militante ir a comer algo. “Subimos en un taxi, pero se dirigió hacia el sur. Entonces le dije: ‘Chris, ¿qué haces?’. A lo que me respondió: ‘Vamos a mi casa, necesito cambiarme’. Una vez en su casa, Chris Pincher le sirvió un whisky al joven. “De repente, me encontré en su sofá, sentado en el lado izquierda y notaba que mi camisa se levantaba. Me acariciaba el cuello y me soplaba en la oreja, diciendo: ‘Llegarás lejos en el Partido Conservador”. Alex Story añade que en ese momento se levantó y trató de hacer una broma para concluir con la situación. “Entonces se fue y volvió, vestido solo con un albornoz, algo grueso... Me fui con la sensación de que algo raro había sucedido”.

La historia ha permanecido en su memoria durante 16 años. Hasta estas últimas semanas en las que el exdeportista ha decidido hacerla pública. De raíz de eso, Chris Pincher renuncia a su cargo de assistant whip (los whips, son los diputados encargados de la disciplina de los diputados de su partido). El diputado acudió él mismo a la Policía y se dirigió a las autoridades del partido. Desmiente las acusaciones vertidas por el exremero olímpico, pero se disculpa públicamente. “Si el señor Story se sintió ofendido por sea lo que fuere que yo haya podido decir, en ese caso sólo puedo disculparme”.

¿Por qué Alex Story, empresario del mundo de las Finanzas y padre de cuatro hijos, ha esperado 16 años para denunciar los hechos? Durante años, lo refirió con amigos deportistas en tono de broma. Sólo su familia parece sorprendida por el relato. El detonante se produce en el momento que recibe la lista que circula, a través del WhatsApp, entre el personal del Parlamento británico. La lista incluye 37 nombres de parlamentarios conservadores, junto a comentarios explícitos como “ha pagado una mujer por su silencio”; “borracho continuamente y muy inapropiado con las mujeres”, “no coger un taxi con él”... En la lista aparece el nombre de Chris Pincher. Ésa fue la razón que llevó a Alex Story a hablar. “Mi historia es sin duda menos grave que otras porque no me siento víctima, pero el hecho de que Chris Pincher haya presentado tan rápido su dimisión demuestra que llevo algo sobre su conciencia. Temo que muchas víctimas hayan tenido menos suerte que yo”. Desde entonces, recibe numerosos sms y mails de personas acosadas.

Estas confesión pública también ha alterado a Westminster y al Gobierno. El primer denunciado ha sido Mark Garnier, secretario de Estado de Comercio Internacional. Reconoce haberle pedido a su secretaria que le compre juguetes sexuales y haberle puesto el apodo de sugar tits (pezones de azúcar). ¿Acoso sexual o no? El ministro se defiende, pero el Gobierno ha abierto una investigación interna. Lo mismo ha sucedido con Damian Green, viceprimer ministro. Este hombre, próximo a Theresa May, le tocó presuntamente la rodilla a una militante en 2015 y supuestamente también le envió después un sms sugerente. También se ha encontrado pornografía en el ordenador de su despacho, aunque el ministro los desmiente.

El problema reside en el funcionamiento de los partidos

Mientras que estos dos miembros del Gobierno permanecen en el puesto –de momento, Michael Fallon ha tenido que renunciar a su cartera de ministro de Defensa. “Muchas de estas alegaciones [sobre mi comportamiento] eran falsas, pero soy consciente de que en el pasado pude estar por debajo del nivel que se requiere a los miembros del cuerpo militar”, señaló en televisión. El diputado reconoce haberle tocado la rodilla, hace 15 años, a una periodista, sin consentimiento de ésta. También pudo tratar de besar a otra e incluso la jefa del grupo de los diputados conservadores, Andrea Leadsom, le reprocha a Michael Fallon un comentario fuera de lugar, hace de eso seis años: “Sé donde puedes meter [las manos] para calentártelas”.

