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Los militares de Israel rechazan la anexión de Cisjordania

Una persona no identificada llora este miércoles el cadáver de Mohammed al-Haddad, que supuestamente fue abatido durante los enfrentamientos con las fuerzas israelíes en la ciudad de Hebrón.

Después de que Donald Trump anunciase la semana pasada su plan para solucionar el conflicto árabe-israelí, los colaboradores de Benjamin Netanyahu señalaron que la anexión del Valle del Jordán y de los asentamientos de Cisjordania prevista en el plan sería examinada “a partir del domingo” por el gabinete israelí. La información fue recibida con entusiasmo por el electorado del primer ministro, en particular por los colonos, que son el núcleo central. Pero el sábado, uno de los responsables de la oficina de Netanyahu advirtió a la prensa de que la reunión no se llevaría a cabo, sin dar más detalles.

¿Por qué este giro que el lunes provocó una manifestación de colonos, que se desplazaron con sus tractores al Valle del Jordán para exigir la anexión inmediata de este territorio? Porque dos de los autores del plan norteamericano, David Friedman, embajador de EEUU en Israel, y Jared Kushner, asesor y yerno de Trump, artífice del proyecto, defendían posiciones opuestas en este punto. Friedman, que al igual que Kushner participó en la financiación de la colonización y es partidario de la anexión “sin demora”, defendió una decisión inmediata del Gobierno israelí.

Kushner, por otra parte, consideró que una decisión tan importante, incluso histórica, no podía ser adoptada por un Gobierno provisional y quiso que los dirigentes israelíes esperaran el resultado de las elecciones legislativas del 2 de marzo para anexionar las zonas previstas en el plan. También consideraba preferible esperar a que se estableciera el comité de coordinación bilateral previsto en el plan antes de avanzar en este punto.

Netanyahu, dadas sus excelentes relaciones con Trump y su entorno, buscaba iniciativas que le permitieran recuperar la ventaja sobre su rival Benny Gantz y probablemente habría sorteado la reticencia de Kushner y proclamado victoriosamente la anexión de casi la mitad de Cisjordania, si no se hubiera encontrado con otro obstáculo mucho más robusto: el Ejército israelí. Como ya habían hecho antes de las elecciones del 17 de septiembre de 2019, cuando Netanyahu, que no salía bien parado en los sondeos, había planeado anunciar –si era elegido– la anexión del Valle del Jordán, el jefe del Estado Mayor, Aviv Kochavi, y el director del Shin Bet (Inteligencia Interna), Nadav Argaman, le indicaron que una decisión así podría tener consecuencias catastróficas.

El martes, el primer ministro israelí anunciaba en una reunión electoral que no pediría al Gobierno que aprobara la anexión del Valle del Jordán antes de las elecciones parlamentarias de marzo. Entre las razones aducidas figuraban la “lamentable” reacción negativa de la Unión Europea o el tiempo necesario para preparar los documentos técnicos.

Como cabe imaginar, es evidente que no es por simpatía a la causa palestina por lo que el jefe del Ejército israelí y el jefe de la inteligencia interna son hostiles a la anexión de una gran parte de los territorios ocupados. Sus argumentos son múltiples. En primer lugar, son diplomáticos y estratégicos. En su opinión, esa decisión tendría una repercusión importante, por el momento difícil de evaluar, en las relaciones con Jordania, que bordea el río Jordán y poblado en gran medida (45% a 65%) por habitantes de origen palestino, como la esposa del soberano, Rania al-Yassin, hija de un médico de Tulkarem que emigró a Kuwait. Como único signatario –con Egipto– de un tratado de paz con Israel, el reino hachemita sigue siendo a los ojos de los estrategas israelíes, a pesar de sus dificultades y tensiones internas, un polo de estabilidad en una región que está en erupción.

Anunciar en tales condiciones la anexión del Valle del Jordán podría fortalecer el movimiento de los Hermanos Musulmanes, que sigue denunciando los lazos diplomáticos y de seguridad del reino con Israel. La situación se volvería muy difícil en caso de que se produjeran movilizaciones y manifestaciones de palestinos en Cisjordania, Jerusalén y el Valle del Jordán, hasta el punto de amenazar la existencia misma del tratado. En un intento por contener una explosión de ira palestina, se han desplegado dos batallones de infantería de élite en la zona y se ha enviado un tercero para reforzar la Brigada del Valle del Jordán para que tome posiciones alrededor de las aldeas palestinas al este de Nablus.

Pero el riesgo de una crisis con Jordania y una desestabilización del reino no es el único factor ni el más preocupante que plantean los militares para oponerse a la anexión de una gran parte de los territorios ocupados. Muchos oficiales, tanto activos como de reserva, citan la amenaza recurrente de una “guerra del norte” contra Hezbollá, Siria e Irán, a la que podría unirse Hamás en el sur, como motivo para desaconsejar una iniciativa que forzaría la dispersión de las fuerzas en varios frentes. Ya presentada a principios de 2019 como “la amenaza más grave” para Israel en la Evaluación Estratégica Anual del General Amos Yadlin, director del Instituto Nacional de Estudios de Seguridad (INSS) y exjefe de la inteligencia militar (Aman), la “guerra en el norte” sigue siendo, un año después, la amenaza más peligrosa para Israel.

Esta es la lección esencial de la Evaluación Nacional presentada recientemente por el general Tamir Heiman, jefe de la Inteligencia Militar. El Gobierno está luchando, no sin dificultades, con la ayuda de Egipto, "para estabilizar el frente del sur”, constata un oficial. “Sería muy imprudente que una decisión de anexión nos obligara, además, a asumir la responsabilidad de la desestabilización de un tercer frente, Cisjordania”.

La “pesadilla del Estado único”

Y algunos militares, que se aprovechan de su condición de reservistas o jubilados para decir en voz alta lo que piensan sus colegas activos, no sólo advierten de las consecuencias tácticas o estratégicas de la anexión, sino que son hostiles a su mismo principio. Por diferentes razones. “La anexión es peligrosa”, decía el general Yadlin la semana pasada. “Puede bloquear el camino hacia un posible acuerdo político y la posibilidad de una futura separación entre Israel y los millones de palestinos que viven en Judea y Samaria. A fin de cuentas, puede llevarnos a la pesadilla del Estado único. Un Estado así no podría ser tanto judío como democrático. Causaría el colapso del sueño sionista”.

Los Comandantes de Seguridad Israelíes (CIS) se rigen por convicciones similares. El movimiento reúne ahora a más de 280 generales retirados, así como a antiguos funcionarios del Mossad, del Shin Bet y de la Policía. Todos creen “que una solución de dos Estados con los palestinos, en el marco de un acuerdo de seguridad regional, es esencial tanto para la seguridad de Israel como para su futuro como hogar nacional y democrático del pueblo judío”.

Desde hace más de un año, un equipo del CIS trabaja en las consecuencias de la anexión de Cisjordania sobre la seguridad de Israel y su futuro. El informe resultante de estos trabajos ha sido ampliamente difundido en el seno del Estado mayor. Señala que “los planes de anexión de Judea-Samaria, considerados hasta ahora como fantasías de una minoría extremista, han adoptado recientemente la forma de proyectos de ley y propuestas gubernamentales concretas [...]. Estas medidas no tienen en cuenta el deseo de la mayoría de los israelíes de preservar la mayoría judía y el carácter sionista del Estado, de acuerdo con el espíritu y los valores de la Declaración de Independencia de Israel”. 

Según los trabajos del CIS, “los esfuerzos de una minoría anexionista determinada, que alienta este proceso de anexión –tanto de manera sigilosa como jurídicamente– causarán inevitablemente ondas expansivas que, como resultado, amenazarán la seguridad de Israel, su carácter judío y democrático, sus relaciones con sus vecinos, con la diáspora judía, e influirán negativamente en la actitud de la comunidad internacional hacia el país”.

Escriben los autores del informe que “Israel debe abstenerse de todo acto de anexión –gradual y progresivo o legalizado– basado en la suposición errónea de que será posible resistir y superar las reacciones palestinas, árabes e internacionales”. Y añaden: “Creemos que cualquier legislación anexionista, incluso parcial, llevará al colapso de la Autoridad Palestina y a la necesidad de reocupar militarmente toda Judea-Samaria. Cualquier medida de este tipo debe adoptarse sobre la base de un amplio consenso nacional, incluida la presentación del proyecto al pueblo israelí, un referéndum o elecciones nacionales. Cualquier anexión debe realizarse únicamente en el marco de una estructura y un proceso diplomático internacional ampliamente acordado. Ninguna población palestina debería ser anexionada a menos que goce de plenos derechos civiles; si sólo se concedieran derechos parciales, Israel correría el riesgo de ser percibido en el mundo como un Estado que adopta un régimen de apartheid”.

Esto está muy lejos de las condiciones de anexión propuestas por el Plan Trump y previstas por Netanyahu. Así lo señala el presidente del CIS, Matan Vilnai, general retirado, exdiputado del Partido Laborista, exministro y embajador israelí en Pekín de 2012 a 2017, en una carta dirigida el 28 de enero a Avichai Mandelblit, fiscal general del Estado y asesor jurídico del Gobierno. Refiriéndose a las instrucciones específicas dadas por el magistrado al gobierno provisional –directrices que lo invitan a actuar con moderación–, Matan Vilnai escribe que sería “irresponsable precipitarse y saltarse las etapas del indispensable proceso de evaluación a riesgo de exponer la seguridad de Israel a graves consecuencias negativas”.

Si respalda este llamamiento a la prudencia y a la reflexión sobre el proceso gubernamental de anexión, ¿podrá Avichai Mandelblit convencer a Benjamin Netanyahu? Una cosa es segura, tiene razones para ser escuchado. Después de haber sido el colaborador más cercano del primer ministro de 2013 a 2016, fue él quien lo implicó formalmente en febrero de 2019 en tres casos financieros antes de acusarlo el 21 de noviembre de corrupción, fraude y abuso de confianza. Esto podría sumarse a las reticencias, notables y de consideración, de los militares. Y que Netanyahu no puede dejar de escuchar. ¿Serán sus argumentos capaces de incitar a la paciencia y la reflexión de un primer ministro políticamente desesperado y un electorado fanático que sueña con controlar toda Cisjordania?

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Traducción: Mariola Moreno

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