Se trata de comportamientos aparentemente extendidos entre las tapizadas paredes de Westminster. El 30 de octubre, la laborista Harriet Harman elevaba el torno, en el micro de la Cámara de los Comunes: “Nadie debería verse obligado a trabajar en una atmósfera tóxica de bromas viciosas, sexistas u homófobas”. El número uno del Partido Laborista abundaba en ese sentido: “En los pasillos del poder, prolifera una cultura degradante y sexista”, dijo Jeremy Corbyn. Una de las gerentes del bar del Parlamento Sports and social club asegura que hay diputados borrachos todo el día, que piensan que tienen vía libre porque se piensan importantes. En total, hay una docena de parlamentarios que están siendo investigados. Y todavía “un cierto número de preguntas planteadas por mí que no aparecen en la prensa”, según palabras de la primera ministra Theresa May. La magnitud del escándalo recuerda al caso de los gastos parlamentarios, esa malversación de dinero público, por parte de algunos parlamentarios, conocida en 2009. “Gastos y acoso”. Para Alex Story, el militante conservador, creen que como está al alcance de su mano pueden hacerlo”.

Esto explica también, sin duda, en parte, el silencio del militante conservador sobre el comportamiento de Chris Pincher. “Habría podido denunciar como militante del Partido Conservador y decir lo que había hecho, pero es muy probable que hubiesen respondido: Alex Story, que es tan grande, nos dice que es víctima de una persona tan pequeña, es imposible”. Esa falta de confianza hacia los partidos puede justificarse. Primero intimidada con la idea de denunciar a Kelvin Hopkins, la militante laborista Ava Etemadzadeh informa al chief whip que hace llegar la denuncia al despacho del jefe Jeremy Corbyn. La joven le envía también directamente un tuit. Pero el diputado de Luton se convertía en 2016 en ministro de Cultura en un gabinete fantasma. “Decidieron no actuar, me sentí muy impotente, aislada y sola”, cuenta la joven a la BBC. Para ella, la suspensión del diputado recientemente, es decir, dos años después de los hechos, no es sino la deriva lógica de los artículos publicados en prensa, pero no fruto del procedimiento abierto por los cauces oficiales del partido.

Kevin Hopkins niega las acusaciones. Cierto es que algunos, como el conservador Stephen Crabb, fueron sancionados en el pasado. El hombre, padre de familia, se vio obligado el año pasado a dejar su cargo de ministro de las Pensiones por intercambiar mensajes sugerentes con una mujer muy joven. La ley del silencio parecía poderosa hasta ahora... hasta el punto de que el estallido a veces puede ser muy violento. La lista de 36 parlamentarios conservadores incriminados contiene numerosas acusaciones susceptibles de sanciones. Pero en la lista aparecen también diputados que han tenido historias consentidas con otros diputado o con un colaborador. O diputados con preferencias sexuales, particulares, sí, aunque no censurables.

“La forma en que las cosas suceden hoy no hace Justicia a nadie”, dice Margaret Gardener, fundadora de la organización de apoyo contra las falsas acusaciones. “Hoy somos culpables hasta que se demuestre nuestra inocencia”. La reacción a veces precipitada de los partidos puede provocar dramas, como el suicidio de Carl Sargeant, ministro de Comunidades en el país de Gales. Carl Sargeant ignoraba el alcance preciso de las acusaciones que pesaban en su contra y puso fin a su vida el 7 de noviembre. “Existe un procedimiento para este tipo de cosas y empieza por una entrevista de la Policía y el sospechoso, que pasa a conocer entonces de qué se le acusa. A continuación sólo se abre una investigación y después una acusación oficial, pero hoy todo el mundo está en shock por las revelaciones y la gestión a veces va demasiado lejos”.

¿Demasiado lejos? El nuevo procedimiento que defiende Theresa May para combatir el acoso sexual en el Parlamento no parece radical. Desde finales de mes en el Parlamento habrá servicio de recursos humanos en el Parlamento, versión más humana de la línea telefónica de atención, ya existente. El próximo año se instaurará un procedimiento nuevo para las denuncias de los trabajadores de la Cámara de los comunes (Cámara baja) o de los lores. Un panel integrado por diputados de todos los partidos trabaja en esta nueva vía.

Los pesimistas critican ya que las denuncias no sean anónimas o el hecho de que esta nueva forma de trabajar sólo esté pensada para los que trabajan en el Parlamento, mientras que las víctimas pueden ser también otras (periodistas, por ejemplo). Si bien es cierto que aún no se conocen todos los detalles, a decir de Alex Story, el excampeón olímpico, el sistema no funcionará. “El problema reside en el funcionamiento de los partidos. Las personalidades más sumisas tienen más posibilidades de ser diputadas que otras. Lo que haría falta es un cambio total, sobre todo una regionalización de la toma de decisiones”. Una verdadera revolución en el seno de los partidos. Alex Story, hastiado, no seguirá afiliado mucho tiempo al partido para vivirla.

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Traducción: Mariola Moreno

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